- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Lea aquí el discurso de Inés Quintero en el Acto por el Centenario de Ramón J. Velásquez

ines-quintero

Inés Quintero retratada por Andrés Kerese

“En la noche del 21 de octubre de 1952, en una calle del barrio San Agustín del Sur, tres policías que eran agentes de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, asesinaron a Leonardo Ruiz Pineda, tachirense como yo, mi compañero en los cursos de bachillerato y en la Universidad Central de Venezuela.
Escribí entonces estas páginas que no podía publicar. Las escribí pensando en la frase de José Martí: ‘Cuando no se puede hablar de los vivos, se debe hablar de los muertos, de su obra y su mensaje'”

Esta sentida y comprometida nota precede el texto sobre Leonardo Ruiz Pineda publicado años después de su muerte, cuando las circunstancias políticas así lo permitieron. Fue reproducida en tiempos más recientes por la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura en el libro Caudillos, historiadores y pueblo. Esta obra, publicada en el 2014, recoge un conjunto de reflexiones históricas escritas por el Dr. Ramón J. Velásquez, en distintos momentos de su trayectoria intelectual, sobre diferentes personajes de nuestra historia. Allí están dos hombres relacionados de manera directa con el poder: José Antonio Páez y Antonio Guzmán Blanco, acompañados por importantes historiadores venezolanos como Caracciolo Parra Pérez, Enrique Bernardo Nuñez y Ramón Díaz Sánchez, así como por otros protagonistas de las luchas políticas venezolanas que no llegaron al poder, pero que fueron piezas fundamentales en la construcción de las luchas ciudadanas del siglo XX: José Rafal Pocaterra, Jóvito Villalba, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Leonardo Ruiz Pineda.

El asesinato de Ruiz Pineda, sin duda, tuvo un impacto profundo en la vida de Ramón J. Velásquez, ello queda claramente expresado en el emotivo contenido de su reseña sobre quien fuera su compañero de estudios y de luchas políticas; pero también tuvo un peso decisivo en su vocación de historiador, de historiador para quien la Historia fue un compromiso con las libertades ciudadanas, con la democracia y contra la tiranía.

En la explicación que acompaña la edición de una de sus más importantes obras La caída del Liberalismo Amarillo: tiempo y drama de Antonio Paredes, expone Velásquez su resolución de dar a conocer la figura de un hombre olvidado: el general Antonio Paredes, tenaz opositor a Cipriano Castro, quien fue asesinado por órdenes del dictador en 1907. Es así como, en 1954, apenas dos años después de la muerte de su amigo y paisano, prologó y editó el libro Cómo llegó Cipriano Castro al poder, escrito por Paredes y publicado en Trinidad un año antes de su ejecución.

“Era una manera de recordar también a los que caen en la lucha, de señalar sus vidas como un camino, distinto del de los vencedores, para entender a Venezuela”

No podía entonces escribir de las luchas, tenacidad y empeño de su compañero de partido; Leonardo Ruiz Pineda, pero sí podía dar a conocer el testimonio de un hombre que con las armas y los recursos de su tiempo, se enfrentó sin tregua al general Cipriano Castro, el jefe de la restauración liberal quien asumió la primera magistratura en octubre de 1899 dando inicio a un proceso de control político y militar del territorio y de persecución y hostigamiento a sus enemigos, con el único propósito de perpetuarse en el poder: sus riñones y la ambición de su compadre Juan Vicente Gómez, no se lo permitieron y en 1908, 9 años después de su llegada a la Casa Amarilla, salió de Venezuela para no regresar con vida.

La caída del liberalismo amarillo, su primer gran libro de historia, publicado inicialmente por entregas y cuya primera edición se hizo en 1971, es un relato en el cual se combinan la tenacidad de Paredes en su lucha contra el gobierno de Cipriano Castro, el desmantelamiento y agotamiento de las redes políticas del liberalismo amarillo y el ascenso de los andinos al poder. Queda allí claramente analizado de qué manera se va resquebrajando el sistema político caudillista establecido desde la Federación, la resistencia implacable que ofrece Paredes a la mudanza que se impone desde el poder, y la final consolidación de los andinos al frente de los destinos del país, primero bajo la conducción de Cipriano Castro y luego bajo la férrea dictadura del general Juan Vicente Gómez.

