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Al Límite // ¿Se deshace el Estado?; por Luis García Mora

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Fotografía de Prensa Presidencial

Lo que acaba de ocurrir en Cumaná esta semana, el “Cumanazo”, no es la malhadada réplica del “Caracazo”, pues es falso que el pasado regrese. Es algo mucho más actual. Diferente. Sus imágenes son las de una tomografía axial del país. O las de la resonancia magnética que retrata su grave enfermedad terminal. Una enfermedad que para nada pareciera afectar a quienes están conduciendo a Venezuela por los momentos. Por encima de tantos devaneos y maquillajes democráticos, ni Chávez ni Maduro aceptaron jamás el espacio de convivencia pacífica y civil que llaman “juego democrático”. Al contrario, siempre se manejaron en la fantasía de un comando que capturó el poder y secuestró sus instituciones.

Por lo que no está democráticamente dispuesto a soltarlas.

Son su botín.

Y los disturbios, los saqueos, los negocios arrasados son evidencia del giro que ha tomado la protesta popular por la desaparición de la comida. De las medicinas. De los hospitales. De las escuelas. De la seguridad.

De la paz y la vida normal.

La democracia no tiene absolutamente nada que ver con su modelo de convivencia.

En un 94,6 por ciento los venezolanos consideran que la situación del país es mala. Al igual que la gestión de Maduro (74,2 por ciento). Siendo así que al 76.9 por ciento no le merece ninguna confianza y considera (73.4 por ciento) que debe ser removido ya, revocado (63,2 por ciento) sin terminar el mandato (74 por ciento).

Por lo que inexorablemente la fotografía actual del revocatorio y la protesta popular avizora la inminente sobredimensión del conflicto, mientras Maduro cierra las salidas políticas y redirecciona el conflicto a la calle, amparado en la represión y presionando la radicalización violenta del régimen. Una violencia de Estado que, como una serpiente que se muerde la cola, se retroalimenta de la ausencia de acción gubernamental, amenazando mucho más la salida pacífica.

¿QUÉ VIENE?
A medida que las protestas derivan en actos vandálicos, Maduro arrecia sus acusaciones contra la oposición culpándola de cualquier cosa: de alentar el caos para desestabilizarlo, y de crear las condiciones para una intervención extranjera.

Eso pareciera ser lo que en su mente de fiera herida e impopular imagina como ruta de escape. Aunque los hechos apunten al incremento de la mediación extranjera –ya activada en UNASUR y la OEA, con el beneplácito de los Estados Unidos y Europa, y hasta el Vaticano–, la cual estaría llamada a involucrarse más en nuestra situación, pues amenaza con desbordarse hemisféricamente (desplome definitivo del sector petrolero, crisis de fronteras, hambruna, refugiados), y no para buscar una tregua, sino para desarmar el conflicto y asegurar la convivencia.

¿La supervivencia?

Por lo que todos los factores de la ecuación se acumulan y potencian, junto al peligro de colapso social y económico en marcha. Sin que podamos reestablecer el orden político, pues el institucional y constitucional lucen rotos.

Junto al hecho de que el país ve desaparecer los mecanismos constitucionales y político-electorales para dirimir el conflicto. El CNE demora y pone trabas y el Tribunal Supremo no lucr en capacidad de arbitrar.Del misno modo, corre la ruptura radical del electorado, del pueblo, con la idea de una “revolución bolivariana”, al evidenciarse que no hay gestión ni capacidad para resolver problema alguno. Y esto está siendo difícil de digerir por el sector más radical del chavismo, pues hay otro más sensato y estratégico que, estrangulado por la cúpula, lee con claridad un desastre donde no encuentra en su liderazgo un gramo de ética, de moral.

NO EXISTE MORAL REVOLUCIONARIA
Se deshace el control del Estado.

Con un presidente al que sólo se le ocurre, gritar desbordado: ¡Todo el poder a los CLAP! (Comités locales de abastecimiento y producción), en bufo remedo del ya manido y pátético: “¡Todo el poder a los soviets!”.

Lo que significa que solo les queda acudir al expediente de redistribuir –y por la fuerza– la miseria.

Negocios arrasados. Calles militarizadas. Centenares de detenidos. Heridos. Y el líder hablando no de soluciones, de acciones concretas, de estratégicas programáticas, sino de algo tan pueril como “violencia bachaqueril”.

Por lo que habría que procesar a Capriles por instigar la violencia y cerrar la Asamblea. Absurdo. Ocurriría en momentos en que los saqueos y las protestas antigubernamentales se incrementan, y las fuerzas de seguridad lucen dispuestas a usar sus armas de fuego para controlar a los manifestantes.

El gobierno luce nariceado por el monstruo que él mismo engendró. La ingobernabilidad. La violencia.

En razón del “Cumanazo”, el ministro general Padrino López, el martes, frente a la dramática situación, hubo de dirigirse internamente a la FAB, advirtiendo que estamos obligados a “mantener en pie a nuestra Patria libre de violencia política, criminal y social. Y ¡Lo podemos hacer!” ¡Nadie con más poder que la FANB!, dijo.

Es más, Padrino añadió: “Estamos transitando un hilo divisorio entre la anarquía y la gobernabilidad”. Y según un periodista usualmente muy bien informado, es muy probable que a partir del 24 de este mes tan decisivo, se tenga un Alto Mando en el Ejército de “chavistas químicamente puros y radical hasta los tuétanos”.

