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¿Cómo supera una escuela el asesinato de una maestra?; por Indira Rojas

Como parte de los consejos de la psicóloga Aimara Domínguez, personal del Ministerio de Educación, las profesoras elaboraron una cartelera con fotografías de Luisa César en la que escribieron una de las frases favoritas de la educadora. Fotografía de Iñaki Zugasti

Como parte de los consejos de la psicóloga Aimara Domínguez, personal del Ministerio de Educación, las profesoras elaboraron una cartelera con fotografías de Luisa César en la que escribieron una de las frases favoritas de la educadora. Fotografía de Iñaki Zugasti

Gladys Manrique, directora de la Escuela Básica Bolivariana Ricardo Montilla, conversaba con las cocineras en el comedor del colegio sobre el menú del día cuando supo que habían matado a una mujer en el estacionamiento.

La educadora y abogada, de 49 años, salió corriendo de la cocina para averiguar qué había ocurrido. Se sospechaba que la víctima era una representante y Gladys imaginó que podría tratarse de un problema de pareja. Lo único que sabía con certeza es que habían disparado, y la detonación desató el pánico en la entrada principal. Niños, padres, maestras y personal de la escuela corrían por el patio frontal; la reacción de la directora fue pedirles a gritos que se resguardaran dentro de la institución.

El jueves 12 de enero, la maestra de segundo grado Luisa Elena César Ibarra de Canchica, de 42 años, fue asaltada por un hombre cuando estacionaba su camioneta en el plantel. Varias educadoras vieron desde lejos el forcejeo, sin sospechar que se trataba de su colega. Entonces, se escuchó la detonación. Un disparo en el cuello.

Eran las 7:15 de la mañana y el frente de la escuela, que tiene una población total de 951 alumnos entre 6 y 16 años, estaba atestado de estudiantes que veían llegar al resto de sus compañeros. Algunos fueron testigos del crimen, otros sólo escucharon el estruendo, y unos pocos, según revelaron sus representantes a las docentes del plantel, vieron el rostro del homicida.

El colegio, ubicado en la urbanización Terrazas C en Guarenas, ciudad mirandina a 41 kilómetros de Caracas, funciona en el suburbio desde hace 40 años (tiene 16 bajo la denominación de escuela bolivariana) y nunca antes había sido escenario de un asesinato, aunque la inseguridad no es algo nuevo para la institución.

Gladys Manrique tiene 17 años trabajando en la institución, dos de ellos como directora

Gladys Manrique tiene 17 años trabajando en la institución, dos de ellos como directora. Fotografía de Iñaki Zugasti

Marisela Campo, una de las dos psicopedagogas de la institución figura definida por el Ministerio de Educación como docente especialista, fue una de las que acercó al estacionamiento para socorrer a Luisa. Vio al asaltante disparar al aire y darse a la fuga, y aunque el estruendo del cañón del arma y el miedo la hicieron retroceder, una vez que el criminal se perdió de vista sintió de nuevo la confianza suficiente para acercarse al lugar y ayudar a la profesora herida.

Llevaron a Luisa hasta el carro del profesor Jairo para trasladarla al Hospital Dr. Luis Salazar Domínguez, a 2 kilómetros de la escuela, pero ingresó a emergencias sin signos vitales. El plantel se declaró en luto y la directiva decidió interrumpir las clases por una semana.

Luisa César tenía tres hijos y era esposa del general José Antonio Canchica Pernía. Nació en Upata y sus compañeras decían que allí estaba el origen de su espíritu rumbero. La recuerdan como una mujer creativa, divertida, de las que saludaba y se despedía con un “mi amor” y se esforzaba para que todos se sintieran a gusto. En su perfil de WhatsApp tenía escrito lo que, según las docentes, era su lema: “Lo mejor de la vida es vivirla”.

El lunes 23 de enero, un día antes de retomar las clases, la música acompañó la tristeza, la rabia y el miedo de las maestras, en un taller que dictó la psicóloga Aimara Domínguez al personal del plantel para el manejo del duelo. Invitado por la especialista, su tía, el violoncelista de 15 años Adán Gómez, ex alumno de la escuela, ejecutó un fragmento del primer movimiento del concierto de Edward Elgar, una melodía triste con intenciones de acompañar el desahogo de los sentimientos de las profesoras. Luego interpretó el tema principal de Variaciones sobre un tema rococo, de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, una pieza mucho más alegre en homenaje a la profesora Luisa y a su personalidad extrovertida.

