Artes

Una conversación con María Teresa Boulton; por Diego Arroyo Gil

Por Diego Arroyo Gil | 31 de mayo, 2015
MTB-2361

María Teresa Boulton, retratada por Roberto Mata

María Teresa Boulton es una de las investigadoras más sólidas sobre fotografía con que contamos en Venezuela. Junto con Paolo Gasparini, su segundo esposo, fundó la Fototeca, la primera galería especializada en fotografía en nuestro país. Fue directora del departamento de Cine, Fotografía y Video del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC). Ha escrito tres libros, entre ellos, Anotaciones sobre la fotografía venezolana contemporánea (Monte Ávila, 1990), un clásico en su área. Es presidente de la Fundación John Boulton. Es sobrina de Alfredo Boulton. Es, además, una mujer muy amable, que habla y, mientras habla, se ríe: se ríe de sí misma, de su historia, de la historia de los demás. Se ríe, digo, no en son de burla, por supuesto, sino porque tiene una conversación graciosa, llana, coloquial, muy sabrosa. La naturaleza la premió con dos ojos marinos que hipnotizan.

Ya me habían dicho lo de sus ojos. De verdad que son impresionantes. ¿Herencia de quién?
(Risas). La familia de mi abuela paterna, de apellido Pietri, era corsa. Tenían estos ojos míos. La otra rama también paterna, los Boulton, es de origen inglés. Tenían unos ojos más apagados, más dormidos. Azules todos, eso sí. Mi mamá, Teresa Figueira de Melo, era brasileña, de ojos marrones. Muy linda.

¿Cómo llegó a Venezuela?
Su padre, mi abuelo, era diplomático. Vino con él en el año 34. Aquí conoció a mi papá, se enamoraron y se casaron. Somos cuatro hermanos. Luego mis padres se divorciaron y mi mamá se casó con un príncipe de Rumania. Una telenovela.

¿Ah, sí? ¿Cómo se llamaba el príncipe?
(Risas). Nicolás de Rumania. Vivieron juntos muchos años, en España y en Suiza.

¿Tuvieron una buena relación con él?
¿Mis hermanos y yo? ¡Claro! Era el esposo de mi mamá y ella fue muy feliz con él.

Siendo, como eres, hija de Andrés Boulton y sobrina de Alfredo Boulton, ¿cómo fue tu niñez?
¡Ay! Mi niñez no fue muy feliz. Mi mamá era muy difícil. Se llevaba muy mal con mi papá y esa tensión estaba en el ambiente. Ella era muy poco latinoamericana. No era dada al bonche venezolano. Luego estuve interna en un colegio en los Estados Unidos. Regresé ya graduada de bachillerato. Yo quería seguir estudiando pero mi mamá se opuso rotundamente. Entonces me casé.

¿Por qué se opuso?
Porque estudiar no era costumbre de mujeres, según ella. Lo que había que hacer era conseguirse un marido, preferiblemente rico (risas).

¿Qué querías estudiar?
Medicina, pero no hubo manera de convencer a mi mamá. Figúrate, yo era la única hembra. Los demás eran varones. Siendo mujer, tenía que acompañar a mi mamá en sus cosas. Es una costumbre portuguesa. Ninguna de las hermanas de mi mamá se casó. Ninguna. Cuando mamá dijo que se iba a casar, mi abuelo le preguntó: “Pero, Teresa, ¿tú no nos quieres?”. Casarse era como traicionar a la familia.

