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Cencoex: ayer, hoy… ¿y mañana?; por Anabella Abadi y Bárbara Lira

cencoex ayer, hoy, y ¿mañana por Anabella Abadi y Bárbara Lira 640

1. Distorsión del tipo de cambio. Son muchos los factores que afectan la fijación de cualquier precio, especialmente cuando se trata de una moneda. El tipo de cambio varía continuamente por factores vinculados con la economía global y la doméstica, que afectan la oferta y la demanda de divisas, incluyendo —entre muchas otras— la inflación, las tasas de interés, la disponibilidad de divisas y la confianza en la moneda. Cuando existe un control de cambio, el precio de las divisas lo determina el Gobierno Central y por definición ese tipo de cambio oficial no refleja —en cada momento— la realidad del mercado cambiario. Se introduce entonces una distorsión en la formación del tipo de cambio.

Una distorsión cambiaria podría ser dañina dependiendo de la magnitud. En Venezuela, la distorsión cambiaria ha venido empeorando notablemente con el pasar del tiempo. Mientras que en febrero de 2003 el tipo de cambio paralelo fue 3% superior al de Cadivi, para mediados de 2007 el paralelo duplicó al oficial, y para mediados de 2009 lo triplicó. Este diferencial continuó creciendo y se aceleró considerablemente desde 2012. Para mediados de abril de 2015 la brecha entre el tipo de cambio Cencoex y el paralelo fue de poco más de 4.000%. (Ver Gráfico 1)

Cencoex ayer, hoy, y mañana por Anabella Abadi y Bárbara Lira 640

La respuesta gubernamental ante una creciente brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo había sido devaluar directamente. En febrero de 2004, el diferencial entre el tipo de cambio paralelo y el oficial (Bs/US$ 1,6) alcanzó 69%. El gobierno devaluó el tipo de cambio a Bs/US$ 1,92 y un año después devaluó nuevamente hasta BS/US$ 2,15, reduciendo el diferencial entre el oficial y el paralelo a 25%. Ese tipo de cambio a Bs/US$ 2,15 se mantuvo durante 5 años, hasta enero de 2010, cuando la brecha entre los tipos de cambio había alcanzado 176%.

A partir de 2010, la devaluación por la que opta el Gobierno Central es la del tipo de cambio promedio, aplicando diferentes mecanismos de asignación y acceso a las divisas a diferentes tipos de cambios. Para la primera mitad de 2010 se mantuvieron dos tasas de cambio: una a Bs/US$ 2,60 supuestamente para bienes prioritarios, y una a Bs/US$ 4,30 para el resto de los bienes. Pero con este sistema, más complejo, la distorsión siguió creciendo. Para junio de 2010 fue ilegalizado el mercado alternativo de divisas (permuta) y se creó un nuevo sistema de asignación a un tipo de cambio superior al de Cadivi pero inferior al paralelo, el Sitme, cuyo tipo de cambio rondó los Bs/US$ 5,3.

El tipo de cambio Cadivi, que se había unificado a Bs/US$ 4,3 en diciembre de 2010, pasó a Bs/US$ 6,30 en febrero de 2013. En esa misma fecha Sitme cesó sus operaciones, para ser sustituido un mes después por el Sicad I, un nuevo sistema de subastas con una tasa que rondó entre Bs/US$10 y 12. En marzo de 2014 se puso en marcha un sistema adicional, el Sicad II, con un tipo de cambio que rondó los Bs/US$ 50. Y finalmente para 2015 el Sicad II fue sustituido por un nuevo sistema, el Simadi, cuyo tipo de cambio promedió Bs/US$ 185 en sus primeras 10 semanas de operaciones.

Venezuela tiene hoy un complejo sistema con 3 tipos de cambio oficiales, mientras la distorsión no para de crecer. El tipo de cambio paralelo ha seguido aumentando, y tras ubicarse por debajo de la barrera de los Bs/US$ 10 hasta agosto de 2012, pasó la barrera de los Bs/US$ 100 en septiembre de 2014 y apenas 5 meses después la de Bs/US$ 200.

