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Las huellas de mi origen y la pieza teatral ‘Armando’ // Diario de Armando Rojas Guardia

San Jerónimo escribiendo (1605-1606), de Caravaggio

San Jerónimo escribiendo (1605-1606), de Caravaggio

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Si, como a veces se me ocurre, yo quisiera poner entre paréntesis, momentáneamente, es decir, en una especie de “epojé” fenomenológica, los contenidos de mi fe cristiana, y me dedicara a vivir desde la perspectiva existencial de un agnóstico, más temprano que tarde me toparía de bruces, a todo lo largo y ancho de mi cotidianidad, con esa misma experiencia religiosa que deseo en ocasiones obviar u olvidar. La experiencia religiosa, cristianamente elaborada, entreteje de tal manera mi existencia espiritual y psíquica que no puedo negarla sin desmentirme. Ella representa la más honda y raigal vocación de mi alma.

Como Pedro ante la criada en las afueras de la casa de Caifás, todo mi ser delata que soy un galileo: llevo inscritos, hasta en mi mismo cuerpo, el aire, los gestos y las huellas de mi origen (mi procedencia mental, mi tierra natal en ese sentido es la experiencia cristiana. De ella vengo, incesantemente).

2

El Eclipse, la película de Antonioni, nos plantea que hemos perdido contacto con el mundo natural: vivimos abrumados por los objetos que fabricamos en serie. Los brillantes encuadres del filme —todo él es una lección magistral de encuadres— realzan esa avasallante omnipresencia de los objetos confeccionados por el hombre, la cual que termina aplastando, empequeñeciendo al mismo ser humano. La Bolsa de Valores, donde trabaja el protagonista masculino de la cinta, es la imagen simbólica de esa eidosfera antinatural que nos separa, diabólicamente (de “dia-bollein”: dividir, disgregar, romper), del cosmos. Y la Kenya africana, evocada en medio de un apartamento poblado por aquella omnipresencia objetual, simboliza la nostalgia de una vida conectada con la espontaneidad y elementalidad de la naturaleza.

Por otra parte, la película permite entrever que acaso el amor, el amor erótico, es lo único que aquí y ahora, en nuestro marco civilizatorio, nos puede contactar con la desnudez primigenia de lo natural. ¿Es en el trasfondo lúdico del amor donde puede, quizás, reestablecerse ese contacto? El Eclispse me ha devuelto a estos versos de Juan Liscano:

“Truena la inundación sobre los hombres endebles / y las cosas toman posesión de sus lugares: / siéntase la silla sobre su posesor vencido / el periódico lee al público y lo tira al cesto / las lámparas se alumbran con nuestro desvelado fósforo / la pantalla de televisión se duerme mirando al televidente / los zapatos y la ropa inician sus merecidas vacaciones / y se calzan con los pies y se visten con la piel que vestían / el vaso bebe al bebedor/ los cubiertos trinchan al comensal / y se lo llevan al plato / los teléfonos hablan solos / en un idioma chisporroteante que termina en ceniza de voces / y al fin queda establecida la mudez activa / la ceguedad de bombillas y luces de neón / el pensamiento de las computadoras que nos piensan”

Son los objetos salidos de nuestras manos triunfando sobre nosotros en un apocalipsis deletéreo.

3

Recuerdo que el mismo día del estreno de “Armando”, la pieza teatral de Virginia Aponte montada por el grupo actoral AgoTeatro de la Universidad Católica (fue escenificada durante cinco noches seguidas en una de las salas del Celarg), la cual se hizo como un homenaje explícito hacia mí. Jean Marc Tauszik, mi terapeuta en ese momento, me dijo lo siguiente:

“Todos y cada uno de nosotros tenemos un aspecto interno que es una mierda y otro que es digno del homenaje ajeno. Hay que aprender a convivir con ambos sin identificarse con ninguno de los dos. El día en que yo perciba que tú puedes vivir armoniosamente con los dos aspectos, sin oscilar entre ellos (identificándote masivamente unas veces con uno y otras con el otro), ese mismo día ya no tendremos nada que hacer en medio de estas cuatro paredes, y yo te daré de alta. Acepta, pues, este homenaje en paz y sin la tácita inflazón de la culpa. Para eso, basta que preserves tu libertad interior no identificándote egóticamente con él”.

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