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Testimonios de médicos y pacientes sobre la crisis de salud; por Indira Rojas y Andrés Kerese

Profesionales de la salud y pacientes manifestaron el lunes 22 de mayo de 2017 contra la crisis sanitaria en la “Marcha por la salud y la vida”. La protesta, convocada por la oposición, partió de Parque Cristal con intenciones de llegar al Ministerio de la Salud en el oeste de Caracas. Los médicos y especialistas exigieron al Gobierno soluciones frente a la falta de insumos y equipos en los hospitales, mientras que los pacientes advirtieron que la escasez de medicamentos compromete su calidad de vida. Algunos marcharon en representación de familiares quienes, debido a su enfermedad, no pudieron asistir a la convocatoria. Galenos y pacientes vociferaban: “No más balas, más insumos” y mostraban pancartas con sus denuncias. “La salud está en estado de coma”, se leía en una. “También nos están matando sin medicinas”, mostraba otra.

A continuación, compartimos 11 testimonios de manifestantes que marcharon por el derecho a la salud.

José Francisco Mata
61 años
Cirujano Oncólogo
Instituto de Oncología Dr. Luis Razetti

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Tengo 35 años ejerciendo como cirujano oncólogo. Lo más difícil es ver que los pacientes esperan turnos quirúrgicos, radioterapias o quimioterapias y no se les puede ofrecer los tratamientos oportunamente. En el Luis Razetti tuvimos casi cinco meses sin poder operar porque se robaron los cables que alimentan el sistema de succión de los quirófanos. Eso es algo que sólo lo puede hacer gente indolente. Cuando por fin se logró recuperar el cableado y poner a funcionar el sistema, apenas duró una semana porque los volvieron a robar. Para hacer cirugía conservadora de la mama es condición sine qua non darle radioterapia a la paciente. En el hospital nos hemos visto en la necesidad de hacer muchas mastectomías radicales porque sabemos que no van a recibir la radioterapia. El problema del cáncer es que no espera. Los tumores avanzan, siguen su camino. Agarran otros órganos. Cuando logramos operar, los pacientes deben esperar el tratamiento complementario y los medicamentos. Uno se siente impotente. Cuando los tratamientos no se hacen de manera oportuna o hay que interrumpirlos, aumenta la probabilidad de recaídas, de metástasis o incluso la muerte”.

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Mildred Varela
46 años
Paciente oncológica
Activista de la Asociación Civil Conquistando la Vida

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Tengo cáncer de mama. Fui diagnosticada en octubre de 2014 y todavía estoy en tratamiento. Ya tener la enfermedad es difícil, pero ser un paciente oncológico en Venezuela es una odisea. Dios es el que me ha dado la fortaleza para seguir. Uno intenta soportar la parte emocional y te dices a tí mismo: “todo va a pasar”, “voy a estar bien”. En las noches me dan ataques de pánico y se me quitan orando, porque ni siquiera puedo tomar un Rivotril para calmarme. ¡No lo consigues en ninguna parte! Me hago el tratamiento porque me han donado los bloqueadores hormonales, que necesito tomarlos por cinco años y debería conseguirlos en el Seguro Social. Uno va una y otra vez y te dicen que no hay. En lo que va de año sólo he podido retirar mis medicamentos en el Seguro Social una vez, a principios de abril, y eso fue porque los pacientes protestamos en la farmacia de alto costo. Ese día no me querían dejar pasar porque llevaba una camiseta descubierta. Un mototaxista que estaba allí me prestó su chaqueta. Entré a la farmacia oliendo a sol, ¡pero no me importó! Luego me dijeron que como mi récipe estaba un poco roto no me darían mi medicina, y les respondí que si no lo hacían me iba a poner a gritar. Y así fue que me la dieron. Uno está aquí, en la protesta, porque quiere luchar por su derecho a la salud, pero como paciente te duelen los huesos, tienes dolores de cabeza constantes y mucho reflujo”.

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Luis González
70 años
Padre de familia

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Soy diabético y necesito algunos de los medicamentos que ves aquí (muestra su pancarta). Tomo Glafornil o Sitaglis para la diabetes, Coversyl para la tensión arterial, Atorvastatina para que coagule la sangre. Encuentro mis medicamentos, pero tengo que caminar y caminar por diferentes farmacias, o las consigo con amigos y llamando a mi familia que vive en el interior. Pero llega el momento en el que lo que encuentro se me acaba, y no tengo cómo tratar mi enfermedad. A diario debería tomar dos pastillas para la diabetes, una en la mañana y otra en la noche, de 500 miligramos; pero a veces sólo puedo tomar una para poderlas rendir. Eso significa que estoy bajando la dosis del medicamento y eso no puede ser. Trato de hacer ejercicio, evitar los dulces y con estas caminatas (las protestas) sudo y eso me ayuda. Tuve suerte hace poco. En una de las marchas fui corriendo a una farmacia que había visto y pregunté por los remedios, y por carambola había Glafornil. ‘¿Cuánto me puedas vender?’. Me dijeron: ‘Dos’. Y las compré. También protesto porque mi mujer necesita medicinas para la tensión, y mi única hija, que tiene 30 años, no consigue anticonceptivos. Ella trabaja y está casada, pero con la situación como está todavía no quiere tener hijos”.

