- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

#DiariosDelPollo 6. Lo que es igual para el pollo…, por Raúl Stolk

#DiariosDelPollo 6. Lo que es igual para el pollo..., por Raúl Stolk 640

“Mi esposo se volvió loco. Hace más de un mes se presentó en la casa con el bendito proyecto de los pollos. Me prometió que no tendría que ocuparme, que ni me iba a dar cuenta. Bueno, ya saben cómo son esas cosas. Trajo los pollos y no ha hecho más que tomarles fotos y escribir los benditos diarios como si fuera él quien se encarga de los bichos. Y no. No es él quien se ocupa. Soy yo. Llevo y busco a nuestra hija al colegio, trabajo medio día y me la pasó de cacería toda la semana haciendo mercado. Eso. Toda la semana, porque encontrar comida es tarea diaria. Él, ese flojo, dice que tener a los pollos en la casa es el camino a la autosustentabilidad y a ganarle la guerra a la escasez. ¿Ven? Está loco. Además, los pollos no hacen sino cagar por todos lados y yo tengo que limpiar su porquería mientras cargo una niña al lomo y a otra en la barriga. Es agotador.

Comienza el registro para el Sistema Superior de Abastecimiento, es decir: para la tarjeta de abastecimiento seguro que unos dicen es la tan anunciada llegada de la tarjeta de racionamiento a Venezuela y otros dicen que no es más que aquel concepto de la tarjeta “Mi negra” del Manuel Rosales candidato presidencial, sólo que pintada de rojo. Lo que sí es claro es que pocos entienden con qué se come eso. Y el pollo que se encuentra en la calle, que no me dejan comprar porque si no “qué sentido tiene todo este esfuerzo” (nuestra propia versión de racionamiento) ya está a cuarenta bolívares el kilo. Y si cuarenta suena a nada, aunque lo pongas a 40.000 de los viejos, imagínense todo lo que nos viene por delante.

Cuando arrancó la escasez en serio me daba mala vida. Hacía un tour de cuatro lugares distintos al día. Pero ya no. Si no encuentro lo que busco o tengo que hacer mucha cola, llego a la casa a improvisar con lo que tenga. Hace unos días agarré un poco de arroz, salsa de soja y las sobras de la semana. Los lancé al sartén y saqué un arroz chino espectacular. Sin pollo, por supuesto. Porque, con la gracia, tenemos más de un mes sin comer pollo.

Bueno: él tiene más de un mes sin comer pollo.

Hace dos días pasé frente a Gran Horizonte y mi bebé pedía a gritos una jugosa pechuga enchumbada en mojo. Lo que pasó después no fue nada bonito. Ni digno de una dama. Pero era necesario.

Cazadora de día y, de noche, hundirme en las buenas nuevas que trae El Señor de los Pollos. No me queda ninguna duda de que él pasa toda la tarde metido en Twitter tratando de encontrar una fisura en la barricada comunicacional que le permita ver un adelanto del final de esta historia.

¡Ni el profeta Dos Santos, pues!

Yo sé que no se puede concentrar en la oficina. Y sé que le cuesta horrores sacar el trabajo, cuyo flujo depende de lo más terrible de nuestra regresiva burocracia. Y sé que se frustra. Y que por lo menos esa tareíta de escribir (sobre los pollos o sobre lo que sea) lo mantiene distraído. Por eso no me meto en Twitter. Por un acto de puro amor. Para que mi marido pueda llegar en la noche a echarme los cuentos y yo poder mostrar verdadero asombro.

Me someto, entonces, a la hora del terror nocturno.

Hace unos días me emboscó con la tragedia de Adriana Urquiola. Ésa no me la esperaba. Ella trabajaba haciendo el doblaje del noticiero de Venevisión a lenguaje de señas. Nadie que dedique su vida a algo tan noble puede ser una mala persona. Bajó de un autobús y un pedazo de animal le disparó a la cabeza.

Ella murió, pero esa bala se llevó dos almas, porque Adriana estaba en estado. Como yo.

