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‘Tamara’, un relato de identidades TRANSgredidas; por Indira Rojas

Fotografía de Gabriel Mendez

Desirée Pérez retratada por Gabriel Mendez

Tamara Adrián sufre un sangrado vaginal ante unos sesenta espectadores en una sala de cine. El brillo de la pantalla sobre sus rostros revela gestos de preocupación, otros parecen confundidos. Se escuchan risas, pero también lamentos. La situación empeora cuando el doctor que recibe a Tamara en emergencias descarta su ingreso, al argumentar que se trata de un caso especial. Ella se retuerce del dolor, y ahora el suplicio es doble. En ese instante es una paciente más a la que se niega asistencia médica, no es la doctora summa cum laude en Derecho Comercial de la Université Panthéon-Assas de París, ni la abogada, ni la docente universitaria. La tensión en la sala se traduce en silencio. La activista transgénero Desirée Pérez, quien mira la película apoyando la barbilla en la mano izquierda, se inclina y comenta: “Eso pasa”.

Este episodio del filme Tamaraun retrato de la primera legisladora transexual de Venezuela, contado en clave de ficción por la cineasta Elia K. Schneider— resume una de las formas de discriminación que pone en riesgo la vida de hombres y mujeres transgénero y transexuales en Venezuela. “Hay doctores que te preguntan más acerca de tu vida personal que sobre la dolencia por la que acudes a ellos. Y en la salud pública no saben cómo tratarte”, cuenta Desirée, para quien es necesario sensibilizar tanto al personal de salud como a los maestros. “Las trans sufren mucho más bullying que los gays y hay mucha deserción escolar” .

Desirée inició “el cambio” hace 30 años, cuando tenía 20, y se mudó sola del estado Zulia a Caracas. “Siempre supe que era una niña”, afirma la estilista de cabello rubio y caderas estrechas. Bautizada por su familia como Alberto Pérez, esta es una identidad en ruinas, un nombre sin cuerpo ni espíritu, impreso en la cédula de identidad, el pasaporte, la partida de nacimiento, las tarjetas de crédito y los documentos de propiedad. Es su identidad legal.

Descartó someterse a un tratamiento hormonal que habría inducido rasgos femeninos en su cuerpo, y los implantes mamarios fueron un lujo tardío: los lleva con orgullo desde hace siete años. Hoy se describe como “una señora de 50”, de maquillaje sobrio y zapatos sin tacón, de senos redondos y renuentes al yugo del brasier. “¡No me gusta usar sostén!”, confiesa con los ojos achinados de la risa. “No lo hago porque me guste mostrarme, aunque debo decir que ese ha sido un gancho”.

¿Viviste un proceso de transformación?
No. Por eso no nos gusta usar la palabra transformista. Yo no me transformé en nada, fue una transición hacia lo que soy realmente.

“¿Tú me estás viendo? ¿Te parece que soy un hombre?”, increpa Tamara a la secretaria de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello al descubrirse en una cartelera como Teo Adrián, el nombre ficticio que usan en la película para la identidad masculina de Tamara. La escena es el abreboca de un debate álgido: se convoca un consejo de docentes y estudiantes para determinar si la profesora Adrián puede o no continuar en la institución. Ésta es la escena favorita de Desirée: “Me gusta porque demuestra que muchas veces no importa cuánta capacidad tengamos para hacer algo. Por ser trans nos excluyen”.

Trabaja en una peluquería en la Avenida Oeste 5 de la parroquia Altagracia, al norte de Caracas. Es militante de la agrupación Transvenus Venezuela y se ganó el respeto de amigos, vecinos y clientes con trabajo, gentileza y convivencia. Pero sin una identidad legal que reemplace a Alberto, la cohabitación fuera de su núcleo de conocidos puede tornarse ingrata: desde burlas en la calle hasta verse obligada a “masculinizarse”. Fue lo que ocurrió hace unos años, cuando un funcionario del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería le exigió lavarse la cara y retirarse el maquillaje, quitarse las prendas y recogerse el cabello porque su foto en el pasaporte debía corresponder con su nombre legal. “El problema ni siquiera fue que me pidiera todo eso: fue la forma en que me lo dijo. Me trató mal. Ha sido una de las peores experiencias que he vivido. Me sentí vejada”.