“Esto funcionó como una especie de ritual de despedida. Si, por ejemplo, alguien tenía ganas de llorar ese era un buen espacio para hacerlo”, explicó la psicóloga, asignada por la zona educativa para asistir a las docentes. “El duelo es un proceso normal y cada persona lo vive de manera diferente. Pero aquí se agrega un elemento importante: esta fue una muerte criminal, lo que añade temor y otras emociones negativas. Entonces, es importante trabajar tanto el duelo como el post trauma, que aparece cuando la muerte no ocurre en circunstancias normales”, añadió Domínguez.

La institución tiene una población estudiantil de 951 alumnos, desde los seis años hasta los 16 (primer grado hasta tercer año). Fotografía de Iñaki Zugasti

La institución tiene una población estudiantil de 951 alumnos, desde los seis años hasta los 16 (primer grado hasta tercer año). Fotografía de Iñaki Zugasti

Aconsejó que el primer día de clases “se abordara el tema con todos en la institución y que llamaran las cosas por su nombre”, e invitó a las educadoras a darles a los niños un espacio para expresar sus temores. Si alguno se mostraba inconsolable sería necesario dejarle ir. “Debían llamar a su representante y decirle que buscara al niño, porque no se le puede obligar a permanecer allí”. Sobre estos casos graves, insistió en que no serían historias comunes, pese a que las profesoras le miraron desconcertadas al escuchar la advertencia. “Estaban asustadas y eso también corresponde a las experiencias postraumáticas. Bajo esta visión es fácil distorsionar la realidad, y la gente suele proyectar que vendrá algo peor (…). Yo les aseguré que eso no iba a suceder porque los niños ya habían tenido tiempo para pasar su duelo. La semana sin clases fue de mucha ayuda”.

El grupo de segundo grado sección “C”, curso de la profesora Luisa que ahora está bajo la supervisión de Endrina Alcalá, recibirá atención especializada por un tiempo para trabajar la pérdida violenta de su maestra. Y aquellos que aún se sienten atemorizados, sobre todo los que presenciaron el hecho, también serán remitidos a un psicólogo. Son casos puntuales, pero importantes, como el de los niños que aún se resisten a ir a la escuela o el pequeño de primer grado que dibujó en las últimas hojas de su cuaderno a la profesora sin vida y el charco de sangre.

El martes 24 de enero los estudiantes regresaron. Durante el acto cívico, en la mañana, la directora del plantel Gladys Manrique y la subdirectora Rosio Castillo no sólo recordaron con cariño a Luisa César, tal como recomendó la psicóloga asesora. También anunciaron que a partir del lunes 30 de enero regirían nuevas normas para entrar al plantel.

“El estacionamiento será de uso exclusivo para el personal y cualquier visitante se tiene que identificar. Pensamos también tener un control de vigilancia contratada, y sobre ese punto estamos en el proceso de selección del personal”. Además, exigió puntualidad a padres, estudiantes y transportistas, porque el portón del garaje permanecerá abierto únicamente durante la hora de entrada. “Muchos están acostumbrados a llegar a las ocho de la mañana porque se les deje pasar. Eso va a cambiar”.

Durante el primer día de clases las docentes especialistas visitaron cada curso para conversar sobre lo sucedido. “El que presenció el hecho tenía oportunidad de decirlo. Hay niños que han estado muy preocupados y tratamos de darles seguridad. Tenemos policías, ha venido mucha gente a brindar apoyo y esperamos que todo lo que han ofrecido se mantenga (…). Sabemos que faltan muchas cosas porque nos han robado en el pasado, y nos dijeron que nos van a dotar. Bienvenido sea. Pero en este momento aclamamos seguridad”, sentenció la psicopedagoga Campo.

Dos efectivos de la policía del municipio Ambrosio Plaza del estado Miranda se instalan cada mañana bajo un toldo azul al lado de la puerta del colegio, y otros dos resguardan la vía de acceso, una calle empinada y solitaria, desde el día del asesinato.

Dos efectivos de PoliPlaza custodian la entrada principal del colegio desde hace dos semanas. Fotografía de Iñaki Zugasti

Dos efectivos de PoliPlaza custodian la entrada principal del colegio desde hace dos semanas. Fotografía de Iñaki Zugasti

La asistencia del primer día de clases fue como la de cualquier otro día del año escolar. La casa estaba llena y por los pasillos también caminaban tres agentes de la Policía Nacional Bolivariana, un grupo de funcionarios del Ministerio de Interior y Justicia, y los obreros encargados de instalar las nuevas computadoras de la sala de informática, una dotación de 15 equipos enviada por el Ministerio de Educación el lunes 23 de enero.

