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Javier Valdez [1967-2017]: el narco no tiene competencia; por Mirtha Rivero

El periodista Javier Valdez fue asesinado el 15 de mayo de 2017 en Cualicán, México. Fue fundador de la revista Ríodoce y fue reconocido internacionalmente por su trabajo periodístico en relación con el narcotráfico. Sus dos últimas publicaciones fueron Narcoperiodismo, la prensa en medio del crimen y la denuncia  (2016)  y Huérfanos del narco: Los olvidados de la guerra del narcotráfico (2015). En lo que va de año, México registra un número total de seis periodistas asesinados. En 2011, Prodavinci públicó una entrevista a Valdez realizada por la periodista venezolana Mirtha Rivero, entrevista que reproducimos a continuación.

Por Material cedido a Prodavinci | 15 de mayo, 2017

Escribir para exorcizar, para esquivar las balas antes de que las disparen. Contar historias dolorosas que lo tatúan y lo persiguen mucho tiempo después de ser escritas. Ese es el oficio de Javier Valdez, el sinaloense que en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara –que se celebra desde el 26 de noviembre y hasta el 4 de diciembre-, presentará el más reciente de sus libros que reúne treinta y cuatro crónicas reales de niños y jóvenes mexicanos tocados, de distinta manera, por la pandemia de la droga.

Cortesía Santillana

El periodista mexicano Javier Valdez confiesa ser un llorón que se refugia en la música y en los bares, un llorón que escribe para conjurar las historias tristes que la vida le ha puesto a contar. Corresponsal en Culiacán –estado de Sinaloa– del diario La Jornada de Ciudad de México, es también reportero de Ríodoce, semanario en el que desde hace más de nueve años firma la columna Malayerba dedicada fundamentalmente a hacer crónicas del trasiego de drogas en México. En 2010, su libro Miss Narco (Aguilar, 2009) atrajo la atención de los lectores y de la crítica: vendió más de doce mil ejemplares y fue finalista del Premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón, España, en el género de no ficción. Por estos días se encuentra en Guadalajara, México, en la Feria Internacional del Libro, en donde hablará de Los morros del narco (Aguilar, 2011) un texto que recoge las vivencias de muchachos que han sido contagiados o han muerto víctimas de “la enfermedad”, que es como en Sinaloa se le llama también al narcotráfico.

-¿Por qué escribir sobre el narco?

-Es una pregunta recurrente, inevitable. Creo que es una inquietud válida, porque hay cierto hartazgo respecto al narco. Yo digo: me toca ser periodista, me gusta mi trabajo, y si voy a seguir en esto tengo que publicar lo que está pasando, y si prácticamente todo lo que está pasando lo determina el narco, pues debo publicar sobre el narco. Lo otro sería hacerme el pendejo, y si esto pasa, temo que el día de mañana mis hijos me reclamen por qué guardé silencio ante todo este infierno. Así que debo contar aunque sea una parte de lo que está pasando, aunque sea un trozo del incendio nacional, pero contar el narcotráfico; y si el recurso que yo tengo a la mano es el de la crónica, pues por ahí le entro.

-¿Y cómo se puede escribir de algo que es tan cercano, y a la vez tan doloroso? ¿Cómo se protege, cómo se blinda?

-Hay que saber qué suelo pisa uno, quién manda en la ciudad, quién manda en la plaza, quién la controla, quién es el capo que está al frente, para quién trabaja, quiénes son sus cómplices, sus enlaces en el gobierno, quiénes son sus operadores, cómo resuelve sus problemas. Uno, como periodista, debe saber eso antes de escribir sobre el narco. Creo que uno debe tener también la inteligencia y la prudencia, con cierta dosis de temeridad, para ubicar qué es lo que no va a publicar.

-¿Y eso qué lo dictamina: el instinto?

-El instinto, la información, la inteligencia que uno tiene, con todo esto que he mencionado: saber en qué panorama te desenvuelves. Tienes que aprender a saber lo que no vas a publicar y saber lo que sí, y cómo los vas a publicar, porque hay narcos que se molestan con solo mencionarlos. No soportan ver sus nombres en los periódicos. Ahí es cuando uno dice: el narco manda en las redacciones. No es porque vengan y me llamen o manden a alguien para que me espante o me haga algo. Uno sabe de qué se debe cuidar, de quién se debe cuidar… y en función de eso, escribir. Es tratar de esquivar las balas desde antes…

-¿Tratar de decir lo más que se pueda?

