Perspectivas

Caldera: ¿una pulsión expiatoria?, por Juan Cristóbal Castro

Por Juan Cristóbal Castro | 12 de febrero, 2014

En Venezuela se ha impuesto un difuso mazacote de antigüedad bolivariana y utopía socialista,
de mausoleos y cohetes, de homenajes a Zamora y al comandante eterno.
Insisten en negarnos la plenitud y complejidad de nuestra verdadera historia,
hasta embrollar y empastelar la noción de un ayer, de un hoy y de un mañana
Federico Vegas, “Un vínculo entre el pasado y el futuro”

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Quien haya leído algunas de las obras de Federico Vegas puede notar cierta nobleza en su manera de construir sus personajes. No los recarga con juicios de valor, y los deja ser sin tomar posición, algo importante de todo buen novelista. De igual modo sucede en sus intervenciones públicas. Al referirse a “personajes” del gobierno, tiende a ser respetuoso en su crítica; cuida que no se le escape algún gesto de “mala leche” y poda su estilo sin dejar de ser crítico.

Ahora bien, en estos días leí “Chiripas kafkianas” y me sorprendí en un punto del texto, por su carga figural, expresiva. Si no es porque la situación política en la que veo como nunca antes ala MUD en serios problemas de legitimidad, sobre todo en un momento que es muy importante la unidad, hubiese dejado pasar la sorpresa que me generó. A fin de cuenta, no siempre concordamos con la gente que leemos y los autores también tienen sus licencias y desvíos. Pero he decidido intervenir, desde el extranjero y con conciencia de mis limitaciones, porque me parece que revela un síntoma muy triste en una situación tan grave como la que estamos viviendo.

Sin dejar de estar de acuerdo en algunos puntos del texto, incluso en la crítica apresurada de cierto gesto populista de Caldera II, me detengo en el pasaje sobre el expresidente para ir al “grano”. Después de hacernos una lectura, digamos que sociológica y cultural de la simbología del “chiripero” que resulta muy convincente, de nuevo se detiene para hablar de él en los siguientes términos:

“… fue el patriarca de esta simbología, de este insólito y confuso arquetipo. Si bien no inventó las condiciones para su creación, sí la bendijo y la utilizó sin pudor. Su ansiedad de poder lo convirtió en el devorador de sus propios hijos políticos y en el enterrador de su partido. Su capacidad de filicidio es casi mitológica. El le dio la extremaunción a la democracia tal como la había concebido, como un sumo sacerdote que no quería morir solo”.

Cualquier experto en una análisis textual sabe que aquí el tono cambia, la carga de los adjetivos cobra otro brillo. El análisis pierde foco, porque la lectura social y cultural degenera en la responsabilidad de un único actor: el desgraciado Caldera quien bendijo el populismo del chiripero, devoró a sus hijos (el síndrome de Cronos), y acabó con la democracia para permanecer inmortal. Quien tenga una mínima intuición histórica y recuerdo del pasado, sabe que esa causalidad no fue así, además de entender que los hechos incluyeron muchos actores y responsabilidades. A mi modo de ver, este pasaje tan cargado podría entenderse en términos psicoanalistas como una especie de “pulsión” que podría decirnos cosas del autor que no sabemos y que podría deslucir lo que viene trabajando antes, porque si la reflexión que procura es la de mostrar nuestra crisis de ciudadanía, resulta poco convincente si el tema de la responsabilidad queda de un lado al adjudicársela sólo a un actor yhacerlo además con tanta “intensidad”. Pero que juzgue el lector. No soy quién para monopolizar la interpretación de un escrito; si no están de acuerdo en lo que digo, los invito a debatirlo.

Ahora bien, en lo personal creo que esta “pulsión” es muy reveladora de una tendencia de cierto grupo de opinión que ha querido erigir una matriz narrativa para explicar el chavismo, entre ellos casualmente Maduro. En este sentido, Federico habla dando voz a un grupo de gente que piensa en esos términos. Y me parece triste; si vemos con cuidado, nos daremos cuenta que es una visión bien pobre del pasado por su personalismo, porque al final pareciera estar diciendo que el populismo chavista empezó con Caldera, y seguramente detrás de eso, presumo (y espero equivocarme), está también la idea de que tuvimos a Chávez porque lo perdonó Caldera. ¿Es eso una visión de gran “complejidad” para entender la “compleja” realidad que vivimos? Pero para no especular y ser más fiel al texto y su crítica del populismo de Caldera II, tenemos el problema de que podemos decir cosas así, o parecidas, también de Carlos Andrés, de Lusinchi o de Luis Herrera. ¿O es que no fueron populistas? Si queremos armar genealogías personalistas para explicar el presente, nadie queda ileso: Carlos Andrés y el Sierra Nevada o su Coronación con Fidel,Lusinchiy el “Jaime es como tú y Recadi, Luis Herrera el Toronto y el 4:30. ¿No nos suena familiar esta manera de ver el mal llamado “puntofijismo”?  Eso es lo que venimos oyendo estos quince años, si no nos hemos dado cuenta.