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2. ¿Cómo se financió la distorsión cambiaria? Mantener un tipo de cambio oficial fijo mientras que internamente los precios se van haciendo cada vez mayores por la inflación, aumenta los incentivos de obtener divisas oficiales, sea para importar, o para viajes, estudios u otros fines. Cada vez se hace relativamente más barato importar un bien que producirlo localmente. Más aún, cuando la producción local se enfrenta a regulaciones restrictivas y hostilidad. La creciente demanda de divisas se pudo financiar gracias al boom petrolero que tuvo Venezuela entre 2002 y 2014, y que se tradujo en la entrada de US$ 800.000 millones al país solo por las exportaciones petroleras aun cuando en la práctica el tipo de cambio se estaba apreciando con el consencuente incremento en la demanda de importaciones.

En particular, entre 2003 y 2014 —actual control cambiario— el BCV recibió alrededor de US$ 529.000 millones a ser administrados a través de los mecanismos oficiales, de los que asignaron y liquidó –vía Cencoex, Sitme, Sicad I y Sicad II— casi US$ 400.000 millones. Los restantes más de US$ 100.000 millones fueron asignados al Gobierno Central. Si bien entre 2003 y 2008 las reservas internacionales pasaron de US$ 21.336 millones a US$ 43.127 millones, para 2014 las reservas cerraron en US$ 22.080 millones: muy poco de los recursos que ingresaron al país finalmente fueron dirigidos al fortalecimiento de las reservas internacionales.

Desde 2003, el 70% de las divisas asignadas por el BCV fueron dirigidas a las crecientes importaciones (ver Gráfico 2). Las importaciones privadas de bienes y servicios sumaron US$ 324.000 millones entre 2003 y 2014, y las públicas casi US$ 147.000 millones. Pero BCV asignó US$ 263.000 millones vía Cadivi/Cencoex para importaciones, cubriendo —en promedio— 60% de las importaciones totales de bienes, pasando de un máximo de 78,4% en 2004 a un mínimo de 30,2% en 2014. Visto de otra manera, se tuvieron que buscar US$ 207.000 millones por mecanismos alternativos para cubrir parte de las importaciones totales de bienes. Incluso si 100% de las divisas de Sitme y Sicad I y II se hubiesen asignado al pago importaciones, el total de divisas que tuvieron que buscarse por mecanismos alternativos sigue siendo elevado: US$ 171.000 millones (17,31%).

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Por su parte, las asignaciones para cupos de viajero y cupo electrónico sumaron cerca de US$ 40.000 millones, que es 10% del total asignado por BCV en los primeros 12 años del control cambiario. Resalta que la representatividad de estas asignaciones fue creciendo con el paso del tiempo hasta llegar a 19% en 2014.

3. ¿Qué aceleró el crecimiento del tipo de cambio paralelo a partir de 2012? El aumento de la dependencia de las importaciones, sumado a las tasas de interés negativas, el aumento de la liquidez, la pérdida de capacidad de compra del bolívar, y crecientes dificultades para encontrar opciones de inversión en bolívares, convirtieron al dólar en la mejor alternativa para resguardar el valor de los recursos y del trabajo.

En 2012, se registró un importantísimo gasto público, en medio de la campaña presidencial de ese año. Es por esto que, tras aumentar un promedio de 25% anual entre 2007 y 2010, la liquidez monetaria (M2) aumentó 53% en 2011 y 60% en 2012. Con esto, la relación entre liquidez monetaria (M2) y PIB pasó de 13 en primer trimestre de 2008 a 43 para el cierre de 2012.

En su muy leída carta de junio de 2014, el ex ministro Jorge Giordani precisó: “era crucial superar el desafío del 7 de octubre de 2012 (…) La superación se consiguió con un gran sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó el acceso y uso de los recursos a niveles extremos que requerirán de una revisión para garantizar la sostenibilidad de la trasformación económica y social”. En efecto, las presiones de “los niveles extremos” de gasto público de 2012, mostraron sus verdaderas repercusiones a partir de 2013, cuando M2 aumentó 71% para cubrir las necesidades del Gobierno Central y la inflación llegó a 56,2% (la más alta del mundo). Y en 2014 se mantuvo esta realidad: M2 aumentó en 64% y la inflación llegó a 68,5% (nuevamente la más alta del mundo).

Este aumento exacerbado de liquidez amplió las distorsiones cambiarias. Mientras que los tipos de cambio oficiales rondaban entre Bs/US$ 6,3 y 50, el tipo de cambio implícito (M2/Reservas Internacionales) pasó de Bs/US$ 24 en diciembre de 2012, a Bs/US$ 57 en diciembre de 2013 y a Bs/US$ 91 en diciembre de 2014.

