- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Héctor Briceño: “Maduro es un gran vacío para la gente”; por Hugo Prieto

Héctor Briceño retratado por Roberto Mata

Héctor Briceño retratado por Roberto Mata

El trasfondo de esta conversación es la profunda crisis que tiene al país en vilo. Pero en primer plano, digamos, está el tema de la consulta electoral y la necesidad de reconstruir las instituciones en Venezuela, los mecanismos que sirvan para encauzar el conflicto y fortalecer la democracia, sin silenciar la voz de la ciudadanía, cercenar derechos constitucionales o negar el debate.

Héctor Briceño es profesor investigador, jefe del área sociopolítica del CENDES. Además es coautor del libro “El Sistema Electoral Venezolano/reflexiones a la luz de las parlamentarias de 2015”. Su propuesta desarrolla tres principios de la reforma electoral. Uno, construir instituciones que compartan el poder. Dos, establecer instituciones que promuevan la moderación política y eviten la polarización. Y tres, desarrollar instituciones que refuercen la consolidación y estabilidad del sistema de partidos. Pero este reto no se puede encarar en lo inmediato. Antes hay que resolver la crisis económica y social. “Nicolás Maduro no lo puede hacer, porque no tiene ni el capital político, ni goza de la confianza de sus propios seguidores”.

El objetivo de Chávez fue ganar la Asamblea Nacional para después construir la hegemonía política que estamos padeciendo. En ese terreno no ha habido cambios. Por 17 años se ha mantenido y reforzado el control institucional. A los hechos me remito, la oposición ganó las elecciones parlamentarias del 6D y este país se ha dado el lujo de vivir un año sin Asamblea Nacional. ¿Qué idea fantasiosa nos permitiría pensar que el país se puede reinstitucionalizar de otra forma?
Una de las cosas interesantes que hizo la constituyente fue repensar la triada del poder de Montesquieu: La división de poderes, cuyo objetivo básico era controlar el poder. De tal forma que no se volviera en contra de los ciudadanos. La Constitución del 99 lo dividió aún más, al crear el poder ciudadano y el poder electoral. Irónicamente, transcurrido el tiempo, vimos que esa división se usó para que estos terminaran subordinados al presidente, para que éste tuviera un poder sin límites. Todo eso se hizo bajo dos premisas. La primera es Hugo Chávez, que fue el epicentro de la política venezolana entre 1998 y 2013. Chávez no está, se murió. Y la segunda es que eso se hizo con respaldo popular. Yo creo que los venezolanos que apoyaban al régimen estaban plenamente conscientes de que le estaban dando un poder ilimitado a Chávez. Y sabían que le estaban permitiendo apoderarse del resto de las instituciones. Lo hicieron porque confiaban en él hasta unos límites que hoy cuesta imaginar. Cosa que ya no sucede. Chávez no está y desconfían del que está de una manera increíble. En los grupos focales que hemos hecho, le hemos preguntado al pueblo chavista. ¿Qué le dirías a Maduro? Y la respuesta ha sido. Qué venga al barrio. Que conozca nuestra realidad, porque él no tiene idea de lo que estamos sufriendo.

Todo eso se puede resumir en dos palabras. Concentración de poder. Llegan los herederos de Chávez y se encuentran con esa enorme cantidad de recursos y esa gran capacidad de maniobra. Insisto, ¿cuál sería la fantasiosa idea que nos llevaría a pensar que el hijo de Chávez y la dirigencia del chavismo van a ceder espacios de poder? ¿Qué van a permitir la reinstitucionalización del país? Hermano, si yo heredé ese cheque en blanco, no tengo porque compartirlo contigo.
Dos cosas. Una, Chávez no solamente concentró el poder, sino que trató de expandir ese poder a todos los sectores de la sociedad venezolana, a través del control de la economía, de la cultura, de los medios de comunicación. Es el concepto de hegemonía, pero aún así, la gran ironía creo yo, es que ese poder <sin límites>, es un poder sumamente débil. El Estado venezolano es sumamente débil. Incluso, Chávez lo era, porque al final fracasó en su intento de inocular los valores de su propuesta. ¿Cuál fue el gran aporte de la revolución bolivariana? Disparar el consumo de los llamados bienes suntuarios, en una sociedad que tiene una motivación aspiracional. Es un Estado tan débil que cuando un policía le ordena a un joven motorizado que se detenga, este no le hace caso, acelera. Es un Estado que no tiene control sobre la sociedad. El segundo elemento, que también ha servido como muro de contención a la concentración del poder, son los valores democráticos de los venezolanos. Sin duda, en las bases chavistas los hay. Incluso, al interior del PSUV, aunque en menor medida. No es posible mantener un gobierno con un poder ilimitado sin acudir a la consulta popular. Eso está en el horizonte. Seis meses, un año se puede retrasar, pero no más.