No quiero pensar en un presunto prejuicio de clase que dichas afirmaciones críticas sobre el “chiripero” denotan, viendo en Caldera al blanco académico que traicionó a los liberales modernizadores y elitescos. Tampoco quiero pensar, como una amigo me mostró, que ese mismo chiripero es el que no ha podido captar la oposición con un discurso que le llegue y que lo estimule para defender valores republicanos, quizá demasiados concentrados en “no” ser como Caldera, Betancourt y demás. Ese es un tema complicado y se los dejo a otros para explorar, porque rebasa lo que dice el texto. Mi interés tiene que ver, por el contrario, en pensar qué tan productivo es hablar así de uno de los protagonistas (con sus errores y defectos)de la única historia civil que tiene Venezuela en su haber. No quiero con esto eximirlo de muchas responsabilidades, lo único que quiero preguntarle a los que piensan como ese extracto de Federico (muchos de ellos seguramente con argumentos importantes) siesa lectura es justa y válida para entender nuestra situación.

Y es que por más que le dé vuelta en mi cabeza, y piense y repiense lo que dicen algunos sobre esa crítica que muestra el extracto de Vegas, no me termina de convencer esa lectura, y me perdonanporque sé que hay muchos dolientes de ese período con justas razones, incluso amigos míos. De hecho, voy más allá: no sólo no me convence esa interpretación, sino que me parece dañina por su simplismo victimario. Es increíble que a estas alturas siga operando en nuestra breve e intermitente relación con el ayer, y en la manera de entenderlo y reflexionarlo, el paternalismo lacrimógeno, el histerismo infantil, la proyección personalista.

René Girard hablaba cómo encultura se erige la figura del “chivo expiatorio”. Según este antropólogo, los hombre se la pasan deseando apropiarse de las cosas de los otros, y para evitar el posible conflicto que ello puede desatar buscan una figura sustitutiva que deben sacrificar para dirimir las diferencias entre los bandos. Me parece que la percepción que culpa al expresidente social cristiano, como lo ha hecho notar de forma muy lúcida Sandra Caula, busca precisamente no sólo conjurar la tensión entre varios actores (partidos, medios de comunicación, poderes económicos, intelectuales), sino eximirlos de la responsabilidad histórica que tuvieron. Así se ha querido ver a Caldera como el único responsable de que una gran mayoría de venezolanos, entre ellos medios de comunicación, sectores de la industria, de la banca y la construcción, figuras públicas como artistas, intelectuales (notables) y actores, votase por Chávez. Como si Caldera en sus noches de rezo del rosario, invocara a los arquetipos jungueanos para que de la noche a la mañana ese grupo que se sintió identificado con el “chiripero” lo siguiese y la explicación de lo que ahora acontece en Venezuela fuese producto de no haber dejado a los técnicos modernizadores de CAP hacer su tarea. Claro, siempre es bueno culpar un padre malévolo y en Venezuela más si es de derecha, proveniente de la academia y con un discurso pedagógico e institucional.

Insisto entonces en mi pregunta: ¿es de verdad productivopensar el poder en estos momentos sólo como acontecimiento biográfico y personalista, donde las ideas se reducen a la pura y simple ambición presidencial, sin actores, relaciones, vínculos, complicidades o críticas? Y ella me lleva a otra interrogante: ¿qué tanto nosotros mismos nos volvemos cómplices del actual personalismo, viendo todo desde esa mirada tan infantil y simple, tan histérica? Son preguntas que muchos de nosotros deberíamos hacernos en estos momentos tan grises.