-Sí, es preferible eso. No vas a publicarlo todo. Lo debes asumir, pero es mejor publicar una pequeña parte a guardar silencio. Hacerlo nos convertiría en cómplices. La omisión es silencio, es muerte.

-¿Y cómo se hace para que no duela lo que se escribe?

-A mí me duele. Me duele cuando me entero; veo una nota publicada en un pequeño espacio en la sección policiaca, y digo: aquí hay una gran historia, hay que corretearla. Pero a partir de que ahí, de que la veo, me duele; cuando doy con los protagonistas, me duele más; pero el peor sufrimiento es cuando las escribo, ahí ando como un perro en celo. Inquieto, nervioso, sudoroso. Y me levanto de la mesa, me preparo un café o tomo agua; me vuelvo a sentar y la pinche pantalla de la computadora se me queda viendo… me sostiene la mirada, y yo no logro empezar. Una vez que empiezo trato de buscar las mejores frases, las mejores palabras para contar ese sufrimiento, y entonces sigo sufriendo. ¿Qué hago para enfrentar eso? Voy a terapia, me refugio un poco en la bohemia, la música. Me echo unos traguitos, para ahogar las penas y buscarle fondo a las botellas. Y escribo, sigo escribiendo.

-¿Escribir es como vaciarse?

-Sí, es como exorcizar, pero hay historias que se te quedan para siempre, que te tatúan. Te persiguen.

-¿Cómo cuáles?

-Como ¿Matricida? que está en Los morros… Esa es una historia muy fuerte. O como la de Genoveva Rogers, la socorrista de la Cruz Roja, una historia que me parece un ejemplo del país y de la juventud que estamos matando, porque los que murieron, muchos eran inocentes, y los que están vivos, viven sin oportunidades, con las alas cortadas, los sueños postergados. Hay otras historias que prefiero no citarlas, porque tengo miedo de que haya consecuencias, porque aún y cuando las escribí y son reales, es mejor no escarbarle más a la herida.

-¿La ficción no sería un camino más fácil, menos riesgoso?

-Sí, estoy seguro. Y cómodo. El rigor del trabajo periodístico, de los datos duros, te impone una camisa de fuerza que yo he tratado de romper sin dejar de hacer periodismo; pero el periodismo te va ciñendo, te va marcando el camino. Yo quiero hacer ficción; de hecho, empecé algo, no sé qué sea ni en qué termine pero me ha relajado un poco.

-En sus textos se advierte que hay una preocupación por manejar el lenguaje ¿cuánto lo cuida?

-Pues, lo cuido. Yo siento que no siempre es suficiente, que siempre hay mejores frases, mejores maneras; pero me esmero, no sabes cuánto, en conservar el ritmo, en buscar la palabra precisa que no rompa con la cadencia del texto. Entonces, sí, me preocupo mucho por eso, y leo. Soy un lector que siempre quiere leer más. Eso me ha servido: leer a Charles Bukowsky; César Vallejo –me encanta Vallejo-; Juan José Millás; Guillermo Villar; Eduardo Galeano; Rodolfo Naró; James Elroy, que es un novelista policíaco que me parece demoledor; Rubem Fonseca, este brasileño que es también escatológico, cruel y delicioso…

-La mayoría de los que nombra tienen una visión muy desoladora, muy árida o hasta pesimista de la vida…

-Sí, coincido contigo, todos ellos son así como páramos. Yo me considero un militante del pesimismo, aunque creo también que hay una parte de mí que se resiste a eso.

-En Los morros del narco hay un relato donde dice: “en cualquier fraccionamiento, cualquier ciudad, cualquier región del país: paz impuesta a punta de bala…” ¿No está proyectando al resto del país lo que está viviendo en Culiacán? ¿Es que acaso no existe un pueblo en México en donde no haya un reguero de sangre?

-No es en todos, es verdad, pero es en la mayoría. Es decir: son menos los espacios en los que se puede vivir.

