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Qué hace grande a Estados Unidos; por Ricardo Hausmann

Por Ricardo Hausmann | 1 de diciembre, 2016
Fotografía de Charles C. Ebbets

Obreros almuerzan sobre una viga durante la construcción de la sede de la RCA, despúes rebautizada como GE Building que forma parte del Rockefeller Center. Nueva York, 20 de septiembre de 1932. Fotografía de Charles C. Ebbets

CAMBRIDGE – Las investiduras presidenciales y las ceremonias de graduación suelen ser eventos muy emotivos. Son ritos de iniciación, que marcan tanto un fin como un nuevo comienzo en la vida de un país o de una persona.

Como profesor del Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, asisto a nuestra ceremonia de graduación todos los años. A pesar de esta regularidad, todavía me emociono al ver a mis estudiantes finalizando una etapa de sus vidas y contemplando sus futuros.

Uno de los momentos más destacados de nuestra ceremonia es un video en el que profesores y personalidades públicas leen, línea por línea, el discurso de investidura pronunciado por John F. Kennedy. Este texto fue escrito hace 56 años, en un mundo diferente, cuando la Guerra Fría, la amenaza del Armagedón nuclear y los desafíos que enfrentaban tantos estados pobres de reciente independencia, dominaban las inquietudes de los líderes internacionales. No obstante, este discurso de menos de 14 minutos de duración, nunca deja de emocionar e inspirar a todos los asistentes, incluso esa mitad de los graduandos y sus familiares que provienen de otras naciones, cercanas y lejanas.

Para comprender por qué ocurre esto, es útil recordar algunos de sus fragmentos más famosos. En primer lugar, figura la promesa que hace Kennedy de defender la libertad para los amigos y frente a los enemigos:

“Que toda nación sepa, nos desee bien o mal, que pagaremos cualquier precio, cargaremos cualquier peso, enfrentaremos cualquier penuria, apoyaremos a todo amigo, nos opondremos a todo enemigo, para asegurar la supervivencia y el éxito de la libertad”

Además, Kennedy se compromete a luchar contra la pobreza:

“A quienes en chozas y caseríos de la mitad del mundo que lucha por romper las ataduras de la miseria colectiva, prometemos hacer nuestros mejores esfuerzos por ayudarles a ayudarse a sí mismos, durante el tiempo que sea necesario ­—no porque puede que lo estén haciendo los comunistas, no porque busquemos sus votos, sino porque es lo correcto­—. Si una sociedad libre es incapaz de ayudar a los muchos que son pobres, no puede salvar a los pocos que son ricos”

Y este compromiso es parte integral de la solidaridad hemisférica:

“A nuestras repúblicas hermanas del sur de la frontera, les hacemos una promesa especial ­—para convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos— la de una nueva alianza para el progreso, que ayudará a los hombres y gobiernos libres a dejar atrás las cadenas de la pobreza”

Finalmente, destaca la ética de Kennedy del servicio a favor del bien común:

“Y, así, compatriotas estadounidenses: no pregunten qué es lo que su país puede hacer por ustedes, sino qué es lo que ustedes pueden hacer por su país. Conciudadanos del mundo: no pregunten qué es lo que Estados Unidos puede hacer por ustedes, sino qué podemos hacer todos juntos por la libertad del hombre”

El perdurable atractivo emocional de estas palabras radica en que abrazan un curso de acción potencialmente difícil, motivado por la promesa de defender valores que comparten por igual los ciudadanos estadounidenses y los de todo el mundo. Es este enfoque —que no se fundamenta en tratos sino en un sistema de reglas basadas en valores— el que ha permitido que Estados Unidos haya creado y sostenido una coalición de países capaz de mantener la paz y la cooperación internacional.

Adelantémonos al día de hoy. La narrativa de la campaña del presidente electo Donald Trump se basó en el supuesto de que Estados Unidos ha perdido su anterior grandeza. Los puestos de trabajo fueron trasladados a México y a China porque líderes débiles negociaron malos acuerdos. Los inmigrantes, en su mayoría ilegales, han ocupado los pocos puestos restantes, mientras asesinan y violan en su tiempo libre. En consecuencia, Estados Unidos necesita un presidente que ponga a su país por encima de todo, que en toda oportunidad sepa cómo conseguir los acuerdos que le sean más favorables, y que utilice el pleno poder del país para promover sus intereses.

Dudo que un discurso de investidura basado en estas ideas vaya a despertar admiración o inspiración en una ceremonia de graduación, especialmente cuando muchos de los asistentes son ciudadanos extranjeros. Un discurso semejante no impulsará a nadie a “cargar cualquier peso” en favor de un principio o desafío universal, ya sean los derechos humanos o el calentamiento global. No nos exhortará a concentrarnos en algo más grande que nosotros mismos.

A través de la historia, muy pocos estados poderosos han desarrollado un sentido de sí mismos que no se basa en la herencia étnica, sino en un conjunto de valores con el cual pueden vivir todos los ciudadanos del mundo. En el caso de Estados Unidos, se trata de “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. En la Unión Soviética, fue la solidaridad del proletariado internacional: “trabajadores del mundo, uníos”. La Unión Europea se basa en valores y principios universales que son tan atractivos que 28 países optaron por unirse a ella, y a la que, a pesar del Brexit, todavía aspiran pertenecer alrededor de 6 países más.

En contraste, es posible que hoy día una Rusia o una China grande y poderosa ­—o el Tercer Reich en su momento— logre el apoyo de sus ciudadanos; pero dichos estados no pueden constituir la base de un orden internacional que otros encuentren atractivo porque ellos se basan en una visión de sí mismos que no abarca a los demás.