Es la propia crisis la que devora a la dirigencia del chavismo. Pero como decía el compañero Lenin —que sí sabía de revoluciones—, <el Estado no se va a caer solo, hay que zarandearlo para que se caiga>. Aparte de algunos logros electorales, la oposición no ha logrado una conjunción de iniciativas, de propuestas, de estrategias, de comunicación, de acciones en la calle que provoquen un terremoto político de 4.2. Salvo algunos picos, los sismógrafos muestran poca actividad.
Yo creo que la dirigencia opositora pudiese aprender algo del chavismo en ese sentido. Me parece horroroso que el presidente tenga un programa de salsa en estas horas de calamidad social. Pero adónde voy es a lo siguiente: El Chavismo hace su apuesta, toma riesgos, toma la iniciativa, para tratar de utilizar recursos más allá de los tradicionales —el partido, el dinero, los medios de comunicación—, y va más allá, revoluciona esas fichas tradicionales e incluye otras que no estaban en el tablero. ¿Eso ha traído consecuencias nefastas para la sociedad venezolana? Sí, entre otras cosas, porque se han puesto al servicio de un proyecto fracasado. Pero la oposición se ha limitado a jugar con las piezas clásicas. No vio la necesidad de incorporar nuevos recursos, nuevas fichas. Creo que eso hace falta. Hay otros elementos, de naturaleza muy diferente, que igualmente están influyendo. Me refiero al lapso que va de 2002 a 2004. En ese sentido, la dirigencia política del país, opositora y chavista, encaran un desafío: Que miren hacia el futuro, porque el conflicto donde estamos metidos no se resuelve mirando hacia el pasado. Churchill decía que el capitalismo fracasó en distribuir la riqueza y el socialismo fue extraordinario en distribuir la pobreza. Definiría al socialismo del siglo XXI como sobresaliente distribuyendo culpas, desde la iguana (que provocó el corte eléctrico), pasando por la oligarquía (guerra económica), hasta el Imperio (agresión a la soberanía nacional). Lo que siempre distribuye es culpas.

La democracia venezolana está en la sala de terapia intensiva, sometida a procedimientos que la mantienen con vida artificial. Pero de allí el paciente sale a una condición estable o a la morgue. Esas son las dos opciones. No hay otras. Esa es la situación que estamos viviendo. Las propuestas que se hacen en la mesa de diálogo apuntan a atender la emergencia, pero no a la reinstitucionalización del país. Por ejemplo, ¿Se va a nombrar a los nuevos rectores del CNE mediante el consenso de las fuerzas políticas o se va a aplicar lo dispuesto en la Constitución?
Hay dos niveles de reinstitucionalización. En primer lugar, acuerdos mínimos, que fue lo que rompió el chavismo; el chavismo rompió la alternancia en los cargos de elección popular, porque la elección se convirtió en una propuesta suma cero. O ganas todo el poder o lo pierdes todo. Se llegó al Pacto de Punto Fijo, durante los 40 años de democracia, precisamente para evitar toda la experiencia que significó el trienio adeco (1945-1948, la hegemonía de una sola organización política y el sometimiento de la sociedad a los designios del Estado) y las consecuencias de la dictadura. Ese fue el gran acuerdo, cuya función social dejó de funcionar, pero se siguió utilizando a lo largo de esos 40 años. Creo que un nivel de institucionalización es un pacto mínimo de convivencia, necesario para dar el segundo paso. ¿Cómo vamos a construir las instituciones? ¿Cuál es el carácter y la naturaleza de esas instituciones? Ese es el segundo nivel. Creo que para llegar allí necesitamos construir confianza, porque lo que domina a esta sociedad es la desconfianza, entre el gobierno y la oposición, pero también a lo interno del gobierno y la oposición. Pero también en la sociedad. Esta sociedad desconfía de los partidos políticos, de los liderazgos, y más recientemente, desconfía, y mucho, de los militares.

