Blog de Alejandro Oliveros

Con Octavio Augusto en la casa de Vedio Polio; por Alejandro Oliveros

Por Alejandro Oliveros | 30 de septiembre, 2017
Ilustración de Les Merveilles de la science ou description populaire des inventions modernes de Louis Figuier

Vedio Polio manda a arrojar a un esclavo al estanque de lampreas / Ilustración de Les Merveilles de la science ou description populaire des inventions modernes de Louis Figuier. 1867-1891

De acuerdo con la sabiduría del Oxford Classical Dictionary, Vedio Polio fue hijo de liberto y amigo y asistente de Augusto. La historia del esclavo que se canta y cuenta en el texto del poeta norteamericano Karl Kiechwey (1956) parece ser, a todas luces, cierta. No era la primera vez que incurría Vedio en una conducta abusiva, sólo la primera vez en presencia del emperador. El augusto vencedor de Marco Antonio y Lépido fue, ciertamente, el heredero, no sólo de la villa en el paradisíaco Posílipo, sino de otra mansión, no menos ostentosa, en el Esquilino. Ambas fueron borradas del mapa a la muerte de Vedio en el año 15 a. C. por órdenes del emperador. Aun desde su cuestionable hegemonía, el príncipe romano entendió que el buen gobierno era la esencia del ejercicio del poder. El texto de Kirchwey, es una clara ilustración de las posibilidades del tono narrativo en la lírica moderna, una tendencia que, en nuestro idioma, ha sido de una pobreza lamentable. La narración de Kirchwey es ajustada y brillante. Su estilo se corresponde con las reglas de la poesía clásica que Augusto quiso mantener en el Imperio, ilustradas en su tiempo por Virgilio y Horacio. Pero el poema es, asimismo, una metáfora del despotismo de las clases dirigentes en una tiranía, donde el abuso del poder es cotidiano y la corrupción una razón de estado. Venezuela, como todos los países de América Latina, ha conocido el pan amargo prodigado por el tirano. El siglo XXI se ocupó de desacreditarlos y erradicarlos del hemisferio. Con una lamentable excepción, sin embargo. Y nos referimos a esta Venezuela distraída, que hace veinte años se dejó seducir por el carisma de un mediocre teniente-coronel , olvidando que la historia no es justa pero sí implacable. A Napoleón no le brindó otro Waterloo. Con los venezolanos, si la sensatez se impone, y la irracionalidad es reducida, es probable que sea más indulgente. Volviendo a Kirchwey, pienso que al propio Augusto, como buen lector de poesía, no le hubiese desagradado leer una versión al latín de su poema. En su versión original fue publicado por la New York Review of Books en su edición del 7 de noviembre de 2002.  

 POSILIPO 

 El comedor de la residencia veraniega 
de Vedio Polio, donde se confunden los frescos
con los verdaderos árboles y el cielo. Imaginen 
un rombo de veinte metros por lado:
una joya en azul ultramarino, un tranquilizante,
incluso en verano, para los dueños del poder. 

Membrillos, granadas, adelfos, laureles,
pinos, cipreses, mirtos, encinas y cornejos
llenos de pájaros. Lo único humano
era la cerca, pequeña y en “trompe l’oeil”:
un prodigio propio del Segundo Estilo
que florecía como nunca se vio en la naturaleza. 

Vedio Polio, hijo de un liberto, 
era conocido por su crueldad y riqueza.
El comedor era el centro de la mansión
Sans Souci”, legada en vida al Emperador
para evitar una muerte prematura.
Aunque no realizó ninguna hazaña, 

sus previsiones dieron resultado: esta noche,
Augusto, en persona, ha venido a cenar.
El mar Tirreno murmuraba a sus pies;
el Emperador sonreía, comprensivo
ante la vagina de cerda rellena de higos,
la bailarina, el Falerno en la garrafa… 

De pronto, al joven esclavo se le escapa de las manos
y el cristal se hace añicos en el piso de mosaicos.
”Que vaya a nadar con las morenas!”, ordena Polio
El muchacho se arrodilla ante Augusto;
el Emperador recuerda a Antonio, a Lépido,
y dice: “¿A quién no se le ha quebrado algo 

alguna vez?” Polio no se da por aludido:
“Mi Emperador ha sido insultado,
llevénselo al estanque.” Como lava
cuando se enfría, así era Augusto,
suave al cortarla, pero dura
al entrar en contacto con el aire. 

Y dijo: “Que traigan toda la cristalería.”
Cuando las copas estuvieron alineadas,
tiró del mantel mientras fijaba algo
en la memoria: arrasar aquella casa,
con todos sus frescos, cuando Polio
muriera, lo cual ocurrió el año 15 a.C. 

Alejandro Oliveros Alejandro Oliveros, poeta y ensayista, nació en Valencia el 1 de marzo de 1948. Fundó y dirigió la revista Poesía, editada por la Universidad de Carabobo. Ha publicado diez poemarios entre los que figuran El sonido de la casa (1983) y Poemas del cuerpo y otros (2005). Entre sus libros de ensayos destacan La mirada del desengaño (1992) y Poetas de la Tierra Baldía (2000).

Comentarios (1)

Carlos Rojas Malpica
1 de octubre, 2017

Poeta

Un buen ejemplo de que siempre podemos estar peor. La maldad humana es insondable.

¡Terrible!

Carlucho

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