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Miguel Ángel Campos: “Juan Bimba se cree merecedor de todos los parabienes”; por Hugo Prieto

Por Hugo Prieto | 29 de noviembre, 2015
Miguel Ángel Campos, fotografiado por Gipsy Rangel

Miguel Ángel Campos, fotografiado por Gipsy Rangel

Le propongo a Miguel Ángel Campos, sociólogo, profesor de la Universidad del Zulia, escritor y ensayista, un desafío: ubicarnos en la cercanía de su obra (Desagravio del Mal, La imaginación atrofiada, Incredulidad, La Fe de los Traidores, entre otros títulos), para descifrar el áspero y sombrío reflejo que proyecta la sociedad venezolana.

Quizás el resultado sea el eco de una voz que provenga de esas páginas. En este punto es donde el diálogo se vuelve interesante, entre otras cosas, porque Campos no evade la necesidad de adjetivar lo que somos, lo que nos rodea. ¿Sería preferible otra cosa? Quizás, pero en algún momento hay que dejar de posponer la complejidad del conflicto, y enfrentar el drama que estamos viviendo. Si hay que llamar las cosas por su nombre, Campos lo hace. Si hay que formular cargos, también lo hace. Un aviso: si van a buscar una sola idea de autocomplacencia, no la van a encontrar.

1936 puede ser un buen punto de partida. Ese año se habló de Un nuevo amanecer. Ingresamos al siglo XX con 30 años de atraso, sedientos de modernidad. ¿Qué papel jugó la sociedad civil en la modernización del país? ¿Qué fue lo que pasó allí?

El año 36 es una fecha clave. A mí no me cabe ninguna duda. No sólo porque es el fin del gomecismo, sino porque queda servido el escenario político para la refundación del país y había cómo hacerlo. Había recursos materiales, pero aún más importante, había una generación, una élite de gestores públicos, que tenía esa determinación. 1936-1948 es el período en el cual el país ejecuta, por un lado, un proyecto de modernización y, por otro, avanza en la modernidad desde el punto de vista de la creación de instituciones, entiende que la educación es clave, y las ideas de democracia, como una práctica del día, como una gestión, una diligencia, están presentes allí. Es el período estelar del siglo XX en Venezuela, entre otras cosas, porque todavía no aparecen los males del igualitarismo, los males que penetraron a los partidos políticos, no aparece todavía la mala conciencia.

El período que usted señala (1936-1948) fue de una gran pugnacidad en Venezuela, de grandes conflictos. Quizás hubo la intención de darle continuidad a ese propósito. ¿Cómo es que nos convertimos en esta sociedad donde el Estado “quita de allá y pone aquí” para enmascarar o posponer los conflictos y mira a otro lado?

A mí no me interesa magnificar, digo en el análisis sociológico, ni la lucha por el poder ni hacer de la coyuntura el protagonismo. Volvamos a ese lapso, en el cual hay dos golpes de Estado y una gran pugna con relación a lo que se va hacer con ese gran escenario: apertura civil, ciertamente, riqueza petrolera y una sociedad expectante. Es un escenario extraordinario para los hombres públicos, para los que van a hacer la gestión. Más allá de la relación con el poder, el país avanza en la creación de instituciones, se urbaniza, se destierran las enfermedades endémicas, se crean nuevos hábitos. No sólo eso, hay la presencia de un estado de ánimo, de un optimismo frente a la novedad, la novedad entendida como el relativo éxito que tiene la gestión pública en una sociedad que espera allí la redención. Pero sabe que se está rompiendo con el pasado. Eso es lo que verdaderamente interesa, creo yo, para entender lo que es la Venezuela de hoy.

¿Cuál sería el punto?

