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¿Cuándo se irá Kabila? El líder congoleño se aferra a la presidencia

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KINSHASA, República Democrática del Congo — En el Congo lo están llamando le glissement. En español significa “el deslizamiento” y se refiere a la posibilidad de que no se convoquen elecciones mientras el presidente Joseph Kabila se las arregla para extender un gobierno de 16 años que lo ha enriquecido junto con sus compinches, aunque ha hecho muy poco por los ciudadanos.

Se suponía que el impopular Kabila, de 46 años, dejaría el poder el 20 de diciembre cuando finalizaba su segundo periodo presidencial, tal como lo establece la Constitución. No obstante, se negó a hacerlo, lo cual ha desencadenado una profunda crisis política y económica que podría terminar en caos y violencia.

“El presidente debe irse”, opinó Fiston Ntumba, de 27 años, un conductor de mototaxi en Kinshasa, la capital. “Quedándose, está buscando la guerra. Así que también nosotros hemos decidido ir a la guerra”.

Un estallido civil en Congo, un país casi del tamaño de Europa del Este, podría desbordarse y afectar a las nueve naciones colindantes. A fines de la década de los noventa, los países vecinos se vieron afectados por lo que se convirtió en la Gran Guerra de África, un conflicto bélico que causó la muerte de millones de personas.

Una figura clave en ese conflicto fue Laurent-Désiré Kabila, el padre del presidente actual, quien llegó al poder en 1997. Joseph Kabila se convirtió en el líder del país en 2001, después del asesinato de su padre.

En días recientes, el ambiente era tenso en Kinshasa pues los habitantes se preguntaban si Kabila honrará el pacto que le permite conservar sus funciones hasta el final de este año mientras el país se prepara para las elecciones.

En diciembre, un influyente grupo de obispos católicos, la Conferencia del Episcopado Nacional del Congo, negoció un acuerdo para establecer un gobierno transicional que convocara elecciones al final de este año. Desde entonces, Kabila ha venido reestructurando su Gabinete y eligió a una importante figura de la oposición, Bruno Tshibala, como primer ministro.

Sin embargo, el calendario de los preparativos para la elección no se ha cumplido. En una entrevista reciente con un periódico alemán, Kabila declaró que en el pacto de diciembre “no había prometido nada”. La comisión electoral intensificó la sensación de incertidumbre al afirmar que probablemente sería imposible celebrar a tiempo los comicios, debido a la falta de fondos y a los disturbios en la región central de Kasaï.

Los diplomáticos que participaron en las negociaciones opinan que el tiempo se está acabando y las oportunidades para negociar la salida pacífica de Kabila disminuyen día a día.

El Congo es extraordinariamente rico en recursos naturales. Es el productor de cobre más importante de África y una fuente vital del cobalto usado en las baterías recargables y teléfonos inteligentes. Tiene grandes cantidades de diamantes, oro, petróleo, madera y uranio. A pesar de todo eso, la economía se está desplomando.

La lista de desgracias que enfrenta el Congo, un país que nunca ha experimentado una transición pacífica de poder, va más allá de lo económico. Una guerra civil entre tropas gubernamentales y los opositores de Kabila está propagándose en el centro del país, donde se han descubierto al menos 80 fosas comunes desde el año pasado y más de un millón de personas han sido desplazadas. Dos expertos de las Naciones Unidas que fueron enviados para investigar fueron asesinados en marzo.

Actualmente, la violencia se ha extendido a Kinshasa. Apenas la semana pasada, un grupo de hombres atacó Le Grand Marché, un popular mercado, donde mataron al menos a tres agentes de policía. También encontraron degollado al administrador del mercado y se dice que era partidario de Kabila. En mayo, una gran fuga permitió que más de 3000 prisioneros quedaran libres por las calles.

