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Vila-Matas: “No vivo tan obsesionado con literatura como la gente piensa”; por Karina Sainz

Por Karina Sainz Borgo | 8 de mayo, 2015
Enrique Vila_Matas / Fotografía de Elena Blanco

Enrique Vila-Matas fotografíado por Elena Blanco

Enrique Vila-Matas no sabía que la noche de aquel miércoles de mayo de 2015, su equipo, el Fútbol Club Barcelona, marcaría tres golazos —dos de ellos de Leo Messi— a un Bayern Munich entrenado por Pep Guardiola –matar al padre, matar al padre-. No: Vila-Matas no lo sabía. Y sin embargo, el escritor ya andaba en otra cosa, colgado de alguna de esas lejanas galaxias en las que él parece extraviarse siempre. El planeta vilamatiano orbitando alrededor de una crema de calabacín que se enfría ante las preguntas sin puntería de una pandilla de periodistas culturales.

¿Cree en la predeterminación? ¿Acaso en las premoniciones? Disparan, en alusión al libro que ahora publica el escritor, los reporteros que le escuchan –le escuchamos-. De ser tal cosa cierta –el destino, la literatura, el fútbol-, hace rato que Enrique Vila-Matas habría dejado marcada su silueta libresca en el muro del restaurante madrileño en el que ahora da sorbos breves a una copa de agua tibia. Esa sería una forma más de desaparición… gesto arbitrario que puebla su obra –Montano, Bartleby y Walser en el once titular-. Pero no: ni él lo sabía, ni el resto tampoco. Y como mayo es el mes de las flores y la Champions –y liga, la copa y la feria del libro, claro-, mejor atenerse a lo que hay: la literatura. ¡Que no es poco!

Tras un año de haber publicado Kassel no invita a la lógica (Seix Barral), un libro que se descolgaba de una frase de Italo Calvino y en el que Enrique Vila-Matas narraba su viaje a Documenta –emborronó durante casi un mes un montón de hojas, en un restaurante chino, a la vista de todos y así lo cuenta-, el escritor vuelve ahora con una edición –hermosa, todo sea dicho- que ha hecho el sello Nórdica de su relato El día señalado.

En las páginas de este volumen (ilustrado por la dibujante Anuska Allepuz), una niña de diez años, Isabelle Dumarchey, se topa con una gitana que le asegura que morirá sedienta y de pie, tal vez bailando, en un día de invierno muy lluvioso, de un año imposible de determinar. A partir de ese momento, Anuska evitará a toda costa esas circunstancias. Cada año, al acercarse el día señalado, la chiquilla vivirá aterrada por la posibilidad de que acontezca aquello que confirmará el fatal augurio de la gitana. Ramalazo de Las mil y una noches, podría ser.

La historia, que el propio Vila-Matas incluyó en su volumen de relatos (retazos) Exploradores del abismo (Anagrama), viene de lejos, pero de muy, muy lejos…. Allende Scheherazade; o casi. Todo ocurrió en 1982, un día de verano, en Mallorca, cuando Enrique Vila-Matas se sentó a pensar –válgame Dios- en el invierno. Pasa, a veces pasa. Casi treinta y tres años después, el asunto insistió. Ahora, el cuento pesa doscientos gramos y se transporta, coqueto, en una preciosa edición de la que el autor ha venido a hablar en compañía de su editor.

“Desarrollé esta historia en Exploradores del abismo, aunque viene de 1982. Es una premonición. Se basa en la idea de repetir algo mejorándolo, que es, a fin de cuentas, lo que hace la tradición”, dice Vila-Matas. “Éste es el más díscolo de mis relatos”, asegura el escritor mientras el agua se calienta y la sopa se enfría.

Nórdica, que publica a Kafka o a Sebald, no podía pasar de largo la narrativa de Vila-Matas”, asegura Diego Moreno, editor del sello independiente, al momento de explicar la decisión de publicar este relato del escritor al que Jorge Herralde atribuyó “la Catedral Metaliteraria”, es decir, la trilogía que forman las novelas Bartleby y compañía (2001), El mal de Montano (2002) y Doctor Pasavento (2006). Un bestiario de ágrafos, retorcidos y magníficos maniáticos librescos.

Pero… ¿cuándo habrá de llegar la muerte: la de Anuska, la de Vila-Matas? Se pregunta quien lea o escuche a este narrador. “Cuando un discurso se vuelve previsible, es un presagio de muerte”, asegura Vila-Matas, que este 2015 celebra el 15 aniversario de Bartleby y Compañía.

— ¿Buscó el manuscrito para trabajar esta versión del relato? ¿Suele releerse? ¿Cuál de sus libros le disgusta más?
— No, la verdad no me releo. No vivo obsesionado por la literatura, a diferencia de lo que la gente cree.

Hay silencio de cuchillos y tenedores que chocan como patas de grillos. Alguien sorbe. El tiempo rocoso se arrastra entre las servilletas. Y sin embargo, el catalán sigue ahí, impecable (todo un Caballero de la Orden del Finnegans). Está de buen humor Enrique Vila-Matas, desde hace rato ya.

No tiene reparo el novelista desde que se mostró entusiasta y casi optimista en Kassel no invita a la lógica. “Siempre hago todo con entusiasmo –asegura, espantándose la fanfarria-. No podría hacer nada que me aburriese”, dice mientras una loncha de Carpaccio de ternera se petrifica en el plato. Sin duda: él no lo sabe. Ignora el marcador apoteósico de una noche que queda muy lejos para las tres de una tarde como ésta. Por eso anda por ahí, Vila-Matas, preocupado por la literatura. Aunque él diga todo lo contrario.

*

Esta entrevista es una versión de la publicada en Voz Populi, la cual puede leer haciendo click acá.

Karina Sainz Borgo 

Comentarios (1)

@manuhel
11 de mayo, 2015

Que enredo me ha causado leer este artículo.

No lo entendí, y lo más triste es que no tengo ganas de volver a leerlo.

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