Blog de Alberto Barrea Tyszka

¿De qué hablamos cuando hablamos de dialogar?; por Alberto Barrera Tyszka

Por Alberto Barrera Tyszka | 25 de junio, 2017
El presidente Nicolás Maduro dirige el acto para conmemorar el día de la Batalla de Carabobo. Fotografía de Cristian Hernández para EFE

El presidente Nicolás Maduro en el acto para conmemorar el día de la Batalla de Carabobo. Fotografía de Cristian Hernández para EFE

A esta altura de los tiempos, que es lo mismo que decir a esta altura de los muertos, o a esta altura de los perdigones y de los gasecitos, a esta altura de los presos y de los injustamente detenidos, ¿se puede acaso dialogar con el gobierno? En estas circunstancias, asediados con la misma violencia por los militares y por la inflación, negados o humillados por el discurso oficial, ¿es posible sentarse a hablar con el verdugo? ¿Cómo? ¿De qué manera?

No es fácil. Las palabras también tienen geografías particulares. La palabra diálogo tiene su propia tradición en Venezuela. Es parte de una historia reciente pero muy sonora y dolorosa. Aquí, la palabra diálogo no viaja sola. Uno la escucha y de pronto puede pensar en el Ministro Néstor Reverol, siempre conversando consigo mismo, culpando a otros de las muertes que producen día a día sus soldados. Uno ve escrita la palabra diálogo en un titular y puede recordar a Tibisay Lucena dialogando pausadamente para paralizar el calendario electoral del año pasado. O puede recordar también a todos los altos jerarcas del oficialismo diciendo y repitiendo que la crisis humanitaria es mentira, que no hay hambre, que las medicinas sobran, que el país es un paraíso extraordinario, perturbado tan solo por la derecha golpista y blablablá. Uno oye la palabra diálogo y siente que cruje la miopía, que el aliento raspa, que tal vez haya dolor nuevo en el futuro.

¿De qué hablamos cuando hablamos de dialogar? Porque el diálogo no es una simple instancia de trabajo. No es solo un instrumento para la resolución de conflictos. También es una puesta en escena, una acción comunicativa. Es un espacio de significación dentro del mismo conflicto. Es un mensaje que puede ser muy útil a un gobierno que ha practicado un perverso doble juego: mientras asesina, invoca a la paz. Lo que se debate en el fondo es cómo se reparten las culpas de la violencia. El oficialismo, en todos sus frentes y de todas las maneras posibles, ha insistido en responsabilizar a la oposición de todos los daños. Incluso ante evidencias palpables, los ministros y funcionarios han mentido descaradamente. Su fanatismo es oportuno. Siempre los salva.

Pero a medida que nos vayamos acercando al 30 de julio, posiblemente el fantasma del diálogo aparecerá cada vez con más urgencia. Ya, esta semana, después de la reunión de la OEA, tan llena de espectáculos y tan carente de soluciones políticas, un grupo de países liderados por Estados Unidos se ha propuesto trabajar para “facilitar el diálogo” en Venezuela. También el Vaticano, no faltaba más, invoca el diálogo. Y José Luis Rodríguez Zapatero, por supuesto, después de pasear por los pasillos de Ramo Verde, también alude al diálogo. ¿Quién se va a poner en contra? En medio de la trágica situación que vivimos, rechazar el diálogo es algo más que ser un aguafiestas. Es casi una inmoralidad. Y sin embargo, la tradición de la palabra insiste, la sensatez y la honestidad se siguen preguntando ¿cómo? ¿Para qué?