ENTONCES, ¿SE PASA LA PALANCA?
Las FAN son determinantes, aquí y ahora. La gran pregunta que se hacía la revista Semana de Bogotá en estos días era si ante el descontento generalizado, “los miembros de las FAN estarían dispuestos a usar sus fusiles para proteger a un gobierno que a estas alturas sólo busca perpetuarse para no afrontar sus deudas con la Justicia”.

La interrogante late dentro y fuera del país, ante el reclamo social generalizado: se han producido mas de 1500 protestas en el primer trimestre de 2016. Rige la emergencia económica y un estado de excepción desde el 13 de mayo. Se multiplican la carestía y la escasez de alimentos (87 por ciento), la hiperinflación y los cortes de luz.

Y el Gobierno sigue sin asumir la responsabilidad echándole la culpa al sector privado y al adversario político.

Con un gravísimo (como lo advertía Padrino López con razón) problema de gobernabilidad.

Y un hilo divisorio muy fino.

En Argentina, por ejemplo, durante la dictadura cívico-militar autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional” que gobernó desde comienzos de 1976 hasta la restauración de la democracia en 1983, se pasó la palanca.

Con un régimen de represión ilegal, violencia indiscriminada, persecuciones, tortura sistematizada, desaparición forzosa de personas, manipulación de la información y demás formas de terrorismo de Estado.

Se la denominó también “Guerra Sucia”, en alusión al carácter informal del enfrentamiento entre el poder militar –desligado de la autoridad civil– contra la población civil. Hoy se recuerda el uso sistemático de la violencia contra objetivos civiles en el marco de la toma del poder político y burocrático de las Fuerzas Armadas, que determinó la inmediata suspensión de los derechos y garantías constitucionales, y propició la utilización de tácticas y procedimientos bélicos irregulares contra la población.

El poder adquirió formas ominosas. Difíciles de entender. ¿Qué cómo fue posible?

Nunca se sabe.

Lo que sí se sabe décadas después de la dictadura, es que con 370 jefes y oficiales condenados por crímenes de lesa humanidad, los militares permanecen en sus cuarteles.

Con una situación como la actual, ojalá que esto no se convierta en Argentina.

EL ESTRECHÓN DE MANOS
Entre Delsy Rodríguez y John Kerry constituyó un giro radical pues se produjo horas después de que Maduro dijera que Estados Unidos pretendía una intervención militar en nuestro país.

Pero se dieron la mano, lo vimos, aunque los rostros de ambos eran un poema, enigmático si se quiere, tras el recuerdo de hace un año en Haití cuando la misma Delsy junto con Cabello se tomaron aquella otra foto con Thomas Shannon (que ahora viaja a Caracas), tras las sanciones (congelamiento de activos y suspensión de visas) a funcionarios chavistas acusados de narcotráfico y lavado de dinero.

Es más, Kerry ha sorprendido en Dominicana al decir luego que “EE. UU. no presionará para suspender a Venezuela de la OEA”. Y pide a UNASUR “perseverar” en el diálogo de los expresidentes, como “vía prioritaria”.

¿Hay otras?

Muchos analistas destacaban esta semana que ahora, al entrar en el diálogo con los Estados Unidos, la presión para Maduro no sólo es interna con los saqueos y la protesta contra la escasez. Ahora viene también desde afuera. Por lo que debe decidir.

Mientras tanto, por aquí Michel Penfold presentó su plan para resolver el conflicto político venezolano que gira en torno al absurdo antidemocrático implantado por Chávez, desde 1998, de no levantarle el teléfono a nadie, y decretar a partir del 11 de Abril su lucha a lo Mao, con un esquema más bien nazi, a lo Carl Smith, de eliminar la relación de convivencia democrática con el adversario político, y convertirla en una de amigos y enemigos.

De exterminio total sin treguas ni negociaciones, ni acuerdos ni diálogo. Hasta que un ejército (no un partido) acabe totalmente con el otro. Con un escenario de guerra de PlayStation en el que quien gana lo hace sobre el exterminio del otro.

Algo que de política únicamente tenía el nombre. Y lo demás era, es cuartel. Y tropas y soldados y misiles y…

A lo que el “Plan Penfold” se enfrenta, y que a grandes rasgos busca, es que el chavismo 1) desista de la irreversibilidad hegemónica de su proyecto, 2) respete la Asamblea electa democráticamente por el pueblo y 3) abandone el control del resto de los poderes públicos para restaurar el Estado de Derecho.

Mediante 7 pasos de una lógica política kantiana que están en su artículo y usted lo puede encontrar en esta misma página. Y para lo que se requeriría con asistencia internacional, un acto de buena voluntad, un acuerdo político, una reforma constitucional y finalmente un acompañamiento internacional muy poderoso para su verificación.

No para buscar una tregua: para asegurar la convivencia.

Un sueño, como admite Michael.

Aunque en el apretón de manos de Kerry y Rodríguez parece gravitar como la hoja de ruta que todos compartimos. Y que de repente, sobre el espectro de esta conflagración total que se plantea Maduro, alguien, (como los magistrados y el alto mando militar) hasta podría aceptar.