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De “El socialismo como problema” de Petkoff a “Persona non grata” de Edwards; por Alberto Hernández

Por Prodavinci | 6 de septiembre, 2017
Invasión soviética a Praga en agosto de 1968 / Fotografía de Josef Koudelka

Invasión soviética a Praga en agosto de 1968 / Fotografía de Josef Koudelka

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Muchos fueron los eventos que se desprendieron de aquel ya lejano 21 de agosto de 1968. Muchos fueron los acontecimientos que cimbraron el mundo y lo colocaron en una suerte de balanza, en una especie de cálculo vital en procura de un equilibrio que tardaría unos años más para despejar el camino hacia las libertades públicas e individuales, secuestradas por el “socialismo real” impuesto por Stalin y sus perros rabiosos instalados en el Pacto de Varsovia. Todos estos hechos del 68 incidieron en nuestros golpeados pueblos de América Latina, hundidos en dictaduras, unos, y otros en la línea de flotación de frágiles procesos democráticos, los cuales se fundieron con la molestia provocada por las tropas rusas cuando penetraron en la hermosa ciudad de Praga, envuelta en la “Primavera” creada por el primer ministro Dubček y celebrada por todo el mundo civilizado. Venezuela no fue la excepción. Ese año —y el que le siguió— destacaron en una efemérides que recuerda el nacimiento del libro Checoslovaquia. El socialismo como problema, editado por el sello “Domingo Fuentes” en una Caracas aún respirable, con aires campechanos y muchos de los techos rojos que la hacían la Sultana del Ávila. En efecto, el libro de Teodoro Petkoff iluminó el campo minado de la política venezolana, toda vez que se encargó de vitalizar la discusión en el campo de la izquierda nacional. Petkoff, militante del Partido Comunista de Venezuela, abrió las espitas para que se hablara de un “socialismo con rostro humano”. De esa experiencia, de ese ensayo, nació posteriormente la organización bautizada con el nombre de Movimiento al Socialismo. Pero antes sucedieron muchas cosas que aún resuenan en nuestros oídos.

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200 mil soldados y 5 mil tanques del Pacto de Varsovia invaden el país. La emoción provocada por los cambios que Alexander Dubček había impulsado desde el 5 de enero de 1968 quedó grabada en las mentes de los jóvenes que voceaban las consignas contra la represión. En ese marco nace Checoslovaquia. El socialismo como problema, del economista, y militante comunista para la época, Teodoro Petkoff, quien abrió una discusión cuyo punto de origen estuvo en esa remota ciudad europea, agredida por los partidos comunistas, con la excepción del de Rumania. La buscada independencia de los checos y eslovacos fue duramente golpeada por los líderes soviéticos, quienes —sin querer— anunciaron que la Guerra Fría también podía ser arrasada por las fuerzas antes apagadas por la propaganda oficial. Se anunciaba, entonces, un “socialismo con rostro humano”, fondo también del libro de Petkoff, quien dividió las opiniones de la izquierda venezolana y partió por la mitad la poca argumentación de un PCV desleído. Así, nace el MAS y una nueva manera de ver el mundo. En el prólogo para la edición de Monte Ávila Editores de 1991, Petkoff afirmó: “Personas de distintas franjas del espectro político nacional, buena parte contemporáneos del autor, pero también muchos jóvenes curiosos, aprovechan cada episodio de los que vertiginosamente se producen en el mundo comunista, para recordar la que alguno de ellos denominara ‘esa notable anticipación’, y para inquirir por la posibilidad de una reedición”. Esa notable anticipación es lo que hace relevante el libro del político y pensador venezolano. Precisamente porque rompe el claustro de aquella izquierda anquilosada, vieja, anacrónica, repetitiva, aduladora y convencida de que en Moscú estaba el paraíso, como actualmente otros creen que se halla en Cuba. Venezuela fue un verdadero revuelo de ideas. Petkoff se llevó parte de la juventud mejor dotada. Crea una organización y favorece la discusión para la invención de una izquierda democrática, sí, “con rostro humano”. Es decir, “la idea de un proyecto socialista alternativo al burocrático policial y totalitario que desde la URSS se había extendido a todo el llamado “campo socialista” —que luego comenzó a ser denominado “socialismo real” y que para el ciudadano común era, simple y llanamente, “el comunismo”. No en vano el autor de Checoslovaquia. El socialismo como problema [1]  llegó a decir que “la tragedia checoslovaca constituye un hito miliar en la larga historia de la teoría y la práctica del socialismo y del cambio revolucionario”.