Ese mismo año 1971 el Dr. Velásquez se convirtió en Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia. Su discurso de incorporación fue sobre la obra histórica de Caracciolo Parra Pérez. Un hombre de pensamiento, un autor fundamental de la historiografía venezolana fue el tema que seleccionó para ocupar el sillón Letra “T” de la más antigua institución dedicada al estudio de la Historia de nuestro país. Un tema que se mantuvo entre sus intereses de historiador e intelectual: el estudio de la obra de venezolanos que dedicaron su vida a la comprensión de nuestra sociedad y a la reflexión sobre nuestro pasado.

Llama la atención que otro de sus grandes libros: Confidencias imaginarias del General Juan Vicente Gómez es todo lo contrario del primero. Ya no se trata de estudiar y analizar cómo se desmantela un sistema, ni tampoco de referirnos la acción desesperada de un oponente quijotesco a los desmanes que se cometen desde el Ejecutivo, sino de elaborar de manera magistral una radiografía del poder, de qué manera actúa, piensa y funciona el dictador mientras dispone de la vida de los venezolanos desde la ciudad de Maracay. A partir de una extraordinaria combinación de fuentes documentales, hemerográficas y testimonios de quienes conocieron y trataron estrechamente al dictador, se realiza un delicado y convincente tejido de reconstrucción e interpretación histórica, que ofrece como resultado lo que parecía imposible: poner a hablar al general Juan Vicente Gómez en primera persona del singular. Con este libro, y como resultado de su rigor y meticulosa indagación, el Dr. Velásquez se convirtió en traductor fidedigno de un tirano silencioso, señaló Elías Pino Iturrieta en reciente conferencia dictada en la Academia Nacional de la Historia.

No fueron estos los únicos títulos de su autoría sobre temas de Historia de Venezuela. A la más temprana, escrita sobre su propio terruño: El Táchira y su proceso evolutivo (1936), le siguieron más de una veintena de escritos entre los cuales cabe citar: Cristóbal Mendoza o la bondad útil (1972); El desarrollo político, social y económico de Venezuela en el siglo XIX (1978); Medio de siglo de Historia (1979); Los héroes y la historia (1981); Epígrafes para un perfil de la Venezuela Contemporánea (1982); Joaquín Crespo el último caudillo liberal (2005); y Caudillos, historiadores y pueblo, ya mencionada (2014). Además de un sinfín de prólogos a numerosas obras de distintos autores venezolanos y extranjeros.

Si sólo fuese por su obra escrita, no cabe duda que al Dr. Velásquez le corresponde ocupar un lugar más que destacado en la historiografía venezolana del siglo XX. Pero su impronta como historiador fue mucho más allá de dar a conocer en libros, artículos y ensayos los resultados de su profundidad y acuciosidad históriográficas, también se empeñó de manera igualmente rigurosa y meticulosa de recuperar y resguardar nuestra memoria histórica a fin de que los historiadores y cualquier venezolano pudiese acceder a las más diversas y completas fuentes referidas a nuestro pasado.

