Premio Eugenio Mendoza 12+1

5. Jesús Moreno // Entrevistas a los participantes en el Premio Eugenio Mendoza 12+1

Por Premio Mendoza | 1 de febrero, 2015

Jesús Moreno es el quinto de los entrevistados como participantes de la Edición 12+1 del Premio Eugenio Mendoza, cuyo veredicto fue decidido por el jurado conformado por Sandra Pinardi, Luis Pérez Oramas y Harry Abend el pasado lunes 26 de enero. En Prodavinci hemos hecho una misma entrevista a cada uno de los doce participantes en la muestra, con la intención de conocer su visión del panorama actual a través de 12+1 preguntas y así, desde las ideas, completar la visión que plantean sus obras. La muestra de los doce artistas que participaron en la Edición 12+1 del Premio Eugenio Mendoza está actualmente expuesta en la Sala Mendoza, en la Universidad Metropolitana. Puede conseguir toda la información haciendo click acá.

Jesus Moreno

1. ¿Cuáles han sido las obsesiones que te han acompañado a lo largo de tu formación como artista y en qué medida se reflejan en esta pieza que forma parte de la muestra Premio Eugenio Mendoza 12+1?
Creo que mi obsesión central es el espacio y lo que pasa en él: cómo se itera, cómo se está entendiendo, cómo se está articulando, cómo se desmaterializa y se materializa. Otra de las obsesiones ha sido cuestionarme constantemente qué debe decir el arte en un contexto tan complejo como el que vivo y cómo debe decirlo: con cuáles técnicas, a través de cuáles métodos, mediante qué procesos y en qué tono se expresan. Me interesa que las propuestas tengan un fundamento investigativo sólido, articulado y claro… y que eso esté alineado con mis puntos de vista.

Me obsesiona la producción manual como una proyección directa de lo sensible/inmanente y del pensamiento, así como la palabra como contenedora de sonido, la potencia evocadora del sonido y sus propiedades escultóricas. El fare, el hacer “como una otra forma” de escribir. Me obsesiona la meticulosidad., la naturaleza de los materiales y sus procesos, el know how que hace simbiosis con una reflexión y una investigación desde donde se estructura una propuesta plástica.

Me obsesiona cómo el tiempo es un valor tergiversado en el entorno en el que vivo y como en sus contraposiciones se vuelve un factor de maduración de los procesos, que en ocasiones parecieran operar en saltos cuánticos…

Creo que el tiempo (en su noción occidental) es un parámetro mecanizado que no tiene nada que ver con la mente. Me interesa lo sencillo como lenguaje. Me interesa el espacio como investigación abierta y el sonido como portador de una materialidad etérea que se vincula directamente a lo humano. Me interesa la escucha, la contemplación y la poesía como “contextos” propios de lo que hago: pensar el tiempo-espacio como una cuestión esférica que está moviéndose en unos parámetros que continuamos tratando de entender.

Mi obra La vida secreta de los seres electrónicos es un estado del proyecto. En este caso trataba de plantear una duda: ¿existen estos seres? ¿Dónde existen? Esto con el objetivo de aguijonear lo poético en la percepción desde la tecnología, pero sin hacer un uso extensivo de ella. Confrontar la tecnofilia para llevarla a la escucha, el sentido más primigenio del ser humano. En este sentido, la existencia de esta flora no depende ya de lo técnico-reproductible, en cuanto el soporte viene a ser la percepción misma: uno escucha las flores y ya eso está ahí, con uno. Es una idea y usted sólo necesita oírlo o pensar en ello para saber que está ahí. ¿O realmente no está?

Creo que de fondo, se trata de lo inmanente al ser como fuente y soporte para la propuesta, porque necesitamos cosas sencillas y maravillosas al mismo tiempo. Sustanciosas. Verdaderas. Y no están en un gadget.

2. ¿Cómo es tu contacto con el arte actual venezolano? ¿A través de cuáles dinámicas, herramientas, lugares, portales tiene lugar?
Los dos o tres años anteriores a este último año el contacto fue básicamente atender convocatorias públicas. Salones, bienales, encuentros regionales, alguna feria y visitar espacios independientes de gestión e investigación. La prensa local como fuente directa del quehacer venezolano en arte sigue siendo una fuente y un bastión de resistencia ante los programas monotemáticos de los espacios culturales secuestrados. También las redes sociales y portales puntuales que reseñan la actividad de artistas venezolanos que están activos en el extranjero, básicamente vía Internet. Por otra parte, publicaciones, ensayos, textos de editoriales locales relacionados con el quehacer artístico. Pienso que, a falta de espacios comunicacionales que hagan resonar lo que está pasando artísticamente, los intercambios en plataformas sociales se han vuelto un ágora para los artistas. Puede que la discusión sea somera, pero se muestran cosas y eso es lo importante: la actividad artística genera sus propios espacios. Fíjate que los espacios independientes han desarrollado muy buenos portales y varios sitios en la red se han vuelto consulta obligada. El contacto es multidireccional.