Tomemos por ejemplo lo que dijo Maduro ayer en la celebración de los 196 años de la Batalla de Carabobo: “La Fuerza Armada Nacional Bolivariana debe estar de frente contra la oligarquía y el antiimperialismo y el injerencismo. Estamos en rebelión”. Pasemos por alto el evidente tropiezo de neuronas y papilas gustativas que lo llevó a decir “antiimperialismo” en vez de decir “imperialismo”. El sentido central de la frase es lo que importa: la rebelión no está en la calle sino en los soldados, quienes deben enfrentar con todo a los oligarcas descamisados, a los miles de imperialistas desarmados. Otra cita: “Estamos obligados a mantener las instituciones y la Constitución operativas, sirviendo al pueblo, es nuestro deber”. Y por eso mismo, precisamente, es que, sin consulta y con unas bases comiciales fraudulentas, pretenden cambiar la Constitución. Por eso mismo, están tratando de cercar y sabotear a la Fiscalía General de la República. ¿Tiene sentido dialogar con alguien que habla así, que dice esto?

Peor aún: en realidad, el nombramiento del General Benavides como Jefe de Gobierno del Distrito Capital dice mucho más que todas las alocuciones y declaraciones oficiales. Esta designación solo tiene una lectura posible. A Nicolás Maduro no le importa la política. No le interesa. Prefiere las balas. Nuevamente, le deja el gobierno a los uniformados ¿Cómo se conversa con alguien que piensa de esta forma?

Obviamente, es necesario concertar. La única salida que tiene el país pasa, sin duda, por una negociación. Pero cualquier negociación pasa, también, por un cambio en los parámetros mismos de la comunicación, en las expresiones y en los códigos a la hora de resolver los conflictos en todos los espacios. Ahora, en este país, no se puede volver a hablar en términos de diálogo. Quienes, desde afuera, pretendan ayudarnos deben entender que antes que un mediador― necesitamos un traductor. Aquí no hablamos el mismo lenguaje.

En el idioma oficial la palabra diálogo significa otra cosa. Es una trampa. Una emboscada. La retórica gubernamental está dirigida a normalizar la muerte. Su destino es invisibilizar al pueblo. Existe para desmovilizarnos, para paralizarnos, para saquear cotidianamente cualquier esperanza. Resistir también es reinventar los lenguajes. Lo que hicieron esta semana los estudiantes de Mérida es un excelente ejemplo. Luchar es nombrar de nuevo. De otra manera.

Alberto Barrera Tyszka 

Comentarios (11)

leonardo
25 de junio, 2017

Muy bien hablado. Los venezolanos ya no hablan todos el mismo idioma. No se puede dialogar con quien considera que el diálogo es solo una forma de llegar a sus fines y de engañar tanto a su interlocutor como a quienes lo facilitan. Venezuela está interpretando de manera dolorosa, su más trágico “Florentino y el diablo”.

Brother Full
25 de junio, 2017

Sr. Alberto,

La respuesta

¿De qué hablamos cuando hablamos de dialogar?

Está en histórico de 18 años. Dialogar con el Gobierno es hacer lo que el Gobierno impone. No hay otra respuesta posible. El último en recibir esta respuesta fué el papa Francisco, que frustrado terminó delegando el diálogo en la Conferencia Episcopal de Venezuela (COV).

Kondorito Konstitución
25 de junio, 2017

“Estamos obligados a mantener las instituciones y la Constitución operativas, sirviendo al pueblo, es nuestro deber”—///—Sr. Presidente, cuando coma ensalada mixta, cuidado con una rueda de tomate.

Petra Bolivar
25 de junio, 2017

….la robolución corrupta es evidencia de la miseria humana y su víl egoísmo….que con nuestra resistencia y lucha no vuelve, ni volverèa a triunfar otra vez…

Omero
26 de junio, 2017

No se pueden obtener compromisos ni lograr acuerdos con embusteros, los hechos lo demuestran. Buena interpretación de la realidad burrera de maduro. Lo felicito.

Jesús Couto Fandiño
26 de junio, 2017

Si el gobierno quiere diálogo, podia empezar por respetar a la Asamblea Nacional, fruto del diálogo entre los venezolanos para elegir quien le representa y hogar del diálogo entre dichos representantes para buscar salidas y medidas. Luego podría respetar el diálogo que le da la calle protestando sus medidas.

