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Argentina (1) – Bélgica (0); por Quintín

Di María, Higuaín y Messi / Fotografía de Peter Powell (EFE)

Di María, Higuaín y Messi / Fotografía de Peter Powell (EFE)

No fue una obra maestra, pero se encuadró en lo decente. Después de lo de ayer, el mundial y sus abnegados espectadores nos merecíamos un partido limpio y disputado. Argentina eliminó a Bélgica de un modo muy parecido al que empleó ayer Alemania para dejar afuera a Francia: un gol de entrada y la impotencia del rival en el resto. Pero lo de Argentina fue más neto, más claro y Bélgica no lo inquietó nunca.

Argentina jugó bien, tuvo un funcionamiento correcto, solidario e inteligente. Seguramente esta actuación será sobrevalorada por los amantes de la cautela y se dirá que Sabella encontró el equipo. La afirmación es irrefutable en cierto sentido, porque Argentina controló el partido, neutralizó el rival y tuvo las únicas jugadas de gol de la tarde con una actuación individual pareja, la recuperación de Higuaín como el delantero de calidad que es y una respuesta adecuada de los titulares debutantes. Para ser más preciso, habría que decir que Argentina encontró el equipo para jugar contra Bélgica.

Creo que el ingreso de Biglia como segundo recuperador en el medio fue una buena idea. Mascherano estuvo menos solo y ambos se pudieron adelantar para presionar a Fellaini y De Bruyne, los dos volantes que generan el juego belga y dejarlos sin salida. Pero con la presión de Mascherano y Biglia, más el retroceso de los de adelante para tapar la salida y una marca firme sobre los delanteros, complementada con una muy buena utilización del offside, Bélgica quedó sin espacios y, por lo tanto, sin argumentos ofensivos. Al revés, Argentina hizo circular bien la pelota, jugó corto, jugó abierto, no tiró pelotazos y encontró espacios a medida en que se los negó al rival. Biglia entregó algunas mal, pero posicionalmente fue impecable, Basanta atacó poco pero tanto él como Demichelis se acoplaron muy bien con Garay y Zavaleta. Enzo Pérez no jugó tan bien y tuvo menos movilidad que el lesionado Di María, pero ocupo la banda y peleó en defensa y ataque.

Claro que lo de Higuaín fue decisivo, porque tras el gol prematuro tras pescar un rebote y clavarla contra un palo adquirió la confianza que no había tenido, ayudado por una condición física que fue creciendo con los partidos. Higuaín marcó el gol y reventó el travesaño tras un gran caño en otra jugada, pero también aguantó la pelota arriba y se tiró atrás para obstruir y construir.

Me queda hablar de Messi, que no tuvo un gran partido e incluso falló frente a Courtois cuando todos pensábamos que al final dejaría el partido dos a cero. Pero Messi hizo cosas muy importantes. Especialmente colaborar en lo mejor que hizo Argentina hoy: defenderse con la pelota, tenerla, no regalársela a los belgas. Messi jugó hoy con mucha cabeza y con mucha tranquilidad, más allá de los destellos individuales de talento. Hoy, en apariencia, Argentina no dependió de él (más allá de lo que preocupa a los rivales), pero Messi se integró al juego de conjunto como no lo había hecho antes.

Creo que lo de Argentina fue perfecto hasta unos diez minutos antes del final, más o menos cuando Gago reemplazó a Higuaín. Creo que Sabella se dio cuenta de que Argentina estaba cediendo a la tentación de replegarse y regalar la pelota para que los belgas les tiraran centros a los altos; por eso puso a Gago por Higuaín, para seguir teniéndola como había ocurrido hasta allí. Más allá de que Gago no jugó bien y de que tal vez el más indicado para esa tarea hubiera sido Ricky Alvarez, el plan no resultó y si bien no hubo un peligro mayor en el área argentina, cuando el partido termina de ese modo nadie tiene la garantía de que no van a aparecer un error y un disgusto. Hemos visto esta situación en muchos partidos de este mundial. La actitud argentina en esos minutos finales es tal vez inevitable, pero la diferencia con otros equipos es que no fue buscada. Al contrario, el técnico trató de evitarla en lo que estuvo de su parte.

Quienes han seguido estas crónicas saben que Bélgica ratificó hoy nuestras sospechas: que era un equipo vistoso por momentos, con algunos buenos jugadores, pero lagunero e irresoluto, sin un funcionamiento colectivo compacto y al que le costaba atacar cuando no le dejaban espacio. Tampoco nos convencía el técnico, cuyo único plan B ante la adversidad era cambiar unos delanteros por otros. Hoy volvió a repetir lo mismo, esos cambios de equipo de básquet donde cada uno juega un rato. Pero el efecto de esa estrategia en el fútbol suele ser que ninguno de los futbolistas a tiempo parcial se siente titular ni lo suficientemente respaldado. El senador Wilmots hoy alineó a Mirallas, Origi y Hazard (les tocó a ellos) para terminar reemplazándolos por Mertens, Lukaku y Chadli, que no hicieron mucho más. El cambio táctico se redujo a estacionar al central Van Buyten arriba para que cabecee junto con los otros delanteros altos. Como creo que ya dije, Wilmots hizo los cambios de Merlo.

Se habló mucho de Bélgica y es evidente que tiene una nueva generación de jugadores y un plantel como para pelear competencias importantes. Pero le vendría bien conseguir un técnico o tal vez trabajar con otra idea de solidaridad, confianza y presencia en el campo, algo que hoy Argentina tuvo en muy buena medida. Sin prepotencia ni bestialidad a la brasileña, sin llantos a la uruguaya, sin excesos de expectativa como Chile o Colombia, la confiada modestia del equipo es un mérito compartido por los jugadores y el cuerpo técnico. Argentina tuvo la temperatura anímica justa y pudo jugar su mejor partido porque desdramatizó la presión y no se hizo cargo de algunas críticas destructivas. Sabella hizo los cambios que la situación pedía y acertó sin estridencias. En este momento lo escucho en la conferencia de prensa y tanto su sensatez como su equilibrio son ejemplares. Hasta le podemos perdonar las metáforas y la cursilería.

Argentina accedió a las semifinales después de mucho tiempo. Lo mejor es que lo hizo con justicia pero sin dramas y sin alardes. Igual que los alemanes, que clasifican siempre a esta instancia. No era tan terrible. Es cierto que ahora hay que soportar a los embanderados que tocan bocina en la calle. Nada es perfecto, pero me cambió el estado de ánimo lúgubre que tenía después de la fractura de Neymar.

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