3. ¿Con cuáles artistas sostienes experiencias de contagio creativo, de creación colectiva, de acciones conjuntas?
Hace ya bastante tiempo que no trabajo en colectivo. Pienso que lo más fructífero en este particular han sido las “conversaderas” y el intercambio de fuentes y textos con Jorge Gómez, Leonardo Nieves y Gabriela Gois, quienes son grandes amigos y me han aportado muchísimo. Otro amigo es Daniel Pacheco (quien es músico, no artista) ha sido un interlocutor constante. Igualmente, durante los últimos años he tenido intercambios puntuales con José Hernandez-Diez, Antonio Caro y Mauricio Bejarano. Más que contagios creativos he tenido experiencias académicas con José Manuel Berenguer, quien es artista y docente. En estas reciprocidades siempre surgen inquietudes, interrogantes… y eso es sustancioso.

4. ¿Cuál crees que es la marca de generación creativa dentro del vasto universo que representa el arte actual venezolano?
Son varias cosas. Por un lado es inevitable tener que mencionar el incremento en la accesibilidad a las tecnologías audiovisuales, que se ha popularizado hasta el agobio. Por otra parte hay un embotamiento en torno a eso, pero también es positivo porque nos hemos vuelto más agudos sensorialmente. ¡El relacionamiento con los medios ha cambiado! Yo percibo que hay un reenfoque de lo manual, y el contexto ha hecho que los soportes y los medios se muevan en otras coordenadas para el artista. Creo que mi generación también ha venido marcada por el desgaste de los estadios en los que se emplaza la actividad artística local y sus gestiones. Y eso la ha vuelto más crítica y recursiva.

Con excepción de las iniciativas privadas, veo más bien un deterioro progresivo de los espacios cuya gestión está vinculada a lo gubernamental. El medidor de esto es que tuvimos bibliotecas muy documentadas y actualizadas, exhibiciones y montajes estupendos, muchas convocatorias con recursos, etcétera. Pero eso se ha ido perdiendo junto con los espacios de aprendizaje. Todo quedó metido en un mismo saco y es difícil conseguir algo ahí. El circuito artístico institucional, que en su momento fue referente en Latinoamérica, ha sido secuestrado. Los espacios que sobreviven a esa asfixia lo hacen arrinconados y eso ha llevado a que los autónomos se planteen otros emprendimientos para ventilarse. (Y en eso hay una disyuntiva, porque eventualmente puede que haya que preguntarse dónde se hace el arte venezolano). El arte necesita un contexto donde pueda darse su producción, su reflexión y su comunicación. Y esos circuitos también son reflejos de las sociedades. Pero para lo público eso ha perdido importancia: se ha vuelto una publicidad módica.

Pienso entonces que si hay una “marca” general, ha sido más que la contracción del contexto artístico en los últimos dieciséis años. Nuestra marca es el optimismo de no detenerse en esto. Y en ello percibo el surgimiento de dos escenarios: uno divergente o complaciente frente a lo político y socioeconómico de nuestra realidad; y otro en el que sus actores se han enfocado en la resolución, planteamiento y actualización de sus propias investigaciones, que si bien son tocadas por esa realidad inmediata, responden a cuestionamientos vinculados a cuestiones universales del arte.

Si hay una marca en ese sentido de la palabra es que mi generación ha visto un montón de cambios tecnológicos, institucionales y de ópticas que la ha llevado a replantearse todo. Absolutamente todo. Para bien o para mal. Y, muy criollamente, creo que ésta es la generación del “O corres o te encaramas”. Los disidentes podían disentir y la llamada generación perdida pudo perderse, ¿pero qué hacemos nosotros? Van a tener que inventarnos una letra: la generación #quéséyo.

