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Venezuela y el #6D: los dilemas de un triunfo; por Michael Penfold

Por Michael Penfold | 23 de noviembre, 2015

Cobertura especial 6d

Venezuela y el #6D los dilemas de un triunfo; por Michael Penfold

Hasta ahora la mayoría de las encuestas apuntan a que la oposición ganará las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Pero el resultado no necesariamente va a ser un fiel reflejo de lo que dicen los sondeos. Al final de la jornada, la manera en que un sistema electoral altamente desproporcional traduzca esa mayoría de votos en puestos dentro de la Asamblea Nacional será lo que determine no sólo quién sino cómo se triunfó en las parlamentarias.

El reto del chavismo en la actualidad parece que ya no es vencer en las legislativas, que a estas alturas lucen perdidas, sino reducir el impacto de un potencial triunfo de la oposición. La diferencia en número de diputados puede determinar en cuál escenario se estará moviendo el país durante los próximos meses. Y cada uno de esos escenarios tiene implicaciones políticas y constitucionales muy diferentes.

Los opositores que piensen que un triunfo en la Asamblea Nacional inevitablemente activará el inicio de una transición rápida se equivocan. El chavismo tiene cómo contener parcialmente ese escenario. Pueden tener razón, sin embargo, al pensar que una derrota electoral del chavismo conllevará a una fisura muy profunda de su control del poder y promoverá cambios políticos significativos. De ahí que, más que un triunfo opositor, lo que determinará el futuro del país en los próximos años será cómo el chavismo llegue a perder las elecciones legislativas. Ésa es la verdadera incógnita electoral.

Un primer escenario donde la oposición logre obtener una mayoría simple puede ser variado. Un resultado potencial es que la mayoría simple de diputados (más de 50% o 84 diputados) no esté en manos sólo de la oposición unitaria, sino que deba compartir ese dominio con diputados independientes cercanos al gobierno (electos a través de terceras opciones o diputados electos bajo la plataforma unitaria que salten posteriormente la talanquera).

Ésta es la derrota ideal para el chavismo: pierde las elecciones pero al aceptar la derrota se relegitima internacionalmente.

En este escenario, el chavismo decide gobernar con una oposición que considera leal y con la que le resulta más fácil negociar (que controlaría cerca del 10% de los puestos) y no con una oposición que considere que pueda arrojarlos del poder (que controlaría cerca del 45% de los curules). En este escenario, el Presidente Maduro preserva momentáneamente el poder y pacta posiciones claves, como la Vicepresidencia de la República y algunos ministerios. También construye una nueva coalición que compartiría el costo social y político de un ajuste económico. Este escenario, que es perfectamente plausible, es uno para el que la oposición unitaria no está necesariamente preparada y que lógicamente puede llegar a materializarse. También es una posibilidad que puede tomar por sorpresa al mismo chavismo.

Bajo estos resultados, tanto como las facciones dentro de la fórmula unitaria como las del chavismo, podrían dividirse con los más radicales considerándose traicionados. Éste es el llamado ‘escenario de la cohabitación’. El Vicepresidente pasaría a ser la figura más emblemática de este nuevo acuerdo y su permanencia en el poder sería la garantía de continuidad de los cambios políticos y económicos, que son más de dirección en las políticas públicas que en los arreglos constitucionales y democráticos.

Y para nadie es un secreto que muchos grupos de ambos bandos apuestan fuertemente a este escenario.

Otra posibilidad es que la oposición unitaria obtenga una solida mayoría simple (con más de 55% de los diputados). Esta mayoría preservaría la unidad por ser lo suficientemente robusta. Con este tipo de mayoría simple, la oposición podría hacer uso constitucional de diversas prerrogativas, como ejercer funciones de contraloría, impulsar leyes como la amnistía política, promover enmiendas para ser votadas en referéndum, revisar acuerdos internacionales con países extranjeros, impulsar la descentralización, aprobar o negar el presupuesto, así como las operaciones de crédito público e iniciar la renovación de aquellos puestos de los poderes que no requieran expresamente de las dos terceras partes para su designación.

