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Caupolicán, rey del fuego; por Miguel Chillida

Caupolicán, rey del fuego; por Miguel Chillida 640

La obra poética de Caupolicán Ovalles (1936-2001) es una de las más (in)coherentes e importantes de la poesía venezolana, y esto lo logra aún escribiendo libros a primera vista muy distintos. Pero en una lectura meticulosa y detenida, observamos cómo mismos temas, imágenes, personas, eventos, juegos con el lenguaje, aparecen una y otra vez, camuflajeados entre delirios y momentos de lucidez. Eso desde su primer poemario, ¿Duerme usted, señor presidente?, publicado por las Ediciones del Techo, en el 63, hasta el último, Alfabetarium, publicado por la Casa Nacional de las Letras el año 2001. Podemos ver, por ejemplo, cómo los siguientes versos de ¿Duerme usted, señor presidente?, reaparecerán en Copa de huesos, siendo ya otro poema:

Yo, Poeta-Hostias, quinto descendiente de Achab,
con domicilio conocido:
Techo de la Ballena
de esta ciudad,
llamada cárcel
      en lenguaje de los hijos del Magma
y amada por mí
alzo el cesto de mi vida
             por encima de Punta del Este
y comienzo a reír
             por la mañana y la noche
como un hijo de barrio

Después de ese primer poemario, Ovalles (en el que por primera vez en la literatura venezolana se habla “como un hijo de barrio” y no con un lenguaje literario aburguesado), escribió una conmovedora y dura elegía a la muerte de su padre (Guatomocín Ovalles González, hijo a su vez del farmacéutico Dr. Víctor Manuel Ovalles). Publicada también por las Ediciones del Techo, Elegía a la muerte de mi padre Guatimocín, alias el globo se ha convertido en uno de los libros más recordado por los lectores, después de su primer ¿Duerme usted, señor presidente? En ese libro elabora por primera vez la metáfora del globo. Dice allí que a su padre le gustaba para referirse a sí mismo, y luego podemos encontrar esa misma imagen en varios de sus poemas posteriores, por ejemplo en su penúltimo libro: Convertido en pez viví enamorado del desierto. Este libro son crónicas poéticas de los viajes del autor por Rusia y otros países europeos, y también Bagdad y otros países árabes. La imagen del globo aparece, entre otros, en estos versos:

                Venía envuelto en el viento
del desierto un globo rojo que
la arena hacía desaparecer siempre
que mis ojos trataban de verlo.
Entonces el globo abrió sus
ojos claros y sentí que en el
fondo de sus empenachados y ondu-
lantes movimientos de molino:
allá lejos un azul fuerte apresaba
la mirada de esa bala querida

Y como estos muchos casos. Incluso el mismo título de su penúltimo libro viene de uno de los últimos poemas de Sexto sentido u diario de Praga. Así, Caupolicán Ovalles va construyendo el entramado de su gigantesca imaginación, en un consecuente y arduo trabajo que implica el ocio. Para él, como para la mayoría de su generación, Salvador Garmendia, Francisco Pérez Perdomo, Juan Calzadilla, etc., tenía un valor preponderante con respecto a la vida alienada de la ciudad. Por eso en su obra se preocupará de pedalear con fuerza “la bicicleta de la imaginación”. Sin embargo, también hay en esta bohemia que decide explorar esas regiones de la vida casi envueltas en penumbra y humo el síntoma de un hondo sufrimiento que rebasa los estragos que la política y las condiciones sociales pudieran acarrear, pero sin cortar la comunicación entre la interioridad y el entorno en que habita. Y de ello da fe el ficcional ambiente sensible de la novela de Carlos Noguera, Historias de la Calle Lincoln, en la que la figura de Caupolicán Ovalles (el ficcional, el delirado por Noguera) tiene un papel determinante.

