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Ramón J. Velásquez, el político amigo de todos; por Andrés Stambouli

007132 Ramon J.Velasquez,Oscar Zambrano Urdaneta ,Luis Pastori y Jose Antonio Armas Chitty.Asociacion de Escritores de Venezuela.Años 60.

De izquierda a derecha: Ramon J. Velasquez, Oscar Zambrano Urdaneta, Luis Pastori y Jose Antonio Armas Chitty. Asociación de Escritores de Venezuela, 1960. Imagen cortesía del Archivo de Fotografía Urbana

El político se define por las acciones orientadas hacia la búsqueda, ejercicio y mantenimiento del poder. Ramón J. Velásquez no buscó el poder, las circunstancias hicieron que lo buscaran a él para ejercerlo, o para tenerlo cerca en momentos excepcionales; y cuando lo ejerció fue por breve tiempo y dejando un legado acorde a sus creencias, temperamento y visión del ejercicio de la democracia, legado que hoy contribuye al perseverante empeño por la recuperación de la democracia.

La política no es sólo ejercicio del poder o cualquier forma de ejercerlo. El ejercicio político del poder es el que privilegia de manera obsesiva al diálogo para dirimir controversias y discrepancias; es el que cultiva la convivencia y la armonía entre diferentes; es el creador de instituciones democráticas perdurables para el bien público.

En este tiempo venezolano de crisis histórica de sociedad, tiempo incierto de pesadumbres y penurias, que nos enfrenta a unos contra otros; tiempo de negación y violación de los valores, principios y actuaciones más fundamentales de la democracia liberal, a saber, la tolerancia, la convivencia, el entendimiento, el respeto al otro, la alternabilidad en el poder, el Estado de Derecho, en este nuestro tiempo, rememorar a Ramón J. Velásquez el político, es una manera de contribuir a la recuperación de la política y la democracia.

A Ramón J. Velásquez lo buscaron en cuatro momentos transicionales del ejercicio del poder: en 1945, 1959, 1980 y 1993.

Veamos el recorrido de su itinerario político:

Atraído intelectualmente por el poder, llegaría a ejercerlo sin haberlo buscado, con el único cometido, de llevar al país a elecciones, preservando el hilo constitucional, lo cual no fue poca cosa, luego de dos intentos de golpes de estado y la destitución polémica de un Presidente de la República democráticamente electo. Pero antes…

Relata Milagros Socorro que en 1934, Ramón Velásquez de 17 años, emprende viaje de cinco días de San Cristóbal hacia a Caracas, junto con su amigo de infancia Leonardo Ruiz Pineda, para estudiar derecho en la UCV.

Contaba Ramón J.:

“El tercer día llegamos a Barquisimeto y nos dicen que había que ir a la Jefatura, donde estaba un coronel tachirense, Becerra, jefe de policía, quien me mandó a abrir el baúl donde yo traía los libros. El hombre ve el montón de tomos y me dice: “¿Y vos te vas a meter todo eso en la cabeza, no le vas a dejar nada a la vida?”

Continúa Ramón J.: “Cuando íbamos por Maracay, como a los dos y media de la tarde, el policía le dice al conductor: “No toque corneta, que ésta es la hora de la siesta del general”. Así fue su primer encuentro con el poder: todo un país cuidándole el sueño al general benemérito.

Dice Ramón J. Velásquez que al llegar a Caracas dejó el baúl en una pensión y lo primero que hizo fue encaminarse a Miraflores “sólo por ver cómo era”.

En 1943, ya abogado, es redactor de política en Ultimas Noticias y en 1944 en El Nacional como periodista y columnista, le realiza una entrevista imaginaria a Diógenes Escalante, candidato presidencial de un laborioso consenso alcanzado entre Acción Democrática y el Medinismo para efectuar el tránsito del ocaso del gomecismo, ya bastante liberalizado por Medina Angarita, hacia una democracia más plenamente sustentada en la voluntad ciudadana. Escalante le ofrece ser su secretario, que no sería por mucho tiempo. Ramón J. es testigo de la enajenación mental de Escalante, que de no haberse producido, Velásquez hubiera estado cerca del presidente de la transición pactada hacia la democracia de primer grado. Pero, en palabras de Simón Alberto Consalvi, “Escalante perdió el juicio, y con él lo perdió todo el mundo, comenzando por el Presidente de la República, el General Medina Angarita, y sus consejeros más ilustrados”.

