Tecnosociedad

Cyberactivismo y DDHH: Derechos que hay que creerse, por Luis Carlos Díaz

Por Luis Carlos Díaz | 9 de agosto, 2013

La gente no denuncia por cumplir ni sale a protestar sólo por dejar constancia. En realidad se movilizan por la injusticia y las ganas de cambiar las cosas. Sin embargo, parece que en algún momento la desesperanza fue aprendida y se instaló en forma de resignación entre los indignados y disconformes venezolanos. Eso, de alguna manera, debe revertirse. Cada vez que un político, un periodista o un líder de opinión dice que va a denunciar “aunque sabemos que las instituciones no nos harán caso”, mina su propia credibilidad como agente de transformación.

Hay que creerse que los cambios son posibles y que dejar constancia tiene fines que van más allá de tener un papelito que registre nuestra acción de reclamo ante el Estado, porque después se pueden activar otros mecanismos que hagan efectivo ese papelito. Por eso no deja de ser heroica (y tan atacada por los burócratas) la labor de las organizaciones no gubernamentales que acompañan denuncias a instituciones nacionales para, una vez agotadas las instancias, mantener su línea de trabajo hasta sistematizar y llevar los casos a instituciones supranacionales que puedan alertar sobre las injusticias.

No es gratuito que el Gobierno mantenga la amenaza de sacar a Venezuela del sistema interamericano de protección a los derechos humanos. Pese a eso: no se reclama sólo para cumplir una formalidad ni para coleccionar carpetas amarillas. Las formalidades son sumamente importantes para apalancar otras acciones, pero acciones civiles, civilizadas.

Es el momento de creerse los derechos y exigir, porque esa ruta se parece mucho a la ciudadanía que queremos. Por ejemplo, tras los 100 primeros días de gobierno de Nicolás Maduro, algunas personas juzgan negativamente que el gobernador Capriles Radonski haya decidido esperar las respuestas institucionales de sus impugnaciones, en lugar de plantarse en una plaza durante meses, como López Obrador en México, a ver si se generaba algún efecto de redes al estilo egipcio que produjese otra salida a la crisis.

En lugar de eso, el líder opositor detuvo una marcha que fue amenazada con violencia en el centro de Caracas, y cambió la estrategia. Seguramente le causó una baja de popularidad entre los amantes de la testosterona, el griterío y tocarle la puerta a los cuarteles. Pero pasado el tiempo, el resultado es que más bien le demostró a quienes dudaban de su pacificismo, que el esfuerzo político es de más largo aliento y exige métodos que generen mayor legitimidad a los reclamos. Se trata del derecho a disentir y a aspirar al cambio. Es difícil contener la ansiedad de un gran colectivo descontento, pero más retador es darle cauces creativos y transformadores a la protesta.

En esa coyuntura estamos parados y no se pueden satisfacer todas las demandas a las velocidades exigidas.

Para Ligia Bolívar, del centro de derechos humanos de la UCAB y fundadora de Provea, lo que está de fondo en el trabajo por los derechos humanos es “la dignidad”. Por eso, creerse los derechos y creerse el activismo ciudadano es también creerse digno. Los derechos conforman un muro de contención ante el Estado y sus abusos, pero también marcan las reglas de juego de lo que ese Estado debe garantizarle a sus ciudadanos.

Cuando la ONU propuso proteger Internet y su incorporación a las garantías que fortalecen la libertad de expresión, lo hizo con el propósito de darle mayores herramientas a los pueblos para crear sus propios espacios digitales de defensa y organización. Entonces, hay derechos que se fortalecen con el empoderamiento en herramientas digitales.

Protesta. ¿Es usted fanático de las protestas, marchas y movilizaciones? Cuente con Internet para convocar, registrar y publicar sus acciones. Una vez superado el auge de los reencuentros escolares gracias a Facebook, la gente ha descubierto que los correos electrónicos, los mensajes de texto y la creación de eventos en línea permiten gestar movilizaciones de colectivos porque facilitan la difusión de mensajes y multiplican su impacto. Eso sí: deben obedecer a una estrategia bien planificada y ejecutada. En la redes hay mucho ruido y debemos competir contra la excepcionalidad continua de nuestra cotidianidad. Hay que evitar que nos hackeen la atención.

En segundo término, hoy las protestas pueden emitir su propia señal de audio y video para la red. Los marchistas convierten el hecho social en una cascada de mensajes digitales cuando traducen sus acciones en tweets, actualizaciones, artículos, fotografías y otros contenidos que aparecen en sus cuentas personales. De allí que sea tan importante elaborar buenos mensajes que expliquen los por qué y los cómo de la inconformidad. Marchar es un ejercicio que fortalece la exigencia. También la democracia es fitness.

Organización. La libertad de reunión y asociación pacífica gana una dimensión distinta en redes, porque no depende de sede física ni coincidencia en el tiempo. Son numerosos los colectivos que se apoyan en listas de correos, grupos de mensajería masiva (Blackberry, Whatsapp, FrontlineSMS), grupos de Facebook, foros, blogs y otras plataformas colaborativas. Allí fortalecen sus nexos, generan formación continua y trabajan cotidianamente sobre sus temas. Permiten que la conversación que los homologa transcurra día y noche sin importar dónde se encuentren.

¿Que están prohibidas las concentraciones públicas o el registro de organizaciones civiles? La red no necesita permisos para conglomerar a la gente.

Privacidad. Las redes no significan necesariamente mayor protección a los datos de los ciudadanos, pero sí permiten desarrollar espacios de autonomía que pueden colar comunicaciones fuera del radar de los estados-espía.

Además, en aquellos sitios donde se ha garantizado mayor transparencia en las comunicaciones, es factible saber cuánto husmea un Estado, porque debe hacer públicas las excepciones a la privacidad, lo que alerta a los colectivos vulnerables de espionaje.

Expresión. Finalmente, el derecho a buscar, procesar y publicar información, para cualquier ciudadano sin importar su nivel educativo o ideología, es el que mayor desarrollo ha ganado gracias a Internet. Es uno de los derechos-trampolines más interesantes de trabajar, porque en sí mismos son apasionantes y además potencian las posibilidades de exigir otros derechos, desde las bases, profundizando el poder ciudadano en la opinión pública.

Así, cuando se organice y proteste, también tiene la posibilidad de contarlo en público y generar reacciones, sin necesidad de medios que le hagan cobertura ni gobiernos que le den permiso.

Hay que creer, y hacerlo. Dejar registro público en redes para saber luego cuánto hemos avanzado.

Luis Carlos Díaz Periodista y bloguero

Comentarios (2)

Milagros Mata-Gil
12 de agosto, 2013

Excelente su texto. Lo reproduciré en mi blog La Palabra en Libertad (http://lapalabraenlibertad.blogspot.com)

sheila
13 de agosto, 2013

Gracias Luis Carlos. Este texto ayuda a participar en esta realidad que nos abruma “Es el momento de creerse los derechos y exigir, porque esa ruta se parece mucho a la ciudadanía que queremos”. A organizarnos. Pues hay temas que hay que defender. ¡Feliz día!

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