En un momento el personaje Guaica dice:

(…) Cuando yo tenía como veinte años aunque ustedes no lo crean, concebí un lugar donde la biografía de un hombre no era el recuento frío y detallado de sus actos, sino la enumeración y explicación de sus fantasías. El pasado no estaba constituido por hechos sino por sueños. De eso hace dieciséis años, y dije aunque ustedes no lo crean, porque en aquella época yo era un tipo tan observador como Ernesto, tan callado como tú, Mónica, más introvertido incluso, que Rafael, con eso les digo todo. Después con cada vueltecita del globito alrededor de nuestro astro rey -alzó las cejas, conferenciando ante un público de bachillerato- me fui volviendo más extrovertido y más extrovertido. Por supuesto, para mí -y para ustedes y para cualquier carajo que me conozca de verdad verdad- el cotorrear es simplemente la ocasión que me permite inflar un globo falso que me eleva y me eleva por encima de este lago de mierda que me cubre y que es tan difícil de ver, desde afuera (202)

Además de estas consideraciones, también es interesante la postura de Ovalles como hombre, primero que nada, y como poeta. Para mí, hay mucha resonancia en su obra y en su vida de la concepción del “hombre absurdo” de Albert Camus. Hay un poema de Caupolicán, por ejemplo, en que ese deseo de vivir lo más posible con ese sentido de pertenencia y permanencia a la tierra (en vista de que ya “el hombre absurdo” no busca la trascendencia y tampoco iba a suicidarse, sino despacio, en el caso de Ovalles), está muy presente. Aparece en Copa de huesos, y se llama “Señas y contraseñas”, siendo también uno de los rayados fundamentales de El Techo:

Esa base de defensa, para nosotros, escritores, de una juventud no abatida, sí en franca decisión, es la de escribir como hombres con el más cabal sentido de permanencia en la tierra.

Si algo nos interesa es vivir, seguir viviendo esta tierra en la cual hemos hecho cosas como la de ser doctores, esposos, delincuentes, padres, hijos, sobrinos de alguien que tocó su piano o que bebió su ron en esta tierra a la que hemos venido, no para autocastigarnos, sino por elección.

Para Camus, el “hombre absurdo” vivía en un permanente estado de conciencia que oscilaba entre la racionalidad y la irracionalidad, aspirando siempre a la clarividencia, y esa conciencia era la del desamparo de Dios y el sinsentido de la vida o, mejor dicho, el sentimiento de absurdo. Creo que eso mantiene un constante latido a lo largo de toda la obra de Caupolicán Ovalles. Cuando Camus habla sobre el descenso al infierno que debe hacer cualquier hombre absurdo, dice que si “se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría”, y esa alegría, celebración de esta vida en el descenso, también está presente en la poesía y vida de Caupolicán, rey del fuego, así como la clarividencia. Tal vez pueda leerse lo dicho en estos versos de la Elegía a la muerte de mi padre…:

Como la famosa agua de ese querido poeta Jorge Manrique
con sus ríos que van a dar a la vida que no el morir porque si entonces
                                            la vida fuese tan sólo
                                            ese aspecto (negativo
                                                     de muerte)
                                              no tendría sentido
                                       que yo con este espantoso
                                                         calor
                                                con esta lluvia
con esta vida que se va pisando de mí mismo que se quiere ir esté todo
angustiado porque el querido Profesor GUATIMOCIN OVALLES se nos
murió (hace exactamente veinte años)

Además de esta celebración de la vida, excesiva, otros libros de Ovalles se vuelcan hacia el mundo introspectivo y calmo, en lugar del agitado mundo del delirio irracional, en el que la perfección formal se deja a un lado, creo, para mostrar al hombre tal como es: defectuoso. En el fondo, es la misma idea de Heidegger: la palabra como morada del ser. Y eso nos lleva otra vez a Camus. Consciente de que no puede separarse de su época, prefiere hacer cuerpo con ella, y esto, para él, era bueno que se viera reflejado en su obra, o en la de cualquier artista que fuese “hombre absurdo”. En Ovalles: el absurdo, el delirio, las bajas pasiones, los tragos, la violencia, los excesos; pero también, volviendo al tema, esa parte de su obra (no etapa porque Canción anónima está intercalada y vuelve al delirio) en que se vuelca hacia la introspección y la revisión del ser, del espíritu, con lo abstracto de estas palabras, está presente. En esa revisión interna, honesta, da lugar a uno de los que, para mí, son de los mejores poemas de Caupolicán Ovalles. En uno de esos libros, Sexto sentido u diario de Praga, se propone el sexto sentido que da el dolor como alivio de los males de la vida cotidiana, por ejemplo la alienación. Dice Ovalles:

Doy fe
de mi ingenuidad
de mi pureza
y de mi timidez
frente a las cuales
he cometido
los peores
EXCESOS.