Sin embargo, el Presidente tendría constitucionalmente dos tipos de veto para enfrentar esas decisiones de la Asamblea: puede vetar los proyectos de ley y solicitar su revisión por parte de la misma mayoría que la aprobó en el Parlamento. Si esta misma mayoría vuelve a aprobar la ley, obligaría al Presidente a refrendarla. En última instancia, el  Presidente podría enviarla directamente a la Sala Constitucional para que sea declarada sin lugar. Ambos poderes de veto hacen que el Tribunal Supremo de Justicia se convierta en el arbitro final para la resolución de los conflictos de interpretación sobre las prerrogativas de la Asamblea Nacional.

En este escenario estaríamos presenciando un conflicto entre poderes o lo que también se conoce como ‘gobierno dividido’. En el corto plazo, este juego lo podría controlar el chavismo a través del Tribunal Supremo de Justicia, pero en la medida en que la crisis económica y política se vaya profundizando, ese control puede llegar a ser insuficiente. De ahí que para el chavismo resolver la crisis económica, aun teniendo que asumir un alto costo, se convierte en un asunto vital: si no lo logra, el país social puede terminar de precipitar una crisis de gobernabilidad. Y, ante una situación de descontento generalizado, la oposición podría activar el referéndum revocatorio a través de la recolección de firmas. Pero para que esto tenga sentido político, debe hacerlo después de la mitad del periodo presidencial y antes del cuarto año del periodo, pues de lo contrario quedaría en funciones el Vicepresidente de la República y no se tendría que llamar a una nueva elección presidencial.

Es por eso que la Sala Constitucional debe decidir cuándo se inicia dicho conteo: si es a partir del 12 de octubre de 2012, cuando fue reelecto el Presidente Chávez; si es a partir del 10 de enero de 2013, cuando debía ser juramentado; o si es a partir de la elección del Presidente Maduro el 14 de abril de 2013. Por ejemplo: si el periodo se inicia en octubre de 2012, la oposición tendría poco más de 10 meses para activar un referéndum revocatorio, porque después de ese tiempo se mantendría efectivamente el Vicepresidente en el poder.

En este esquema de gobierno dividido, la estrategia dominante del chavismo, pero muy especialmente del presidente Maduro, sería nombrar un Vicepresidente radical y potencialmente popular para retrasar la convocatoria lo más posible. En la medida en que el chavismo logre ambos objetivos hará menos atractivo para la oposición la idea de activar un referéndum de esta naturaleza. Y para la oposición puede ser muy riesgoso ir a un referéndum revocatorio si la alternativa es que se quede un Vicepresidente en el poder que sea más radical o incluso un posible sucesor chavista que se quede con el coroto y que luego pueda ser reelecto para un nuevo periodo constitucional.

Otra opción para la oposición sería impulsar algún tipo de enmienda que deberá ser sometida a referéndum (como por ejemplo limitar la reelección y reducir el periodo presidencial), para lo cual no necesitan recolectar las firmas. Así que el plan de impulsar un referéndum revocatorio es complejo, pero no sólo por los obstáculos que supone, sino por la precisión política que requiere los tiempos de su activación.

Una oposición con tres quintas partes de la bancada de la Asamblea Nacional (más del 60% de los puestos o 100 diputados) sería, sin duda, una fuerza política temible. En este escenario, la Constitución prevé que con tres quintas partes no sólo es posible aprobar sino también revocar leyes habilitantes. Además, se podría censurar y remover a cualquier ministro o al Vicepresidente ejecutivo. Esta última prerrogativa puede profundizar el conflicto entre ambos poderes y obligaría al Ejecutivo a negociar un acuerdo político con la oposición para asegurar la estabilidad de su gabinete o, en caso contrario, enfrentaría la presión política y social de una posible renuncia o podría terminar con la disolución del Parlamento.

De hecho: un acuerdo sería lo único que garantizaría la gobernabilidad del país, pues los ministros o el Vicepresidente estarían sujetos a perder sus cargos de forma definitiva.