En 2014 violentaron las instalaciones y desmantelaron el aula de computación, que tenía apenas dos años funcionando. Los robos son constantes en la institución. “En lo que yo tengo de gestión como directora (dos años) nos han robado al menos 6 veces durante las vacaciones. El año pasado perpetraron la escuela el 10 de enero y luego el 12 de septiembre, cuatro días antes de comenzar el año escolar”, relata Manrique.

Las secretarias y el personal administrativo no tienen computadoras ni impresoras porque los equipos fueron hurtados de las oficinas el año pasado. “Reventaron todas las puertas y fue así que entraron en los departamentos”, cuenta la directora y señala un cuadro de cartón pegado con cinta adhesiva a la puerta de madera de su oficina, que oculta, no muy sutilmente, un agujero por el que fácilmente pasa un brazo entero.

“Mis alumnos no hicieron ninguna pregunta. Pero sí los noté un poco nerviosos, porque toda la información de lo que ocurrió la supieron por las redes”, manifestó una de las profesoras de sexto grado, mientras esperaba la señal para llevar a sus estudiantes al comedor. Sin temor a que los niños la escuchasen, agregó: “Aunque hay esperanzas, yo no creo que la presencia de los policías sea constante”.

Una de las siete cocineras del plantel asegura las puertas de acceso a la cocina por medidas de seguridad. Fotografía de Iñaki Zugasti.

Una de las siete cocineras del plantel asegura las puertas de acceso a la cocina por medidas de seguridad. Fotografía de Iñaki Zugasti

Tanto la directiva como el personal docente esperan que el compromiso de los padres se fortalezca, así como su colaboración para seguir las nuevas normas y minimizar los riesgos. Pero el panorama no es muy alentador. “Siento que hay apatía por parte de los representantes”, declaró la psicopedagoga de la institución. “Se convocó a una reunión de padres y representantes el día martes (17 de enero) y los que vinieron apenas cabían en un salón. El jueves (19 de enero) se hizo una caminata por la paz ¡y pregúntame cuántos representantes había aquí! Eran poquitos, muy poquitos. Lo que sucedió nos tiene que cambiar y esta apatía se tiene que acabar”. Gladys, la directora, expresa que las escuelas en la actualidad también tienen el deber de formar a los padres.

Los niños y los adolescentes no son ajenos a la violencia en sus hogares ni en su entorno. La psicóloga Aimara Domínguez afirmó que si bien la semana libre contribuyó a sobrellevar la muerte, la normalización de la violencia también cambia la percepción de un hecho violento. “Para un niño hoy en día la muerte de forma criminal ya no es una cosa tan extraña y genera una cierta tolerancia, por decirlo así. Pero se trata de mecanismos de adaptación a la muerte. Y si el niño tiene experiencias previas de eventos similares no se genera el impacto de la sorpresa”.

En el portón del estacionamiento donde fue asesinada Luisa César, las maestras pegaron un cartel con la foto de la profesora. Fotografía de Iñaki Zugasti

En el portón del estacionamiento donde fue asesinada Luisa César, las maestras pegaron un cartel con la foto de la profesora. Fotografía de Iñaki Zugasti

En el municipio Ambrosio Plaza se reportan 83 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el último balance de la criminalidad en la entidad, elaborado por el Instituto Autónomo de Policía del estado Miranda. Si el municipio fuera un país, sería el segundo más violento del mundo si se compara con las cifras de la Organización de las Naciones Unidas.

Varios medios nacionales informaron extraoficialmente que el asesino de Luisa César fue abatido en un enfrentamiento con la Dirección General de Contra Inteligencia Militar y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, en el barrio La Guairita, de Guarenas. Pero el caso no está cerrado, pues las investigaciones continúan y los directivos de la Escuela Básica Bolivariana Ricardo Montilla afirman que varios profesores fueron llamados a declarar ante la Fiscalía la semana pasada.

En una cabina de cableado frente a la entrada del colegio, una circunferencia perfecta de metal hundido evidencia un impacto de bala. La huella del proyectil y el cartel que el personal de la escuela pegó sobre el portón del estacionamiento son un recordatorio. Al lado de una fotografía en blanco y negro de la profesora Luisa, se lee en letras rojas: “Justicia para Luisa César. Que su muerte no quede impune”.

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