Es un despertar interno del sentido mágico de la vida, que lleva al hablante a relacionarse de otro modo con el mundo que lo rodea, esa idea de verse a sí mismo, fuera de sí, como a otro, a través del ejercicio de escritura, que también lleva a Ovalles a escribir gran poesía amorosa y erótica. Pero volviendo sobre ese sentido mágico de la vida, dice Ovalles en Convertido en pez…:

De ahora en adelante sabré
entender el globo de mi padre, en
una forma más juiciosa y mágica.

También está muy presente en estos poemas el desdoblamiento, ese verse desde fuera, con respecto a lo cual es curiosa una anécdota de Ovalles. Un día Daniel González lo visita después de que el poeta estuviera unos días en el hospital, y este le dice que se sorprendió mucho por una persona que lo veía al otro lado de la calle; entonces Daniel le pregunta por qué, y Ovalles le responde: porque era yo. “¿Entiendes?”, me preguntó Daniel cuando terminó de contarme. Creo que no. Pero sí sé que esa es una intuición constante en su obra. Y sólo de esa observación desdoblada de uno mismo parece venir una revolución interna y luego la externa que mueve su vida y obra. Ya lo había dicho Eleazar León: “Caupolicán Ovalles decidió ser el personaje de sí mismo, es decir, no el personaje que los demás querían o esperaban de él”.

Y todo este sentido mágico de la existencia está emparentado al consumo de bebidas alcohólicas, como también puede captarse en el ficcional personaje construido por Noguera, que como él mismo dijo en una entrevista que le hiciera Luis Yslas Prado, tiene un poco de todos los bohemios amigos suyos.

me doy cuenta hasta qué punto y coma y puntos suspensivos, me doy cuenta, negro, ¿no?, hasta que grado de latitud norte era mi vieja una vidente o previdente, puesto que aquello del espíritu mantiene una correlación (sexual) directa con mi propia condición de consumidor de vinos y otras bebidas espirituosas, a las cuales les debemos la debida o les bebemos la bebida, les debemos la debida deferencia y reconocimiento como definidoras definitivas de nuestra actual condición (158).

Lo que también quiere decir descender de la divinidad a la mierda, conservando la negra honra, empujados por el medio y por ellos mismos y todo lo que los rodea en general, de un modo irracional. Pero al mismo tiempo es una caída que se asume de manera electiva, “En uso de razón”, como se titula el poema en que Ovalles más desarrolla esta postura intelectual del alcoholismo. En ese poema dice:

toco la frente del licor toco la boca del licor
toco la puerta de entrada me cuido de la puerta
             de salida cierro el callejón sin salida del licor.

Para más adelante sustituir al mundo que lo rodea y que adolece por el síntoma (que es además del alcoholismo el erotismo y la palabra):

Aquí tienes
mis hijos: Botella Primera Botello Segundo Botello
                  Tercero Botella Cuarta Aquí tienes mi madre:
Botellaelba Aquí tienes mis hermanos Botellovíctor
                    Botelloguatimocin Botellolautaro
Botellatibisay

Aquí mi país: Botellavenezuela Aquí tienes mi nombre
                Botellas sobrebotellas Aquí tienes el nombre
de mis amigos: Muchasbotellassobremuchasbotellas

    Aquí tienes la oración:
Madrebotellaypadrebotellaqueestánenlagranbotella
                  dánosbotellasydelsanbotelloamén

