Arte

Por un nuevo “Cartel de Medellín”; por Héctor Abad Faciolince

Por Héctor Abad Faciolince | 10 de septiembre, 2015
Por un nuevo Cartel de Medellín por Héctor Abad Faciolince 640

Parque Explora, en Medellín.

Recuerdo cuando el nombre de mi ciudad salía en los periódicos del mundo asociado a una palabra denigrante: Cartel. Nuestra fama era infame: se nos fundía y confundía con una organización ilícita que controlaba el negocio de la cocaína del mundo. El cariñoso “Medallo” con que a veces llamábamos a la ciudad, se había convertido también en una parodia irónica: Metrallo. Si me fijo en los cambios que hemos tenido en los últimos diez años, creo que el viejo Cartel de Medellín merece una reinterpretación. Propongo que el odioso Cartel lo convirtamos en un acrónimo que signifique C(iencia) Arte (y) L(iteratura). El nuevo CArteL de Medellín, que promueve estas disciplinas, y no la cocaína.

Este cambio cultural se debe, en buena medida, a una transformación inteligente del espacio hecha por la arquitectura. Por supuesto que detrás de los arquitectos y los urbanistas hay políticos (Fajardo fue el pionero), artistas y filántropos, gente que no ha pensado solamente en negocios o beneficios económicos sino en sitios para la contemplación o para la educación artística, literaria, científica o social.

Los columnistas vivimos de despotricar, pero hoy quisiera destacar el impacto positivo que ha tenido la arquitectura pública (o una sana mezcla de público y privado) en el renacimiento de Medellín y en el nacimiento de este nuevo CArteL. En ciencia señalo un hito muy importante: el Parque Explora, un sitio diseñado para la curiosidad científica. Este museo interactivo es ya muy conocido y Ana Ochoa ha convertido el gran proyecto del arquitecto Alejandro Echeverri en un espacio prodigioso. Su prestigio es enorme, gracias al efecto social tan positivo que ha tenido en la ciudad. En ciencias hay que señalar también la torre Argos que acaba de inaugurarse en la Universidad Eafit. Por los mil ojos de sus paredes uno puede ver cómo enseñan e investigan docentes y estudiantes de ingeniería gracias a un diseño (de Lorenzo Castro) impecable para su propósito.

Si pasamos de la ciencia al arte hay que destacar la ampliación del Museo de Arte Moderno, abierta esta semana. Diseñado por una oficina peruana de arquitectos (51-1) en asocio con dos arquitectas de Medellín (Catalina Patiño y Viviana Peña), la edificación se inspira en la construcción por etapas de las casitas que trepan por las laderas de los barrios populares. A la zona planificada del museo, Ciudad del Río, se trae la vitalidad de la construcción irregular de las comunas y el edificio funciona maravillosamente.

El manejo del concreto y de las luces tiene gracia y encanto. Da la impresión de que la plaza pública se prolongara hacia arriba, con jardines, sillas, bancos que suben con el edificio. La circulación es abierta y aprovecha los vientos y el clima de Medellín. Es un edificio donde te sientes como en un cuadro de Escher pues uno ni sabe bien si está subiendo o bajando por las escaleras (este efecto lo tiene también la Torre Argos).

En el nuevo MAMM la gente puede entrar con libertad, y es un punto de encuentro popular, no solo para ver arte contemporáneo bien escogido, sino para asistir a conciertos y espectáculos. Es un edificio ameno, divertido. Como todo lo nuevo espanta, a algunos anticuados les parece monstruoso: y no lo es. Al contrario, su estructura dislocada no es pura fachada ni es una payasada sino un deleite tan artístico como las obras que contiene.

El Museo de la Memoria, que propongo como hito más literario, es muy distinto a los dos anteriores, pues invita al recogimiento. Su temática lo exige: es más rudo, es una oruga donde uno entra a conocer el terror que vivió Medellín. El paisajismo de la plaza es bueno, pero el edificio está más concentrado en sí mismo: exige que el visitante se fije en el relato del horror que verá. Es más cerrado porque la historia de la violencia no es una celebración, sino una importante remembranza sin odio ni venganza. Otro edificio que ayuda a que el viejo Cartel de Medellín se haya vuelto un CArteL.

Héctor Abad Faciolince 

Comentarios (5)

beto
10 de septiembre, 2015

Gracias por su escrito; leyendolo, se antoja ir a conocer a esa ciudad colombiana de tan nefasta historia, pero con un futuro prometedor, de acuerdo a lo leido en su articulo. Muy buena prosa. JHPV

Fidel Angel Orozco
10 de septiembre, 2015

Ingeniosa la nueva atribución del CArteL. En lo relativo a Ciencia, subrayaría los excelentes libros de la Colección “Ciencia y Tecnología” de la Universidad de Antioquia, Medellin, en mi criterio, envidiables.

Flor Bello
10 de septiembre, 2015

Que bello Parque y así tiene que ser convertir lo negativo en positivo, Felicito a los colombianos por los logros alcanzados…ojalá aquí logremos los mismo cambiar lo negativo a POSITIVO.

Odoardo Graterol
14 de septiembre, 2015

Aunque el color rojo en Venezuela es signo de primitivismo e incivilidad, sería interesante ver fotos de los otros desarrollos mencionados (por curiosidad).

Saldivia
9 de enero, 2016

Ojalá algun día en Venezuela se entienda el rol de la arquitectura no solo en la transformación del espacio sino en la transformación del hombre. Adefesios como los módulos de barrio adentro o el mal llamado museo de arquitectura ensucian el nombre de la profesion. Y que no me vengan con la cháchara del primer mundo y tal, porque Medellín es un ejemplo de que si se puede sin contar con enormes recursos. bastaría con una parte de lo que se regala a Cuba, Bolivia y otros lactantes de la teta petrolera.

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