-El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, en un artículo reciente ha dicho: “Es posible que un reportero tenga el deber de hablar incluso con el diablo. Pero debe saber que si va a entrevistar a una persona que está armada y tiene un grupo de matones alrededor (mafioso, paramilitar o guerrillero) su manera de preguntar se verá afectada irremediablemente por el miedo y la intimidación. Es muy difícil hacer contrapreguntas duras… si estamos frente a un tipo armado”.

-Aquí no hace falta que estén unos tipos rodeados por gente armada. ¿Recuerdas aquellas películas del viejo oeste donde decían “ríndete, estás rodeado”? Aquí no necesitas que alguien te grite “ríndete, estás rodeado”, tú sientes que estás rodeado. Es como si alguien estuviera siempre apuntándote con un arma, esperando a que te pases de la raya para jalar el gatillo. Y es cierto, este ambiente te impone una dinámica. Yo tengo la fortuna de que en Ríodoce cuento con compañeros que son honestos, que son profesionales y a los que les tengo confianza. Nosotros no estamos infiltrados por el narco. Pero ¿la verdad?… muchos jefes de información, directores, editores están coludidos con el narcotráfico.

-En el prólogo de Los morros… sostiene que el común denominador de esas historias está en que los muchachos que las protagonizan provienen de hogares destruidos.

-Lo que tienen en común es el abandono. La violencia le quita a las familias el padre: o porque fue asesinado o porque, por la misma violencia, no hay oportunidades de trabajo y se va a los Estados Unidos y nunca vuelve, porque esté muerto o a lo mejor porque no está trabajando y no puede mandar dinero. El resultado es que los hogares se quedan con una madre que tiene dos empleos y al final de la doble jornada no le quedan brazos para abrazar a sus hijos, y esos hijos crecen sin amor. No son queridos ni quieren… Yo no le quito responsabilidad al Estado, pero sí creo que este ambiente de violencia es determinado por el narcotráfico y los operativos del gobierno en su contra. En muchas regiones es, más que nada, por el narco. Y el narco no tiene competencia. Aquí nada le compite en cuanto a atractivo, a ejercicio del poder. Porque no hay iglesia, no hay gobierno, no hay partidos, no hay medios. No hay nada. Es narco, narco, narco. Por todos lados. Por eso decía que estamos rodeados. Muchos niños y jóvenes crecieron en ese medio, no saben de otra cosa que no sea de eso: del narco, de “la enfermedad”. Yo, no. Yo crecí en otra sociedad, mi generación traía el rollo político, la resaca del 1968 mexicano, la cuestión de la lucha social, pero estos chavos de ahora no tienen PRI ni PAN ni PRD, no tienen referencias en los partidos; sólo tienen narco. En su ADN llevan el narco. Si a eso le agregas la falta de oportunidades, la pobreza, la violencia como forma de vida…

-¿Es que Sinaloa sólo da para novela negra?

-Yo creo que no. Por eso yo insisto en contar el otro lado de la moneda. Los que están tratando de sobrevivir también tienen su dosis de heroicidad. Ellos tienen que partirse la madre en medio de una guerra. Y eso hay que contarlo: el calor humano, la solidaridad en tiempos de violencia, la compasión, la generosidad. Incluso la valentía de un servidor público o de un reportero o de un ama de casa que sale a la calle para proteger a sus hijos o para protestar porque le mataron a uno, como es el caso de Alma Trinidad en Miss Narco. Creo que también hay que contar la heroicidad para mantener encendida la llama de la esperanza, para sembrar flores en medio del desierto.

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Comentarios (1)

Nora Lopez
17 de mayo, 2017

Muy triste la pérdida de gente tan valiosa. Este artículo nos permite conocer a Javier Valdez y lamentar su muerte con más intensidad. El párrafo donde se refiere a la procedencia de los narcos de hogares destruidos es muy certero. “Muchos niños y jóvenes crecieron en ese medio, no saben de otra cosa que no sea de eso: del narco, de “la enfermedad”. Yo, no. Yo crecí en otra sociedad, mi generación traía el rollo político, la resaca del 1968 mexicano, la cuestión de la lucha social, pero estos chavos de ahora no tienen PRI ni PAN ni PRD, no tienen referencias en los partidos; sólo tienen narco. En su ADN llevan el narco. Si a eso le agregas la falta de oportunidades, la pobreza, la violencia como forma de vida…”

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