(perodánosbotella) Aquí tienes la historia:
                   Había una vez una botella y un botello de ahí
que todos seamosbotella Aquí tienes el escudo:
             Una botella que mira hacia atrás vestida de blanco
Un botello vestido de rojo que mira jadeante

     Aquí tienes la canción; Botella de mi amor
yo siempre te sueño / Botella de mi vida yo siempre
          te adoro / Botella de mi vida yo siempre te adoro /
Botella chiquina  / Botella grandota / Botella Botella (Bis)

     Aquí tienes el acertijo: Si una botella y otra botella
se miran de frente qué pasa? Aquí tienes
                el Siempre Testamento: botella contra botella
Y si una botella está vacía está muerta Y si una botella
                 está llena está viviita y sabrosa Aquí me falta
mi botellamujer mi botellabuena mi botellaflaquita
                mi botellatequiero mi mujerbotellamujer.

Por último quisiera comentar el aspecto político en su obra, mucho menos presente de lo que tal vez muchos lectores creen (al menos de manera “manifiesta”, como diría Bretón), quizás por haber escrito ese estruendoso (aullador, por hijo de Ginsberg, como dice Miguel Marcotrigiano) ¿Duerme usted, señor presidente? Quizás este aspecto de su obra ha hecho que otros se hayan eclipsado. Pienso por ejemplo en ese bellísimo libro: ¡Ha muerto un colmenar de la colmena!, y encuentro allí no sólo más empatía, sino también logros a la par de Duerme usted… Ese es un libro donde Ovalles vuelve a la elegía, conmemoración de la muerte, pero esta vez llevando al límite las palabras, haciéndolas resplandecer con una belleza a la que había llegado en la Elegía a la muerte de mi padre… más bien a través del camino anecdótico. Tal vez la poética de este libro también está contenida en unas líneas de la mencionada novela de Noguera: “la palabra es inútil pero inagotable, persistente y ensayable, el fetiche número uno del homo sapientísimo, el artículo de lujo y primera necesidad, la nada, lo fútil, ho detttto” (170).

Sin embargo, no hay que olvidar versos como estos, pertenecientes a Convertido en pez…:

Carta a Reagan

Carta que escribí en el agua del
Volga, viendo con ojos de 5000
años a Stalingrado

Señor Presidente:
(…)

Ven a Stalingrado
Despójate de tu aliento de rosas
Devuelve el oro de tus dientes
al camino de tu piel
de joven pájaro
Saca de tu alma miserable
de mosca pegada al papel moneda
la sociedad de lindos perfumes
mercantilizados.

Para concluir por ahora tal vez sólo me quede volver a decir que Caupolicán Ovalles es uno de los poetas más importantes de siglo pasado en Venezuela, quien logró fundir vida y obra gracias a la exteriorización de la palabra como síntoma (de alegría y de tristeza) causado por la vida, vista en una dimensión intelectual que también llevó a sus libros sin perder la soltura del decir a la que aspiró Jack Kerouac, por ejemplo. Y que si bien ya he hecho una cierta enumeración de sus fantasías, acercándome desde una detenida lectura que hice de toda su obra poética, en la que até los cabos que me fueron llevando por ese mundo de imaginación enferma, y no el registro frío y riguroso de su vida (más fantástico, quizás, que ese otro recuento fantástico) también dejo más adelante un pequeño registro de tipo más “riguroso”.

