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Reseña: ‘It’ trae de regreso al payaso asesino de Stephen King; por A. O. Scott

Por A. O. Scott | 13 de septiembre, 2017
warnes-bross

Fotografía de Warner Bross

the-new-york-timesEn el centro del pueblo, a fines del verano de 1989, la marquesina del cine en Derry, Maine, anunciaba Pesadilla en la calle del infierno 5 de Wes Craven. Este es un detalle preciso de la época, y también una declaración de afinidad, si no es que un auténtico homenaje. It, la adaptación de Andy Muschietti basada en la novela de Stephen King, pertenece a la misma tradición de películas de terror ambientadas en pequeños pueblos, como la franquicia de Craven, aunque la cuestión de la influencia es como el dilema del huevo o la gallina.

El payaso Pennywise, el depredador designado de It (interpretado por Bill Skarsgard) es, al igual que Freddy Krueger, un avatar de los más profundos miedos de la infancia. Y, como Freddy, también es la manifestación letal y literal de la maldad en el mundo. Como tal, tiene el potencial para producir un sinfín de secuelas y está de regreso.

It, dirigida por Muschietti a partir del guion de Chase Palmer, Cary Fukunaga y Gary Dauberman, es el segundo fruto que cae del mismo árbol. La novela de King, publicada en 1986, tuvo una adaptación para la televisión en 1990. El nuevo filme, una mezcla magistral de nostalgia y efectos espeluznantes, con el impacto visual de las artimañas digitales de la pantalla grande y las libertades de la clasificación C, aún tiene el reconfortante encanto de lo familiar.

La pandilla de niños inadaptados de los años ochenta —que se enfrentan al payaso y al horror más profundo que representa— evoca tanto al grupo de estudiantes de secundaria de la reciente serie de televisión Stranger Things (un miembro del elenco actúa en ambas) como a la intrépida hermandad de Stand by Me, seguramente una de las mejores cinco adaptaciones fílmicas de Stephen King jamás hechas.

Podemos discutir en torno a las otras —me alegra defender la menospreciada Christine de John Carpenter—, pero esta versión de It no termina de alcanzar ese nivel. No obstante, los cineastas honran las dimensiones infernales y pastorales de la inconfundible visión literaria de King. Derry, con sus escaparates de ladrillo rojo, sus rarezas y detalles, parece un lugar genuinamente bueno para vivir, a pesar del hecho de que sus ciudadanos, sobre todo los niños, desaparecen o aparecen mutilados con una frecuencia alarmante.

La maldad supernatural que encarna Pennywise es incitada y hasta cierto punto camuflada por el horror humano ordinario que también aflige a Derry. Además de los payasos amenazantes, los leprosos fantasmagóricos y las pinturas espeluznantes que cobran vida, el pueblo es el hogar de una espantosa diversidad de hostigadores (Nicholas Hamilton interpreta al peor), chismosos y padres abusivos.

Contra estas fuerzas —tanto lo banal como lo diabólico— It reúne a un escuadrón de cazafantasmas preadolescentes tan variado como un pelotón de infantería de la Segunda Guerra Mundial. El líder es Bill (Jaeden Scott), un chico melancólico y considerado; su hermano menor es Georgie (Jackson Robert Scott), a quien Pennywise arrastró hacia las profundidades de una alcantarilla. Los camaradas de Bill —se hacen llamar el Club de los Perdedores— incluyen a un ñoño parlanchín (Finn Wolfhard) y a un niñito de mamá que le tiene fobia a los gérmenes (Jack Dylan Grazer), además de un niño judío (Wyatt Oleff), un niño negro (Chosen Jacobs) y un niño nuevo (Jeremy Ray Taylor). También hay una niña. Bev (Sophia Lillis), quien se vuelve parte de un tierno y aliterado triángulo amoroso en el que se involucran Bill y el niño nuevo, que se llama Ben.

Como muchos niños de verdad —incluso en 1989, incluso en Maine—, dicen groserías. También experimentan la libertad y el peligro de crecer en los días previos a los celulares, los cascos de bicicleta y los padres sobreprotectores. Lo aterrador de It, para ellos y para la audiencia, también es divertido. El grupo pasea libremente a través de los campos y los bosques que rodean Derry, jugando a ser detectives hasta que las fuerzas de la oscuridad se revelan con tentáculos viscosos y múltiples filas de dientes afilados y voraces.

Con eso no estamos revelando nada sobre la trama, simplemente es una paradoja. La esencia de It no es el payaso, sino algo parecido a una vagina dentada al estilo de H. R. Giger que es mucho menos aterradora que Pennywise, con su voz aguda y sus globos rojos, así como los otros espectros que parecen salir de las psiques jóvenes y sensibles.

Conforme el diseño de las criaturas se ha vuelto más fácil y complejo, gracias a las técnicas digitales, también se ha hecho menos imaginativo. Los monstruos del cine cada vez se parecen más entre sí y parece que las películas de géneros distintos quedan encasilladas en lo que ya hemos visto. La secuencia climática de It sacrifica lo escalofriante de los filmes de terror a favor de los momentos explosivos de las películas de acción, al montar una gran pelea en un espacio cavernoso. Bien podríamos estar viendo a superhéroes.

Pero es un alivio que no sea así. El joven elenco tiene buena química, sobre todo el trío de Ben, Bill y Bev. Lillis se gana la referencia a Molly Ringwald que pícaramente aparece en el guion como un guiño a aquellos en la audiencia que aún recuerden los años ochenta. Esa era una buena época para estar aterrado.

***

Este texto fue publicado originalmente en el portal web del New York Times en Español. Haga click aquí para ver el artículo original. 

A. O. Scott 

Comentarios (1)

H.Augusto Pietri
14 de septiembre, 2017

Esta reseña tiene algo q ver con Venezuela ? Lo digo por el título…..espeluznante después de 120 días de terror.

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