También es importante señalar que, en este escenario, la división del chavismo es más probable. Con que una pequeña facción de este grupo decida cambiarse de bando se puede generar un acuerdo para controlar dos terceras partes de la Asamblea Nacional. Y esto sin duda alteraría el cuadro político venezolano.

Bajo esta otra composición del poder, la Vicepresidencia podría ser un actor más cercano a la oposición para dar garantías de haber una falta absoluta del Presidente, sea por cualquier razón política o jurídica. Los términos de la alternabilidad con el chavismo se realizarían de una forma que proteja los acuerdos políticos y constitucionales a los cuales se hayan llegado.

Un último escenario, donde la oposición gana las dos terceras partes (más del 67% de los puestos o 111 diputados), implicaría un poder prácticamente absoluto del Parlamento sobre el aparato público y sobre la capacidad de inducir un rediseño del arreglo constitucional. Con este poder político, la Asamblea podría remover el Tribunal Supremo de Justicia así como el resto de los poderes públicos. También podría revisar y aprobar leyes orgánicas, promover una reforma constitucional o convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Además, podría también censurar o remover al Vicepresidente de la República. Esta realidad supone un cambio inmediato del arreglo político y el inicio de un quiebre institucional.

En cada uno de estos pronósticos, independientemente de la correlación de fuerzas, la Vicepresidencia funciona, para bien o para mal, como una piedra de toque. Esta posición se convertirá en el eje transaccional más importante para dirimir los conflictos entre chavistas y opositores. En algunos casos, la Vicepresidencia puede ser la bisagra para promover la renovación del chavismo, sin necesariamente abandonar a la revolución, aunque muy probablemente le toque sacrificar (más temprano que tarde) a alguno de sus más prominentes grupos e individualidades.

El Vicepresidente podría ser también el vehículo para inducir la cohabitación entre distintos factores de poder, aparentemente confrontados, con miras a sostener temporalmente la Presidencia pero a cambio de una rectificación en materia económica y social. Incluso: el Vicepresidente puede llegar a convertirse en la figura transitoria para acordar los nuevos términos constitucionales del ejercicio del poder frente a una oposición en pleno ascenso popular. Eso está por verse.

Todas estas posibilidades muestran el profundo impacto que va a tener la elección del 6 de diciembre, tanto en el ámbito político como económico y social.

El país pocas veces ha estado en un momento tan delicado, tan complejo y al mismo tiempo tan frágil, en el que vamos a poder corroborar la calidad de los liderazgos, tanto del lado del chavismo como de la oposición: comprobaremos su capacidad para sacarnos de esta coyuntura o hundirnos aún más en un crisis que se hace socialmente insoportable.

Todas las cartas aún no están echadas.  La clave estará en la capacidad de los distintos actores para llegar a acuerdos creíbles en un ambiente de alta polarización política y en medio de una profunda crisis económica. Acuerdos que otorguen garantías mutuas, pero que también abran espacios para que los venezolanos podamos iniciar un proceso de reconciliación nacional, recomposición social, crecimiento económico y construcción institucional.

Michael Penfold es Investigador Global del Woodrow Wilson Center, Profesor Titular del IESA en Caracas y Profesor Invitado de la Universidad de Los Andes en Bogotá. Es Ph.D de la Universidad de Columbia especializado en temas de Economia Politica y Politica Comparada. Fue Director de Politicas Publicas y Competitividad de la CAF Banco de Desarrollo de America Latina. Es Co-autor junto con Javier Corrales de Un Dragon en El Tropico: La Economia Politica de la Revolucion Bolivariana (Brookings Institution) que fue seleccionado por Foreign Affairs como mejor libro del Hemisferior Occidental. Autor también de Dos Tradiciones, Un Conflicto: El Futuro de la Descentralización (Mondadori) Editor del Costo Venezuela: Opciones de Politica para Mejorar la Competitividad y Las Empresas Venezolanas: Estrategias en Tiempo de Turbulencia.

Comentarios (10)

hector escalona
23 de noviembre, 2015

Creo que todo se puede resumir en que conquistar la asamblea, por muy difícil que esto sea, sera el primer paso, pero no la panacea que muchos creen que sera, ademas que también depende del manejo que legisladores hagan con lo que ganen, no se puede decir que la actual asamblea la oposición haya hecho mucho, me parece que los antiguos opositores (muchos ahora gobierno) al sistema hacían mucho mas siendo de menor cuantía en la “cuarta”.