María Teresa Boulton, retratada por Roberto Mata

María Teresa Boulton, retratada por Roberto Mata

¡Qué conservadores!
¡Absolutamente! Ya cuando mamá se casó por segunda vez, mis abuelos habían muerto… Mamá era como la loca de la familia…

Y sin embargo no permitió que tú estudiaras…
Así es… Entonces me casé. Y tuve a mis hijos. Luego comencé a padecer una enfermedad muy mala. Me fui a Estados Unidos porque aquí no sabían bien cómo tratarme. Era lupus. Una enfermedad que sigue siendo rara, pero no tanto como antes. El médico me dijo: “¡Pero, señora, por favor, salga de su casa, póngase a trabajar!” (Risas). Y a mí me pareció muy bien, porque eso era precisamente lo que yo quería: trabajar, conocer el mundo… Al cabo de un tiempo unas amigas y yo tuvimos la idea de abrir una librería. Mi tío Alfredo estaba horrorizado. Dios mío, ¡mujeres trabajando!

¿También a Boulton le horrorizaba que trabajaran las mujeres? Vaya…
Incluso a él, sí. Pensaba que se iban a aprovechar de nosotras… Una de esas amigas mías era, a su vez, amiga de Clara Diament de Sujo, que tenía la galería Estudio Actual. Entonces, yo, una Boulton, sobrina de Alfredo… En fin, Clara se interesó en mí y me invitó a trabajar con ella. A mí me cayó muy bien. Me pareció una mujer muy culta. Representaba el mundo que a mí me gustaba. Comencé a ocuparme de la librería de Estudio Actual. Allí aprendí cómo se importaban libros de Europa, de los Estados Unidos, etc. Con Clara también trabajaba Lourdes Blanco, la mujer de Miguel Arroyo, que en cierto momento se va de directora a la Sala Mendoza. Estando ya en la Mendoza, Lourdes nos llama a Cristina Guzmán y a mí para crear la librería de la Sala, y eso hicimos… Luego, me divorcié.

Te divorciaste de tu primer marido y te casaste con Paolo Gasparini.
Sí, me casé con Paolo, a quien había conocido en la Sala Mendoza, precisamente. Paolo y yo inauguramos la Fototeca, un lugar muy importante para la fotografía venezolana. Cuando la fundamos nunca pensamos que sería tan importante, pero lo fue.

¿Cuál era la idea inicial de la Fototeca?
Paolo quería una buena galería de fotografía. No teníamos el dinero para hacer una buena galería, pero hicimos lo que pudimos y nos salió bien. Fueron tres años muy productivos. Una de las mejores experiencias que allí vivimos fue el llamado “Octubre Libre”. Consistía en que cada cual traía su foto, la ponía en la pared y los demás, sentados en el piso, daban su opinión. Era una suerte de foro para hablar de fotografía. Eso permitió que se creara un ambiente muy libre para la creación.

Además, presentaron exposiciones nunca antes vistas en Venezuela.
Sí, cómo no. Gracias a las relaciones y amistades de Paolo, hicimos una exposición de Cartier-Bresson, por ejemplo. Y otra de Koudelka… Era algo inusitado en Caracas.

¿Cuándo te vas a estudiar a Nueva York?
Ya estaba casada con Paolo. Yo quería estudiar, pero me era muy difícil entrar a una universidad venezolana porque mi bachillerato era estadounidense y tenía que hacer una reválida. Empecé a hacerla, de hecho, pero ¡ay, no!, en el curso de Moral y Cívica me preguntaron cuáles eran los deberes del estudiante con el maestro, ¡y yo era una mujer con varios hijos! Y dije: “No, no, no, yo no puedo. No puedo contestar esto, ¡no me sale, lo lamento!” (Risas).

Y te vas a Nueva York.
Pasé dos períodos en Nueva York, pero no me fui a vivir allá de manera permanente. Tenía que ocuparme de mis hijos. En Estados Unidos existe una modalidad de estudio para adultos que es muy flexible y que a mí me benefició. Fui a la UCV y pedí que me dejaran asistir a las clases de la Escuela de Artes como oyente, con la condición de que me permitieran asumir las responsabilidades de un alumno regular. Y así fue. Iba a clases, presentaba mis exámenes, me ponían mis notas, y con esa información hacía un informe y lo enviaba a los Estados Unidos para que validaran mis estudios.