5. ¿Cuál crees que es tu singularidad dentro del vasto universo que representa el arte actual? ¿Qué es lo que te diferencia del resto de creadores en activo?
Yo pienso que lo singular es implícito a la actividad creativa cuando es constante y articulada. Es una relación de causa-efecto. Nosotros trabajamos en un contexto que no se desvincula de esas ansias de novedad presentes en todo aspecto de las sociedades de este tiempo. “Ser diferente” ya está dado cuando se trabaja desde la investigación propia y no desde perseguir resultados formales para querer conseguir o mostrar novedades.

Tú puedes trabajar con los mismos medios y materiales que otro, pero si lo haces desde tus bases y tus propias reflexiones, los resultados van a ser singulares. Lo que diferencia a un autor de otro es básicamente la “voz” o el “pulso” con el que hace las cosas. Los autores locales que se han destacado nacional e internacionalmente no lo han hecho por ser novedosos, sino por ser consecuentes con su quehacer. Y es en eso que se constituye ese “pulso”; es eso lo que va consolidando unas diferencias que lógicamente están alineadas con lo que uno quiere decir y cómo lo hace.

Eso puede cambiar radicalmente. Por ejemplo, fíjate que Reverón siempre fue pintor y un día se puso a hacer objetos, instalaciones… cuando aún no se hablaba de eso. Son procesos. Yo pienso que la accesibilidad tecnológica en aumento pone de moda cada diez años más o menos una cosa u otra, un software, un medio, etcétera. Pero desde los años 40 se ha estado hablando de lenguajes electrónicos. Ahora hay mil cosas que vienen de eso y otras tantas modas alrededor. La cuestión en el arte es como cuando tú te tatúas algo de moda y luego eso pasa de moda: si no tiene un fundamento, termina siendo algo banal o pasa a ser parte de un proceso articulado como un todo.

Una vez Antonieta Sosa me dijo que en la trayectoria de un artista hay producciones que son medulares y hay otras que son “pasillos”, así como tránsitos. La cuestión es que eso está amalgamado en una investigación y un recorrido, que es lo que construye esa “singularidad” (de la propuesta; no del artista). El enfoque en “ser diferente” es algo que está más bien en función de una noción global de mercado (no necesariamente artístico) que en función de una búsqueda creativa… la búsqueda creativa es singular en sí misma, en cuanto ningún artista es igual a otro por tener experiencias y trasfondos totalmente diferentes.

Actualmente el arte se mueve rodeado de muchos magnetos. En todo caso, el arte es un campo de conocimiento que, sobre todo en estos tiempos, debería ser para generar puntos de encuentro en la sociedad que lo produce antes que para marcar diferencias entre agremiados. Creo que por eso los contadores, por ejemplo, están más tranquilos con eso: todos son iguales y ya. Hacen lo que hacen… Creo que si hay algo que me hace (hasta irresponsablemente) diferente es que no pienso en eso.

6. ¿Cómo es tu contacto con el arte actual del resto del mundo? ¿Con cuáles artistas de otras latitudes te vinculas y cómo lo haces?
Vincularme, más bien poco… ¡básicamente viajando es que he conocido a otras personas que hacen arte! Más que con artistas, mi “circulo creativo” (por darle un nombre) es más cercano a investigadores, docentes, músicos y creativos, no necesariamente hacedores de arte o vinculados directamente con el arte.

Tengo muchos amigos y conocidos artistas con los que tengo poco o ningún contacto, pero el nexo existe y se dan los intercambios. Yo solía revisar muchos catálogos y bibliografías en plan cronológico y también revistas y esas cosas, pero este último año, para bien o para mal, he estado más bien como una isla. De pronto muchas personas te van a responder “Por Internet” o “Por Facebook”, pero la verdad es que no es mi caso. Creo que ese tipo de contacto es más bien puntual y está más dado por el trabajo de investigación que hago que por relacionarme con el “mundo del arte” y enterarme de eso. A veces me pasa que estoy revisando algo que me interesa y me va dando datos, ¿no? Entonces me conecto y aparecen cosas vinculadas con artistas o con portales que reseñan arte, pero más porque aparecen ahí que por sondear en Internet sobre arte actual. Quizás pasa más como una travesura de “Saint Google”.

El contacto que mantengo con otros artistas, irónicamente, tiene muy poco que ver con arte, salvo casos puntuales, porque veo imágenes de algún trabajo de alguien que conozco y que realmente me llama la atención y le envío unos comentarios. Es que es como raro, ¿no? Porque yo no me meto en Internet para mirar artistas u obras. Y de hecho no voy a exposiciones de arte, a menos que esté de viaje o conociendo algún sitio… porque ahí sí me meto hasta en el “museo del clavo”. En estos paseos me ha pasado que los sitios que tienen que ver con cualquier otra cosa que no sea arte me resultan mucho más interesantes que los grandes museos. En esos museos tú no vas a ver arte actual: ves un arte “congelado”.