¿Cómo le decimos a la gente que el experimento de Chávez fracasó, que la Constitución del año 99 —“la mejor del mundo”—, existe, pero no se aplica? Yo creo que quienes hicieron esa Constitución estaban preñados no de buenas intenciones, sino de una ingenuidad asombrosa. Algo que a cierta edad —en la vida y sin duda en la política— se paga muy caro.
Diría dos cosas. Una, la Constitución tiene errores muy graves, el principal, quizás, sea la construcción de un híper presidencialismo, que le da toda la cabida a lo que Chávez fue y que luego hereda su hijo, Nicolás. Pero así mismo tiente virtudes, la división en cinco poderes, si se hace de acuerdo a lo dispuesto en la Constitución, creo que puede servir. Si el CNE cumpliera su papel —defender el voto de los ciudadanos— hubiese levantado su voz y le habría dicho al TSJ, en diciembre de este año… la elección en Amazonas está bajo investigación pero estos diputados ya fueron proclamados y hasta que no se demuestre lo contrario, van a ocupar sus curules, y lo digo porque el conflicto del CNE no era con la Asamblea Nacional, sino con el Tribunal Supremo de Justicia. El CNE abandonó a los electores de Amazonas a su suerte. Y algo similar hizo con la sentencia de los tribunales penales que secuestraron el referéndum revocatorio. Unos jueces estadales no pueden secuestrar el derecho constitucional de los que quieren firmar. Lo que quiero significar con esto es que hay elementos interesantes en la Constitución, pero tomo tus palabras, las hago mías, igualmente hay elementos ingenuos. Lo otro es ¿cómo decirle a la gente que la Constitución que hizo Chávez no sirve? Yo creo que la gente lo sabe. Yo he hecho mucho trabajo de investigación con chavismo de base. Maduro contribuyó decididamente a resignificar a Chávez. Antes el pueblo chavista decía, Chávez no se equivocaba y ahora dicen… No, como que sí equivocaba porque nos dejó a este. Maduro es un gran vacío para la gente y ese vacío se lo ha transmitido a las instituciones que construyó Chávez y al mismo Chávez. De hecho, hay encuestas que muestran que la popularidad de Chávez está cayendo.

Héctor Briceño retratado por Roberto Mata

Héctor Briceño retratado por Roberto Mata

En su ensayo, usted afirma algo que es muy cierto. El cronograma electoral, que se aplica desde 1998 a la fecha, ha servido para profundizar la polarización y la conflictividad, que nos tiene exhaustos como sociedad. Usted plantea reducir el mandato de los cargos de elección popular a cinco años, con una sola reelección inmediata, unificar las elección presidenciales y legislativas, así como las elecciones de gobernadores con las de concejales, ¿No se parece mucho al formato electoral que había antes? Pareciera que esta crisis pudiera ser una oportunidad para resolver estos asuntos, sin los vacíos y las omisiones que se cometieron en el pasado.
Hay una gran demanda de la población venezolana por participar, por ser tomada en cuenta en los procesos de toma de decisiones, por expresar su voz. A la gente en los barrios le gusta encadenarse como lo hacía Chávez. La sociedad venezolana tiene necesidad de expresarse, Chávez entendió eso y fue uno de los elementos no tradicionales que incorporó al tablero político, aunque al final no escuchaba a nadie. Pero lo que dicen en los sectores populares, incluso en sectores de oposición, lo que no se puede negar es que Chávez nos dio voz. Hay una necesidad legítima, genuina de que las instituciones escuchen a la gente y produzcan políticas públicas orientadas a satisfacer sus demandas. Así mismo hay una necesidad de modificar el cronograma electoral, porque estas elecciones continuas, entre otras cosas, nos han llevado a esta polarización, a esta conflictividad, porque los candidatos tienen la necesidad de diferenciarse y decir por qué son mejores que otros.