Ver qué ha pasado con los taciturnos, con esa gente que está allí esperando la redención. Ver qué ha puesto y que no ha puesto en ese negocio. Porque aquí tenemos un grave problema. Aquí estamos victimizando permanentemente a la sociedad y haciendo cargos para el Estado, para la democracia, para los estilos de gestión y la maldición del petróleo. Pero bueno, ¿las responsabilidades de la sociedad dónde están? Es decir, una sociedad que conoce la prosperidad extraordinaria, en el sentido de convivencia, de modelo potencial (entre 1936 y 48) y que aparentemente va bien, ¿cómo es que produce grandes estallidos donde no se reconocen procesos, donde no parece haber vestigios del pasado? Vamos a hacerle cargos a la sociedad, a ver qué ha pasado allí, porque no son grupos inerciales, son grupos beneficiarios de los grandes procesos que ha adelantado el Estado. Me refiero, por ejemplo a la educación.

¿Cuándo aparece “la mala conciencia”, según su propia definición? ¿En qué consiste la mala conciencia?

Alguien me haría un cargo, me diría: la mala conciencia no es una categoría sociológica, eso es metafísica. Pero el problema es que en Venezuela hay que adjetivar. Aquí las ciencias sociales se han vuelto demasiado burocráticas, demasiado cientificistas y han perdido de vista su objeto. ¿La mala conciencia? Es la incapacidad de producir efectivamente modernidad, en un escenario de intercambio de grupos organizados, que han llegado a un acuerdo previo que, entre otras cosas, es la representación del hecho electoral. ¿Qué es la mala conciencia? Creer que la democracia es una elección solamente, no es el ejercicio del criterio. ¿Ha faltado criterio en los electores, no? ¿La mala conciencia? En Venezuela teníamos 1.000 estudiantes universitarios en 1958, en los 80 teníamos 200.000, ¿pero eso significó que la educación universitaria formó a la sociedad? No, creo profesionales y consumidores. Pero no aportó mayor cosa en la constitución de los ciudadanos. Habilitó al venezolano como sujeto económico, pero no como sujeto político.

Ningún país se ha librado de la fricción, del conflicto latente, entre Estado y sociedad, pero al escucharlo uno podría sospechar que en Venezuela se trata de otra cosa.

Y podría decir más sobre la mala conciencia. Aquí las universidades gradúan gratuitamente a los profesionales y los profesionales no retribuyen en nada a la sociedad, creen que eso se lo merecen. Aquí no hay un solo médico que disponga de una hora al año y pase consulta gratuita, por ejemplo. El vínculo que podría tener el impacto de la gestión del Estado en la reconstitución de la sociedad parece que ha sido subestimado. Pero más aún la responsabilidad que ha debido haber frente a esos hechos inobjetables, como la modernización del Estado, el proceso de urbanización del país, la vigencia de la democracia hasta hoy con financiamiento óptimo por parte del Estado. Eso sería suficiente para haber construido una sociedad de primera, un estado de bienestar, pero no ocurrió así. ¿Qué pasó? ¿Hemos tenido corrupción? Sí. ¿Hemos tenido mala gestión? Sí. Pero, por Dios, ¿qué ha pasado con la sociedad obrando discrecionalmente frente a esos dones? ¿Cómo explicaríamos, como cargo al Estado, la tasa de homicidios que tenemos, la tercera más alta del mundo? ¿Cómo explicaríamos el horror del bachaqueo? Son cargos que hay que hacerle a los estilos de vida de la sociedad.

Hubo una interrupción de ese lapso con la dictadura de Pérez Jiménez, pero quizás se retoma a partir de 1958, con el Pacto de Punto Fijo. ¿Ese acuerdo significó un cambio de relación entre el Estado y la sociedad? ¿Significó una mayor participación política para la gente? ¿El sujeto político estuvo allí representado?