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Mensita Garroni
69 años
Paciente diabética
Jubilada del Ministerio de Educación

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Tengo 44 años con diabetes tipo uno y soy insulino dependiente. Esa enfermedad no tiene marcha atrás. Esto es un drama. Me están enviando la insulina de Bogotá desde hace ocho meses porque aquí no se consigue y eso que se trata de una medicina prioritaria. Me ayuda un familiar que vive allá, gracias a Dios, pero debemos pagarla en dólares. El frasco de Lantus (inyección de insulina) me cuesta seis dólares. Además debo comprar vitaminas para acompañar mi tratamiento. Vine a protestar con mi médico endocrino, él está aquí conmigo. Mi esposo lleva también un cartelito por mi hermano, que tiene Parkinson. En la familia vivimos aterrorizados. Tenemos mucho miedo de que mi hermano recaiga porque en Venezuela no hay medicinas para tratar la enfermedad. También las están enviando de Bogotá, toda la familia está abocada a que le lleguen las medicinas”.

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Alicia Larrazábal
22 años
Estudiante de Derecho

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Estamos aquí porque mi tía sufre de cáncer. Gracias a Dios hemos conseguido las medicinas en las redes sociales y a través de amigos y familiares que tienen contactos en la medicina. Sin embargo, debemos pagar por ellos un precio muy alto. Quiero con mi cartel hablar también por aquellos que no tienen la facilidad para encontrar los medicamentos a través de un contacto o que no pueden pagarlo a un bachaquero. ¡No es posible que no se puedan conseguir en las farmacias! Son largas colas en el Seguro Social para que, muchas veces, no nos puedan dar todas las medicinas que necesita un paciente oncológico”.

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Tamara Salmen
56 años
Pediatra especialista en Conducta y Desarrollo Infantil
Centro Médico Docente La Trinidad

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“El gran reto que he enfrentado en los últimos años es, primero, el dolor de la pérdida. El dolor que ha acompañado a tantas familias, no sólo por una pérdida física, sino por aquellos que se van de Venezuela. Los hogares se separan y se quebranta la salud familiar. En segundo lugar está el miedo que ha invadido a nuestros niños. No se trata de que no quieran salir a la calle o no quieran socializar, sino que incluso dentro de su casa se sienten inseguros porque no saben si les puede caer algo, o si alguien va a entrar a robar o hacerles daño. Además veo niños que tienen problemas académicos, diagnosticados con déficit de atención o trastornos de aprendizaje, que ameritan tratamiento con estimulantes cerebrales como Ritalin o Atomoxetina, que no se consiguen en el país. No sólo estamos sacrificando la salud física del niño, también su salud mental. Son niños que pudieran dar todo su potencial si tuvieran un tratamiento apropiado y no lo logran. Deben lidiar con la baja autoestima”.

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Denise Ruiz
61 años
Odontóloga

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Los materiales desechables que usamos son muy costosos y eso hace que el precio de la consulta se eleve. Ya muchos vuelven a los remedios caseros o recurren a inventos. Para el dolor de muela se meten buches de whisky, tengo un paciente que me dijo que se había colocado una cataplasma de concha negra de queso blanco y que era buenísimo, ya no recuerdo para qué, y otra se había colocado pintura de uñas en una cavidad de caries profunda. ¡Esa vio el diablo! Son cosas que creo que están empezando a formar parte de nuestro día a día. Debes hacer inventario de lo que tienes y, en función de eso, trabajas y también te apoyas en otros colegas. Le das el presupuesto a un paciente, se da cuenta de que es más caro el tratamiento que sacarle el diente y te dicen: ‘Entonces sáquemelo’. Estamos volviendo a las prácticas rudimentarias. Eso también ha conllevado a que el paciente termine en manos de doctores empíricos, que son más baratos, y luego sufren las consecuencias. Además, cuando le recetas al paciente un medicamento no puedes mandarle uno específico. Le digo: ‘el que consigas, pregunta en la farmacia para saber qué hay y luego yo te hago el récipe para poder comprarlo’. Pero seguiremos ejerciendo, y me bandeo como sea”.