La conclusión está a la vista. Este país ha pasado 17 años en un proceso electoral permanente.
La propuesta no es elegir menos, es elegir más en menos oportunidades. Los gobernantes necesitan lapsos que no estén sujetos a la controversia electoral para desarrollar sus programas, para cumplir sus promesas. Ahora, lo que sí debería permanecer y profundizarse es la consulta a la población a través de las instituciones. Pero no como un ministerio, no como una herramienta del gobierno, sino como un espacio institucional para que la ciudadanía se exprese y puede ejercer funciones de contraloría social. En ese sentido, hay un ejercicio que como sociedad tenemos que hacer. Tenemos que imaginarnos hacia futuro, hacia 10 ó 20 años y cómo queremos que sea esa sociedad venezolana. Para eso hay que dejar de ver hacia el pasado. Hay que ver el presente y mirar al futuro. El chavismo sobre todo, que puso al caballo del escudo a ver hacia adelante, pero ellos se montaron viendo hacia atrás. Qué vean en la misma dirección del caballo, que vean hacia adelante. La oposición, igualmente, tiene que dejar atrás este pasado inmediato y comenzar a ver hacia el futuro.

Aquí todo el mundo habla de transición, pero la consigna es Maduro vete ya. Pero el gran hallazgo que hacen los autores es que la reinstitucionalización del país va a tomar un lapso de al menos tres o cuatro años. ¿Se puede adelantar ese proceso sin la participación del chavismo? ¿Eso se puede hacer en medio de una consulta electoral para salir de Maduro?
Este país no lo gobierna la oposición sola, ni el chavismo solo, en los próximos dos o tres años. Imposible. El gobierno que lleve a cabo esa reinstitucionalización tiene que contar con la participación de esos dos sectores, que no son los únicos, pero cuando se abra el juego político y las posibilidades vamos a ver cuán fragmentado están. Yo creo que ese paso es necesario, es fundamental, porque la reinstitucionalización, precisamente, va a servir para canalizar el conflicto. Creo, así mismo, que reinstitucionalizar en medio de la crisis es un error. Quedó demostrado en el proceso constituyente del año 99.

¿Por qué afirma tan categóricamente que este proceso no se puede adelantar en medio de la crisis?
Creo que es necesario, en medio de esta crisis, construir el acuerdo básico a partir del cual se construyan luego las instituciones. Lo que queda en este momento es redistribuir efectivamente el poder, mediante las instituciones que tenemos. De manera tal que nos obligue, y este es un elemento importante, a no tenerle miedo al conflicto, pero a institucionalizarlo. Al debate, incluso antagónico. No se trata de anular a uno u otro, sino de construir un mínimo de convivencia, un mínimo de toma de decisiones. De manera tal que el gobierno entienda que no puede bloquear las decisiones de la Asamblea Nacional y que la oposición entienda que no puede bloquear las decisiones del gobierno. Pasado tres o cuatro años, creo que podemos ir a la construcción de nuevas instituciones, cuando la crisis económica y la profunda crisis social se hayan superado. Y cuando tengamos un mínimo de confianza, entre opositores y gobierno, e incluso entre sectores de la sociedad.

Al comienzo, usted le dio un plazo a la consulta electoral de seis meses a un año. ¿En qué quedamos entonces?
Esto no lo puede hacer Nicolás Maduro.

¿Por qué lo afirma de forma tan tajante?
Porque no tiene capital político, ni si quiera goza de la confianza de los propios seguidores del chavismo, ni de las organizaciones políticas que conforman el oficialismo. Y no tiene, peor aún, con qué construir esa confianza. Creo que lo pudiese hacer un gobierno de transición, al que llegaríamos no necesariamente por una consulta electoral. La renuncia de Maduro, el año que viene, allanaría el camino para un gobierno, no sé si de unidad nacional, pero que al menos tuviera el consentimiento de los sectores políticos.