***

Cronología
1936    Nace en Guarenas, estado Miranda.
1955     Se gradúa en el liceo Andrés Bello en Caracas.
1959    En ese año se gradúa de abogado en Salamanca, donde viviría como estudiante con Carlos Contramaestre desde el 58.
1960    En una entrevista que le hiciera Miguel Ángel Nieves, el mismo Ovalles dijo: “Yo en 1960 estuve entre los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en Maracaibo, donde milito hasta el año 1962”.
1961-1967    Ha dicho Ovalles que “el ciclo caraqueño de El Techo se cumple entre 1961 y 1967”.
1962    Publica su primer libro de poesía: ¿Duerme usted, señor presidente?, en las Ediciones del Techo. A causa de esta publicación se convierte en perseguido político, por lo que debe “huir hacia Colombia, donde trabó amistad, entre otros, con León de Greiff, y luego seguir en un itinerario juglaresco hasta Madrid, París, Praga”, cuenta Eleazar León en una reedición de Sexto sentido u diario de Praga.
1963    Publica su segundo libro de poesía: En uso de razón, en las Ediciones Tubulares número 1.
1964    Junto a Ludovico Silva y Alfredo Chacón anima la agrupación literaria, de la cual salieron algunos números de una revista: Sol Cuello Cortado.
1966-1977 Participa en torno del movimiento guerrillero.
1967    Publica el libro que se convertiría en unos de los más reconocidos por sus lectores: Elegía a la muerte de mi padre Guatimocín, alias el globo, también en las Ediciones del Techo. También en ese año se reúne La Pandilla Lautrémont, que estuvo conformada, según el mismo Ovalles, por: “El Chino (Víctor Valera Mora), Pepe (José) Barroeta, Luis Camilo Guevara, Argenis Daza, Elí Galindo, Carlos Noguera y yo. Después se incorporan Luis Sutherlan y El Catire Enrique Hernández D´Jesús”.
1972    Se publica la recopilación de su obra hasta el momento -con algunas excepciones- y se incluye el nuevo libro Copa de huesos en la edición homónima, publicada por La Gran Papelería del Mundo. Recibe el Premio Nacional de Literatura.
1973    Diario de Praga u sexto sentido se publica por la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela. Ese mismo año publica ¡Ha muerto un colmenar de la colmena!, en las Ediciones en Homenaje a Rafael José Colmenares. También ese año trabajó como asesor en la Corporación Centro Occidental en el estado Lara.
1974 Comienza a trabajar como secretario en el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba), hasta 1980.
1980    Publica Canción anónima en las ediciones de La Gran Papelería del Mundo. Y en narrativa publica El pumpá volador de Armando.
1981   A principios de este año se va a Francia, y vuelve en 1985.
1986    Publica en narrativa Yo, Bolívar Rey.
1989    La Dirección de Cultura de la Universidad Central publica Convertido en  pez viví enamorado del desierto.
1998    Publica en narrativa El Almirante duende.
2001    Fallece en Caracas. Su último libro, Alfabetarium, es publicado por la Casa Nacional de las Letras
2008    Se reedita Sexto sentido u diario de Praga en el Taller de Ediciones Rayuela, en una magnífica edición con ilustraciones de  Víctor Hugo Irrazábal.

***

Fuentes
Nieves, Miguel Ángel. “Víctor Valera Mora según Caupolicán Ovalles”. Caracas: Instituto de investigaciones literarias, Universidad Central de Venezuela, No. 17 VI / II enero-diciembre 2009.
Miranda, Julio. “Poesía venezolana del siglo XX”. La imagen que nos ve. Caracas: Editorial Equinoccio, 2010.
León, Eleazar. “Prólogo” a Sexto sentido u diario de Praga. Caracas: Rayuela Taller de Ediciones, 2008.
Bibliografía de su poesía
Ovalles, C. (1962) ¿Duerme usted, señor presidente? Caracas: Ediciones El Techo de la Ballena.
———— (1967). Elegía a la muerte de mi padre Guatimocín, alias el Globo. Caracas: Ediciones El Techo de la Ballena.
———— (1963) En uso de razón. Caracas: Ediciones Tubulares, n˚1.
———— (1972) Copa de huesos. Caracas: La Gran Papelería del Mundo.
———— (1973) ¡Ha muerto un colmenar de la colmena! Caracas: Ediciones Homenaje a José Rafael Colmenares Paredes.
———— (1973) Sexto sentido u diario de Praga. Caracas: Dirección de Cultura Universidad Central de Venezuela.
———— (1980) Canción anónima. Caracas: La Gran Papelería del Mundo.
———— (1989) Convertido en pez viví enamorado del desierto. Caracas: Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela.
———— (2001). Alfabetarium (le quito el asma a los fantasmas). Caracas: Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.