La base de la grandeza de Estados Unidos y su capacidad de liderar al mundo proviene de valores universales que sustentan un conjunto de reglas que defienden los derechos de los demás, no de un Estados Unidos que trata de basar su grandeza en un conjunto de acuerdos cuyo fin es conseguir lo mejor de los demás. Un Estados Unidos así verá su capacidad de liderar al mundo comprometida por una falta de buena voluntad y una abundancia de desconfianza. Otros países se agruparán para protegerse del bravucón estadounidense.

Si Trump realmente quiere hacer a Estados Unidos grande de nuevo, debería preguntarse cómo sonaría su discurso de investidura ante una audiencia global dentro de 56 años. ¿Inspirará a la clase de 2073 de la misma forma en que el discurso de Kennedy todavía inspira a los graduandos de hoy?

♦♦♦

Traducción del inglés de Ana María Velasco

Ricardo Hausmann, ex Ministro de Planificación de Venezuela y ex Economista Jefe del Banco Inter-Americano de Desarrollo, es Director del Center for International Development at Harvard University y profesor de economía del Harvard Kennedy School. Mark Walker es director gerente de Millstein & Co. Anteriormente fue director gerente de Rothschild, Lazard y Cleary Gottlieb Steen & Hamilton, siempre en las áreas de asesoría a emisores soberanos.

Copyright: Project Syndicate, 2016.
www.project-syndicate.org

Ricardo Hausmann 

Comentarios (8)

Diógenes Decambrí.
1 de diciembre, 2016

¡ Excelente !! Kennedy no sólo llevó a la práctica a escala internacional sus palabras, también puso empeño en la complicada y difícil superación del cáncer interno de su propio país, el racismo, que impedía nombrar la Libertad en su propio territorio mientras subsistiera esa horrible manera de discriminación, por el color de la piel. Gracias a JFK se establecieron los mecanismos idóneos y fuertes que permitieron gradualmente vencer los prejuicios racistas, y en la actualidad -a pesar de remanentes racistas en grupos minoritarios, EEUU puede aseverar con justificado orgullo que venció a esa plaga, y lo demuestra con el trato igualitario que reciben los negros que destacan en diversos campos, deportes, ejercicio del Derecho, la medicina, la ingenieria, todas las carreras universitarias, el Arte y sus múltiples manifestaciones, en las cuales resalta la participación de los negros en el Cine y los espectáculos musicales, y un MULATO electo a la presidencia del país, de rotundo corolario.

Sheyla Falcony
1 de diciembre, 2016

Un buen artículo ..gracias Profesor…. Sí..Estados Unidos se aproxima mucho a una democracia con sólidos pilares confederados, donde cada uno de sus 50..o 51.. Estados mantienen una independencia flexible y a la vez un vinculo necesario con el gobierno central para el ejercicio del poder en general..Siempre asocio una buena democracia a una célebre frase de nuestro Libertador S. Bolívar..” Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, en la misma medida que camine su educación “..Ojalá el nuevo gobierno continúe solidificando los pilares de lo que parece ser una buena democracia….Por ahora reina la incertidumbre..el País se encuentra en una encrucijada y en una nueva prueba.. veremos..(????).

Odoardo Graterol
2 de diciembre, 2016

Este es el discurso que requiere la sociedad como formadora de conciencia. Esta es la inteletualidad reflexiva que necesitan los medios de comunicación para promover la conciencia individual y grupal hacia valores humanos sustentables. Gracias Dr. Ricardo Hausmann por hacer públicas sus reflexiones y sentir. Lo agradecemos en la distancia.

Moises P Ramirez (@moisesp)
2 de diciembre, 2016

Ricardo, Gracias por esta reflexión! El mundo vive con un cortoplacismo tan acelerado que nadie se imagina las consecuencias en 50 o 100 años, de lo que decimos o hacemos hoy. Los valores de la Modernidad, como la Libertad, son universales y están sintetizados en la Declaración de 1948. No son las ciudades, ni la tecnología y ni siquiera las votaciones democráticas las que nos hacen ser modernos. Es respetar y hacernos respetar los Derechos Humanos lo que nos saca del legado más oscuro de la Pre-modernidad.

La misión esencial de toda democracia es avanzar continuamente en materia de respeto a los Derechos Humanos de todos los ciudadanos del mundo.

Abrazo!

Eduardo
4 de diciembre, 2016

Es un discurso hecho para dar respuesta a un reto, es la visión de un hombre que esta dispuesto a asumir su responsabilidad histórica colocándose a la altura de la circunstancia.

hector escalona
12 de diciembre, 2016

Ese es un discurso de un país que es grande y lo mas importante se siente grande, el discurso de trump es de un país que aun siendo grande se siente pequeño, solo pide pureza quien es impuro, solo anhela fuerza quien es débil, un pais que le teme a todos ¿como puede liderizarlos?

Nora
14 de diciembre, 2016

El problema es que ese maravilloso discurso fue hecho por un Presidente de EUA que pretendía resolver ciertos escollos internos dentro de la Administración Gubernamental y después de eso lo mataron, digamos que desde allí EUA se ha enfocado mucho en dominar sin respetar valores ni nada y ahora con Trump simplemente reivindica el pensamiento de sentirse superior a cualquier nación, EUA está muy alejado de ser lo que decía ser y hacer, es lamentable pero se vienen malos tiempos para el mundo en general y no lo digo por Trump…

Jesús Erasmo Sanchez
14 de enero, 2017

Valores , Respeto a los Derechos Humanos, Educación y Libertad lo imprescindible para tener una plena democracia e independencia.

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