Pero claro que sí. El Pacto de Punto Fijo es la gran donación que le hacen los actores de la vida pública a la sociedad civil. La donación en el sentido de que esos tres partidos (AD, Copei, URD) están representando a la sociedad civil, ciertamente. Entonces, es claro que se trata de fortalecer un hecho de carácter forense con la ascensión de (Rómulo) Gallegos. Fortalecerlo en términos protocolares. Es decir, la democracia va a ser una rutina a partir de ese momento.

¿No cree que fue una democracia restrictiva?

No, no lo creo, entre otras cosas, porque la ampliación de la democracia ya no depende del Estado, ni de las instituciones. Depende de la sociedad misma. Entonces, cuando se le hacen cargos a la democracia del 58, señalando que era una democracia de acuerdos de grupos partidistas, habría que decir que el hecho importante de la participación, por ejemplo, de la renovación de la estructura de poder, ya no del estilo, cada cinco años, la alfabetización, la erradicación de las enfermedades endémicas, el bienestar, que es un hecho inobjetable, esos eran elementos de responsabilidad para esa sociedad civil, a partir de los cuales ella ha debido construir herramientas de sustentación de la democracia en el tiempo y de la convivencia que se fundaba meramente en un hecho político.

¿Qué fue lo que pasó entonces? ¿Dónde fallamos?

Esas son las preguntas que nadie quiere hacerse. Porque cuando te formulas esas preguntas tienes que salirte de la coyuntura y de la lucha por el poder. Tienes que irte a lo más estable. A lo más hondo. Tienes que encarar el comportamiento de la sociedad en general.

¿Qué nos convirtió en una sociedad inercial, incapaz de aceptar ese desafío? ¿Qué nos llevó a esta crisis tan compleja y llena de variables tan negativas?

La fuerza… yo diría que la fuerza del igualitarismo. En Venezuela se consagró el igualitarismo como una energía estabilizadora. Pero en el fondo era una energía profundamente perturbadora. El igualitarismo uniforma y, al uniformar se pierden las responsabilidades, se pierden las jerarquías y se destruye toda la expectativa, digamos, de mejoramiento de una sociedad basada en el conocimiento, en el pensamiento, en el arte y en la vida intelectual. Toda la posibilidad de la sociedad se hace descansar sobre un equilibrio precario. Un poco repartir, bajo falsos supuestos, digamos, porque estamos aptos para eso, porque no somos racistas, porque no hemos tenido guerras fratricidas (lo cual es totalmente falso), porque somos solidarios. Es decir, el discurso de cierto criollismo político, que exalta de manera chovinista, una nacionalidad, un pueblo y unas pretendidas virtudes. El punto es que una sociedad tiene que probarse. Y más en tiempos como estos, en que esas virtudes van a ejecutarse y a reflejar un estado de bienestar.

¿La sociedad venezolana no se probó en el negocio petrolero, en la creación de empresas, por ejemplo?

En los 90, acá hubo una polémica entre los notables. Todo el mundo acatando el canon de Uslar de que el Estado había destruido a la sociedad. Responde Mayz Vallenilla. No fue el Estado. ¿Cómo va haber destruido a la sociedad el Estado que construye carreteras, expulsa la malaria, que crea los servicios, que funda hospitales? Es un Estado altamente eficiente desde el punto de vista de la distribución de la riqueza, pero también de la inversión y de la creación de los escenarios materiales de esa riqueza. Dice Mayz Vallenilla. No fue el Estado, fue la empresa privada. Algunos se escandalizaron. Y por empresa pública tienes que ver sociedad civil. En Venezuela, el empresariado se contentó con tener compradores; creyó que los compradores no eran ciudadanos. No tenían más vínculos con la novedad que vender y adelantar el sector terciario.

Advierte Miguel Ángel Campos que “el igualitarismo es un obstáculo para generar riqueza en un modelo liberal”. ¿El empresariado no hizo nada para borrar esa mácula?