Cuando leo ese gesto desproporcionado, y esa lectura de la historia, se me hace imposible no vincularlo con unas declaraciones  recientes de Paulina Gamus sobre Caldera que me impresionaron por el grado de simpleza e histerismo que promovió, como si estuviésemos otra vez en 1998 y no hubiésemos aprendido nada. Otro ejemplo reciente lo vemos en unas aseveraciones que se deprenden de las entrevistas del reconocido libro de Martha Rivero en las que muestran vínculos entre Caldera y Uslar Pietri para crear las condiciones del derrocamiento de CAP, cuando se sabe que apenas se trataban personalmente; de hecho, los lectores de ese libro ahora han ido armando un mapa donde toda la “catástrofe” venezolana se resume en la conspiración contra el proceso modernizador de CAP II. Detrás de eso veo a Maduro sonreír, porque ha logrado su cometido al inventar recientemente una lectura del pasado similar.

Aclaro que mi problema no es con Federico Vegas. Un escritor que respeto. Mi problema es con esa lectura que todavía domina en cierto sector “opositor”, de manera ahora muy disimulada por lo que estamos viviendo. Un sector que, a mi modo de ver, no quiere responsabilizarse de sus actuaciones: las mismas que nos llevaron al Caracazo, a la elección de Chávez, al 12 de abril.

Pero no quiero explorar en la llaga. Es bueno aceptar que los grandes hombres cometen también grandes equivocaciones, y en esto estoy de acuerdo con las críticas que se le han hecho al expresidente, e incluso me pareceimportante seguir pensando sobre ello desde el argumento y la reflexión desapasionada, entendiendo los contextos. Caldera no fueun santo. Pero algo que sí fue, y que valoro cuando lo comparo a Henrique, a María Corina o Leopoldo, es que fue un político de nación, es decir, escribió, pensó, actuó en función de una ideario nacional, reconociendo una tradición cívica y ofreciendo una lectura cultural, social e histórica de nuestra situación en su momento. Así lo hizo Betancourt, o el mismo Teodoro que nunca llegó a ser presidente; cito a los tres porque me parecen los “políticos” más importantes que ha tenido la segunda mitad del siglo XX, sin menospreciar por supuesto el contingente de figuras que tuvieron al lado, incluso en bandos opuestos: tampoco me interesa ser personalista en esto.

La historia es tramposa. En ocasiones pareciera ir en contra de nosotros.Eso le pasó a Caldera. Para entender lo que digo, propongo un simple ejercicio contra-fáctico. Imagínense que estamos otra vez en 1998. Estamos en un país que ha sorteado una crisis económica con el barril a nueve, que ha logrado superar un descontento que llevó al Caracazo y dos golpes de Estado (no necesariamente inducido sólo por los “notables” y los pre-chavistas como algunos quieren presentar), que ha podido seguir con los planes de descentralización y modernización de algunas instituciones del Estado, que ha podido emprender algunas medidas económicas producto de reuniones consensuadas con trabajadores y diversos sectores de la sociedad, entre ellos los empresarios. Imaginemos que de pronto nadie apoya o vota por Chávez, o que si lo hacen (esta es otra posibilidad)éste no hubiese podido cambiar la constitución del 61, y termina su período de cinco años. Mi pregunta es clara: ¿con el chorrerón de petróleo que vendría después, y teniendo las instituciones con cierto grado de autonomía y modernización, veríamos hoy en día a Caldera igual?

Claro, no sucedió y a “lo hecho, pecho”. Caldera, CAP, Betancourt,Lusinchi, Luis Herrera, a diferencia de Chávez o Maduro, fueron demócratas, y si olvidamos eso, confundiendo su ideario con algunos de sus entuertos, que fueron muchos, nada tenemos para seguir esta lucha. Sin pasado, no hay futuro; ahí están las reservas del cambio, los gérmenes potenciales para una transformación. Eso no quiere decir que debamos estar atados a ellos, y verlos como los únicos actores. ¿Es que Obama cuando cita a los héroes de la independencia norteamericana, algunos de ellos célebres defensores de la esclavitud, está aceptado seguir todas sus ideas políticas, entre ellas la misma esclavitud? No, está retomando un ideario que actualiza en su realidad. “La tradición no es sólo un depósito muerto: tiene la capacidad de ser retomada, es decir, reactualizada y reactivada”, asegura Myriam Revaultd’Allonnes en su libro sobre la naturaleza de la autoridad El poder de los comienzos.

