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Alemania (1) vs. Francia (0); por Quintín

Alemania (1) – Francia (0); por Quintín 640

Acción del gol alemán / Fotografía de Julian Finney (GETTY)

Llegó el momento de los lugares comunes y Alemania pasó a la semifinal en un partido pobre, en el que no tuvo grandes contratiempos. Alemania fue más que Francia, pero los dos fueron poco. Tienen excusas. Hacía un calor tremendo en Río, los dos venían de partidos que los extenuaron y nadie quería cometer errores. Pero no son suficientes. Sobre todo en el caso de Francia, que no me convenció en los partidos anteriores, que nunca me pareció un equipo sólido sino de los que tienen algunas individualidades que se lucen de vez en cuando, pero rara vez en las difíciles (es otro lugar común, pero esa es una tradición del fútbol, francés).

Tal vez Francia tuviera otras alternativas, pero no en el sistema de Deschamps. Es sintomático que con un partido que Francia perdía desde los 12 minutos del primer tiempo y en el que no producía demasiado en ataque, el entrenador haya decido el primer cambio táctico (el anterior fue el de un defensor central por otro) a los 27 del segundo tiempo hasta que, como cualquier entrenador del ascenso, terminó jugando con cuatro puntas. Es decir que Francia jugó una hora con un esquema cuyo principal objetivo era impedir el contraataque alemán, y secundariamente, progresar con la pelota en ataque sin forzarlo demasiado. En los cuatro partidos anteriores, Francia recibió ventajas de sus rivales y nunca fue perdiendo. En una situación adversa, el potencial ofensivo exhibido no alcanzó y solo su mejor jugador en el torneo, el petiso Valbuena, mantuvo funcionando con su movilidad a un equipo que tendía al aislamiento entre sus jugadores y terminó resignado.

Pero no seamos tan duros con los franceses. ¿Qué se puede hacer cuando hace mucho calor, el rival es duro, se cierran los espacios y tu equipo tampoco tiene un funcionamiento al que pueda aferrarse? Solo queda ser cauteloso, no agotarse, mantenerse paciente y ver si aparece una situación. Y las situaciones siempre aparecen, como la que tuvo Benzama en el descuento y que le paró el Neuer moviendo una mano. Neuer no solo es un genio del arco, sino que no se tira al suelo cuando no es necesario y hasta puede construir la ofensiva de su equipo, como cuando a los 36 del segundo tiempo descolgó un centro como los arqueros de antes y sacó largo con la mano para el contragolpe en el que Schurrle desperdició el gol que hubiese cerrado el partido.

Pero Neuer me sacó del tema, como sacó a Francia del mundial. Decía que Deschamps no hizo mucho por su equipo: en los partidos anteriores se limitó a cambiar un jugador por otro y ver si el nuevo titular rendía más. Pero hoy se aferró a su 4-3-3 lento y prudente y recién cuando faltaba muy poco hizo los típicos cambios desesperados.

Por el lado alemán, las cosas fueron más o menos parecidas, con la diferencia de que Alemania no tiene a ninguna de las grandes figuras del torneo, pero prácticamente todos los que juegan son capaces de resolver situaciones en la cancha. Hay pocos equipos, si hay alguno, en el que los jugadores tengan esa inteligencia combinada con una técnica superior. En Francia, en cambio, solo Valbuena y (a medias) Pogba mostraron esa característica. Los alemanes pueden cambiar de puesto, desdoblarse en defensa y ataque y, sobre todo, seguir jugando igual aunque vayan ganando porque se tienen una confianza única.

Hoy Löw paró un 4-3-3 nítido, alineó a Klose de punta, a Lahm de lateral, a Schweinsteiger como uno de los medios atrasados para facilitar referencias y aceitar hacia lo más conocido un funcionamiento que no había sido demasiado feliz cuando probó con esquemas más innovadores. Alemania fue otra vez ese equipo que tiene cubierto cada puesto (o casi), que quiere la pelota y tiene esa generosidad acompañada de brillo que es cada vez más su marca de fábrica.

Alemania no está teniendo un torneo espectacular pero está a la vanguardia del fútbol porque es el más clásico: puede jugar sin puntas o con ellas, puede intercambiar los puestos, puede presionar un poco más arriba o un poco menos, pero ha descubierto que cuando más ductilidad tengan los jugadores, más se adaptan a las pequeñas variaciones. Alemania no tiene a Messi ni a Neymar ni a Robben ni a James, aunque si tuviera a alguno de ellos sería robo. Pero, al mismo tiempo, no le sobra demasiado. En esta telaraña estrictamente vigilada en el medio campo que fue el partido, tuvo la suerte de ponerse en ventaja cuando no pasaba gran cosa. La diferencia es que los triunfos alemanes parecen naturales y nunca hazañas extraordinarias. Eso ayuda también a cansarse menos.

Fue un partido para ratificar que el mundial se terminó en octavos, salvo para dejar en evidencia a los equipos que al principio engañaron un poco la vista como los franceses. Pero bueno, un mundial son estos partidos también, estos partidos que sirven para completar los espacios en blanco que quedan en el cuadro.

Dirigió Pitana, que no tuvo errores graves, pero pitó unas cuantas infracciones que no existieron, como la que originó el gol alemán.

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