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#Literatura // Balada de un rockero (o Conversación oída en el metro); por Antonio López Ortega

Fans wait for the free outdoor concert by the Rolling Stones at Ciudad Deportiva de la Habana sports complex in Havana, March 25, 2016. REUTERS/Alexandre Meneghini

Los fanáticos esperan el concierto gratuito de los Rolling Stones en el complejo Ciudad Deportiva de La Habana, Cuba. 25 de marzo de 2016 / Fotografía de Alexandre Meneghini / REUTERS

Yo primero le dije al pana Lucho que hablara con Efraín, el bajista de Cigüeñas Azules. Efraín vive en Las Minas y allí ha ayudado mucho a la comunidad, montando conciertos pro-fondos. Parece que terminó preguntándole a una chama del Consejo Comunal Número 4, llamada Mildred, que es muy pilas organizando verbenas y haciendo colectas. Pero Mildred no supo qué decirle. Me dice Lucho que la chama miró a Efraín de arriba abajo y al final, con cansancio, le soltó algo como que preguntara en el Ministerio de la Juventud, o en Industrias Culturales, o en la oficina de la Felicidad Perpetua. Efraín se cruzó de brazos, pero me dice Lucho que no tiró la toalla. Al día siguiente, el carajo se fue al Ministerio de la Juventud. Lo atendió un subsecretario, más joven que él, y soltó su rollo. Pero al ver la cara del chamo, con el ceño fruncido, fue perdiendo el impulso. Palabras como concierto, entrada libre, Stones, gira, Cuba, le hicieron pensar al subsecretario que el asunto era de Industrias Culturales, y que se fuera al piso 16 de las Torres de El Silencio, donde lo atenderían.

No he vuelto a hablar con Lucho, pero de pronto Efraín se aparece con buenas noticias. Él es testarudo y consigue lo suyo. Pero fíjate, yo creo que lo que nos puede ayudar es que el Presi fue rockero. Tengo un video de 1983, del grupo Enigma, cuando se presentaba en el show de Richard Herd y hacían bailar a la gente. Allí lo puedes ver con el mismo bigotico, pero con un pocotón de años menos. Era bajista y era cantante. Una canción de Enigma, “La carrera del viajero”, no estaba mal. Y ahora la tengo muy presente porque, precisamente, lo que nos hace falta ahora es echar una carrera y lograr que los viajeros lleguen a Venezuela. Con un viajecito a Cuba, creo yo, este asunto se resuelve.

Yo le he dicho a Lucho que vuelva a hablar con Efraín para que cuando lo reciban en Industrias Culturales diga más o menos lo siguiente: los Stones están de gira por Latinoamérica y van a tocar en México, Bogotá, Santiago y Buenos Aires. Pero para colmo anuncian un concierto de remate en La Habana y además gratis. ¿Cómo es eso de que Caracas queda fuera del circuito? ¡Es una humillación, no? ¿No se puede recurrir a la hermandad cubano-venezolana? En este reciente viaje del Presi a La Habana, esto se ha debido hablar con Raúl. De La Habana a Caracas son apenas dos horas, ¿verdad?, y Raúl ha podido prestar el avión de Cubana que siempre le presta al Presi para sus giras. Yo estoy seguro de que Mick Jagger y los suyos se hubieran montado felices, porque además me dicen que es un avión muy cómodo, que tiene poltronas y minibar. Total, ¿Venezuela y Cuba no son hoy la misma tierra? Bastaba con decirle a los Stones que les iban a pautar una segunda actuación en, pongamos, Santa Clara. Ellos hubieran llegado a Caracas como quien llega a Santiago de Cuba. ¡Si hasta el gancho de decirles que visitarían la sede original de Buena Vista Social Club hubiera servido! ¿Jagger no quería reunirse con músicos cubanos? Bueno, allí hubiera encontrado la crema y nata.

Aquí, en provincia, hubiéramos hecho las cosas bien. Yo me imaginaba una tarima a todo trapo, con backing digital, con luces de todo tipo, con sonido apocalíptico que inundara todo el valle. A Industrias Culturales habría que decirle que el Poliedro se queda chiquito, también La Rinconada, también el Universitario. Podemos hablar entonces con los militares y decirles que nos presten toda la explanada de Los Próceres, para que el último de los asistentes se encarame en el techo de la Escuela Militar con binoculares. ¿Tú te imaginas a Keith Richards punteando sus estridencias entre las estatuas de Brión y, digamos, el mariscal Sucre? Hubiera sido la gloria, hubiera sido la muerte en vida.

A estas alturas, puedo entender que ya sea tarde, o que los satánicos ya tengan su gira muy apuntalada como para permitirse desviaciones. Pero entonces es allí cuándo me digo: ¿qué pasa con la solidaridad cubano-venezolana? Si no podemos traer a los Stones a Caracas, ¿por qué no saltar nosotros a La Habana? ¿Acaso no existe Misión Milagro? Yo pienso que podríamos copiar ese formato. Un avión de Cubana, por ejemplo, mete doscientos pasajeros. Así que diez vuelos diarios ya son dos mil espectadores. Si hubiéramos reservado el puente aéreo durante los diez días previos al concierto, la provincia venezolana habría podido estar representada en La Habana con veinte mil espectadores. Hubiera sido un triunfo, una fiesta de la hermandad.

Pero yo le digo a Lucho que no parece haber voluntad, que ni siquiera el Presi honra su pasado rockero. ¿Dónde están las carreras y dónde los viajeros? Pues en ninguna parte. Nos quedaremos estancados en provincia, viendo a los Stones a la distancia. Esto no es justo, pienso. Esto no es lo que merecemos. Yo me pongo a netear, por ejemplo, lo que le pagamos a los médicos cubanos de Barrio Adentro (Efraín me dice, por cierto, que en Las Minas ya ninguno abre) versus los ciento cincuenta mil barriles de petróleo que los cubanos reciben a diario y sospecho que alguna platica debe sobrar a nuestro favor. Pero ni siquiera por ese saldo podemos ver a los satánicos. Todo el mundo va ahora a Cuba: Richard Gere, Naomi Campbell, Obama, los Stones. Son el centro del mundo, son la atracción. Pero yo me digo que parte de esa fama nos la deben a nosotros, porque después de la muerte del subsidio ruso salimos a auxiliarlos, como buenos hermanos que somos. Pienso que la fraternidad debería retomarse al más alto nivel. Pienso que el Presi debería preguntarle a Raúl cómo hacemos para que Obama nos visite, o cómo hacemos para que Keith Richards nos electrocute bajo la mirada obesa del general Brión.