Mientras escribo esto en Venezuela están siendo golpeados muchachos salvajemente y en la MUD los políticos están esperando que Machado, López y Capriles se decidan a trabajar en conjunto, lo que seguro sucederá (esperamos pronto). Cualquier cosa puede venir en estos momentos, y sin Unidad podemos perder todos como pasó con el carmonazo. Una fuente de unión es la construcción permanente de un pasado común, sentirnos que somos herederos de algo, que tenemos padres y madres y que no los hemos abandonados. Pregunto entonces: ¿lecturas como las que presenta ese pasaje Vegas sobre Caldera,  que podríamos hacer con Carlos Andrés, o Lusinchi, o con tantos líderes del pasado, nos ayudan a pensarnos como nación, a entender nuestros problemas y deficiencias?

Una de las célebres argumentaciones de Hanna Arendt cuando se le criticó su supuesta condescendencia con el nazismo en su libro Eichman en Jerusalem, fue que “explicar el pasado no es justificarlo”. De hecho, como buena intelectual, defendió el derecho a mirarlo de forma compleja, y ello la llevó a repartir la responsabilidad en muchas actores, entre ellos la misma comunidad judía, sin negar por eso la profunda responsabilidad de los nazis.

¿Llegaremos algún día a ese mínimo acuerdo para reconocer lo que se logró, y lo que no se pudo lograr, en los cuarenta años de poder civil en nuestra historia republicana? Los que permanecen anclados en el histerismo fácil, desde el dolor y el resentimiento, sólo les digo lo siguiente: recuerden que con su lecturas “complejas” se nos va hacer muy difícil conseguir las reservas morales para salir de este atolladero. ¿Eso es lo que quieren? Pues díganlo y punto.

***

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Juan Cristóbal Castro 

Comentarios (16)

Jose Luis Quintero
12 de febrero, 2014

No estás subestimando el papel de los individuos en el poder? Cuál es entonces la lectura correcta desde tu punto de vista sobre lo que nos está pasando, lo que estamos haciendo o dejando de hacer y el camino que debemos tomar? Saludos cordiales.

Juan Cristóbal Castro
13 de febrero, 2014

Gracias Jose Luis. En cuanto a los individuos, no los estoy subestimando. Sólo estoy diciendo que no actuán en la historia y en la política como en un laboratorio, completamente aislados. El poder nunca es individual; es parte de una trama de relaciones. No tengo respuesta sobre lo que después me preguntas, porque todavía nos cuesta leer bien la historia de los cuarenta años de vida civil que tuvimos. Hay muchos estudios y creo que nuestro deber como venezolanos es ponernos a pensar seriamente en ello, porque la realidad no es simple. Hay muchos factores de orden político e ideológico, como el cambio de un modelo de Estado menos dependiente del petroleo, como la demanda creciente de una concepción más liberal de gobierno y otras cosas por el estilo… en fin, muchos factores que hay que entender mejor para determinar de maner desapasionada las actuaciones de los individuos en el poder. Saludos.

Hector A. Escalona S.
13 de febrero, 2014

Que es un lider?

Los ingleses en la segunda guerra lo que querian era la paz, churchill, los guio, les indico, que con Hitler en el poder la paz era imposible. Pudo seguir a la mayoria, o guiarla, gracias a Dios, decidio guiarla.

Que Caldera era un ser ambicioso, claro que lo era, dentro de lo legitimo, pero no oculta su ambicion, recuerdo como se comentaba que el solo llego a la segunda presidencia por no ser menos que Carlos Andres.

Que quemo a todos sus sucesores naturales, que cuando el partido cansando ya del candidato eterno, de ser solo su base para lanzarse a la presidencia, ¿como respondio Caldera?, solo los apoyo si votan por mi, y destruyo el partido, donde sin ser ya cabeza, todavia era corazon.la obra de su vida, el partido, y luego la democracia.

Triste fue la actuacion de todos los politicos ante el alzamiento chavista, llenos de mala fe, defendieron las causas del golpe para aparecer como inocentes a tales causas, como si ellos apenas llegaron a la politica ese año, solo, valiente y torpemente condeno a chavez, Morales Bello, y lo abuchearon, y lo destrozaron.

¿Pero quien se monto en la ola del ataque a la Democracia puntofijista?, Caldera, como si el no fuera uno de sus forjadores, uno de sus creadores con sus cosas buenas y sus defectos, fue un Caldera que acababa de despertar, y como populista, dijo lo que todos querian oir, y prometio liberar a Chavez, en vez de guiar como lider, siguio lo que la gente queria, no lo que la gente necesitaba. Que lo hiciera un politiquillo es razonable, pero que lo hiciera todo un “politico nacional” conocedor en todos sus facetas de la politica y la historia venezolana, no.