Aquí el empresariado ha servido, históricamente, para financiar la gestión del poder político, desde el siglo XIX. Incluso por la vía de la fuerza. Algunos participaban y a otros les arrebataban. Lo que quiero decir es que el empresariado en Venezuela, y por empresariado entiéndase un aspecto importante de la vida civil, ha carecido de perspectiva social. No ha entendido que estabilidad política, seguridad y bienestar es, fundamentalmente, la reproducción de un modelo de entendimiento y de reproducción de la riqueza, es decir, es ciudadanía, es civilidad, es cultura. Eso también es economía. El empresariado se ha comportado como un bodeguero, exclusivamente, ¿no?

¿Qué cargos le formularía a Juan Bimba?

A Juan Bimba habría que hacerle el cargo que se le hace siempre al que se cree merecedor de todos los parabienes. Creo que es un cargo grave. El Juan Bimba que fue fortalecido e idealizado como el objeto de redención de parte de quienes buscaban el poder. Acuérdate de lo que dijo Salustio: “el mayor hallazgo para los que buscan el poder son los pobres”. Ese es un gran hallazgo en Venezuela. Pero el propio Juan Bimba se auto enalteció, como un agraviado histórico que debía ser resarcido y redimido. Yo no sé si se lo dijeron o lo entendió así, incluso, el Juan Bimba de hoy. Lo cierto es que está como a golpe y cuida ese Juan Bimba todavía. Es decir, por donde vaya la promesa y por donde fluya la ventaja para mis intereses, por ahí voy a ir.

Ha dicho que no le interesa en el análisis la coyuntura y la cuestión del poder. Pero lo que se está discutiendo en Venezuela, y de forma descarnada, es la lucha por el poder. Y tenemos una pulsión, no sólo en el chavismo, sino generalizada, de no cuestionar el igualitarismo, de no hacerle cargos a Juan Bimba o al empresariado. Aquí estamos en la fase inercial de todos los conflictos de esta sociedad.

Efectivamente, haz hecho el catálogo de los puntos nodales. Aquí, primero, hay que cuestionar el igualitarismo. Aquí hay que hacerle cargos a los grupos pensantes de este país (no sólo a los intelectuales, sino a las universidades que llegaron a ser oficinas para sellar papeles). La Universidad es una de las grandes instituciones de América Latina, llegó a ser política, beligerante, pensadora, y ahora mismo es un lugar donde la gente va a que le sellen un título. Esos cargos, sin duda, hay que hacerlos. ¿Y quién los va hacer? Aquel que entienda que la coyuntura actual del poder político tiene, digamos, un piso más largo, de un alcance más tenebroso que lo que aparentemente está en juego: sacar a unos administradores ineficientes, corruptos y verdaderamente pervertidos.

¿Y dónde ve eso en el horizonte?

No lo veo en lo electoral, por cierto. Si llegamos a esto por la vía electoral, significa que la sociedad llegó a estar demasiado convencida de que la cosa no era tan grave e insistió en lo electoral vacío, en lo electoral sin criterio, en el voto puramente forense. De tal manera que intentar salir de esto por la vía electoral, me parece un acto de irresponsabilidad, en el sentido de pretender que el acuerdo protocolar democrático, que aún está presente, entre otras cosas, porque el chavismo no llegó por un golpe de Estado, es capaz de remodelar el estado de perturbación al que llegó la sociedad venezolana. De ninguna manera. Y aquí me voy a meter en algo que no quería nombrar. La Asamblea que va hacer elegida el 6-D, no va a tener ninguna posibilidad de modificar el escenario de poder.

¿Por qué lo dice?

Porque en Venezuela llegamos a tener exclusivamente poder Ejecutivo. Ya no tenemos, en la práctica, ni poder Legislativo, ni poder Judicial. Esa es la característica de una sociedad pragmática, de una sociedad igualitaria, que se permite, por ejemplo, funcionar sin estado de Derecho, sin espanto y sin ningún ruido, ¿no? Yo no tengo mayores expectativas en la posibilidad de transformar, o iniciar un proceso de transformación, a partir de un hecho que hasta ahora ha resultado relativamente ineficiente.