¿A lo que podemos aspirar es a lo mínimo?
Yo creo que podemos aspirar mucho, pero es muy peligroso, en este momento, fijarnos el lapso de un año para construir una nueva institucionalidad total, en medio de la crisis. Se puede hacer, pero creo que no duraría. Y creo que respondería a resolver la urgencia que impone la coyuntura, pero no el resto de los problemas que tenemos como sociedad.

¿Usted está consciente de que la propuesta que hace forma parte de la reinstitucionalización que se haría en tres o cuatro años?
Esa es mi apuesta. Creo que esto no se resuelve en lo inmediato. Este conflicto caló en lo profundo y de eso está consciente toda la sociedad venezolana, incluidos los sectores populares.

¿En ese sentido tendríamos que estar conscientes, por los motivos que ha señalado (la dimensión de la crisis, la falta de confianza, la ausencia de institucionalidad para canalizar el conflicto) de que lo mejor sería que los dirigentes de los partidos políticos elijan a unos rectores del CNE que sean imparciales? Porque no podemos olvidar que aquí se ha desconocido la voluntad popular de parte y parte, en 2005, en 2007 y en 2015, y la conclusión de todo eso es que en Venezuela se cercenó el derecho constitucional al referéndum revocatorio. Es decir, a una consulta electoral.
Creo que la aspiración, y esto me parece un punto fundamental, es que los rectores que se elijan, primero, no tengan vinculación partidista, ciertamente no debe haber un solo venezolano neutral en este conflicto, y de ese desconfiaría yo como candidato a rector, pero lo que necesitamos son rectores que apuesten a la institucionalidad, de experiencia y capacidades comprobadas, con prestigio. Creo que eso es necesario para poder negociar y tomar decisiones. Hay una frase de un ex funcionario de la OEA, Kevin Casas Zamora (político costarricense), que escribió en un artículo la ortopedia no cura la gripe, no podemos esperar que la institucionalidad resuelva problemas que tienen que ver con prácticas censurables y vicios de los actores políticos, que en muchos casos tienen una visión clientelar de la política, que pueden cambiar votos por comida, votos por música salsa, que ven clientes en los ciudadanos y no ciudadanos propiamente dicho que desean un futuro mejor y empoderarse para ser dueños de su propio destino.

Héctor Briceño retratado por Roberto Mata

Héctor Briceño retratado por Roberto Mata

Allí están las postulaciones a rectores que en el pasado estuvieron vinculados a Acción Democrática y a Primero Justicia.
A mí me parece que eso nos regresa de nuevo al centro del problema.

¿No es insólito que después de todo esto sigamos en lo mismo?
En la lista de 17 candidatos, postulados por las universidades, que pasaron el primer baremo, hay gente con las credenciales, con la experiencia, con los conocimientos técnicos, profesionales y el nivel académico, con el prestigio y sin vinculación partidista. Su trayectoria está marcada por el hecho de haber defendido el derecho de los electores y de los ciudadanos. Me parece insólito que terminemos seleccionando a expertos electorales vinculados a los partidos políticos. Yo creo que es hora de que los políticos apuesten a la institucionalidad, al conocimiento, a la experiencia, para salir de este embrollo. El CNE puede ampliarse mediante la creación de un consejo donde estén representados los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil. Eso contribuiría a crear confianza.

¿El presidente Maduro asomó la fecha del 20 de diciembre para repetir las elecciones legislativas en Amazonas. Vamos a ir a ese proceso con un CNE que, como dijo al principio, no defendió a los electores, no se plantó frente al TSJ?
Deberíamos ir a ese proceso con nuevos rectores que le transmitan confianza a la ciudadanía, a los electores. Aquí ha habido mucho mito. Eso era antes que las elecciones las ganaban las maquinarias, el voto en Venezuela es voluntario y a pesar de que los gobiernos, nacional y regionales, trata de controlar el voto, al final los ciudadanos tienen la disposición de expresarse. Eso está al final de la cadena y es muy importante.