En una ocasión estaba revisando en Internet sobre el concepto de ciudad y me conseguí el trabajo de un tipo que se llama Manfred Pernice. Yo no estaba mirando artistas pero me consigo con un trabajo que en ese momento (formalmente hablando) encontré muy cercano a lo que yo estaba haciendo, aunque las cuestiones de fondo en ese trabajo no tenían absolutamente nada que ver con mi investigación. Entonces, pienso que cuando uno investiga sobre arte (por este tema de la prevalencia de lo visual) uno está muy expuesto a conseguir “puntos de encuentro” que no tienen sustento ni relevancia.

Había un portal de Internet donde te hacías un usuario, tildabas unas categorías y “tropezabas” con cosas de cualquier tipo como arte, diseño, grafitti o recetas. Entonces te das cuenta de que esa aleatoriedad visual se vuelve un contaminante: ¡nunca paras de mirar vainas! Se vuelve una afección y esas vinculaciones te dispersan si no tienes claro un marco de acción. Hace pocos meses una amiga me envió una información sobre una exposición en Madrid sobre máquinas y sonido que en verdad me hubiese encantado ver. Ella me documentó muchísimo esa expo, pero era como frustrante, ¿no? Saber que eso estaba montado allá y que estabas “asistiendo” por notas de voz y por fotos en lugar de poder ir y verlo en sala. Por eso creo que es mejor que esas vinculaciones se den naturalmente y en correspondencia con el sitio en que te encuentras y con lo que estás haciendo.

Esos relacionamientos siempre tienen un sustento que es lo que tú estás viviendo (eso que llamo “pertenencia”) y eso es una cosa insalvable. Esto de la conectividad y el multimedia y las redes te diluyen eso, te lo borran del cuento: contactas con todo, te vinculas con todo y terminas volviéndote un trend hunter. Y honestamente creo que es más vivencial cuando esos vínculos se van dando como naturalmente en la medida que uno investiga y profundiza.

7. ¿Cuáles de tus necesidades creativas son más difíciles de satisfacer actualmente? ¿A qué crees que se deba?
Creo que ésta debe ser de las preguntas más difíciles. Es que las necesidades creativas son como insondables, ¿no? Porque puedes decir que tus necesidades creativas son una herramienta o un proceso o un medio puntual, pero también puede tratarse de experiencias y cosas así… porque me ha pasado que necesito resolver algo técnico así puntual. No meterme a aprender algo, porque tú no quieres volverte un especialista en fundición, por ejemplo, pero lo que necesitas es un molde. Entonces, actualmente, pienso que se trata más de hacer intercambios y de entregar conocimientos; generar y plantearme inquietudes; abrirse a otros retos, que puede que no tengan que ver con tu obra. Y de pronto esto no es una necesidad creativa como tal, pero es parte de ese funcionamiento.

Yo nunca he dado clases y me gustaría hacerlo, puede que esto sea por la inquietud de no quedarte con lo que sabes porque implosionas. El arte es un campo de conocimiento muy vinculado al ego, pero tú no puedes quedarte en casa mirándote el ombligo… o puedes hacerlo, pero no creo que pase mucho más. La cosa es hacerle equilibrio a eso del proceso de aprendizaje, porque alguien te enseñó a ti. Creo que entregar información también puede ser una necesidad creativa, porque necesariamente te conduce a entablar diálogos. Pienso que dar pie a ese tipo de conversaciones es una necesidad creativa. Y no una difícil, sino más bien compleja, porque la docencia es una responsabilidad.

8. ¿Has podido conversar sobre las propuestas de los otros participantes en la Edición 12+1 del Premio Eugenio Mendoza? ¿Cuáles te han resultado interesantes?
Tuve oportunidad de conversar con Yance y Bonfanti, los maracuchos. Me llamó la atención que estuvieran trabajando con sonido. Eso hizo un puente, sobre todo porque lo que están haciendo es cómo anacrónico; de principios de siglo; espacio y percepción donde el objeto pareciera ser menos importante que lo experiencial. Me impresionó porque me recordó las Cosmococas de Oiticica, repasado por Marinetti, porque están haciendo una propuesta que a mi modo de ver está fundamentada en el espectador y en la resonancia, en la experiencia del espacio desde la obra o de la obra como espacio experiencial. Y eso me interesó mucho, porque van sobre lo acústico por lo acústico. Y esa pieza, hasta donde la entendí, es el material acústico en el espacio y el espectador. Y ya. Se centra en el espectador y es como una invitación perceptiva. Como planteamiento, no me he enterado de que se estén haciendo cosas así localmente. Sé que en Caracas se han mostrado recientemente trabajos con sonido, pero muy influenciados por la escena europea y vinculados a la música, aparte de cosas anteriores con automatización y sonido… ruido más cercanas a la tradición de Tinguely. Yo no he visto qué otras cosas han venido haciendo ellos, pero es tremendo que se estén dando esas investigaciones porque le apuntan a una sensibilidad que está por fuera de lo que se está haciendo localmente, a pesar de que haya eventos y cátedras que son muy importantes en el contexto.