Los conflictos siguen, la pugnacidad sigue, así como esa tendencia inercial a hacer lo menos posible. ¿Y los desafíos que encara la sociedad? ¿Cómo se va a resolver esto? ¿Mediante la violencia?

Si vas a pretender que hay un acuerdo que está funcionando, de consenso electoral, y que va a resolver a corto plazo el drama que tenemos en Venezuela, mediante un voto que no tiene mayores tensiones sociales, espirituales, ciudadanas, civiles, sino que es un voto solamente elector, estamos manejando un instrumento relativamente frágil. Es decir, no tiene potencia moral, digo, ese voto, el consenso electoral. El asunto de la violencia…

… ¿Entra dentro de las probabilidades?

Es que no lo puedes descartar.

¿Qué cargos le haría al chavismo? Me permitiría mencionar uno: la forma en que resucitó y elevó a la ene potencia el tema del igualitarismo.

Sin duda, importante, pero es un cargo abstracto. Vamos a ponerlo como número uno, para ser consecuentes con el método. Número dos: Desmanteló el Estado moderno en Venezuela. ¿Qué te parece? Lo quebró. Está totalmente destruido. Desmanteló la economía de mercado liberal, pero no la sustituyó por otra cosa. Desmanteló el estado de Derecho. Parece que son muchos los cargos. Pero hay uno que es verdaderamente aterrador. Educó. Es decir, el chavismo ha educado a la sociedad venezolana en unos estilos de convivencia absolutamente primitivos, básico, esenciales, para el chavismo la convivencia es que un grupo de gente ocupe un espacio. Todo lo que tiene que ver con futuro, expectación, intereses individuales, vida intelectual, pensamiento, eso no existe en la convivencia del chavismo.

¿Con qué propósito? ¿Con que intencionalidad?

Bueno, con la idea de incorporar a las masas hambrientas, a la pobrecía, a una beligerancia y legitimar el ejercicio del poder desde allí, ¿no? Y la sociedad terminó creyéndoselo.

¿Qué alternativas tenemos? ¿Qué botones pulsar para ver qué instrumentos, qué ideas, se activan para superar esta crisis?

A mí me interesa ver a esta sociedad, luego de haber salido del tremedal, una vez que la novilla se ha liberado de la anaconda, como en Doña Bárbara, verla en la sabana. ¿Qué va hacer la novilla en la sabana? Y tiene herencia, tiene la educación que la democratizó, tiene todavía la renta petrolera. Si paseas por Venezuela y conversas con la gente sin guión, advertirás que aquí hay un sentido de la venezolanidad que se vació de elementos concretos y que tal vez fueron históricamente constitutivos. El venezolano de hoy es un sujeto indiferente, que no está políticamente formado. Es un poco un poblador, que se mueve en una pequeña geografía. No es, de ninguna manera, un actor de su tiempo.

¿Agarramos el pasaporte y subimos al primer avión que se pueda?

No puedo permitirme juicios demasiados benévolos de la sociedad venezolana de hoy. De lo que se trata, creo yo, es de hacer un mea culpa. Y si el futuro es difícil, ciertamente tiene que ver con un diagnóstico previo, que es un hecho. Aquí la gente está creyendo que el petróleo nos va a sacar del foso. Que hay un conjunto de instituciones solventes: las famosas reservas morales de una sociedad. ¿Y que con eso vamos a salir adelante? Yo creo que no. Se trata de entender la profundidad del abismo donde estamos actualmente y, en esa medida, no nos queda sino ser pesimistas, sí, pesimistas para evitar encontrarnos otra vez con los clásicos errores, cuando ocurra el paso de la tormenta y que quede la sabana despejada. En el pasado hemos hecho así y no hemos querido enfrentar, no de donde vinieron los males, sino los males que se acumularon.