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Edilia Velásquez
67 años
Cuentacuentos y promotora de la lectura

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Quienes sufren son mis familiares, que tienen problemas con la tensión y no consiguen nada. Ninguna medicina. Mi hermana tiene 72 años y está preocupada porque se le está acabando el medicamento, y tiene un sobrina que le prometió que se lo iba a conseguir en Colombia. Tengo una amiga, que nos conocimos hace muchos años, que tiene una enfermedad crónica que afecta sus músculos y su vida ha cambiado completamente. Ya no puede salir para tener una vida normal. Se la pasa todo el tiempo persiguiendo sus medicinas, incluso tuvo que viajar a Colombia. No puede dejar de tomarlas porque sus músculos dejan de funcionar. Ella podría morir por lo que padece. Vive en El Paraíso y no puede salir a marchar porque allá, en el oeste, están asediados por los colectivos. Ella antes hacía una esfuerzo y marchábamos juntas, pero ya no puede. Por eso estoy aquí. Gracias a Dios estoy bien de salud, pero estoy aquí por los que tienen problemas y por los niños que se mueren por falta de tratamientos. A mí me pegó mucho una imagen de un niño que vi en Facebook que sostenía el cartel que decía: ‘Quiero curarme. Necesito mis medicinas’. Eso es una injusticia, es actuar en contra de la humanidad. Es una guerra contra nosotros mismos”.

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Ricardo Parra
42 años
Residente del segundo año del Servicio de Gastroenterología Pediátrica
Hospital de Niños JM de los Ríos

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Tenemos dos años sin realizar endoscopias en el servicio de Gastroenterología porque el equipo está dañado y no tenemos respuestas ni de las autoridades del hospital ni de los entes externos para poder solventar la situación. Los niños de la unidad no pueden tener un tratamiento adecuado en el momento correcto que garantice su mejoría, y lastimosamente hemos visto morir niños porque no se les diagnosticó a tiempo su enfermedad o porque no pudieron ser tratados oportunamente. A la falta de endoscopio se suma la escasez de insumos y medicamentos que sufren todas las áreas. Somos un hospital de referencia nacional, y a diario vemos a uno o dos caídos. Es difìcil decirle a un familiar que el niño falleció, porque la familia está ansiosa de que ese niño vuelva a su vida habitual. Los médicos estamos allí pero no podemos actuar por la falta de insumos, y eso es lo que indigna a todo el personal de la salud”.

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Huniades Urbina Medina
58 años
Presidente de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría
Director del postgrado de Medicina Crítica Pediátrica
Hospital de Niños JM de los Ríos

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“Los pacientes que ingresan a Terapia Intensiva necesitan un soporte vital de algún órgano o de algún sistema. Cuando no tenemos cómo dar ese soporte por falta de cupos o de medicamentos, presenciamos en muchas ocasiones la muerte de ese paciente. Es una muerte asistida porque están los médicos allí pero no tenemos rayos X ni insumos. Tener que decirle a una madre que su niño se pudo haber salvado, pero que por falta de insumos y de equipos no se logró, es muy doloroso. Para los profesionales en formación es doblemente duro porque son jóvenes que tienen la ilusión de que pueden salvar una vida. Pero tienen las manos atadas. A los residentes de posgrado, tanto de Pediatría como de Terapia Intensiva, debo mostrarles procedimientos que se hacen en el mundo y que no podemos hacer en Venezuela, métodos y tratamientos que aplicábamos aquí hace 20 años. Es muy difícil dar una clase en teoría, cuando los médicos nos hacemos con la práctica. No tener lo necesario para ofrecer un diagnóstico oportuno te marca como profesional. Era jefe del servicio de Urgencia de Terapia Intensiva, pero me despidieron por no estar de acuerdo con el Gobierno y denunciar las verdades”.

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Diego George
23 años
Estudiante de Odontología
Universidad Central de Venezuela

 

Fotografía de Andrés Kerese

Fotografía de Andrés Kerese

“La crisis está muy fuerte. Soy estudiante, estoy haciendo las pasantías y sé que después de graduarme será muy difícil empezar a trabajar. No se consiguen los materiales y su costo es exagerado. La lista del equipo instrumental que necesitas para cada año, el más esencial, ahora cuesta aproximadamente tres millones de bolívares o más. En 2012 compré el kit de turbina Scaler y micromotor, que es esencial para cualquier odontólogo, a 5.600 bolívares y ahorita está costando más de 500 mil bolívares. Ese es un ejemplo. Odontología se termina convirtiendo en una carrera elitesca, no todo el mundo la puede costear. Tengo amigas que lograron trabajar y estudiar al mismo tiempo en el pasado, pero actualmente es imposible”.

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