Instalada la dictadura de Pérez Jiménez Ramón J. Velásquez se enrola en la resistencia, en Acción Democrática; al decir del mismo Consalvi, “cumpliendo tareas que sólo se confiaban a militantes de muy alta confianza”. Ahí no había ambigüedad de ningún tipo sino un compromiso a fondo de su parte. Su trabajo periodístico reflejaba el drama venezolano, lo cual no pasó desapercibido por la dictadura, que lo señaló como enemigo del régimen.

Velásquez fue frecuentemente detenido y encarcelado; estaría cuatro años preso, entre la Cárcel Modelo y la de Ciudad Bolívar.

Caída la dictadura, el presidente Betancourt nombra a Ramón Velásquez su Secretario General de la Presidencia, cargo que desempeña de 1959 a 1963.

Me contó el Dr. Velásquez que Betancourt le dijo: “Mire Velásquez, la mitad del país me quiere, de esa me ocupo yo, la otra no me quiere, de esa se encargará usted”; y es que se decía que “Ramón Velásquez es amigo de todos”, amigo de mucha gente que no era amiga entre sí, lo que lo convertía en mediador calificado entre discrepantes enfrentados en conflictos.

Ramón era amigo, así es, y Consalvi escribió “Ramón… por el hecho de mantenerse al margen de los conflictos, como el hombre de la armonía y la tolerancia, lo cual tiene un gran valor, sin duda alguna, influyó en el signo de su ejercicio del poder”, cuando le tocó.

Como Secretario General de la Presidencia, también realizó una importante labor cultural e institucional: el Archivo Histórico del Palacio de Miraflores, el Boletín del mismo Archivo y una obra historiográfica y compilatoria monumental: el Pensamiento Político Venezolano del siglo XIX, de quince tomos. Luego realizaría la del siglo XX.

La democracia se había consolidado y sus detractores de ayer, alzados en lucha armada, se habían incorporado al debate político y a la búsqueda del poder por las vías constitucionales. Comenzados los ochenta, la democracia y sus instituciones necesitaban de revisión y reforma para continuar el camino de su consolidación; el presidente recién electo, Jaime Lusinchi, crea la COPRE en 1984, Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, y coloca a Ramón J. Velásquez al frente con el cometido de recomendar reformas orientadas hacia el fortalecimiento de la democracia. Siendo amigo de todos, a todos convocó, en un espacio de diálogo y debate absolutamente plural, heterogéneo e incluyente, para emprender una evaluación del sistema institucional de la democracia venezolana: los partidos políticos, el sistema electoral, el régimen económico y social y la descentralización del poder político y sus instancias administrativas. Todos los partidos políticos, académicos de diversas orientaciones intelectuales, empresarios, trabajadores, representantes de gremios y organizaciones sociales, se reunieron a debatir y proponer en un formidable espacio de participación plural: era con orgullo y entusiasmo que se formaba parte de la COPRE de Ramón J. Velásquez. Echados sus cimientos, sus sucesores Arnoldo Gabaldón y Carlos Blanco, continuaron con tesón, rigor y disciplina el ambicioso proyecto de reformar al Estado Venezolano, plasmado en voluminosos y relevantes publicaciones. El resultado más significativo de esta tarea comenzada en 1984 ocurrió en 1989, al realizarse, no sin resistencias, legítimas por lo demás, de sectores políticos conservadores que temían eventuales efectos pertubadores, la elección directa de gobernadores de estado y la creación de la figura del alcalde, también por elección ciudadana.

Luego de la traumática y polémica separación de Carlos Andrés Pérez de la presidencia, el Senador independiente por Acción Democrática, Ramón J. Velásquez fue juramentado en junio de 1993 por el Congreso como Presidente de la República, con el respaldo de los principales grupos parlamentarios, de las Fuerzas Armadas, las organizaciones empresariales y la Confederación de Trabajadores de Venezuela. Sería presidente hasta febrero de 1994.

Presidiría un país desestabilizado por dos intentos de golpe de estado y la remoción de su cargo de un presidente en ejercicio. Su principal cometido era conducir al país hacia el siguiente proceso electoral en medio de una crisis de gobernanza y una aún más grave crisis de legitimidad del sistema político y de sus principales componentes. En su breve período se propuso consolidar la institucionalidad de la descentralización, cuyo primer boceto lo había trazado en la presidencia de la COPRE.