La propuesta de Arnoll también me parece muy valiente, porque a mí me resulta muy difícil hablar del otro y él se está metiendo en una alteridad y en una memoria que no es nostálgica ni trágica, aunque esté vinculada con la pérdida. Pero lo que plantea es constructivo, a mi modo de ver, por ese relacionamiento con el otro. No es algo párvulo, porque está utilizando el arte como campo de conocimiento para traer esas realidades difíciles que no tienen que ver con el individuo ni con el yo, sino con una otredad donde está planteando unas interacciones que son muy, muy complejas y actuales con la realidad local inmediata. Y acá está planteado con mucho respeto y sin sensiblerías, aunque con mucha sensibilidad. Esa propuesta es tremendamente humana y me impresiona porque revela una facultad prácticamente perdida: ver al otro.

Conversé poco con Hayfer sobre su trabajo, pero sé que está muy articulado con lo que viene haciendo sobre el paisaje. Me llama mucho la atención cómo él enuncia lo inmenso y lo inmediato; cómo saca lo medial de contexto y lo pone en función de lo que es sustancial para el ser humano: el entorno vivido, esa pertenencia “inmersiva” de lo que es habitado. Hay algo que me parece distópico en esa propuesta, pensando en que ojalá no nos toque compartir ese paisaje por redes más temprano que tarde, estando tan distantes unos de otros. Por otra parte, considero que en esa participación del público que plantea hay un relacionamiento donde el campo del arte está actualizando sus herramientas con la inclusión y uso de los medios comunicacionales como instrumento artístico y como parte de su campo de acción. Y eso sucede insertando en ellos la reflexión y el discurso plástico en ese mediador, como ocurrió con la radio, el teléfono y el telégrafo. Creo que en el trabajo de Hayfer hay esa actualización y ello implica como las reflexiones y las poéticas van expandiendo el campo consiente de la creatividad humana. De pronto es somero, pero ahí hay una poética 2.0 que es un claro indicio de por dónde vamos como especie. Y en cuanto la “inmersión” matérica en un elemento del paisaje (el agua del Mar Caribe) conlleva a una desmaterialización de éste en unos códigos informáticos donde el intercambio social se recompone en una especie de “bautismo colectivo” donde los participantes vivencian separadamente la experiencia del paisaje y se congregan en un hipervínculo social, global… como ese paisaje.

Con Leonardo conversé antes de reunirnos en la Sala Mendoza y eso me permitió comprender su propuesta en perspectiva y en contexto. Yo he venido viendo algunos puntos en la evolución de su trabajo y pienso que viene insistiendo y profundizando conscientemente en una reflexión donde lo orgánico traslada sus motivos para volverse una operación artística donde él asume el rol de bioanalista de esa poética propia de aquello natural, unido y viviente con lo que trabaja. Estábamos en la universidad cuando tuve claro por sus propuestas de trabajo corporal su interés en esos procesos pacientes, propios de aquello destinado a permanecer. El trabajo reciente que muestra en la Galería Braulio Salazar contiene ese mismo componente donde él, sus soportes y medios operan en consonancia con la naturaleza. En esos trabajos con el cuerpo, donde se transformaba en oruga, ya estaba la semilla de esas cartografías imaginarias hoy tejidas por termitas. Y en esta edición del Premio Mendoza tengo el honor y el gusto de compartir sala con un compañero de clase cuyo trabajo se abre hacia la comprensión de una gráfica donde lo sutil de aquello químico, orgánico, vuelve (mediante la imprenta en esta ocasión) a ser protagonista de esas transformaciones de fondo y forma, donde el adentro del cuerpo y la otredad del entorno evocan desde el racionalismo científico del dato y la muestra la serenidad perdida de un mundo que desconoce esos procesos que él traduce bien en una matriz de impresión, o bien directamente en la cama de la prensa gráfica para mostrarnos las reacciones pacientes y propias de la esencia humana y el mundo que le cobija. Pienso que su trabajo se inscribe en ese escenario enfocado en plantear y actualizar sus propias investigaciones, vinculadas con la comprensión del arte como territorio de vivencias personales donde se refleja la intención de redimirnos, aunque sea momentáneamente, de nuestra experiencia afanada del mundo inmediato. La contemporaneidad en el trabajo de Leo se hace patente cuando nos muestra una paleta de color que no viene del paisaje externo, sino del paisaje disgregado en las moléculas de las ácidas frutas y alimentos que nos dan sustento, del salitre que hace el arraigo de la piel, del fluido que entregamos a la tierra cuando nos ha dado sustento y que nos conecta con ella en un límpido sistema del que constantemente nos distanciamos. Esta propuesta posee esa paciencia que, sin ser simplista, se maravilla en lo sencillo, en esa alegría sincera que en ocasiones nos llena tanto.

