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Juicio a los juristas del horror; por Jesús Loreto

Fotografía del United States Holocaust Memorial Museum

Fotografía del United States Holocaust Memorial Museum

Hace días se difundió la noticia de que en la provincia de Mendoza, en Argentina, cuatro exmagistrados de juzgados federales fueron condenados a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar en ese país. Según los medios de comunicación, la sentencia estableció que los abogados Otilio Ireneo Roque Romano, Luis Francisco Miret Clapés, Guillermo Max Petra Recabarren y Rolando Evaristo Carrizo Els fueron cómplices del aparato represivo que entre 1975 y 1983 se ocupó de practicar detenciones, secuestros, torturas, homicidios, desapariciones forzadas y abusos sexuales contra los miembros de la disidencia política al régimen dictatorial de Jorge Rafael Videla.

Parte de la prensa argentina refirió en sus titulares al llamado Juicio de los Jueces, que es como se conoce al caso United States of America v. Josef Altstötter et al., el tercero de los doce procesos que la justicia militar estadounidense realizó por crímenes de guerra en la ciudad alemana de Núremberg luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. Este juicio en particular, que se llevó a cabo en 1947 contra 16 personas, casi todos abogados que habían sido jueces, fiscales o funcionarios del Ministerio de Justicia nazi, fue grabado y algunos extractos pueden verse en Internet.

Justicia Poética

La exposición del fiscal acusador, Telford Taylor, resulta reconfortante. En el video se aprecia el rostro de los acusados, quienes estaban presentes en la sala de audiencia del Palacio de Justicia, mientras el fiscal exponía sus alegatos. Taylor explicó cómo en nombre de la Ley, estos hombres acostumbrados a las cortes por ser abogados ―excepto uno de ellos― habían actuado consciente y deliberadamente para suprimir la ley y con ello disfrazar a la tiranía de justicia, haciendo del sistema judicial una máquina de despotismo, masacre y opresión.

El fiscal Taylor dejó claro que la raíz de la acusación es la abolición del estado de derecho y de justicia, en servicio de la dictadura. Los acusados emitieron decisiones que sólo favorecieron al Tercer Reich y para ello crearon y aplicaron procedimientos que no estaban previstos en leyes preexistentes, violando derechos fundamentales a los ciudadanos que les habían solicitado protección judicial.

Estos hechos por sí solos no constituían delito, admitió el fiscal. No obstante, Taylor fue enfático en señalar que los acusados cometieron crímenes atroces, pues sabían perfectamente que la consecuencia previsible e inevitable de su conducta como jueces, fiscales y funcionarios judiciales eran más detenciones, secuestros, torturas, homicidios, desapariciones forzadas, allanamientos ilegales y abusos sexuales.

Por ello, los acusados de Núremberg compartieron la culpa y parte de las penas impuestas a los líderes del régimen nazi, como ahora la comparten los jueces federales condenados en Argentina.

Abogados terribles: El pasado no resuelto de nuestro sistema judicial

Lo anterior es la traducción de Google translate del título original de un libro escrito en alemán por Ingo Müller*, profesor de derecho y funcionario del Departamento de Justicia de Bremen, Alemania. Esta obra, titulada en castellano Los juristas del horror, relata desde una perspectiva histórica, más que jurídica, la politización absoluta del sistema de justicia alemán, hasta el extremo de convertirse en un apéndice del nacionalsocialismo y, como tal, instrumento eficaz de las atrocidades nazi. Fue con ocasión de la noticia sobre la condena de los jueces argentinos que recordé este libro que fue traducido al castellano por un abogado venezolano, el doctor Carlos Armando Figueredo. Conversando al respecto con un colega, también colaborador de Prodavinci, surgió el tema sobre el Juicio de los Jueces y de allí la idea de escribir este artículo y de titularlo Juicio a los juristas del horror.

En Alemania el proceso que convirtió al sistema de administración de justicia en un barniz para darle apariencia legal al proyecto de dominación nacionalsocialista comenzó incluso antes de la llegada al poder de Adolf Hitler. Fue precisamente por la simpatía que algunos jueces sentían por el nacionalsocialismo que Hitler logró evadir ser deportado a Austria, luego de ser condenado por su participación en el llamado Putsch de Munich o Golpe de Estado de la Cervecería. Desde entonces se hicieron evidentes aspectos escalofriantes en la forma en que se interpretaba y aplicaba el Derecho.

