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Para subrayar a Pedro Mairal; por Edmundo Paz Soldán

Por Edmundo Paz Soldán | 14 de agosto, 2016

En una de sus tantas columnas felices -se encuentran en El subrayador (Libros del Laurel)–, Pedro Mairal escribe sobre un anciano que, a la manera de un Dios, se dedica a subrayar el periódico: “todas estas marcas en birome azul son como una lección de advertencia frente a los eufemismos, las frases hechas, los lugares comunes, y una manera de señalar diamantes escondidos en el barro”; Mairal no necesita leer el diario sino los subrayados del anciano. Leo La uruguaya (Emecé) –la última novela de Mairal–, y me tienta hacer lo mismo, para recalcar los aciertos y facilitarle el trabajo al siguiente lector de la novela. Al rato, desisto: descubro que estoy subrayando toda la novela.

Para subrayar a Pedro Mairal por Edmundo Paz Soldan 300Por ejemplo, subrayo: “Siempre me aterra esa cosa siamesa de las parejas: opinan lo mismo, comen lo mismo, se emborrachan a la par, como si compartieran el torrente sanguíneo”. La uruguaya es la historia de Lucas y Catalina, una pareja que ya no es siamesa, y del encuentro arrebatador de Lucas con la uruguaya, una mujer que terminará de remecer sus escasas certezas. Una historia más de infidelidad, convertida en manos de Mairal en el punto de partida para una novela perfecta -la palabra no es una exageración–: no solo rasga en la intimidad de nuestras pulsiones repetitivas y turbulentas, también está muy marcada por lo social: en la Argentina populista de Kirchner, “época del dólar blue, el dólar soja, el dólar turista, el dólar ladrillo, el dólar oficial, el dólar futuro”, las relaciones sentimentales se conectan a las fluctuaciones de la moneda de cambio; de hecho, la trama de La uruguaya, y su secreto mejor guardado, gira en torno a cómo conseguir un mejor cambio para ese dólar -yendo a Montevideo–, y en la tentación que significa ese dinero para los demás. Sin dólar blue, no hay La uruguaya.

Subrayo: “qué mujer más hermosa, qué demonio de fuego me brotó de adentro y se me trepó al instante en el árbol de la sangre. ¿Cómo te llamas? Magalí. Yo soy Lucas. Fuimos a buscar más cerveza”. Magalí es la uruguaya, “una chica de armas llevar, presente y al choque, flequillo rollinga, el pelo mojado, mini de jean, remera floja sobre el corpiño de la bikini (soutien hubiera dicho ella), y descalza”. ¿Es ella culpable o inocente de lo que le pasará a Lucas ese día en Montevideo? La escritura de La uruguaya, sutil, envolvente, transmite una sensación de éxtasis continuo -Mairal parece haber levitado cuando la escribía–, que se acrecienta con el misterio perturbador que esconde en su centro narrativo y que se despliega a medida que se desarrolla el complejo entramado de tiempos del relato.

Mairal no revela del todo el dato central, y en ese enigma uno queda colgado, buscando descifrar la solución en los gestos de un personaje. ¿Importa saberlo? Lo fundamental es precisamente su indecibilidad. Hay algo que no conocemos de la uruguaya y que contagia al resto de la novela: hay algo que no conocemos de Lucas, de sus relaciones con Catalina, de su vida de papá y de escritor. Al final se nos revelan cosas, pero Mairal lo hace con el guiño tramposo del jugador que ha apostado fuerte y ha ganado la partida: el misterio central es el de la condición humana.

Subrayo: “Ojalá la muerte sea saberlo todo”. Subrayo: “En la pausa antes de escuchar tu voz tuve la certeza de que te quería como te sigo queriendo y te voy a querer siempre, pase lo que pase”. Subrayo: “Por el momento no queda más que imaginar”.

Edmundo Paz Soldán es escritor y es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. Su más reciente novela se titula Norte (2011, Mondadori). Pueden seguirlo en twitter en @edpazsoldan

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