Blog de Francisco Toro

El final de un largo debate sobre PDVSA, por Francisco Toro

Por Francisco Toro | 13 de junio, 2013

Es fácil olvidar que, antes de que el chavismo se convirtiera en una farsa, hubo un debate intelectual serio sobre cuál era el rol apropiado para la empresa energética estatal.

Este debate enfrentó a la izquierda escéptica de una estatal petrolera de corte tecnocrático y empresarial contra una derecha comprometida con preservar a PDVSA como una isla de cultura empresarial dentro del sector público. La izquierda veía la pretendida meritocracia de PDVSA como parte de la estratagema de una élite para apropiarse de tanta renta petrolera como fuese posible y el preámbulo hacia una privatización abierta.

La derecha veía cualquier intento en contra de la autonomía de PDVSA como una amenaza a su habilidad de llevar a cabo su misión principal: optimizar los recursos disponibles para el Estado a través del tiempo. La izquierda desconfiaba profundamente de una explicación que, convenientemente, dejaba cada vez más recursos a la disposición de la misma élite que los administraba.

Parte del debate tenía que ver con los horizontes de tiempo y la mejor manera de repartir el flujo de caja de la compañía entre inversión y gastos. La posición de la derecha predicaba un horizonte de gastos más largo y defendía la idea de dedicar una proporción mayor de los ingresos hacia la producción del futuro y una proporción menor al consumo inmediato.

La izquierda creía que concentrase en la pobreza critica del momento era una prioridad mayor que garantizar flujo de cajas futuros, una posición perfectamente razonable. Cuando se cree que la pobreza va a tender a decrecer en el tiempo, ¿por qué consumir los escasos recursos de hoy para proteger los ingresos de mañana, si se estima que habrá mucho menos pobres mañana de los que hay hoy?

El argumento clave de la derecha era que, al privar a PDVSA de suficientes fondos para la inversión, se le disminuiría gradualmente su habilidad para actuar como la gallina de los huevos de oro que la izquierda quería que fuera. Al privilegiar el consumo actual sobre el flujo para la inversión, eventualmente se seca el caudal de recursos que consumir. ¿Y qué pasa si el consumo actual no logra en romper el ciclo de la pobreza? Uno termina comprometiendo los futuros ingresos de un país que seguirá siendo tan pobre como el de hoy.

La derecha siempre pensó que la posición de la izquierda era contraproducente: recortar los horizontes de tiempo de PDVSA terminaría debilitándola y comprometiendo su habilidad de actuar de forma independiente. Con el tiempo, socavaría la autonomía de PDVSA y eso la dejaría a la merced de los mismos operadores extranjeros a los cuales la izquierda teóricamente se oponía. La derecha continuamente resaltó la ironía de la posición del mal llamado “nacionalismo energético”, argumentando que, si se dejaba correr lo suficiente, terminaría consumiéndose a sí mismo y entregando los recursos de la Nación.

Es en el contexto de este debate que los recientes anuncios de los acuerdos de financiamiento de PDVSA con CNPC y Chevron deben ser interpretados. Los acuerdos dejan a PDVSA sin ningún tipo de control efectivo sobre su propio flujo de inversión, entregándole a los conglomerados extranjeros —uno chino, el otro gringo— con el total control operacional sobre el manejo proyectos donde ellos —teóricamente— son “socios minoritarios”.

Al eliminar completamente la distinción entre las cuentas de PDVSA y las del Estado, “la nueva PDVSA” terminó justamente en la posición que la derecha veía venir: tan desesperada por financiamiento y tan incapaz de emitir compromisos creíbles, que sólo consigue quien le preste dinero si entrega por completo el control sobre cómo se usarán esos fondos.

Y es que el  mal llamado “Nacionalismo Energético” consigue la demostración de su catastrófico fracaso en esos acuerdos que se acaban de firmar: más que acuerdos de financiamiento, lo que PDVSA ha firmado es una suerte de rendimiento incondicional al capital extranjero, una certificación voluntaria de su propia postración.

Perdido en el remolino de la incompetencia y el caos de estos días, es fácil perder de vista la importancia de lo que acaba de pasar, y olvidar cuán central ha sido el debate sobre el rol de la petrolera estatal durante los últimos cuarenta años de la vida de la República. Pero el veredicto ha llegado y difícilmente puede ser más claro.

Francisco Toro 

Comentarios (2)

José R Pirela
14 de junio, 2013

Árbol que nace torcido no hay tutor que lo enderece. Poner la riqueza de la nación en manos de políticos es una aberración para la organización democrática de un país. El ejercicio económico no es materia para el debate político, sin embargo nos empeñamos en nacionalizar la política. La moral del nacionalismo energético está enterrando la gallina de los huevos de oro y la esperanza de las luces. Ya poco importa el destino de la gallina, lo que más importa es empeñar los últimos huevos.

Adolfo Ochoa
19 de junio, 2013

La izquierda en Venezuela sólo ha servido para hacer oposición, cuando hacen gobierno ya no sirven sino a intereses perversos…

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