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Mientras tanto, Cuba insistía en la locura soviética. Pocos años antes, la crisis de los misiles la había convertido en protagonista de la misma estupidez llevada adelante por el Comité Central del PCUS. Nada, la isla de Fidel Castro estaba sometida a los designios de los dinosaurios de Moscú, razón por la cual —atendiendo a los rigores de la Guerra Fría— intentaba extender por Suramérica y parte de África una experiencia a todas luces fracasada, una dictadura que se ha quedado sola en el concierto de las naciones. Mientras tanto, volvemos, en Venezuela la mayoría de la militancia comunista tomaba otros rumbos. En ese interregno, dos años después, se dieron los hechos de los intelectuales cubanos, la llegada al poder de Salvador Allende y el arribo del escritor y diplomático Jorge Edwards a la isla como embajador de Chile en esa desportillada nación caribeña. Comenzaría otra experiencia con claro origen “checo”, toda vez que los protagonistas no podían despegarse de las esperanzas creadas por Dubček y por aquellos jóvenes cuya primavera aún resuena, pasados cuarenta años, en los oídos del mundo. “Persona non grata” es un claro ejemplo de aquellos movimientos que despertaron la política latinoamericana. Jorge Edwards, a raíz de los acontecimientos internos con los escritores de la isla, encarcelados unos, silenciados otros por el aparato policial del régimen. En este marco, donde Fidel, Allende, Neruda, Lezama Lima, entre otros, resaltan en la acción no ficticia, conforman este libro que —sin la menor duda— es hijo de aquellos acontecimientos de Praga que se sembraron en América Latina y el resto del mundo. El libro fue iniciado en los primeros días de abril de 1971, cuando Heberto Padilla continuaba preso, en lo que parecía el comienzo de una represión en mayor escala contra los medios intelectuales cubanos, y yo, sin que hubiera existido una declaración formal de persona non grata, pero considerado, sí, por primera vez en mi carrera, como persona poco grata e incómoda, acababa de salir de Cuba e iniciaba mi trabajo de ministro consejero en París… Estas líneas, tomadas de “Persona non grata” (Barral Editores, Barcelona, España, 1973), revelan eventos que estaban concatenados: los intelectuales cubanos estaban conectados con los sucesos de Praga y con los de París. El llamado Mayo Francés también había provocado en este lado del mundo un pequeño incendio que se convertiría con los años en un gran incendio ideológico. A 44 años de aquellos hechos, en Venezuela se sienten las palabras escritas por Teodoro Petkoff en su ensayo: Desde ese momento mismo se abrió un debate que aún no cesa. Las aguas se dividieron entre quienes rescataron, para sí y para el movimiento mundial que contribuyeron a crear, el antiguo nombre de “comunistas”, que alguna vez Marx mismo había utilizado durante un breve período y con el cual había apellidado a su famoso Manifiesto, y quienes permanecieron fieles a la tradición evolutiva y electoral de la socialdemocracia occidental… La Doctrina Brezhnev dio pie, con la invasión a Checoslovaquia y el atentado criminal contra la Primavera de Praga, a la Doctrina Sinatra, liderada por Mijaíl Gorbachov en los años 80, que cerraría —con la ayuda también de muchos dirigentes políticos y del Vaticano— las puertas del Pacto de Varsovia y el régimen comunista entronizado en parte de Europa. No en vano, el polvo levantado por la caída del Muro de Berlín también tuvo su impulso en aquellos sucesos de agosto de 1968, hace cuarenta años.

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[1] Este ensayo de Petkoff fue publicado posteriormente en el tomo El socialismo irreal, Editorial Alfa, Caracas, 2007. (Texto traducido al checo en agosto de 2008 y publicado en Praga, a propósito del 40º aniversario de este evento que conmovió al mundo).

Prodavinci 

Comentarios (4)

Eduardo
8 de septiembre, 2017

Sin embargo en 1968 la fascinación por la revolución cubana era poco menos que general incluso entre personas que hoy en día se consideran como sus más tenaces críticos. A nosotros nos toco que sean precisamente los más encandilados por el proceso cubano sean precisamente quienes nos estén gobernando hoy.

Estelio Mario Pedreáñez
12 de septiembre, 2017

En Hispanoamérica la Contrarreforma caló hondo, tanto que los líderes políticos y nuestros “grandes intelectuales” generalmente están desfasados de la realidad en proporción de décadas (y ahora hasta de siglos) y sienten temor, odio, desdén o desprecio a la lectura, lo que explica que durante años y años negaran la realidad de los hechos ante el grave fracaso de las ideologías totalitarias (un gravísimo retroceso para la Libertad y la Dignidad de la Humanidad), y aunque ya nadie se entusiasma con el Nazismo y el Fascismo, si lo hacen con el Comunismo, esas tres caras del Totalitarismo. El camarada León Trotsky publicó en 1940 “La Revolución Traicionada”, en 1955 Nikita Krushchov denunció ante el mismo XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética los crímenes de Stalin. En 1956 los tanques soviéticos invadieron Hungría. En 1965 la Cuba de los Reyes Comunistas (Dinastía Castro) ya era un país de esclavos alquilado a la Unión Soviética y vivía del subsidio. Y nunca se enteraron

Estelio Mario Pedreáñez
13 de septiembre, 2017

Ante las grandes injusticias sufridas por las sociedades humanas, organizadas sobre la fuerza y las desigualdades, surgen las luchas por erradicarlas (la mayor injusticia, la esclavitud, en la milenaria Historia de la Humanidad apenas fue abolida en el siglo XIX, más por la invención de la máquina de vapor que por acción de muchos “libertadores”, algunos hasta “amos” de esclavitudes), y para promover las luchas contra tales injusticias propusieron modelos ideales, las famosas “utopías”, para reorganizar las sociedades humanas. Y error: Miraron y admiraron a la Esparta de los antiguos griegos, el primer Estado Totalitario que registra la Historia (reformado para asegurar la esclavitud de poblaciones y territorios conquistados), y vieron a los “Iguales” (los “Homoi”) como los “Hombres Nuevos”, que fueron adoctrinados esclavos del Estado 700 años antes de Cristo. Francois Babeuf en 1795 publicó en París su “Manifiesto de los Iguales” y Karl Marx lo copió en 1848 (“Manifiesto Comunista”).

Rodrigo Yserte
19 de septiembre, 2017

Estos dos excelentes libros nos hacen entender la diferencia entre el socialismo real y el socialismo utópico, este último lamentablemente no se ha conocido en el mundo, mientras el otro ha tenido consecuencias terribles donde se ha implantado.

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