Que el no estuvo solo, claro esta, que mucha gente esperaba la liberacion de Chavez, tambien es cierto, pero ni siquera se le limitaron sus derechos politicos, error, que mucha gente que ahora lo sufre, entonces lo apoyo, porque pensaban que lo iban a utilizar, cierto tambien es, pero el primero que lo uso, fue Caldera, lo libero y sin cortapisas, para que hiciera lo que quisiera, como quien ya usa un producto, y ya aprovechado sin egoismo lo deja al disfrute de otros, lastima que ese producto era un veneno para el pais.

Caldera no llega a su segunda presidencia sin la aparicion de Chavez.

Caldera fue la chispa que enciendio la pradera, pero para que ese incendio ocurriera, se necesitaba que la pradera estuviera lista a incendiarse, solo que Caldera al contrario de la chispa,era un ser pensante, y nadie como el para hacerlo.

Asi como manager dice si gana el equipo es por lo jugadores, y si pierde es por su mal manejo, asi se le puede achacar perder este juego a Caldera, el tenia el mayor poder decisorio, la mayor influencia, y fue su decision, personal, su responsabilidad instranferible, porque la presidencia no es colegiada, y aunque todos opinen, solo el decide. y decidio mal, y se perdio el juego.

¿De que sirve echarle la culpa a Caldera?, creo que es una leccion para todos, que tenemos que ser criticos con nuestros lideres, con lo que queremos,pero principalmente para los lideres, para que recuerden que tienen una responsabilidad ante la historia, ante su patria, y que deben calcular muy bien sus jugadas, que van mas alla de su destino como manager del equipo, porque se trata del presente del equipo de su futuro lo que esta en juego.

JOSE SEVILLA
13 de febrero, 2014

Estoy totalmente de acuerdo con la apreciación de Federico Vegas, no me parece tan simplista. Recordemos que fue Caldera quien justifico en el extinto Congreso el golpe de estado contra la DEMOCRACIA, y consecuente con ese pensamiento indultó al difunto. Si bien es cierto no fue Caldera el único autor, fue el, quien con el prestigio que detentaba para la época, comando la jauría de elites que quiso tomar por asalto el poder. Si quieres hablar de historia y testimonios, recomiendo leer el libro LA REBELIÓN DE LOS NÁUFRAGOS, de Mirtha Rivero. La ambición de Caldera no tiene perdón de Dios ni del pueblo venezolano

Juan Cristóbal Castro
14 de febrero, 2014

Sólo apunto unas cosas Héctor y José. El libro de Rivero está muy distorsionado, lleno de falsedades. Puedo dar fe de ello porque conozco varios protagonistas que tienen documentos y pueden dar pruebas de los errores y tergiversaciones de ese libro. Hay un intento muy claro, e interesado, en borrar la responsabilidad de lo que estamos viviendo, al reducir todo en un actor principal en la política de ese entonces. Puedo desmentir punto por punto cada una de sus aseveraciones de Caldera, pero mi argumento no está ahí. Yo comparto muchos de los errores que señalan, pero no los magnifico y los distorsiono como lo hacen muchos hoy en día. Ya yo les dí una serie de argumentaciones a todo lo largo del texto. Me hubiese encantado que la contraponieran con otros argumentos más sólidos. No me convence todavía pensar el pasado como el producto de un padre malo, que devoró a sus hijos (!y acabó con un partido completo!), acabó con CAP (pulcro él en todos los sentidos), liberó a Chávez y acabó con la democracia que él mismo había construido. Me da dolor admitirlo, pero detrás de esa historiografía sentimental se esconde un corazón personalista muy fuerte, que ve la realidad entre hombres fuertes buenos o malos, culpables o salvadores…Gracias por los comentarios. Saludos.

Juan Cristóbal Castro
14 de febrero, 2014

Se me borró un “conector”entre el comentario de Rivero, y la oración “Hay un intento…”, que es “Por otro lado”…

Sandra Caula
14 de febrero, 2014

Caldera no justificó el golpe en el congreso. Yo les sugiero que vuelvan a oír su discurso del 92. Caldera pidió que se reconociera un descontento social que de hecho existía. Lo cual puede verse de manera análoga a lo que sucede hoy. Los partidos, la MUD, no pueden desconocer el descontento en las calles hoy día y pedirle a la gente simplemente que no proteste, que se quede en sus casa. Por otra parte, creo que es importante reconsiderar todo el espectro político que apoyó a Caldera en aquel momento y por qué lo hizo. Han sido los protagonistas fundamentales de la oposición al chavismo en estos años. Hay que indagar en sus motivos en aquellos momentos para considerar esa alternativa institucional y democrática, cuando la tecnocracia era una amenaza fuerte a la vida política.