Desde la Secretaría de la Presidencia, cargo que ocupó durante el gobierno constitucional de Rómulo Betancourt (1959-1963), en medio de las enormes exigencias y responsabilidades políticas que demandaba en aquellos difíciles momentos conducir la oficina del Presidente, se las ingenió para conseguir los recursos y el tiempo que le permitieron rescatar los documentos que dieron lugar a la creación del Archivo Histórico de Miraflores, espacio que todavía en el presente reúne la documentación de primera mano acerca de la gestión y acción del Poder Ejecutivo; al mismo tiempo adelantó la elaboración de la colección Pensamiento Político Venezolano del Siglo XIX, como parte de las actividades conmemorativas del Sesquicentenario de la Independencia, contando para ello con el auxilio y colaboración de dos aliados de primera línea: los historiadores Pedro Grases y Manuel Pérez Vila. Se recogieron allí en 14 tomos más uno de índices y guía de la colección, las ideas, las propuestas y los debates de los constructores de la República a lo largo del siglo XIX, de esta manera se dejaba demostración elocuente de la presencia y acción fundamental y sostenida de los hombres de pensamiento, de la Venezuela civil y ciudadana en la formación de la nacionalidad y en la construcción de la Venezuela republicana, que no fueron los mandones de sable y charreteras los que sentaron las bases de la República, sino que contra sus designios y arbitrariedades se alzaron a lo largo de todo un siglo, numerosas voces y voluntades dispuestas a defender y a dar contenido al ejercicio responsable de la ciudadanía.

Junto a esta monumental e insoslayable Colección y también desde la Secretaría de la Presidencia, promovió la publicación de otras colecciones que hacen importantes recorridos por el proceso transitado por los venezolanos, luego de la guerra de Independencia: de ello forman parte los Documentos que hicieron historia (1962); los tomos referidos a Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX (1963-1971); y las colecciones Nuestro sigo XIX (1962-1966) Venezuela Peregrina (1963-1971) y la Biblioteca de temas y autores tachirenses. La primera reúne obras de autores venezolanos que dan cuenta de nuestra historia y cultura; la segunda aquellos libros y folletos publicados en el exilio por valiosos intelectuales que no pudieron plasmar sus ideas en territorio nacional y la tercera tuvo como finalidad dar a conocer los autores tachirenses y a las obras escritas sobre su estado natal. En este mismo espíritu de recuperar las historias locales se fundaron otras colecciones, que no tuvieron el mismo empuje y continuidad que la citada.

Años más tarde, en 1975, estuvo dispuesto a compartir sus funciones legislativas con un ambicioso y extraordinario proyecto: la creación de la Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano, cuyo propósito era recuperar en archivos extranjeros información relativa a Venezuela, realizar investigaciones con estos fondos y publicar los resultados de estas y de otras investigaciones. Nunca antes se había hecho un esfuerzo de esta envergadura entre nosotros; producto de esta iniciativa vinieron a parar a nuestro país la reproducción de documentos referidos a Venezuela procedentes de archivos de distintos países de Europa y América Latina, con lo cual se contaba con un acopio de materiales originales e inusitados al alcance de cualquier investigador para profundizar en el conocimiento de nuestra sociedad.

Mientras continuaba sus labores al frente de FUNRES, le correspondió presidir la Comisión Bicameral para la celebración del Bicentenario del Natalicio del Libertador, desde esa posición promovió y organizó el I Congreso Internacional del Pensamiento Político Latinoamericano que tuvo lugar en Caracas del 29 de junio al 2 de julio de 1983, se presentaron de 250 ponencias y estuvieron presentes invitados de 40 países. Sus resultados fueron publicados en 10 volúmenes en los cuales estás expuestas las más diversas corrientes del pensamiento y tendencias políticas de entonces, expresión cabal de la amplitud y pluralidad de la convocatoria.

Concluidos los festejos bicentenarios, se llevó adelante, también producto de su empuje e incansable capacidad de invención, otra monumental obra: la Colección del Pensamiento Político Venezolano del siglo XX, la cual se inició como parte de las actividades de la Comisión del Bicentenario y se mantuvo como eje medular del trabajo llevado a cabo en la Oficina de Investigaciones históricas y políticas del Congreso, otra de sus creaciones institucionales para el fomento de la investigación histórica y el resguardo de nuestra memoria.

La Colección del Pensamiento Político Venezolano del siglo XX, deja absolutamente en claro la concepción plural y democrática que siempre tuvo sobre la forma de entender y practicar el oficio de historiar el Dr. Ramón J. Velásquez. Para formular la propuesta y llevarla adelante convocó no solamente a expertos de distintas disciplinas: historiadores, politólogos, sociólogos sino que solicitó la colaboración de la iglesia, las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, las organizaciones gremiales y los sindicatos.

