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¿Fin del fanatismo en China?; por Beatriz de Majo // #ChinaHoy

Fin del fanatismo en China; por Beatriz de Majo ChinaHoy 640

El líder chino Mao Tse-tung denominó “revolución cultural” al movimiento que impulsó de 1966 a 1976 para eliminar todos los residuos de la “cultura burguesa” que, en su concepto, quedaban aún en China y posibilitar de este modo el pleno desarrollo marxista. Ello se tradujo en una cacería de brujas contra todo lo que olía a “capitalismo” y a “derechismo”. Se persiguió sin tregua y de manera sangrienta a funcionarios díscolos del gobierno en el ámbito central y periférico, a miembros del partido con veleidades reaccionarias, a autoridades académicas de inspiración derechista, a todo el que se considerara un agente del capitalismo en cualquier nivel y ello llenó al país de sangre.

Su característica resaltante fue el fanatismo y la intransigencia dogmática, pero la persecución se expresó a través de una purga del país entero en contra de cualquier vestigio de occidentalismo y de capitalismo. Se entronizó la persecución de personas de ideas que tuvieran cercanía con posiciones de derecha. Miles de funcionarios del gobierno fueron destituidos o despojados de su autoridad. Se persiguió a las “autoridades académicas reaccionarias” y los cuadros del Partido fueron reorganizados sin contemplación porque ellos habían sido penetrados por agentes del capitalismo hasta el extremo de que el Comité Central del Partido Comunista se había convertido en un “cuartel general burgués”, según decían. La revolución cultural persiguió sin tregua a los infiltrados agentes del capitalismo que, supuestamente, habían copado los mandos estatales y partidistas de China.

Todo ello funcionó a la perfección gracias a un sistema de denuncias que terminaron con corrientes fértiles y creativas en el campo de la enseñanza, de la ciencia, de la cultura, de las artes, la música. Fue la destrucción organizada desde el poder y para entronizar al poder. 36 millones de chinos fueron perseguidos y 1,5 millón de ciudadanos ejecutados. Lo que originalmente debía haber sido una propuesta programática viró para convertirse en una total anarquía sólo animada por el propósito de detentar un absolutismo total, y eso lo reconocen hoy aquellos que gobiernan el país.

Con ocasión del aniversario de la Revolución, se le presentó a Xi Jin Ping la oportunidad de oro para dejar clara su posición al respecto de ese luctuoso episodio de su Historia. No le resultó difícil hacer que el periódico oficial del régimen calificara a la Revolucion Cultural de aberración, tal como la concibió Mao. El efecto de este posicionamiento ante las nuevas generaciones que no conocieron, sino referencialmente, los horrores y crímenes de la Revolución del proletariado como la llamaba Mao, es importante y definitorio. Queda claro que nunca más en la Historia de China se repetirá un agravio social de esta naturaleza.

Al demostrar de cara a su país que dogmatismo y fanatismo son malos consejeros, Xi abona su liderazgo en el país. El hombre es percibido como el nuevo hacedor de China y como un eslabón importante en la crucial reforma que hace 40 años inicio Den Xiaopin, al juzgar y condenar a los artífices del horror de la Revolucion Cultural. Su lucha contra la corrupción le está valiendo a Xi el respeto de los suyos. Pero tiene aun un buen trecho por recorrer en materia de respeto a la libertad y a los derechos de sus connacionales.