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Al límite // Como en la película de Jack Nicholson; por Luis García Mora

Por Luis García Mora | 5 de diciembre, 2015
Fotograma de la película El resplandor de Stanley Kubrick, 1980

Fotograma de la película El resplandor. Stanley Kubrick, 1980

Llegamos al 6-D Civil. O al “Día D”, como el término genérico militar que se usa para indicar el momento en que se debe iniciar un ataque o una operación de combate, que en la II Guerra Mundial se aplicó a la denominada “Operación Overlord”, el desembarco en Normandía.

Y no como si nos preparásemos de manera cívica para el simple depósito democrático del voto, sino para detener este salto hacia la nada. Este vuelo al vacío.

Acudiendo a una rocambolesca fantasía militar, se anuncia incluso que las dos potencias anti imperialistas más fuertes del mundo, China y Rusia, han decidido enviar apoyo militar a Maduro, pues aseguran que Venezuela se ve amenazada por la movilización de la Cuarta Flota de la armada estadounidense en aguas del Caribe, de cara a estas elecciones del 6-D.

Lo que quizá obligue al venezolano que sufraga a asumir el mandato de nuestra experiencia histórica, que no es precisamente de cobardía, a afrontar con firmeza, integridad, serenidad y fortaleza, este trance.

Que nos pone a prueba en la mala hora por la que atravesamos. Con aguante. Con aplomo. Con integridad.

Los números favorecen un cambio más o menos severo, ya veremos. Pues dados todos los cálculos, la oposición debería ganar (o todos los encuestadores estarán obligados a tragarse sus números).

El mundo se ha puesto patas arriba para Maduro. Y los venezolanos tendremos que intentar recobrar el juicio, pues el único obstáculo para dar el paso es el miedo. Un miedo que nos ha permeado de manera larvaria durante casi 20 años. El espanto civil ante la amenaza del hombre armado, con chapa, con charretera o sin charretera. Este desquiciamiento que se induce desde el poder como un electroshock que se come los días.

Quizás sea lo que más aborrecemos de esta manera de gobernar desde 1998.

Llegamos al absurdo de que en contra de cualquier lógica democrática, los presidentes, vicepresidentes, primeros ministros y parlamentarios de la región latinoamericana y del mundo, junto a nosotros hoy, apuesten a que se respeten los resultados, como aquel escéptico que manda una sonda al espacio infinito y cruza los dedos.

Como en Birmania en una feroz dictadura, dentro de un muy reciente marco histórico en el que, como refería esta semana Sergio Ramírez, se despojaron de sus poderes a los elegidos mediante medidas legales y maniobras de hecho, o simplemente metiéndolos en la cárcel.

Y en un escenario de miedo en el que el propio Presidente de la República, retorciéndose políticamente, como aprisionado entre los anillos de una pitón, declara temeroso y airado, que él no va entregar la revolución, si la mayoría legítima de los votantes pone la Asamblea en manos opositoras.

¿Requiebro vano de una oratoria o maquillaje político recargado? ¿Qué significa gobernar en “unión cívico-militar”? O, como se pregunta un hombre de tan profunda fe democrática como el novelista nicaragüense: ¿Qué pito tocan los generales y los coroneles a la hora en que los votos dilucidan el asunto del poder?

Es la inquietud del país por la reacción de Nicolás Maduro ante una derrota, con ese estilo violento que intenta tapar los intensos boquetes de la nave rota. Al mismo tiempo que, como el martes, sibilinamente, al aceptar una posible derrota dice que “si se diera la pesadilla de que perdiéramos, la revolución adquiriría nuevos caminos y un nuevo carácter”.

O dejando caer alguna mínima señal más relax, “En caso de que la revolución perdiera el 6D, la vida continúa”. Como en aquella comedia intrascendente y sencilla de Emilio Vieyra.

El presidente inquieta, alarma, corta el resuello, y en la recta final de este ciclo vencido y desgastado, como un estertor de cierre de último momento, anuncia rayos.

Y más tormenta.

Gane o pierda y desde todo punto de vista, dado el caos, su situación pareciera ser la misma: atrapado sin salida, como en la película de Jack Nicholson.

♦♦♦

CRÁTERES

Oxígeno líquido. Es lo que transmiten estas elecciones. Las cosas han cambiado. Y, como dice Maduro a sus seguidores, este domingo es vital. Las últimas medidas como la instrumentación férrea del control de precios del vice Arreaza, tocan el techo. Y ni que lleguen los chinos o los rusos con sus portaaviones. “El 7 de diciembre voy a radicalizar la revolución”. “Echaré a andar un proceso de radicalización de la revolución productiva económica”. Pura ficción. ¿Productiva de qué? ¿A cuál revolución se refiere? ¿A eso que Arreaza se refirió cuando dijo que los precios de todos los productos en existencia del país –oh, innovación mundial–, los va determinar únicamente el Presidente de la República, desde Miraflores? ¿Radicalizar más?, se preguntaba ante un café un economista serio, perdida completamente toda esperanza de entender. ¿Qué más les queda? ¿Expropiar las empresas que no han expropiado? ¿Los bancos? ¿Los taburetes? ¿La Polar? El punto flaco de todo este desastre, el talón de Aquiles de este Gobierno, es la economía.