¿Y luego?
Paolo y yo nos divorciamos, pero con la Fototeca y los estudios me había enrumbado en el mundo de la fotografía. Es cuando decido escribir Anotaciones sobre la fotografía venezolana contemporánea, y escribir crítica para El Nacional, y hacer curaduría, y dar clases. Fue justamente dando clases cuando surge la idea de Anotaciones. Me ayudó mucho una alumna, María Auxiliadora Escobar. Y Fernando Rodríguez, que me apoyó con la escritura. Ahora, yo no hice ese libro para publicarlo, sino para optar a una beca de trabajo del CONAC. Fue Vasco Szinetar quien me dijo que lo publicara. Lo sometí a la consideración de Monte Ávila, a ellos les gustó y el libro se publicó.

María Teresa Boulton, retratada por Roberto Mata

María Teresa Boulton, retratada por Roberto Mata

¿Qué pensaba tu tío Alfredo de que te dedicaras a la fotografía?
Eso sí le gustó, estaba encantado, aunque no me lo decía. Cuando salió la revista Extra Cámara, él fue la primera persona a quien se la llevé.

La revista Extra Cámara nace cuando eres directora del departamento de Cine, Fotografía y Video del CONAC, cargo en el cual te nombran en 1994.
Sí. Yo era amiga de Fernando, de Teodoro, del MAS. El MAS entra en el Chiripero y, estando Caldera en la presidencia, hay cierto poder de decisión cultural, digamos así. Es cuando me proponen como directora de Cine, Fotografía y Video, en el CONAC. Allí creamos el Centro de Fotografía y la revista Extra Cámara.

¿Por qué decidiste dedicarte a la investigación sobre la fotografía, en vez de a la fotografía propiamente dicha?
Por varias razones. La primera es que son dos disciplinas a las cuales hay que dedicarse con alma, vida y corazón. Es muy difícil hacer las dos cosas al mismo tiempo. Segundo, que yo estaba casada con Paolo Gasparini, y Paolo era El Fotógrafo, de modo que meterme yo a fotógrafa era como entrar en su campo… Pero la verdad es que, al fin y al cabo, a mí me gusta mucho, mucho la investigación. Y escribir.

De hecho, además de Anotaciones, has publicado otros dos libros.
Sí, 21 fotógrafas venezolanas, que escribí para resaltar el trabajo de las mujeres fotógrafas, y Pensar con la fotografía, editado por El Perro y La Rana. Originalmente Pensar con la fotografía iba a publicarse en Monte Ávila. Yo entregué el manuscrito revisado y las fotografías que debían acompañarlo. Cuando el material pasó a manos de El Perro y La Rana, el disquete donde iba guardaba una versión no corregida. No se revisó y el libro se publicó con una cantidad de errores garrafales. Yo le dije a la editorial que no se podía distribuir así, y la solución que encontraron fue adjuntarle una fe de erratas. Eso no está bien, no está bien… Les he pedido que lo reediten, pero no hay respuesta…

Vamos a ensayar un ejercicio imposible, para terminar: si tuvieras que escoger a un fotógrafo venezolano, a uno solo, ¿cuál sería?
Ay… (risas). ¿De los contemporáneos? No sé… Creo que Nelson Garrido ha sido un hombre importante. Es un tipo con una imaginación increíble. ¡Su obra es una aventura! Ha tocado puntos muy álgidos, moralmente hablando.

Ha abierto una nueva brecha en la fotografía.
Tomó sus riesgos y lo hizo muy bien.

¿Y un fotógrafo del siglo XIX?
Henrique Avril es muy importante… Y si seguimos hacia el siglo XX, a ver, El Gordo Pérez, Sardá, Sigala, Ricardo Armas… ¡Hay tantos! ¡Hay muchos! ¡Y muy buenos todos…! ¡Eso sí! ¡Muy difíciles de carácter! ¡Los fotógrafos son tremendos, ¿oíste?! ¡Tremendos! –y se ríe.

