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2015 y una extraordinaria vida común; por Sumito Estévez

Sumito Estévez Con Valentina Quintero

Soy hombre de rituales, manías y obsesiones. Son tres aristas de un mismo triángulo donde la rutina es importante. Y quizás por eso diciembre es como un parque de diversiones para mí.

Suspirar diciendo ya se acabó el año con fingida sorpresa, pensar que ahora sí estoy cansado, contar los días para las vacaciones, comer la primera hallaca del año y decir justo en ese momento “¡Ahora sí empezó la navidad!”, ver que llega la cuenta de la renovación del seguro médico, dejarme crecer la barba hasta enero, planificar regalos, prometer cosas para el próximo año, jurar que no quiero fiesta y hacerla, darle rienda a la melancolía…

Todo es parte de un guión predeterminado que necesito, atesoro y trato de cumplir con disciplina espartana cada año. Y una parte importante de esos rituales es resumir.

Me gusta resumir.

Para mí no existe diciembre sin mi listado de haberes y deberes: soy un nostálgico empedernido, uno de bolero y ron, y esta lista que hago cada año es como savia decembrina.

2015 no la puso fácil. Fue un año difícil para todos, visto a través de cualquier prisma que escojamos. En este año pasé momentos horribles, minutos que se volvieron horas y luego días. Instantes que hubiese querido borrar de mi vida. Sin embargo, es más fuerte mi necesidad de resumir, así que decidí acometer mi viejo ritual y ser metódico, aunque pudiese reabrir heridas.

En tiempos digitales es raro que alguien no deje huella de sus pasos. Algunos somos mas exhibicionistas que otros, pero todos vamos dejando migajas que permiten redescubrir los pasos andados.

En mi caso se trata de la red social Instagram, así que me fui por el camino fácil: me puse a ver todas las fotos que publiqué durante este año. Otros, imagino, podrán hacerlo gracias a su muro de Facebook, sus tuits, los artículos publicados, las fotos en el celular y hasta desde el historial de visitas de Google.

Migajas, migajas, migajas. Burusitas de los días vividos.

Encontré, por ejemplo, que la primera foto de 2015 mostraba que esta revista web Prodavinci me abrió sus puertas virtuales para que fuese uno de los columnistas ¡El 5 de enero publiqué mi primer post y todavía se me eriza la piel con sólo recordarlo!

Restaurante nuevo2015 es el año en que comencé a construir mi primer restaurante. Había sido empleado y socio de varios, pero uno donde los ladrillos sean herencia para mis tres hijos y mi única socia, mi esposa, no había llegado a mi vida hasta ahora. No se cuándo abriremos, pero vamos viendo ladrillo a ladrillo subir el muro de nuestro castillo familiar.

2015 es el año en que encajaron los engranajes que desde hace algunos años veníamos aceitando entre muchos y despegó el gran movimiento de emprendedores gastronómicos en Margarita.

2015 es el año en que el colectivo cultural Margarita Gastronómica llegó claramente a la madurez, pasando a ser sustentable y sostenible. También vi cómo (por quinto año consecutivo) uno de los premios de la Academia Venezolana de Gastronomía recaía en Margarita.

En 2015 nació la Fundación Fogones y Banderas, con la que becaremos a cocineros y financiaremos investigaciones. Ya tenemos RIF, proyectos, cuenta bancaría, estatutos, presidenta y una biblioteca convertida en oficina, lo que no es poco decir.

En 2015 escribí un libro que no es de recetas. Y el día que sentí el peso de las páginas encuadernadas que imprimimos en un cyber cercano me puse a llorar. Una editorial me rechazó y otra me recogió.

En 2015 vi despegar la marca Shape Design de joyas de mi hija mayor, mi niña pequeña comenzó la universidad, y a mi hijo menor toda la familia le regaló el pasaje para ir a Europa y fue okupa en un edifico abandonado en Turquía.

En 2015 mi voto ayudó a construir y no a separar.

En 2015 quise irme del país y decidí quedarme. Fue duro querer irme y duro querer quedarme, pero al final quemé las naves: puse hasta el último huevo en la cesta llamada Venezuela y me dispuse a amar hasta el infinito sin plan B.

En 2015 hice nuevos amigos entrañables y eso es muy raro cuando se tienen 50 años. Por cierto: también es el año en que cumplí 50 años y fue un cumpleaños muy bonito.

2015 es el año en que Valentina Quintero y yo comenzamos a trabajar juntos. Vamos a recorrer este país de punta a punta, contando una Venezuela que se construye y que reconstruye. Bautizamos nuestra amistad de treinta años en una poza que forma el Salto Ángel.

2015 es el año en que me bauticé católico y pude escoger a mis padrinos. También el año en que conocí a Rafael Cadenas. Hay mucha poesía en ambos casos.

2015 es el año en que salió mi app de recetas para celulares. Fue un fracaso, pero a mí me encanta. También empecé mi colección de rones venezolanos. Me regalaron muchos libros. Pude dar mi primera conferencia en inglés.

Nuevas Recetas2015 es el año en que salí de un período largo de sequía creativa y comencé a inventar un montón de platos. También comencé a esbozar la maqueta de mi próximo libro de cocina. Vi fotos de mis nuevos platos y salivé. Buen augurio.

Estas escenas están fotografiadas. Es un año normal, común, tan parecido al de cualquier otro, tan lleno de cumpleaños, transformaciones, hijos que crecen, dudas que asaltan y nuevos proyectos.

Es cierto que en mi resumen ayudó mucho la red social de fotografías Instagram: sirvió de filtro natural y eso es tan sencillo como raro… o al menos inusual: que alguien suba fotos de lo feo o de lo triste que le pasó.

Ya lo dije al principio: 2015 también es un año en que pasé momentos terribles. Pero tenía dos opciones a la hora de mi ritual de diciembre: o los recordaba al hacer el resumen de mi año o entendía que todos tenemos una vida común, pero sobre todo una vida que también es extraordinaria.

Feliz 2015, queridos lectores. Ahora los invito a aprovechar estas fechas para recorrer migajas y regresar a ese espacio íntimo donde amamos y somos amados. Vale la pena.