En otra oportunidad, la dependienta de una farmacia se alarmó por las discrepancias entre su aspecto y el nombre en su documento de identidad. “Me pidió la cédula y me reclamó: ‘Usted me dijo que se llamaba Desirée y aquí aparece otro nombre’. Y le respondí: ‘¿Acaso no me vas a vender?’. Hay gente que se lo toma light, otras no tanto. También es cierto que me pongo a la defensiva y sale una parte de mí que no quiero mostrar”.

Desirée lamenta que Tamara no haya podido estudiar en la universidad como una mujer. “Difícilmente verás a una transgénero o a una transexual en un cargo importante. No lo vas a ver en un banco atendiendo al público porque, aunque tenga el rostro y el cuerpo de una mujer, en el carnet saldrá el nombre de un chico”.

Tamara Adrián le pidió a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia reconocer legalmente su cambio de identidad el 14 de mayo de 2004. Doce años después no ha obtenido respuesta y en el papel sigue siendo Tomás Adrián. Ganar el curul como diputado suplente por el Partido Voluntad Popular fue un hecho sin precedentes en la política venezolana, aunque tuvo que postularse al cargo con su nombre masculino.

Joyce Social retratado por Gabriel Mendez

Joyce Social retratado por Gabriel Mendez

En otra sala de cine de Caracas, Joyce Social, un hombre “explosivo y rebelde” de 38 años, percibe en Tamara un reflejo del rechazo al cual se exponen quienes transitan hacia la masculinidad. Ya con seis años de terapia hormonal para adoptar rasgos varoniles, este programador robusto y de barba poblada aclara que si bien los trans masculinos se mezclan más fácilmente que las femeninas, la discriminación es preocupante.

“Sabemos quiénes somos. Yo sé quién soy. Es la sociedad la que tiene un problema con mi identidad”, dice Joyce al salir de la proyección. Su madre se preguntó durante mucho tiempo qué había hecho mal. “La eduqué y ahora me dice ‘Mi niño’, ‘Mi rey’. También intento educar a mis vecinos y a mi entorno laboral”.

Cuando era niño, sus cartas al Niño Jesús incluían carritos y un pecho plano, pero no fue hasta pasados los treinta que inició la transición con un protocolo hormonal y psicológico controlado. “Siempre pensé que era único y resulta que había muchos como yo”.

¿El tránsito de mujer a hombre fue un proceso difícil para ti?
No fue un choque: fue una búsqueda para sentirme libre. No podía permitir que alguien me dijera qué ser ni qué hacer.

¿Has pensado en someterte a una cirugía de reasignación de sexo?
No. El sexo no tiene que ver con lo que tienes entre las piernas. Pueden existir hombres y mujeres sin tratamiento hormonal y sin cirugía de reasignación.  

En Venezuela, los activistas exigen a la Asamblea Nacional una reforma de la Ley Orgánica de Registro Civil y la promulgación de una Ley de Igualdad y Equidad Género, que fue aprobada en primera discusión en 2009 e incluía un artículo que reconocía la identidad transexual. Pero el enunciado fue removido para el segundo debate, que siete años después no figura en la agenda legislativa. En junio, la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, se pronunció a favor de la exigencia de Tamara y pidió a la Sala Constitucional remover los obstáculos que fomentan la discriminación.

Cuando Desirée y Joyce se encuentran para comentar la película, descubren que comparten el anhelo de que las leyes venezolanas reconozcan “algún día” la identidad que corresponde con su género.

―La identidad es elemental. ¿O es que no existo? Y si yo no existo legalmente, ¿para qué voy a votar, por ejemplo? ¡Nosotros somos personas!

―¡Exacto! No queremos ser personas privilegiadas pero tampoco excluidas. Todos y todas las trans queremos ser reconocidas como personas.

El chirrido de una santamaría al cerrar los sobresalta. Joyce mira su reloj y comprueba que son las 9:00 p.m. “Creo que es hora de irse a casa”. Acuerdan no perderse la pista y sellan el pacto con un abrazo antes de partir.