Blog de Rafael Rojas

Crímenes contra la diversidad; por Rafael Rojas

Por Rafael Rojas | 19 de agosto, 2017
Varias personas observan las ofrendas de flores y velas depositadas en Las Ramblas de Barcelona. Fotografía de EFE

Ofrendas de flores y velas depositadas en Las Ramblas de Barcelona. Fotografía de EFE

Neonazis en Charlottesville y yihadistas en Barcelona: dos formas de movilización de identidades asesinas contra la diversidad. El atentado en Las Ramblas, como el del paseo marítimo de Niza, el verano pasado, confirma que los terroristas han elegido como blanco las comunidades turísticas de Europa. No matan a europeos específicamente: matan turistas, provenientes de cualquier lugar del mundo.

El racismo no se dirige únicamente contra una u otra raza, contra una u otra civilización. Siempre ha existido en el racismo un odio especial contra el mestizaje, contra el contacto y la vecindad de lo distinto. Los supremacistas blancos, en su marcha de antorchas al pie de la estatua de Robert E. Lee, coreaban consignas contra afroamericanos, judíos e hispanos, indistintamente. Pero en el fondo, gritaban contra lo que entienden como la contaminación de la pureza nacional anglosajona por el avance de la migración y el multiculturalismo.

El pacto multicultural de fines del siglo XX, resultado de la diversificación social y el incremento de las migraciones, ha sido uno de los fenómenos más resistidos por las ideologías reaccionarias en las últimas décadas. Las resistencias del racismo o del terrorismo son las más evidentes, pero hay otras, silenciosas o imperceptibles, desde los nacionalismos o populismos de derecha e izquierda, que propician una retroalimentación con el terror fundamentalista.

Hay en unos y otros, en los neonazis y los yihadistas, una misma voluntad de restablecer, por la fuerza, la homogeneidad perdida. En su libro póstumo, el filósofo polaco Zygmunt Bauman identificaba esa lógica de la reacción con lo que llamaba “retrotopía”, esto es, la localización de un mundo ideal en el pasado y la lucha por imponerlo al presente. Lo que define la retrotopía es el deseo de negar, a la vez, el presente y el futuro de la humanidad.

Las identidades asesinas, de las que hablaba el escritor libio Amin Maalouf, parten del diagnóstico correcto de que la diversidad marca el sentido de la historia contemporánea global. El mundo avanza hacia la diversidad, hacia el viaje y la mixtura, y el terrorismo quiere impedir que esa tendencia se consolide. Apuestan no sólo al exterminio sino a la reacción autoritaria de Occidente, a la militarización y la seguritización del orden democrático.

Los crímenes contra la diversidad son, stricto sensu, el método del terrorismo.

La finalidad es el colapso de las democracias por obra del despotismo y la restricción de las libertades. Lo hemos visto en Estados Unidos luego del derribo de las Torres Gemelas y en Francia tras el atentado en la sala Bataclan de París. Cuando las democracias entran en estados de emergencia y limitan derechos públicos, el terrorismo cree haber vencido.

Porque al final el terrorismo es un tipo de violencia ejercida para subordinar la libertad a la seguridad. En eso coincide con todos los autoritarismos, que aspiran a que los estados de excepción se vuelvan rutinarios. Para el terrorista, como para el dictador, siempre hay una causa mayor, una amenaza más profunda, que relativiza los derechos humanos. La muerte o la cárcel son datos menores, cuando se actúa en nombre de Alá o de la patria.

Toda la irresponsable andanada contra el multiculturalismo y la corrección política, que por años le hemos escuchado al conservadurismo occidental —y también a la extrema izquierda—, ya da resultados atroces ante los ojos de quien quiera ver. Las normas jurídicas de la diversidad siguen siendo defectuosas, pero no hay otras para asegurar la convivencia pacífica de un mundo cada vez más diferente e interconectado.

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Rafael Rojas Rafael Rojas es autor de más de quince libros sobre historia intelectual y política de América Latina, México y Cuba. Recibió el Premio Matías Romero por su libro "Cuba Mexicana. Historia de una Anexión Imposible" (2001) y el Anagrama de Ensayo por "Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano" (2006) y el Isabel de Polanco por "Las repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la Revolución de Hispanoamérica" (2009).

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