Carlos Tablante, gobernador electo del estado Aragua, escribió:

Ramón J. Velásquez, el presidente de la descentralización, compartió con amplitud las responsabilidades gubernamentales con los gobernadores y los alcaldes, sin perder su rol de Presidente de la República. Entendió la importancia de la distribución de competencias, en aquel tiempo de crisis política y económica. El presidente Velásquez toma la decisión de designar a un Ministro para la descentralización, cuya responsabilidad es asignada a Allan Brewer Carías, experto en la materia, quien fortaleció el proceso de negociación con los gobernadores y alcaldes… con la idea de la corresponsabilidad fiscal, nacieron el Fondo Intergubernamental para la Descentralización (Fides) y el Consejo Federal de Gobierno, a través de un Decreto planteado por la Asociación Nacional de Gobernadores. Además, bajo su mandato se creó la Comisión Nacional para la Descentralización y el Consejo Territorial de Gobierno, con el fin de regular las relaciones intergubernamentales y profundizar el proceso en el ámbito local, siempre conjuntamente con los gobernadores y alcaldes. El Fides fue un fondo alimentado a través del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Un porcentaje de la recaudación se quedaba en las regiones, para realizar obras u optimizar servicios que permitieran elevar la calidad de vida de los contribuyentes. Durante mi gestión como gobernador de Aragua, acompañado de un valioso equipo de expertos y profesionales aragüeños, firmamos con el Presidente Ramón J. Velásquez los convenios de transferencia de Salud pública, Protección y atención al Menor y Protección a la Tercera Edad, siendo nuestro estado el primero en asumir tales responsabilidades”

Pero la ocurrencia de otro intento de golpe de estado, difícilmente pensable antes del 4 de febrero de 1992, se había instalado en la consciencia social, como parte de la crisis de legitimidad del sistema político y como solución ilusoria para muchos.

En una conversación, no está claro hasta que punto imaginaria, con Carlos Rául Hernandez, éste relata que el ex presidente le habría dicho:

“No era fácil darle credibilidad a un gobierno de apenas siete meses de vida. Todas las noches me acostaba con la información de que esa madrugada era el golpe… En septiembre me avisaron que un coronel había anunciado en público y con detalles que me iba a tumbar y como lo haría. La información me llegó por varias vías, incluyendo la DIM. Lo mandé a buscar perentoriamente a Miraflores. Cuando se presentó, entre arrecho y asustado, lo primero que le dije fue: Coronel, como me dijeron que usted me iba a tumbar, decidí primero tener el gusto de conocerlo. Esas cosas no es bueno que ocurran entre extraños…”

Ramón J. diría:

“Llevé el país a las elecciones. En medio de aquel clima de incertidumbre política logré evitar que la economía se descompusiera en medio de aquel caos… la economía se mantuvo estable, no se me desmandaron sus equilibrios fundamentales… Ni se disparó el dólar, ni se fugaron las divisas, ni se precipitó el proceso inflacionario…”

El centralismo recela de la libre expresión de la diversidad, y los cultores frenéticos del centralismo exacerbado, a la diversidad la temen y la sofocan; el pluralismo y la convivencia de los diversos es esencial a la democracia liberal, hoy gravemente vulnerada; a la democracia venezolana de los ochenta del siglo pasado, le había llegado el momento de diversificar sus centros de gravedad; Ramón J. Velásquez, desde la COPRE, le dio su primer gran impulso: colocó en la agenda pública institucional la propuesta de que el poder central debía delegar en el poder regional y local, resultante de la libre expresión de las preferencias ciudadanas. El pluralismo político que emergió de la descentralización con la elección de los gobernadores de estado y de los alcaldes, se mostró vigoroso durante una década. Desde su breve presidencia de la república, Velásquez la consolidó, y a pesar de todos sus contratiempos y vulneraciones, la descentralización expresada en alcaldes y gobernadores electos no ha podido ser erradicada, a pesar de una que otra declaración de eliminación de dichas figuras. Alcaldes y gobernadores hoy, unos presos y otros en ejercicio, son, entre otros, luchadores por la democracia y herederos del legado de Ramón J. Velásquez.

Andrés Stambouli es graduado en Relaciones Industriales en la Universidad Católica Andrés Bello. Realizó estudios doctorales en L’Ecole Practique des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. También es Doctor en Sociología de la Universidad de la Sorbona, París.

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