Hugo Prieto 

Comentarios (3)

Jesus Zurita Peralta
29 de noviembre, 2015

Excelente análisis histórico desde una óptica cruda y llena de verdades de esas que nadie quiere escuchar. El problema central no es un asunto para enmarcar exclusivamente en lo político sino para entender como una consecuencia social. Lo que nos pasa no es realmente culpa de alguien en particular sino consecuencia de un comportamiento colectivo involutivo (crónico). Es una sociedad que perdió progresivamente el sentido común, la sensatez, y valores. Se fue quedando sin patrimonio humano, sin ciudadanía, y en una sociedad así resurgen algunos males como el mesianismo y el igualitarismo, nuestros dos principales tormentos al decir de Uslar (Letras y Hombres en Venezuela, Monte Ávila Editores, 1948). Las sociedades van consiguiendo reflejo y expresión en sus líderes, ese mesías elegido que seguramente representa un momento social y un continuum histórico, un arquetipo que se repite como: el puer aeternus, el héroe y el trickster (truhán). Lo que sigue en la escala “involutiva” criolla es el juanbimbismo, que es la ascensión al poder del mediocre e incapaz con ínfulas de estadista, el improvisador de oficio, el resentido, que obviamente odia la intelectualidad y se refugia en aquel escondite de la cultura autóctona (populismo) para distraer su debilidad, el que desprecia lo universal y exalta infantil e ingenuamente lo único que cree conocer, lo que llama “lo propio”, que no es otra cosa que desechar con rabia todo aquello que por desconocido descalifica y menosprecia. Sin duda que a esta sociedad le hace falta bajar los niveles de autoestima y gentilicio que le impiden ver la realidad y más allá, reconocer sus errores, dejar de culpar a otros y entenderse. A esta sociedad le hace falta hacer las paces con la historia, el heroísmo y la hazaña y comprenderse en lo reciente y contemporáneo, dejar de aspirar desde lo individual e insincero y comenzar a aspirar en colectivo sin la falsedad y el eufemismo de la igualdad. Al igual que Campos no considero que solo el voto es la salida, por el contrario puede ser la perversión que legitima el oprobio. Prefiero una sociedad educada, ciudadana, a un voto ciego, oportunista, de ocasión y castigo, en donde se persigue un objetivo inmediato y no un fin, ese voto que constantemente nos hace elegir al menos malo también puede ser una desgracia, las sociedades que se entienden en la educación se consiguen en la política sin extremos y se comparten en lo social con sensatez. Es necesario buscar un modelo que quite peso al presidencialismo, que fortalezca el Estado y controle al gobierno, que tenga poderes autónomos, sin militancia y comprometidos con un todo (la ley) y no un sector (el partidismo oportuno). Hace falta análisis sociológico que haga contrapeso al lenguaje político de pugna y conflicto, pero todo requiere madurez para entender y aceptar errores, rectificar y avanzar, si es que existe voluntad de hacerlo.

León Fernández
30 de noviembre, 2015

¿Cuánto tiempo, amigo Zurita, nos llevará alcanzar ese Estado del que usted habla?

Hay un párrafo de la entrevista de Miguel Angel Campos que abofetea: El chavismo educó. Y lo hizo para un modus vivendi de barbarie. Anárquico. Existir porque se ocupa un espacio. No hay mayor aspiración para el venezolano común que sobrevivir el día en el que se vive y llegar al otro. Y eso, a estas alturas del partido, es no solo insoslayable, sino terriblemente deprimente.

Los conceptos de Campos son de una claridad mágica. Esta entrevista es un documento histórico. Es un diagnóstico concienzudo de la realidad nacional que nadie se ha atrevido a hacer.

elizabeth perez
1 de diciembre, 2015

Lo mejor que he leído en estos tiempos . Juan Bimba debe ser destruído socioculturalmente? Económica y políticamente se desdibuja…creo…

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