 ♦

Una anécdota que fulmina: The economy, stupid. Durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. Bush (padre), su estratega de campaña, James Carville, señaló que Clinton debía enfocarse sobre cuestiones relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. Con el fin de mantener enfocada la campaña en el mensaje, Carville pegó un cartoncito en las oficinas centrales con tres puntos escritos, de los que precisaba dos puntos: 1) Cambio es más de lo mismo, y 2) La economía, estúpido. Aunque el cartelito sólo era un recordatorio interno, la frase se convirtió en una especie de eslogan no oficial de la campaña de Clinton, que al final decidió la relación de fuerzas y derrotó a Bush padre. Algo impensable poco antes. Cuánta vigencia cobra un cartelito.

La mega inflación, la súper escasez. Un mañana inmediato se avizora con la mecha encendida ante nuestros rostros, es decir: pronto. Cuando ni el bachaqueo funcione, y hasta el venezolano más incauto se percate. A Maduro podría ocurrirle que de verdad, verdad, no entienda nada y que en efecto se lance a la calle (como amenaza) pero desnudo, pidiéndole a Dios como Ceaucescu que lo salve, si no toma medidas ahora, al final de 2015 (el año de la crisis), o en 2016 (el año de la mega crisis). Porque no haya nada. Y el “no hay” se convierta ante él en una sentencia. Con sólo un 2 por ciento de popularidad.

Junto a otro terma económico o una palabra a la que hay que hacerle una oda: “deuda”. Es este –y Maduro no lo ha podido evitar– un gobierno maula. Le debe a todo el mundo y lo único que se tiene en el radar es la deuda externa, que de verdad ha venido sirviendo. Pero qué de la otra, empezando por PDVSA que le debe a sus proveedores (deuda comercial) un estimado conservador en dólares solamente entre 15 y 20 mil millones, y se quedan cortos. Por lo que hay hoy aglomerados alrededor de Curazao y Venezuela un número de tanqueros petroleros esperando cargar que (según Reuters) va en alza. Una docena y media de buques que esperaban la semana pasada para descargar y otros 50 para cargar en los terminales de PDVSA. Con crudo liviano y gasolina (que usamos para mezclarla porque no hay). Una imagen que está en todos los monitores del mundo. Que sale en la prensa internacional.

El Gobierno no le ha liquidado divisas a los importadores de la economía. Suma que se calcula en 10 mil millones de dólares. (conservadoramente, puede sobrepasar). Estaríamos arrancando 2016 en una situación muy precaria. La deuda te hace vulnerable: nadie te quiere vender. Has perdido credibilidad en los mercados, sobre todo en quien te provee de verdad de insumos y materias primas para que la economía opere, para que haya productos en los anaqueles.

Entonces, cuando te hablan de radicalizar, te preguntas: ¿Qué más radicalizas? Porque lo único cierto y que pareciera un axioma, de acuerdo con los expertos, son dos premisas: 1) Maduro no toma medidas económicas de ajuste, y 2) Se mantienen como se presume que se van a mantener bajos los precios del petróleo. No se cree que llegue o cubra el 2016 sin un caos.

Sería ingenuo pensar que no se va a hacer algo. Tendrían que tomar el toro por los cachos. Pero, ¿quién? No se sabe qué ala va a prevalecer. Hay un ala que aboga por más controles, que algunos llaman el “ala suicida”, representada por Arreaza, con anuencia de Maduro, y el juicio de un economista maracucho, Tony Boza, que asesora desde marzo a la Vicepresidencia para el Área Económica, y que ha expuesto algunos planteamientos sobre la crisis que actualmente atraviesa el país, señalando que los altos precios se deben a las tasas de ganancias de “los especuladores”, para además declarar que “En verdad hay una coyuntura bastante difícil, que se expresa en una situación de precios” pues “se han generado situaciones que han borrado un marco de referencia de precios, y el precio es el centro de un sistema de relaciones de valor”.  Y que “No tengo idea de en cuánto esté la inflación, no me atrevo a decir hasta dónde llega”… Un ala que definitivamente debe de haber perdido la pelea. Pues si una semana después de haber bajado irracionalmente el precio a los huevos, desaparecieron, alguien adentro deberá reflexionar.

Dicen que el más preocupado por la derrota es el presidente de la Asamblea, el que si la pierde sonaría más duro. En política las acciones son símbolos. Y el caballero no estuvo en el cierre de campaña del Psuv en la Avenida Bolívar. Se quedó en sus predios natales…

Luis García Mora 

Comentarios (2)

cejotave
5 de diciembre, 2015

Con el problema del EI en Siria, y Maduro creyendo que Obama le va a mandar a la 4ta flota contra el colectivo La Piedrita.

Gabriel Castro A.
8 de diciembre, 2015

Cuando el autor señala en el 17mo. párrafo “…atrapado sin salida, como en la película de Jack Nicholson…” es evidente que se refiere a “One Flew Over the Cuckoo’s Nest” llamada en español “Atrapado sin salida” y no a “The Shining” llamada en español “El Resplandor”, a la cual corresponde la foto que acompaña el artículo, saludos.

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