El proceso de selección y designación de jueces los convirtió en órganos subordinados al gobierno central y no eran independientes de los líderes nazi. Para aprovechar esto el régimen recurrió a conceptos jurídicos abominables, creados con la única intensión de tener una norma flexible y elástica que pudiese acomodar todo cuanto favorecía al Tercer Reich.

Poco a poco se ejecutó una purga de los disidentes y de los no arios, no sólo de la judicatura, sino de toda la administración pública e incluso de la profesión de abogados. En medio de la turbulencia que significó que Hitler fuese nombrado canciller de Alemania, con una inflación trepidante y un patriotismo exacerbado por la derrota de la Primera Guerra Mundial, juristas brillantes como Carl Schmitt engendraron la tesis del enemigo y con ello llegó el pretexto de la protección de Alemania, de su pueblo y la pureza de la raza. Así, en medio del conflicto político, los juristas del horror se sacaron de la manga una invención muy útil, la de la amenaza de un supuesto enemigo interno y externo, los comunistas. Con ello justificaron un decreto de emergencia que se prorrogó indefinidamente, hasta que fue derogado por el gobierno militar de los aliados al final de la guerra.

De esta manera comenzó un estado policial donde la Gestapo y las SS tenían un comodín perfecto para encarcelar a diestra y siniestra y así acabar con todo lo que fuese una amenaza para el Estado. Y el Estado era el Führer. El presunto interés del Estado estaba por encima del Derecho. De ahí que servía para justificar canciones antisemitas entonadas por las fuerzas armadas, o los insultos de los líderes políticos contra la oposición, todo lo cual estaba en buena medida sustentado en el último capítulo de Mein Kampf (Mi lucha).

Abogados de la dictadura

Toda dictadura necesita a su lado a un jurista del horror, alguien que colabore para doblar el derecho, pues la ley es un límite incómodo para ejercer el poder a plenitud. Así ocurrió en Alemania y así sucedió en Argentina, donde hubo abogados que obraron en favor de Hitler y de Videla, mas no de los ciudadanos.

Dentro de las ramas del derecho, la más eficiente para dominar a la población es sin duda el Derecho Penal, pues la imposición de sanciones corporales (muerte, privación de libertad, destierro, trabajos forzados, etc.) permite infundir temor y así controlar eficazmente a la sociedad. Por eso en las dictaduras el Derecho Penal es siempre objeto de interpretaciones absurdas y de aplicación arbitraria por parte de algún jurista del horror que pretende proteger al gobierno de la sociedad.

Las dictaduras y sus abogados aplican el derecho penal en protección del Estado y en contra de los individuos. Por ello las conductas de los opositores siempre merecen una sanción, incluso si no hay una ley que prevea el castigo. Los actos de los partidarios del régimen están siempre justificados, incluso cuando sean idénticos a los de los disidentes. Las condenas contra la oposición llegan oportunamente, pues los procedimientos son especiales y flexibles, mientras que los juicios contra los adeptos de la dictadura son rígidos y formales por lo que se topan con mil obstáculos.

En la Alemania nazi, el Derecho Penal se convirtió en protección para el TercerReich. Su fin no era castigar sino exterminar cualquier amenaza política de la disidencia, pues “obviamente la meta de este derecho no es meramente resistir frente al opositor, sino aniquilarlo”**. Quiero pensar que en Venezuela ―incluso luego del 30 de julio de 2017― esto no tendrá cabida como lo tuvo en el cono Sur durante las décadas de los 70 y 80. Temo sin embargo que algo así esté sucediendo en virtud de las palabras de Isaías Rodríguez, quien en relación a la Constituyente dijo: “vamos a arrasar con la derecha, vamos a acabarla, vamos a aniquilarla definitivamente. Conservo la esperanza de que los jueces de Venezuela, civiles y militares, coloquen al Derecho por encima de la revolución bolivariana y no se conviertan en nuestros juristas del horror.

*Furchtbare Juristen: Die unbewältigte Vergangenheit unserer Justiz

** MÜLLER, Ingo. Los juristas del horror. La “justicia” de Hitler: El pasado que Alemania no puede dejar atrás. Editorial ACTUM. Caracas (2006). p. 100. Esta cita fue extraída de un libro de 1937, titulado La higiene genética y racial en la Nueva Ley Penal de R. Peter

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