Esa noche me regresaron las náuseas de los primeros meses. Y, después de que apagamos las luces, no pude aguantar el llanto.

Este país desde siempre la ha tenido contra las mujeres. Hoy en día la clase profesional más bien parece el género profesional. Donde quiera que vayas ves mujeres. Los hombres han dejado sus carreras para “hacer real”. Es hasta divertido de que a una idea tan etérea e inorgánica como el dinero en Venezuela le digan real. Pero igual siguen pretendiendo mandar. Basta con ver el mapa de líderes políticos. Plagado de hombres. Y cuando una mujer se para y resalta, la tildan de sangrona y ella tiene que lidiar con los complejitos disfrazados de misoginia. Ya es obvio hacia dónde voy con esto…

Hemos seguido de cerca la persecución política a María Corina Machado y todo lo que le ha tocado soportar como diputada. Desde esa venganza anticipada de habérselas cantado claro a Chávez en la Asamblea Nacional, se la han venido cobrando con golpes, insultos, y vejámenes.

En la misma semana que asesinan a Adriana, el Presidente de la República bromea irresponsablemente sobre la grotesca idea de un Tupamaro embarazando a una guarimbera. Un comentario increíblemente torpe o maquiavélico, dependiendo de cuánto beneficio de la duda se le de al intelecto de Nicolás Maduro y considerando que las protestas comenzaron por el intento de violación a una estudiante en Táchira. Esa misma semana señalan a Rocío San Miguel, una activista de derechos humanos, de estar montando un golpe.  Y durante esa semana también el Presidente de la Asamblea Nacional aparentemente sentencia que María Corina queda separada de su investidura de diputada por haber aceptado un cargo de representación de la República de Panamá en la OEA.

Disparates. Disparates y mentira.

Esa noche lo poco de abogada que queda en mí se retorció de agonía después de ver como el Tribunal Supremo, utilizando caminos verdes judiciales, confirma una vulgar opinión convertida en usurpación de funciones: verlos cagarse, como los pollos, sobre el debido proceso. El desastre lo limpiaron con la Constitución, así como nosotros utilizamos las páginas de uno de esos diarios a los que les sobra papel para limpiar las heces de nuestro futuro almuerzo.

De la calentera, esta niña se me puede salir en cualquier momento…

El topping metafórico de toda esta descomposición institucional y moral del país son las declaraciones que diera, a El Nacional, Yonny Bolívar, el confeso asesino de Adriana Urquiola. Un expresidiario sentenciado a 23 años por secuestro, y liberado mucho antes de cumplir su condena, dice que “no tenía la intención de matar a nadie”, pero que admite haber disparado “al aire con un ángulo de 50 grados” tras bajarse de su camioneta 4Runner. Y que luego, con total normalidad se acercó al CICPC y les mostró su credencial de policía para indicarles que la camioneta que estaba en medio de todo el rollo era de él, de un funcionario con chapa.

Entre este hombre y los verdugos de la diputada no hay más de un grado de separación.

Ahora este marido mío anda buscando recetas como loco para el día que nos comamos al pollo. Versiones al curry, aparatos para prepararlo a la broaster. Algo comentó de un Cordon Bleu (¿?). Pero, sinceramente, yo creo que esos animalitos de casualidad dan para hacer un hervido. Según lo que averiguamos, a las seis semanas deberían pesar kilo y medio, pero ya pasó esa fecha y entre los dos no llegan a 500 gramos. No llegan a paloma. Pero el plan sigue. “In questa casa la pizza si fa…”, decía mi nonno cada vez que aparecía alguien con una pizza en caja.

¡En esta casa la pizza se hace! Y se hace desde cero.

Esa filosofía de mecánico, de creador, es la misma que aplico en mi cocina. Si bien no creo que la crianza de los pollos sea el camino a la autosustentabilidad y a la soberanía alimentaria, el proceso, por lo menos, me entusiasma un poco.

No se salvarán del cuchillo. Yo tengo una familia que alimentar”.