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“Toca esperar a que pase el tiempo”: incomunicados en Macanillo; por Lau Solórzano / #EspecialTáchira

Por Lau Solórzano y Rodrigo Picón | 15 de julio, 2015
Los motorizados deben bajar a los pasajeros para atravesar el tramo de la carretera que se cayó con las lluvias. Fotografía de Rodrigo Picón.

Los motorizados deben bajar a los pasajeros para atravesar el tramo de la carretera que se cayó con las lluvias. Fotografía de Rodrigo Picón. Haga click sobre la imagen para ver toda la fotogalería.

Para llegar al poblado de Macanillo, en el estado Táchira, sus habitantes tenían varias opciones: mototaxis, carros particulares y vehículos de doble tracción. Pero desde el domingo 28 de junio de 2015 la únicas maneras de llegar eran o en helicóptero (como lo hizo el Gobernador del estado, Vielma Mora, tres días después, el 1 de julio) o en moto (como la alcaldesa de San Cristóbal, Patricia de Ceballos, el día 2).

Las motos se agarran en San Cristóbal, en el McDonald’s que está por la entrada del Parque Nacional Quebrada Chorro El Indio. Cuando el clima está normal, cobran 650 bolívares porque el recorrido puede durar hasta una hora, entre ida y vuelta. La línea cuenta con quince motorizados, todos criados en la zona. Hace una semana que no suben a Macanillo porque no saben cómo está el paso. Saben que hay zonas incomunicadas.

Desde ahí hasta la quebrada hay once barrancos y fallas de borde. La más grande está a la altura del restaurante La Nevada, donde están haciendo trabajos. Parte de la carretera se cayó y se llevó los postes de luz, así que pasaron seis días sin servicio eléctrico. En toda la zona hay más de cincuenta negocios, entre restaurantes y abastos, pero todos están cerrados. Tienen más de siete días sin abrir.

Quince minutos antes de llegar a Macanillo (es decir: 10 kilómetros después de la Quebrada Chorro El Indio) la carretera desapareció. Para que las motos puedan cruzar, los pasajeros se tienen que bajar y caminar. Era vía la que comunicaba a las poblaciones de Macanillo, La Florida, Arenosa y Potosí. Hay más de cuatro mil familias incomunicadas.

El domingo 5 de julio bajaron a una señora cargada en los hombros “porque su corazón había crecido mucho”, pero ninguna ambulancia podía pasar. Ella se encuentra estable, pero no puede regresar a su casa. No puede caminar mucho y no se montaría en una moto. Sus hijos están buscando ayuda con alguien de la familia para que la hospede “mientras esto pasa”, pero no creen que sea posible.

La Vega, Macanillo

En el sector La Vega, dentro de Macanillo, se cayeron cinco casas. Sus habitantes están ahora en casas de familiares. La carretera se desplazó hacia abajo como si hubiese temblado.

María, la maestra de la única escuela de la zona, cuenta que hace un mes escuchó un trueno y sintió ese temblor. Afirma que eso pudo haber ocasionado la falla que se llevó la casa de su cuñada y la escuela en la que trabajaba.

El único plantel educativo de la zona y recibía a trece alumnos de todas las edades desde el nivel preescolar hasta el básico.

Vista desde La Vega, Macanillo, arriba estaba la carretera que conducía a la población de La Florida. Fotografía de Rodrigo Picón

Vista desde La Vega, Macanillo, arriba estaba la carretera que conducía a la población de La Florida. Fotografía de Rodrigo Picón. Haga click sobre la imagen para ver toda la fotogalería.

María ahora no tiene trabajo, pero espera que la reubiquen en una escuela nacional. Hace un poco más de un año, al concejo comunal de La Vega le aprobaron el crédito para la construcción de una escuela pequeña para preescolar y ciclo básico. Esta pequeña institución recibía ayuda del Ministerio de Educación a través del Programa de Alimentación Escolar. Pero ahora ni María ni los niños tienen ese beneficio: dos de las tres comidas subsidiadas.

La muchacha que cocinaba en la escuela también se quedó sin trabajo.

Durante siete años esta escuela fue un experimento de María: “Nosotros ya nos habíamos acostumbrado a dar clases arrimaditos en alguna casa que nos prestara la ayuda”, dice mirando a tres niños que ahora juegan en la calle. Cree que ésa será la nueva solución, porque la escuela más cercana queda a hora y media de ahí. Decidieron hacer esto después de que, hace siete años, la quebrada creció y los niños no podían pasar. “No creo que el gobernador nos dé otra escuela. Ya habíamos pedido una y mira todo lo que tardó”. Mira el reloj, se para en la puerta y retoma “toca esperar a que pase el tiempo”, dice despidiéndose. En la mesa deja un champú pequeño que costó 500 bolívares.