JOSE SEVILLA
14 de febrero, 2014

Juan Cristobal, releí detenidamente tu articulo, atendiendo a tu solicitud de “contraposición con argumentos más sólidos” la serie de argumentaciones que usas a todo lo largo del texto para justificar o por lo menos aminorar la responsabilidad histórica de Caldera en la actual situación política del país es inútil. Cuando comparas a Caldera con CAP, Lusinchi, Luis Herrera, Chávez y Maduro: 1.- No haces mas que justificar la apreciación generalizada en el pueblo Venezolano, que Caldera nos traiciono a cambio de su ambición de poder y 2.- Lo colocas a la par de ellos, y si es cierto lo degradas del pedestal histórico que compartía con Romulo Betancourt como uno de los padres de la democracia. Romulo, ya que lo mencionaste, supo preservar su lugar privilegiado en la historia de Venezuela. A pesar de sus errores y defectos, que los tuvo, nunca traiciono sus ideales, lastima que no podamos decir lo mismo de Caldera. Tampoco es valido tu argumento para tratar de justificar lo injustificable, cuando alegas que Caldera no actuó solo y que hay otros responsables; ese argumento se me parece al utilizado por el régimen, cuando nos dice que el problema de la inseguridad es responsabilidad de todos, para evadir su responsabilidad diluyendola Como quieres escuchar argumentos concretos te diré que, al decir que Caldera no actuó solo, agravas su responsabilidad. Ya que confirma la tesis que que una jauría de elites, con intereses distintos, convergieron en la única figura que los podía aglutinar: Caldera. Y aunque no te gusten los testimonios de los actores de la época, recopilados por Mirtha Rivero (citada por ti) la historia se ha encargado de darle la razón, tal y como lo predijo CAP. Ah! y no te preocupes, pensando que los cómplices del desastre seran absueltos. Todos los conjurados, señalados por ti en tu artículo (partidos, medios de comunicación, poderes económicos, intelectuales, entre otros) son víctimas del monstruo que ayudaron a crear. Quienes debieron ser faros en noches lúgubres de la democracia, hoy espían sus culpas. En estos momentos suscribo las palabras de Carlos Raul Hernandez “Caldera tuvo la muerte política que merecía,,,” cuando tuvo que entregar la banda presidencial al dictador y esta condenado en el corazón de todos los Venezolanos que hoy sufrimos las consecuencias de su desmedida ambición y egoísmo.

Juan Cristóbal Castro
15 de febrero, 2014

Me perdonas, José, pero en la primera parte de tu escrito no entiendo tus contra-argumentos. Después, cuando hablas de la “traición” de Caldera, me parece un calificativo que no habla de responsabilidades sino de algo más allá (Chávez hablaba de “traición” también: qué curioso); nunca Caldera dejó de ser demócrata cristiano, sólo dame un ejemplo concreto donde en su discurso haya dejado de ser demócrata cristiano; sus diferencias con otras generaciones de COPEI, quizás fueron injustas, pero no hay que negar que también tenían un componente ideológico, porque muchos de las jóvenes generaciones copeyanas tenían posiciones muy “liberales” (él, siendo fiel al “puntojismo” creía en una socialdemocracia). Yo creo que no me estás leyendo bien, honestamente, porque yo no estoy renegando de las responsabilidades y errores que pudo haber tenido Caldera, pero no los uso para hacer una interpretación personal y sentimental (hasta cristiana: dices “espían culpas”) de la historia. Chávez llegó al poder por muchas cosas, José, no sólo por los “errores” de Caldera. Insistes en llevar mi texto a otro terreno, porque aceptar que hubo otros actores con tanta o mas responsabilidad que Caldera no lo exime de responsabilidad, sino lo ubica en un contexto más serio y claro. La responsabilidad de los medios del momento, la crisis de los partidos, la anti-política promovida ya desde el gobierno de CAP II es algo mucho más serio, y que todavía, al no aceptarlas, nos impide construir una alternativa real para frenar al chavismo. Y no es que me guste o no el trabajo de Mirtha Rivero, es que hay errores de construcción histórica ahí, quizás por las informaciones que proporcionan los entrevistados que en algunos aspectos son inexactas. No es un capricho mío. Hay que tener cuidado con mirar el pasado desde un juicio moral, eso es lo que hace Chávez y me perdonas, porque no quiero ofender, pero eso es lo que haces tú. Más que el libro de Mirtha Rivero, te sugiero que leas los trabajos de Manuel Caballero sobre ese período y cualquier otro historiador serio. Gracias por la conversa.

