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Mi año político; por Santiago Gamboa

Mi año político; por Santiago Gamboa

El apretón de manos entre Santos y Timochenko fue, sin duda, el acto político del 2015 de mayor importancia en el país, claro está, y puede incluso que de América Latina, al menos en su seccional norte.

La foto de Raúl Castro estrechando las manos del presidente y el líder de las Farc, con el auspicio invisible de Obama y el papa Francisco, fue la imagen del año, tal vez comparable al otro apretón de manos entre Obama y Raúl Castro en Panamá, marcando un cambio en la política hostil de Estados Unidos hacia Cuba.

También en la región, fue muy significativa la arrasadora victoria de la oposición en Venezuela hace apenas unos días, que sumada a la victoria de Macri en Argentina y a la crisis de Roussef en Brasil llevó a algunos analistas a anunciar la caída de la izquierda latinoamericana, algo que me parece prematuro, pues la verdad es que la debacle del socialismo venezolano, para mí, se debe bastante poco al socialismo y en cambio mucho a la incompetencia y a la corrupción. En otros países de esfera socialista que he conocido, como el Ecuador de Correa, la España de Felipe González o la Francia de François Mitterrand, nunca que yo sepa hubo semejante torpeza en el manejo de una crisis económica, ni vi a la gente hacer filas de seis horas para acceder a estanterías semivacías en los supermercados. Calificar a toda la izquierda política por los bochornosos resultados de Maduro sería tan injusto como juzgar el capitalismo exclusivamente por los desmanes del banco Lehman Brothers.

En Europa hubo dos hechos fundamentales: de un lado, el resquebrajamiento de la Unión Europea por la vía de la bancarrota de Grecia y la arrogante actitud de Alemania, con la Merkel y su odiado ministro de Finanzas, Wolfgang Schaüble. Este caso mostró cómo la desdichada Grecia acabó convertida en coctelera para mezclar recursos públicos alemanes y europeos y transformarlos en dineros privados para pagarle a los bancos; también mostró que las medidas de austeridad, tan defendidas por economistas para aplicar a países que no son los suyos, no sólo no corrigen los problemas, sino que los agravan, tal como se vio al comparar la deuda de Grecia al inicio y al final de cinco años de austeridad. Este complejo altercado, que hizo célebre al premier griego Tsipras y a su ministro de Economía Varoufakis, puso a temblar a la Unión Europea, la cual llegó a plantearse algo tan disparatado como sacar a Grecia, nada menos, olvidando que su propio nombre, Europa, ¡proviene del griego!

El otro gran hecho europeo, también una crisis, tiene varios ángulos de observación: su origen es la guerra en Siria y el fortalecimiento del Estado Islámico. Esta guerra provocó en Europa un drama humanitario con centenares de miles de refugiados, cuya imagen símbolo fue la zancadilla que una malvada periodista húngara le hizo a un hombre que alzaba a un niño; la otra cara de este mismo tema fueron los atentados terroristas en París, que llevaron a los franceses a radicalizarse votando por la ultraderecha. Así, el 2015 fue el de una Europa en crisis, con millares de refugiados tocando a sus puertas y células terroristas en sus ciudades esperando la ocasión para causar nuevas masacres. En suma: un año de esperanza, acá, y de profunda inquietud allá.