4. ¿Dónde estamos parados? El 10 de febrero de 2015, al momento de anunciar los tres sistemas oficiales de asignaciones de divisas vigentes a la fecha, el Ministro del PP para la Economía, Finanzas y Banca Pública precisó que Cencoex cubría el 70% del mercado de divisas, Sicad el otros 30% y que Simadi sería un mecanismo complementario “marginal”.

A la fecha, cifras del BCV muestran que a través del Simadi el Gobierno Central asigna menos del 2% de las divisas oficiales, por lo que 98% se liquidan entre Bs/US$ 6,3 y 12, tipos de cambios que sobrevaloran el bolívar y que son más que sobrepasados por los tipos de cambio de Simadi y del mercado paralelo.

Pero ahora al Gobierno Central le resulta particularmente costoso financiar las distorsiones cambiarias, en un contexto de relativos bajos precios petroleros. El barril venezolano pasó de US$ 100 en junio de 2014 a US$ 47 para el cierre del año. Y en el primer trimestre de 2015, promedió 45 US$/barril. Con esto, Venezuela está recibiendo poco menos de la mitad de los recursos que recibió anualmente entre 2011 y 2014.

5. ¿Hacia dónde vamos? La caída del precio de petróleo implica menor disponibilidad de divisas y, por tanto, caída en las importaciones y en la producción nacional, presiones del tipo de cambio paralelo y de la inflación, y menos divisas para los llamados “otros conceptos”. Todo esto se hizo evidente ya en 2014, año en que las importaciones cayeron –al menos– 16% (INE, enero-octubre), la producción –estimamos– se contrajo 4,1%, el tipo de cambio paralelo pasó de BsF/US$ 64 a 173 y la inflación llegó a 68,5%. Y en cuanto a los otros conceptos, en 2014 se registraron importantes retrasos en las liquidaciones de divisas para remesas, jubilados y estudiantes.

Asumiendo que la producción de crudo se mantiene, y que se ejecutan importantes recortes en los volúmenes enviados por convenio –especialmente para el repago del Fondo Chino–, si el precio del petróleo promediara US$ 50 por barril en 2015, Venezuela podría tener un ingreso anual de alrededor de US$25.892 millones: 40% menos del nivel que en 2014 se estimó necesario para el funcionamiento de la economía (es decir, de los US$ 42.700 millones fijados en el presupuesto de divisas).

Este escenario de bajos ingresos viene acompañado con importantes presiones por el lado del gasto. Venezuela tiene que cumplir compromisos de deuda externa, acumula deudas con el sector privado, y sobre todo necesita llevar a cabo nuevas importaciones. En estas circunstancias, el Gobierno Central ha buscado obtener divisas adicionales mediante la venta de activos (como la deuda de Petrocaribe con República Dominicana), el financiamiento (con recursos desde China, por ejemplo) y otros mecanismos (como el posible swap con oro monetario) que se caracterizan por no ser regulares o repetibles. Por el contrario, lo que hasta ahora sí ha sido la respuesta regular a los menores ingresos es el recorte de las asignaciones de divisas, especialmente al sector privado, que no solo reporta menores asignaciones desde el sector importador, sino que también se han hecho modificaciones al sistema cambiario como el recorte del cupo de viajero.

El vicepresidente de Asuntos Políticos del Psuv, Rodrigo Cabezas, precisó “al recuperarse los precios del petróleo podría normalizarse la adjudicación de divisas para viajeros”. Y esto mismo podría aplicar para las asignaciones de cualquier otro rubro, incluso las importaciones de bienes de primera necesidad. Por ejemplo, al sector alimentos se le debe –al menos– US$ 806 millones y al sector farmacéutico –al menos– US$ 3.200 millones. Vale decir, las deudas del Gobierno Central con los sectores privados comenzaron a acumularse incluso antes de la caída de los precios del crudo, así que la caída en la entrada de divisas al país lo que hace es empeorar la situación.

No hacer grandes modificaciones ni al tipo de cambio, ni al complejo mecanismo de asignación, significa una elevada demanda de divisas para un sistema que las asigna de manera ineficaz. También significa acumular distorsiones cada vez más grandes, que solo hacen más difícil hacer cambios en el futuro.