Juan Cristóbal Castro
10 de marzo, 2014

Sólo algunas preciciones que pensé que había publicado y ahora me doy cuenta que no. Cuando se dice “Caldera no llega a su segunda presidencia sin la aparición de Chávez” hay que aclarar que antes del 4 de Febrero estaba arriba en las encuestas, pese a que su discurso de ese día lo subió aún más.. Además, como candidato, él no ofreció liberar a Chávez, mientras que los otros candidatos a la presidencia, si mal no recuerdo, sí lo hicieron. De igual modo hay que recordar que si bien Chávez sale de la prisión con gran popularidad, luego cae en las encuestas por mucho tiempo, hasta que crece otra vez. ¿Cómo lo logró? Ahí está el problema que quiero destacar. Y la versión que ofrece Carlos Raúl Hernández es completamente sesgada en el libro de Mirtha Rivero.

León Fernández
19 de octubre, 2015

Recientemente he vuelto sobre dos artículos de Juan Cristóbal Castro (éste, y Frente a Chávez), no por intentar entender la sostenida defensa que el Dr. Castro hace del Dr. Caldera -que tiene toda la libertad de hacerlo-, sino por intentar entender, desde una perspectiva más científica, qué fue lo que pasó en Venezuela para que hubiésemos podido alcanzar tal grado de retroceso.

A propósito de unas declaraciones de Paulina Gamus, Castro asume y asevera -no sin equivocarse- que, tras 15 años de terror, no hemos aprendido. No, lamentablemente nos tocó la última etapa del tren latinoamericano de la barbarie. Intuyo que aún nos falta mucho para detenernos y exclamar ¡basta! Para pedirnos, y darnos, un momento para contribuir a la reconstrucción de una institucionalidad imberbe, precoz, adolescente, que sea el primer paso de la restauración del incipiente Estado que se acuchilló, en 1999, justo ante los ojos del Dr. Caldera.

La juramentación de Hugo Chávez, ante el presidente del Congreso Nacional, Luis Alfonso Dávila, estuvo preñada de defectos. Y, al ser una juramentación defectuosa, había que reprenderlo. No tenía Dávila -furibundo antichavista, ahora-, la autoridad moral ni la intención de hacer la corrección… Y allí está otro de los mayores errores de Caldera. No haberla hecho, porque él sí que tenía la autoridad para hacerlo. (sigue)

León Fernández
19 de octubre, 2015

Que Hugo Chávez estuviese allí, que aquella elección se hubiese realizado en paz, que se hubiese logrado la variopinta representación que pudo haber alcanzado por igual la presidencia de la República, todo aquello y mucho más, tenía en Caldera a su padre, a uno de sus genuinos constructores. Y no lo hizo.

No voy a caer en la tentación de comentar, otra vez, sobre la responsabilidad que tuvo Caldera en el sobreseimiento de la causa que se le seguía a los militares golpistas. Es llover sobre mojado. Pero, en el mismo Congreso, usando la tribuna de oradores que tan bien conocía, Caldera, seis años antes, había justificado el golpe. Con su verbo impecable y la credibilidad que le daba ser el único firmante de Punto Fijo que quedaba con vida, condenó a diestra y siniestra, con su dedo levantado. Argumentó que, aquello era “condenable”, pero a la vez “entendible”, por aquello de que nadie iba a inmolarse por algo que no le daba de comer.

Nunca he logrado entender como un hombre de la talla intelectual de Caldera pudo redactar tremendo contrasentido.