La casa de piedra que tenía más de cien años

El martes a las 9:40 am, Noel y Rómulo están metidos en el monte. Encima de ellos está el espacio que solía ocupar la carretera. Ellos están parados en un lugar que sólo existía debajo de la superficie. Rómulo, de 67 años, tiene un machete en la mano y con él va cortando el monte alrededor de un tubo azul. Noel, de 46, intenta sacarlo con cuidado y va quitando los animales que se consigue en el camino. Es la tubería de una casa que dejó de estar. La necesitan porque no saben cuándo ni cómo podrán comprar otra. Noel vivía en La Vega, es el cuñado de Rómulo y ahora está refugiado en su casa junto a sus hijos: seis en total.

El domingo 28 de junio, el suelo de la casa y la carretera comenzó a agrietarse. Nunca había llovido de esta manera en la zona. Ambos dicen que no saben cómo pasó: señalan la escuela y cuentan que “se rodó cien metros. Todo se deslizó. Era como una laja que se despegó”.

Noel vivía en esta casa de piedra que tenía más de cien años, según cuenta. Él se crio ahí. También su abuela y, hasta la tragedia, sus hijos. Ahora, encima de lo que quedó de la casa, Rómulo (26), Leudys (17) y Leonel (12) están buscando la cédula de identidad de Leudys. Es la única que hasta ahora no aparece. A pesar del mal tiempo y de no tener hogar, hacen chistes al respecto: “Capaz nos encontramos unas morocotas de oro que dejó la abuela”.

Rómulo (26), Leudys (17) y Leonel (12). Buscan la cédula de identidad de Leudys. Fotografía de Rodrigo Picón.

Rómulo (26), Leudys (17) y Leonel (12) buscan la cédula de identidad de Leudys. Fotografía de Rodrigo Picón. Haga click sobre la imagen para ver toda la galería.

La casa ya no existe. Sólo hay piedras. Alrededor quedan un televisor que todavía servía. Al mover la perilla sintoniza los pocos canales nacionales. Hay pantalones, sostenes, una poceta y otras pertenencias de la familia.

Rómulo agarra del piso una garrafa de agua de papelón. Se sirve un vaso, mira hacia arriba y dice: “Espero que esto ya deje de pasar. Es como si el cerro se hubiese molestado”.

Sin casa, sin beca, sin trabajo

La comida se las lleva el Ejército, a ellos y a las otras zonas afectadas donde no hay paso. Aún así, Nancy, en La Vega, no sabe cómo va a subsistir. Ella tenía una casa en la que vivía con sus dos nietas y un niño al que crio desde chiquito, porque su mamá lo abandonó. Nancy tiene 60 años.

Señora Nancy, quedó sin hogar, sin fuente de empleo. No sabe cómo va a subsistir. Fotografía de Rodrigo Picón.

Nancy se quedó sin hogar ni fuente de empleo. No sabe cómo va a subsistir. Fotografía de Rodrigo Picón. Haga click sobre la imagen para ver toda la fotogalería.

“Eso comenzó como a las dos de la tarde. Mi papá no quería salir”. Nancy le dijo al papá que el piso se estaba agrietando, pero él insistía que no era nada, que eso estaba así desde siempre. Sin embargo, unos minutos después, ella y su nieta se dieron cuenta de que el piso se movía. Ya no llovía y eran las tres de la tarde cuando comenzaron a llamar a casa de su hermana para que los ayudara a salir de ahí y a convencer al papá de irse. No fue sino hasta las 4:30 pm cuando lo lograron. Logró guardar ropa para las nietas y agarrar sus papeles. Salieron justo a tiempo: a las cinco de la tarde comenzó a ceder el terreno. A su nieta de 5 años le dio una crisis de nervios y la trasladaron a San Cristóbal.

Casa destruida en La Vega, Macanillo, estado Táchira. Julio 2015. Fotografía de Rodrigo Picón.

Casa destruida en La Vega, Macanillo, estado Táchira. Julio 2015. Fotografía de Rodrigo Picón. Haga click sobre la imagen para ver toda la galería

La muchacha que cocinaba en la escuela tiene 18 años, dos hijos y es la nieta de Nancy. Era de las que ayudaba en la casa a comprar la poca comida que tenían. La abuela no está pensionada. Tampoco tiene trabajo. El hijo de crianza tiene una beca de 400 bolívares. Ella criaba pollos y cochinos, pero ahora no tiene manera de hacerlo. Espera una beca del gobernador para subsistir: ella dice que le contó que no tenía trabajo.

Sólo sabe cocinar y en Macanillo no hay fuentes seguras de trabajo. Es probable que tenga que buscar otra manera de sobrevivir. Vivía en una pequeña casa que estaba al borde de la carretera, ahí estaba con sus dos hijas. También salió cuando huyó el resto de la gente de la población. Dice que su casa quedó como un florero cuando se rompe. Tiene los ojos hinchados y cara de desesperanza: no aparenta 18 años, sino muchos más.

Los padres de Nancy están enfermos. Su mamá estuvo hospitalizada hasta hace poco y dice que las medicinas cada vez son más caras y difíciles de conseguir. La voz le cambia cuando se toca este tema y las manos comienzan a temblarle.

Lau Solórzano y Rodrigo Picón 

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