Artes

En el reino de Emmanuel Carrère; por Edmundo Paz Soldán

Por Edmundo Paz Soldán | 30 de octubre, 2015

En el reino de Emmanuel Carrère; por Edmundo Paz Soldán 640

En El Reino (Anagrama), el nuevo libro de Emmanuel Carrère, el escritor francés repite la fórmula perfeccionada en Una novela rusa y Limonov -el mejor de todos los suyos–, y se convierte en el personaje principal de una historia que nos muestra cómo es que él llegó a escribir un libro sobre esa “mutación de la humanidad, a la vez radical e invisible… [esa] extraña creencia que se propaga alrededor de Pablo en los bajos fondos de Corinto”. Carrère, con un manejo prodigioso de datos, hace una exégesis de los evangelios: El Reino es un libro acerca de un escritor que escribe un libro sobre varios escritores de libros (Pablo y Lucas, en especial) sobre “un chamán con poderes inquietantes” llamado Jesús. Es, digamos, un libro posmo, un making of, escrito con inteligencia, picardía y sensibilidad.

La primera parte de El Reino, más curiosa y entretenida que fascinante, es sobre los años, a principios de los noventa, en que Carrère fue un católico dedicado, que llevaba un diario sobre su fe, hasta que tuvo una crisis que lo llevó al agnosticismo de hoy. Desde el punto de vista del escéptico, Carrère asume el proyecto como un deseo de tomar muy en serio aquellos dogmas en los que alguna vez creyó: “No creo que un hombre haya vuelto de entre los muertos, Pero que alguien lo crea, y haberlo creído yo mismo, me intriga, me fascina, me perturba, me trastorna”. Para ello trata de meterse en la cabeza de esos primeros cristianos capaces de crear las poderosas fábulas que alimentaron al cristianismo. Lo logra, y ahí El Reino engancha y apabulla al lector a partir de la convicción de Carrère de que todos los recursos narrativos sirven: primero, leyendo con minucia los evangelios y a sus exégetas, cotejando interpretaciones y sacando sus propias conclusiones, y luego, cuando le faltan datos, haciendo lo que debe hacer un buen novelista, es decir, inventando: “Sobre los dos años que pasó Pablo en Cesarea no tengo nada. Ya no hay ninguna fuente. Soy a la vez libre y estoy obligado a inventar”.

Entre el arsenal de recursos narrativos se distinguen dos, por diferentes razones: está la notable capacidad para describir personajes en pocas líneas, desde el Séneca que escribía libros sublimes sobre el estoicismo a la vez que era un gran banquero, hasta el Marcial que componía epigramas mientras odiaba su vida en Roma, pasando por el “escurridizo” Juan, hasta Lucas, un griego atraído por la religión de los judíos, un “médico culto” y no un “pescador judío”; y está el juego con el anacronismo, con las referencias pop: Lucas es un “poco esnob, proclive al name-dropping“, y en cuanto a Pablo, por la forma en que lo expulsaban de los pueblos cuando predicaba, “en una historieta de Lucky Luke se le vería una y otra vez abandonar la ciudad embadurnado de brea y plumas”. Las comparaciones funcionan a la vez que le dan al libro un innecesario toque light. ¿O será que Carrère sabe que tanta disquisición metafísica, tanta exégesis, necesita de esos momentos de comic relief?

El Reino es sobre muchas cosas, pero en especial es sobre el poder de la narrativa, de la escritura. El héroe del libro es Lucas, cuyo evangelio tiene los detalles que más quedan, las escenas capaces, por su fuerza, de fundar una religión (“el albergue repleto, el establo, el recién nacido al que arropan y acuestan en un pesebre, los pastores de las colinas…”). Carrère puede haber perdido una de sus religiones, pero este libro demuestra que tiene la fe intacta en la otra, en la del gremio de los narradores.

Edmundo Paz Soldán es escritor y es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. Su más reciente novela se titula Norte (2011, Mondadori). Pueden seguirlo en twitter en @edpazsoldan

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