Aunque al Dr. Castro le produzca cierta conmoción, sufrió Caldera del síndrome de Cronos. Creía, juraba, que nadie podía gobernar a Venezuela con éxito, salvo él. Nadie más. Por eso devoró a Luis Herrera y a Luis Alberto Machado, por eso se quiso llevar por delante a Eduardo Fernández… (sigue)

León Fernández
19 de octubre, 2015

Por esa manía de habitar la casa de Misia Jacinta… Una manía que era criticable y condenable…

Si Caldera hubiese levantado la mano, y hubiese interrumpido el juramento indecente que había hecho quien se constituyó como destructor de lo divino y lo profano, hubiese, sin duda, salvado su parte de responsabilidad. Lo justificó, lo liberó incluso (en medio del mismo juego democrático) pero no permitió, eso sí que no, que en su presencia, y en el recinto más sagrado de cualquier democracia, se denostara la constitución y se injuriara a la República misma. En eso, Jorge Olavarría sentó un interesante precedente con aquel discurso de orden del día de la Independencia de 1999.

Porque en el marco de la rebeldía generalizada que vivía el país, Caldera debió, sin dudarlo, reprender aquel accionar que iba en contra de toda norma, de toda buena costumbre así no estuviese escrita en ninguna parte. No discuto que Caldera haya sido uno de los constructores más importantes de la democracia que conocimos hasta 1999. Lo que sí señalo, con voz fuerte y clara y hasta por escrito es que, teniendo toda la autoridad moral que le confería su experiencia, sus canas y su gran bagaje político de negociador y pacificador, no hubiese sido capaz de “quitarse la correa” y darle “cuatro cuerazos” figurativos al último hijo, al más díscolo, al que destruyó lo que papá, junto a millones, había logrado construir… (sigue)

León Fernández
19 de octubre, 2015

Yo soy de la opinión irrevocable de que, algún día, Venezuela debe dedicarse a erigir las bibliotecas presidenciales como símbolo de entendimiento y concordia. Y como método para estudiar, científica y suscintamente, la historia de Venezuela desde la perspectiva de sus gobernantes. Ojalá pudiésemos. Quizá si el escenario fuese otro… Pero algún día pasará, y habrá que asumirlo.

De nuevo, mis respetuosos saludos.

JOSESEVILLA
19 de octubre, 2015

Saludos y mis respeto para todos. No es casualidad que este histórico tema, traído a debate en este foro por el ilustre Juan Cristobal Castro hace mas de 20 meses se mantenga vigente. Confieso que cuando recibí los comentarios de León Fernandez releí tanto el articulo, como los comentarios suscitados para la fecha de la publicación. Suscribo en su totalidad lo dicho por Hector A. Escalona y Leon Fernandez así como ratifico mi apreciación sobre el Dr. Caldera y a las pruebas me remito: Caldera, de no ser por este foro duerme en el abismo del olvido. Nadie se recuerda de Él. En estos 20 meses nadie más lo ha mencionado para bien o para mal y ese es el peor castigo que el pueblo venezolano le puede haber dado por su ambición desmedida. EL OLVIDO El viernes 16 vi en el canal VALETV un documental sobre la vida y obra de Romulo Betancourt, quien incluso arriesgo su vida (en varias oportunidades), sufrió el exilio y perdió a valiosos amigos y compañeros, pero nunca traiciono sus ideales. A tal punto que, contrario a lo que hizo Caldera, se retiro oportunamente para permitir el desarrollo de su gran obra: LA DEMOCRACIA. Que nadie me diga que Caldera esta a la altura de Romulo Betancourt. Caldera por su ambición desmedida de poder, por su mezquindad histórica y (quien lo diría) por su torpeza política se bajo de ese pedestal. Por favor quienes le aprecian, dejen descansar en paz al ignoto.

Leon Fernandez
20 de octubre, 2015

Don José Sevilla, mis saludos y mis respetos.

Tranquilo. No, no está a la altura de Betancourt. Cuando Don Rómulo se va del poder lo primero que hace es coger su sombrero y largarse. Apenas le entregó a Leoni, se fue a Europa. Allí vivió sus últimos años. Vino sí, varias veces a Caracas. Seguía por correspondencia el pulso del partido, pero no pensó en el poder ni siquiera en aquel complejo año de 1973 en el que AD debatía la candidatura de Pérez. En su fuero interno, no quería que el de Rubio fuese presidente. Prefería a Piñerúa o, incluso, volver a Barrios.

A Caldera habremos de estudiarlo cuando toda la marabunta pase. Tiene sus luces, no crea que todo es terror en el de San Felipe. Caldera tiene muchos méritos, algunos ocultos, otros sobreexplotados como es común -en ambos casos- en los hombres políticos.

El Dr. Caldera pudo salvar lo poco que quedaba de país. Pero prefirió echarle -aunque el Dr. Castro no esté de acuerdo-. fuego a la candela.

Saludos.

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