Diego Arroyo Gil 

Comentarios (8)

Jose Antonio Cors
31 de mayo, 2015

Excelente articulo de Diego Arroyo y la narrativa de maría Teresa Boulton sobre sus vivencias, disciplina que se impuso para lograr ser una digna representante de las mujeres fotógrafas venezolanas y su decisión de convertirse en una investigadora fotográfica.

rommell garcia
1 de junio, 2015

Magnifica entrevista de Diego Arroyo a Maria Teresa Boulton, quien es un personaje increible cuyo trabajo investigativo sobre la fotografía en Venezuela es muy importante.

Matilde Daviu
1 de junio, 2015

Gracias por esta entrevista a una persona tan querida por mi como Maria Teresa Boulton. Mi hija Oana due fotografiada por ella cuando yo vivi en New York en la decade del 80. Maria Teresa es una mujer extraordinaria y talentosa como casi todos los Boulton, familia a quien quiero mucho pero particularmente a Maria Teresa y a Andres. Gracias una vez mas por esa entrevista y la oportunidad de hacerle un reconocimiento a una muter que se tomo muy en serio el arte y la investigation de la fotografia. Matilde Daviu, Quebec, CA

Alfredo Schael
2 de junio, 2015

Complacido por la oportunidad de leer esta entrevista a María Teresa. Si bien ella tiene obra en el mundo de la fotografía, su entrega al Museo Boulton merece exaltarla. Con dificultades y pocos colaboradores, es guardiana-responsable de una colección la cual no obstante el inmenso interés nacional y mundial de la misma, recibe menos atención de la que le corresponde. En cierta medida, forma parte del legado de un gran venezolano sensible, su tío Alfredo, y de las contribuciones del apellido Boulton a este país, no pocas.

Alessandra D’amato
4 de junio, 2015

Que entrevista tan maravillosa!!!!, que personaje tan encantador, la narrativa de la Sra Maria Teresa es muy hermosa, me encantaría que en otra oportunidad tengamos el privilegio de leer una segunda o tercera entrevista.

Irma Sànchez de Dìaz
4 de junio, 2015

Yo no me quedo atràs, Sr.Diego Arroyo, muy buena entrevista a la Sra. Marìa Teresa, es tan amena, que parece que uno està presente en ella, que Señora tan simpàtica, que de cosas buenas ha hecho que yo no sabia, por eso no hay como leer cosas buenas para instruirse y saber. Una de mis hijas estudio con Andrès Boulton, pero debe ser un nieto o sobrino,se graduaròn juntos en la Universidad.Todas estas contribuciones que esta familia ha aportado al Paìs, han sido buenas hay reconoserlas y tomarlas en cuenta, pero esta Señora me encantò en todas sus respuestas, y verdad que son sus ojos son lindos. Es todo

Gabriel Atayde
5 de junio, 2015

Extraordinaria entrevista. Merecido reconocimiento a una de las personas que de manera desinteresada y constante ha trabajado más por el desarrollo de la cultura fotográfica en Venezuela. Son infinitos los avances, los logros y los éxitos que ha vivido este medio nacional e internacionalmente, gracias a los esfuerzos de Maria Teresa Boulton. En sus ¨ojos Marinos” la fotografía ha encontrado un interlocutor realmente asertivo e indispensable.

Beto Mirabal Zapata
11 de noviembre, 2015

Tiempo que no leía algo tan ameno, interesante y además con unas muy buenas fotografías del maestro Roberto Mata. La señora Boulton, toda una autoridad en la investigación fotográfica venezolana, un ser maravilloso, dotado de un sentido del humor muy a su manera, nos deleita con sus vivencias y nos alegra la vida en estos momentos tan conflictivos. Gracias a Diego Arroyo por la entrevista y a la señora María Teresa mi respeto y consideración. de un aficionado a la fotografía. Saludos desde Altagracia de Orituco, el mejor pueblo del Guárico, tierra de poetas, músicos y locos.

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