No hubo corriente del pensamientos ni actores políticos que no estuviesen representados en la colección, con sus ideas, propuestas, planteamientos, proclamas, reflexiones, iniciativas y acciones: tirios y troyanos: enemigos y colaboradores del general Cipriano Castro; los muy diversos movimientos de oposición al general Gómez, desde las huelgas de los tranviarios, pasando por la semana del estudiantes hasta la invasión del “Falke” y los alzamientos de Juan Pablo Peñaloza junto a los apologistas del dictador y sus más estrechos segundones. Todas las diversas tendencias y organizaciones sociales y políticas que tuvieron activa presencia en la Venezuela post-gomecista: los nuevos partidos políticos, las organizaciones femeninas, las asociaciones profesionales, los sindicatos, los gremios de empresarios, junto a las Cívicas Bolivarianas del General López Contreras, y el PDV de Isaías Medina Angarita, la prensa tanto la oficial como la de oposición y los movidos debates parlamentarios sobre temas fundamentales de la vida política nacional. El golpe del 18 de octubre, la Junta Revolucionario de Gobierno, la Asamblea Nacional Constituyente y el gobierno de Don Rómulo Gallegos, las acciones, los conflictos, los detractores y los intensos debates que dieron forma a la vida democrática entre nosotros.

Se podía pues, en aquel ambiente de respeto, convivencia y aceptación de las diferencias, que inspiraba la gestión historiográfica llevada adelante por este adalid de la amplitud y la pluralidad que fue Ramón J. Velásquez, escribir y recuperar no sólo las voces de los muertos, como ocurría en tiempos de las dictaduras, sino también las de los vivos, sin importar si sus ideas o preferencias políticas eran distintas o contrarias a las del partido gobernante, o si habían sido sus opositores en algún momento de la historia, o si eran de la oligarquía o, si habían disentido o expresado pareceres discordantes con la Historia Oficial. La representación no hizo distinciones.

Aquí se expresa una notable diferencia con el tiempo que vivimos. Desde el gobierno y con los recursos del Estado venezolano, se ha utilizado el poder para distorsionar, tergiversar, modificar y, alterar la Historia de Venezuela, con un propósito ideologizador y doctrinario que obedece a los intereses del proyecto político del partido gobernante y para lo cual, desde el año 2007 se ha establecido una institución pública, el Centro Nacional de Historia, cuyo decreto de creación dice explícitamente que es el ente rector del conocimiento histórico y de la memoria de los venezolanos.

Han sido millonarios los recursos del presupuesto nacional que se han utilizado para cumplir con este objetivo de convertir a la Historia en propaganda política, de propiciar un discurso único sobre nuestro pasado de contenido monolítico y maniqueo el cual es difundido por los más diversos medios: libros, vídeos, revistas, películas, y también, como ha sido profusamente denunciado, a través de los manuales de enseñanza producidos y distribuidos por el Ministerio Popular para la Educación: la muy criticada Colección Bicentenario.

Recuerdo claramente la advertencia de Manuel Caballero en su libro La abolición de la Historia, allí hablaba de la presencia de un discurso político que pretendía ser la base de una nueva historia, mediante el cual se procuraban negar las hazañas colectivas de los venezolanos llevadas a cabo en el siglo XX.

La obra realizada por el Dr. Velásquez nos permite conocer este enorme esfuerzo colectivo que fue construir la Venezuela Contemporánea, allí están las fuentes y los recursos documentales que nos permiten apreciar y valorar la muy diversas y colosales acciones que hicieron los venezolanos para alcanzar la democracia, pero sobre todo, el Dr. Velásquez, en su actuación como historiador y como hombre público dejó una impronta de integridad a toda prueba: nunca, óigase bien, nunca la Historia estuvo al servicio del poder sino todo lo contrario: el poder al servicio de la Historia y por ello merece nuestro más sincero y agradecido reconocimiento, ahora y por siempre.

Gracias Don Ramón.