9. ¿En qué medida crees que esta edición ha significado un cambio? ¿En qué medida crees que sigue siendo más de lo mismo?
No creo que sea más de lo mismo. Pienso que desde la dinámica del jurado para la selección de los participantes (tener doce curadores y un coleccionista), en el enfoque de dicha selección y en el manejo de la museografía hay un cambio en las dinámicas en que se ha dado esta muestra. Considero que son variables más que suficientes para que esta edición sea muy diferente a lo que ha venido siendo el Premio Mendoza. Y eso es positivo, porque las convocatorias necesitan renovarse.

Las convocatorias de arte han solido manejarse “a puerta cerrada” de una u otra forma. Y pienso que ésta en todo sentido ha sido diferente: hay pluralidad desde la selección y eso está presente en la muestra, el grupo que seleccionó las propuestas, los planteamientos en sí y las voces y las reflexiones, que son igualmente diversas. Y eso era necesario: pluralidad y no polaridad ni parcialidad. Personalmente, el diálogo con los otros artistas participantes ha impreso un sello de intercambio a mi participación en la convocatoria y eso es nutritivo. Sí me llama mucho la atención que se haya convocado a doce curadores para seleccionar los contenidos de este Premio Mendoza. ¿Tan enfermo está el arte que necesita doce chamanes para sanarse? ¡Esto implica una ruptura!

10. ¿Crees que el arte contemporáneo debe revisar algunos de sus aspectos actuales, viendo hacia la tradición y los clásicos? ¿Cuáles y por qué?
Creo que el arte contemporáneo es una constante revisión y cuestionamiento de sus aspectos y en ello radica su esencia. Para mí, arte contemporáneo es cuestionar su tiempo, sus medios y sus razones desde las voces propias de su tiempo, apuntando a construir y a sumar. Ver hacia la tradición y los clásicos implica hacerlo con el entendimiento de lo que son: fundamentos que deben entenderse como ópticas que forman parte de una realidad puntual, histórica, generacional… que inexorablemente está cambiando. Y es en ello en lo que son sustancialmente válidos los discursos que construyen la contemporaneidad: porque pertenecen a su época.

Lo que soporta la noción de contemporaneidad es que sus actores ven su tiempo y a sí mismos sin piedad. Si hay algo que debe revisar el arte contemporáneo –constantemente– son sus discursos y lo que los fundamenta, así como sus mecánicas y sus principios, comprendiendo el arte como ese territorio de debates, interrogantes, encuentros y desencuentros en cuyo contexto los artistas fungen como sintonizadores de su realidad inmediata; cualquiera que sea.

11. ¿Puedes nombrar a tres artistas que te habría gustado ver incluidos dentro de la convocatoria y, lamentablemente, no quedaron seleccionados?
Evidencio mi ignorancia, pues desconozco quiénes atendieron a esta convocatoria.

12+1. ¿Hacia dónde y cómo crees que puede expandirse la idea que sirve de base a tu pieza, en caso de que resultes ganador de la residencia en Lugar a dudas, en Cali (Colombia), con la que se premiará al ganador?
Me intriga escuchar como pudiera sonar esa flora caleña…

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Éste es el audio disponible en la Sala Mendoza mediante el cual Jesús Moreno agencia, en su propia voz, una aproximación a su obra. La Edición 12+1 del Premio Eugenio Mendoza estará expuesto desde el 25 de enero hasta el 22 de marzo de 2015.

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