Freddy Siso
23 de noviembre, 2015

Sin dejar lugar a dudas, VENEZUELA la tiene bien difícil. Ojalá se imponga el amor por el país y no las miserias más espantosas.

leonardo
24 de noviembre, 2015

Sin olvidar que los problemas económicos van a continuar y es posible que se entre en una guerra estéril de acusaciones y culpabilidades entre los bloqueos a las iniciativas de unos y de otros. Y ¿cómo creer posible una negociación cuando el chavismo exige sumisión a la revolución y la oposición echarla abajo? ¿Cuando se llevan 15 años de descalificación y de oprobio? ¿Cuando se escuchan las declaraciones del presidente?

Carlos Ayala Quintero
24 de noviembre, 2015

Excelente artículo, muy interesantes todos los escenarios.

Con respecto a la fecha del RR, una precisión, la elección del 2012 fue el 7 de Octubre, no el 12. Pero, lo más lógico sería que la fecha para comenzar a contar el período de Nicolás Maduro fuese el 14 de Abril del 2013. Ya que previo a esto, fungió como presidente encargado del período de Chávez, no como presidente electo.

Alberto
25 de noviembre, 2015

Hasta donde tengo entendido ya existe un pronunciamiento del TSJ a través de una sentencia donde queda establecido que el actual período presidencial comenzó el 07 de octubre de 2012.

Horacio Idarraga Gil
25 de noviembre, 2015

Muy difícil pensar en diputados que salten la talanquera teniendo en cuenta que la mayoría van a ser reelectos. Muy difícil también que la oposición obtenga una amplia mayoría teniendo en cuenta la proliferación de candidatos.

José María
26 de noviembre, 2015

Buen artículo, pero no entiendo el miedo del articulista con el revocatorio, será que hay miedo? Después de las parlamentarias y con unas encuestas tan desfavorables para Maduro, hay que convocar el referéndum revocatorio, Venezuela no puede aguantar más años así.

Pepetex
26 de noviembre, 2015

“Un último escenario, donde la oposición gana las dos terceras partes (más del 67% de los puestos o 111 diputados), implicaría un poder prácticamente absoluto del Parlamento sobre el aparato público y sobre la capacidad de inducir un rediseño del arreglo constitucional. Con este poder político, la Asamblea podría remover el Tribunal Supremo de Justicia así como el resto de los poderes públicos. También podría revisar y aprobar leyes orgánicas, promover una reforma constitucional o convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Además, podría también censurar o remover al Vicepresidente de la República. Esta realidad supone un cambio inmediato del arreglo político y el inicio de un quiebre institucional.”

Michel Penfold ilustra profusamente un contexto revelador y esperanzador en la medida que la oposición democrática pueda hacerse de las 2/3 partes o 3/5 partes del Parlamento. Sería una vía expedita para salir de las principales piedras de tranca, con la Sala constitucional como una de las principales.

amuz
28 de noviembre, 2015

Interesante articulo , pero creo que el análisis no toma en consideración que pase lo que pase en el 2016 hay elecciones a Gobernaciones y en el 2017 elecciones a alcaldes.

La oposición en lugar de ir a buscar un RR complejo tal como lo expone el articulista, pudiera simplemente ir a con todo Unida ( como sea que la oposicion se una que es dificil ) a buscar una victoria aun mayor en las Gobernaciones…es decir…dejar que el gobierno siga asumiendo el costo de su erronea politica economica y dejarlo exhausto y con evidente minoria a NIvel de AN, Gobernaciones y ALcaldes…..es decir la ruta larga y compleja.

Una derrota abrumadora en gobernaciones, con toda seguridad dejaria las puertas abiertas para una division del PSUV y enrariamos en otra dinamica de cara a unas posibles presidenciales….

Jesus Muratt
29 de noviembre, 2015

Sigo pensando que no se toma en cuenta el hambre del pueblo.

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