Apartando eso, dialogar con el gobierno es como sentarse a dialogar con un maltratador, a hacer el paripé y discutir que porcentaje de abusos se pueden aceptar de ellos hasta que se harten y respondan que, para variar, serán los abusos que digan ellos y punto

Zen Ten Xiao
26 de junio, 2017

Dialogar? pasa por discutir, alternando la palabra, para lograr un acuerdo y llegar a soluciones. Eso significa, sin más, que ambas partes reconozcan que existe un problema o un conflicto que resolver, y ese no es el caso de Venezuela, pues una de las partes, el gobierno, lo niega todo, y más aún, le molesta que el otro esté en desacuerdo con algo, es la soberbia clásica del ignorante intransigente. Entonces que opción hay? negociación? eso también pasa por aceptar que hay un problema sobre el cual se debe negociar, ceder terreno, reconocer un conflicto y tener disposición de solucionarlo, eso tampoco está planteado, porque una de las partes, otra vez el gobierno, niega ciega y convenientemente la existencia de un problema. Y entonces que queda? queda la opción de abordar el conflicto con otras herramientas, la intervención de un tercero imparcial, que ofrezca elementos de paz que hagan sentir a las partes que ganan todos, pero no parece ni existir ese tercero ni esas ganas de ceder con el cuento de ganar-ganar, y en manos de quien estamos? de la irracionalidad, del caos, del desenlace inesperado, de la incertidumbre y ese momento exige, de una de las partes, en este caso la oposición, que de manera cohesionada establezcan una agenda común, sin distracciones, sin nombres o personalismos, sin intereses inmediatos que obstaculizan el plan de futuro, que debe ser el acuerdo nacional de reconstrucción de un país, de una sociedad, de sus instituciones que permita asimilar el aprendizaje, uno de ellos es no mas militares, no mas caudillos, jamás debe volver la sombra del autoritarismo militarista mesiánico que ya hemos visto donde nos trajo. Debemos rescatar el valor cívico y ciudadano de la sociedad, multicolorido, nada del monocromático verde oliva que tanto daño hace, ellos en esencia, son poco dados al dialogo, a la negociación, ya que en su formación maniqueista y bimodal, simple, de ese conmigo o contra mi, no reconocen valores democráticos ni ejercen tolerancia con las ideas contrarias, necesarias siempre en la vida sana de una sociedad equilibrada, equitativa, sensible y de carácter civil. Por lo pronto ni diálogo ni negociación, por lo pronto confianza y fe en que los movimientos sociales y las desigualdades consiguen su entropía.

Lillian Kerdel Vegas
26 de junio, 2017

La CUESTIÓN es la solución de los problemas que nos agobian PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERO “EL CAPÁZ BUSCA SOLUCIONES. El incapaz busca culpables Ejemplo: LA IGUANA

mercedes da silva
26 de junio, 2017

Sra.PETRA BOLIVAR la felicito.En pocas palabras dice una GRAN VERDAD.

Eduardo
26 de junio, 2017

Lo correcto politicamente hablando es dialogar sentarnos a buscar soluciones no pelear, detener las manifestaciones. Esto implica un gobierno dispuesto a escuchar, a discernir y finalmente a aplicar correctivos a su política, buscar la unidad. Esto ultimo es precisamente lo que el gobierno con Maduro a la cabeza no quiere hacer diálogo es sinónimo de ganar tiempo de tranquilizar de buscar quedar bien pero nunca a renunciar al poder ni a nada parecido ahora ¿ quién va querer dialogar con esas condiciones?

Brother Full
27 de junio, 2017

En Aragua ayer (260617) se cumplió la profesía de Isaías:

Ya lo dijo el ultra extremista radical Isaías Rodríguez: “Vamos a arrasar con la derecha, vamos a acabarla, vamos a aniquilarla definitivamente”.

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