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Fotografía de Pascal Maitre para National Geographic

La aversión hacia Kabila es tanta que algunos de sus compatriotas recuerdan con cariño a Mobutu Sese Seko, un antiguo dirigente del país conocido por reprimir despiadadamente a sus oponentes y su insaciable apetito por los lujos, los cuales pagaba con una corrupción a gran escala. A diferencia de Kabila, Mobutu aparecía en público y daba conmovedores discursos.

La situación ha empeorado tanto que se escuchan rumores de un golpe de Estado en los círculos diplomáticos e incluso en el propio partido de Kabila, conocido como la Alianza para la Mayoría Presidencial. Kabila disfruta de la protección de su formidable Guardia Presidencial, un ejército personal vehementemente leal compuesto por unos 40.000 miembros que ejecutan brutales medidas de represión bajo sus órdenes.

Ha dividido hábilmente a la oposición, la cual se vio debilitada por la muerte de Étienne Tshisekedi este año, líder durante 40 años de la resistencia en contra de tres presidentes: Kabila, su padre y Mobutu, quien orquestó un golpe de Estado cinco años después de la independencia de Bélgica en 1960 y fue depuesto por el viejo Kabila en 1997.

Meses antes de la muerte de Tshisekedi, Kabila propuso un puesto ministerial al médico personal de su opositor. Los críticos opinan que fue una treta para vigilar el deterioro de la salud de Tshisekedi e idear maneras de extender su régimen.

Uno de los principales contendientes para asumir la presidencia, Moise Katumbi, personaje popular y antiguo aliado de Kabila, no ha puesto un pie en el país durante más de un año. Si lo hace, enfrentaría una condena en prisión por cargos en su contra que, asegura, tienen motivos políticos. A pesar de las acciones que ha llevado a cabo para permanecer en el poder, Kabila se encuentra cada vez más aislado y acorralado.

“Ha impuesto todas estas medidas provisionales para retrasar la elección”, comenta Jason K. Stearns, director del Grupo de Investigación sobre el Congo en la Universidad de Nueva York y autor de Dancing in the Glory of Monster, libro sobre la guerra en este país. “No ha podido cambiar la Constitución para permanecer en el poder ni ha encontrado un sucesor de confianza. Así que solo le queda hacer tiempo”.

Los mismos obispos católicos que intentaron negociar el pacto, exasperados por la falta de compromiso de Kabila, hicieron en junio un llamado sin precedentes a que el pueblo “se levante” en contra del gobierno. Los funcionarios insisten en que la crisis económica es la que está obstaculizando el proceso electoral.

Fotografía de AFP

Fotografía de AFP

“Cuando no hay dinero, se debe dar prioridad a la solución de la crisis económica, no a las elecciones, ¿no le parece?”, sostuvo Theophile Mbayo Kifuntwe, consejero político de Kabila.

Cuando asumió la presidencia en 2001, después de que un guardaespaldas asesinó a su padre, Kabila era considerado una gran esperanza para el país. Uno de sus logros más importantes fue un tratado de paz con los países vecinos después de una guerra devastadora. Además, atrajo la inversión de compañías mineras internacionales.

Sin embargo, según quienes lo conocen personalmente desde hace mucho tiempo, Kabila amasó tanta riqueza que no está dispuesto a abandonar su posición, aunque esto signifique más derramamiento de sangre.

El país “lo hizo sentir invencible. Así que, ¿para qué irse?”, explicó Francis Kalombo, quien conoció a Kabila cuando era joven y solía ser uno de sus consejeros más cercanos hasta enemistarse con él en 2015. Kabila no estuvo disponible para hacer comentarios antes de esta publicación.

Al igual que el rey Leopoldo II de Bélgica, quien gobernó el país como si fuera su feudo personal por más de 20 años hasta 1908, Kabila y su familia están operando el Congo como un cajero automático gigante, afirmó Kalombo. Kabila “es un hombre de negocios y el Congo solo le sirve para hacer transacciones comerciales”, añadió.

“El pueblo congoleño no significa nada para él”, concluyó.

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Este texto fue publicado originalmente en el portal del New York Times en Español