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Un sonido que hipnotiza…; por Marienna García-Gallo

Carnavales Aurtiz, Ituren y Zubieta

Carnavales Aurtiz, Ituren y Zubieta

A las ocho de la mañana del día lunes comenzaban a sonar los primeros cohetes anunciando el comienzo de las celebraciones del carnaval en Aurtiz.  Todavía no entendía cómo en esa pequeñísima localidad podían celebrar unos carnavales días antes de la fecha oficial para el resto del mundo, pero ahí estaba yo: ansiosa por descubrir esta fiesta singular y anticipada.

Me asomo a la ventana: es invierno, no hace tanto frío y no llueve. ¡Bien!

Aurtiz es un caserío de apenas 134 habitantes ubicado al norte de Navarra, a unos 56 kilómetros de Pamplona. Un lugar mágico, rodeado de montañas y de praderas verdes llenas de ovejas, ríos que van y vienen y un olor a naturaleza, a leña, que te envuelve. Dos pueblos lo protegen: Ituren y Zubieta, pueblos vecinos, con mucha historia y protagonistas de estas fiestas.

[Fotogalería] Carnavales de Ituren y Zubieta; por Marienna García-Gallo   496

“¿Almuerzan a las diez de la mañana?”, pregunté extrañada. Mientras los Joaldunak ya estaban reunidos para almorzar, yo apenas estaba desayunando un pan recién horneado con queso fresco de oveja.

A media mañana, los Joaldunak comenzaban su ritual: los padres vistiendo a los hijos  las madres ayudando y  los más fuertes del pueblo amarrando sus cencerros. ¿Pero qué es un Joaldunak?

El Joaldun, que es como se dice en singular, es un personaje tradicional de los pueblos de Navarra, el principal de estas festividades. Su traducción literal es “el que porta los cencerros”.

Dos enormes cencerros de más de diez kilos amarrados a una faja de lana de oveja es lo primero que se colocan. Ahí están los más fuertes con sendas cuerdas apretando este singular cinturón. Me pregunto si una espalda aguanta tanto peso y por tanto tiempo.

Con pieles de ovejas sobre sus hombros, un pañuelo rojo en el cuello, las abarcas (zapatillas que se amarran con cuerdas), el látigo hecho con una cola de caballo y el famoso tunturrua (un gorro cónico adornado con cintas de colores), los Joaldunak están preparados para la marcha.

Comienzo a escuchar los cencerros. La danza comienza con ese ritmo que hipnotiza. Los cencerros están a la altura de sus riñones y el cortejo los bate al unísono con el movimiento de sus caderas. Es, quizás, el acto central y más característico de estos carnavales. Y se cree que viene de celebraciones y ritos ancestrales para ahuyentar a los malos espíritus y despertar la naturaleza del invierno haciendo mucho ruido.

Un momento inesperado: el oso (o hartza), las bestias, los carneros, personajes vestidos con mazorcas, con cuernos, con pieles, con palos de madera y todo lo que es posible encontrar en estas montañas, salen de repente y se unen a la marcha para acompañar a los Joaldunak de Aurtiz y Zubieta a encontrarse con los Joaldunak de Ituren en el puente de Zubiburu para terminar el desfile en la plaza de este mismo pueblo. Al día siguiente,  el martes, todo esto se repetirá pero a la inversa. El destino final será la plaza de Zubieta.

No pensé jamás que a 440 kilómetros de Madrid, en estos pueblos tan bucólicos de Navarra, me iba a encontrar con unos carnavales tan rurales. Su fiesta más importante del año es una tradición de años que se conserva intacta y de la que sus participantes se sienten orgullosos. Describirlo es difícil. Una vecina me comentó: “Es como de Pedro Picapiedra…” ¡y sí! Casi, casi, pero con mucho más encanto.

Fue una experiencia fascinante que me removió internamente y que me gustaría, sin duda, volver a vivir.

Y si así es la manera de hacer despertar a la naturaleza, ¡bienvenidos sean los cencerros!