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Del Recadi al Simadi: 40 años de sistemas fallidos

Del Recadi al Simadi 40 años de sistemas fallidos

Durante la historia moderna de Venezuela la trayectoria de la política cambiaria ha sido tortuosa y poco estable. Desde la década de los años sesenta se han puesto en práctica diferentes modalidades de regímenes y controles cambiarios. En este post haremos un recuento de los diferentes controles cambiarios, prestándole especial atención al último, que sigue vigente y ha sido el más prolongado en la historia moderna venezolana.

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Una política “transitoria”. El control de cambio es una política económica que se basa en el control burocrático y administrativo del mercado de divisas por parte de las autoridades monetarias y financieras. En general, es una medida de carácter transitorio que se implementa para evitar crisis cambiarias o crisis de balanza de pagos, al restringir la salida de capitales y evitar la disminución súbita de las reservas internacionales.

La lógica detrás de su aplicación es que cuando los capitales fluctúan libremente el país está más expuesto a la especulación cambiaria. Sin embargo, una mayor credibilidad de las instituciones y de las políticas económicas tiende a reducir la probabilidad de que el país se vea afectado por la salida repentina de capitales. En Venezuela, uno de los activos intangibles que más ha perdido su valor es la credibilidad: por lo tanto, la fuga de capitales y la especulación son fenómenos económicos que están vigentes.

La literatura y la experiencia empírica reseñan que esta medida debería ser transitoria, ya que mantenerla durante un periodo prologando puede generar profundas distorsiones en la economía local, como la aparición de mercados cambiarios paralelos (mercado negro), presiones inflacionarias en el mercado local e incentivos para oportunidades de arbitraje y corrupción[1], características que están presentes hoy día en la economía venezolana.

Cuarenta años de controles y distorsiones. En la historia moderna de Venezuela se han implementado tres controles cambiarios importantes: Recadi, OTAC y el actual, que inició con la puesta en marcha de Cadivi[2].

 – Recadi (1983-1989). En febrero de 1983, se adoptó un control de cambio administrado por la Oficina del Régimen de Cambios Diferenciales (Recadi). En este periodo se establecieron dos tipos de cambios preferenciales, VEB 4,3/US$ y VEB 6,0/US$ y una tasa de cambio libre. Las tasas preferenciales estaban destinadas a las importaciones calificadas como esenciales y al servicio de deuda externa, mientras que la tasa libre se estableció para el resto de las transacciones de la economía.

OTAC (1994-1996). Durante este periodo se implementó el control de cambio, administrado por la Oficina Técnica de Administración Cambiaria (OTAC), donde la tasa de cambio oficial se estableció en VEB 170/US$. Posteriormente, en 1995 las autoridades devaluaron la moneda en 41,3% ubicando el tipo de cambio en VEB 290/US$.

La era Cadivi (2003-Act). En 2003 se implementó un esquema de tipo de cambio fijo y un control cambiario, a cargo de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), donde se fijó la tasa en VEB 1.600/US$. Desde la puesta en marcha de este control se ha devaluado la moneda varias veces y se han creado mecanismos alternos de asignación y administración de divisas.

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Devaluaciones, duales y otros malabares. Si algo ha estado presente en los años del control cambiario vigente ha sido la devaluación del tipo de cambio. La primera devaluación de la era Cadivi se llevó a cabo en 2004, cuando el tipo de cambio pasó de VEB 1.600/US$ a VEB 1.920/US$, y la segunda en 2005 cuando este pasó a VEB 2.150/US$. El hecho de que se hubiese devaluado la moneda en dos ocasiones durante los primeros dos años fue un signo de agotamiento del control de cambio y marcó el comienzo de la pérdida de credibilidad en la capacidad de las autoridades para mantener un tipo de cambio fijo.

En 2010, tras mantener durante cinco años el mismo tipo de cambio, las autoridades cambiarias devaluaron la moneda a VEB 2,6/US$ para las importaciones consideradas como prioritarias y a VEB 4,3/US$ para las no prioritarias, lo que marcó el regreso de un sistema dual, algo no visto desde 1983. Al mismo tiempo, para oxigenar el mercado en un año de restricción del flujo de divisas (debido a la caída de los precios del petróleo), se creó el Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera (Sitme), el cual funcionaba con bonos y que operó hasta 2013.

Un sistema de improvisto. A partir de 2013 comienza una etapa de mayor incertidumbre en el futuro del control cambiario, que de por sí ha estado signado por la falta de correctivos, una menor transparencia (no publicación de cifras de liquidaciones) y la implementación —sin pruebas previas— de mecanismos que han servido para restarle peso al tipo de cambio oficial de VEB 6,3/US$ y devaluar sin tener que modificar dicha tasa. No obstante, no se han eliminado los desequilibrios ni se han resuelto los problemas de liquidez en la asignación de divisas.

El primero de esos mecanismos fue el Sistema Complementario de Administración de divisas (Sicad). Un sistema de subastas que desde sus comienzos funcionó con poca regularidad y al cual las empresas sólo pueden acceder “con invitación” (puesto que las subastas son cerradas por sectores). Actualmente se mantiene estancado: la última subasta se realizó en noviembre de 2014 y ni siquiera ha sido liquidada.

La otra promesa fallida ha sido el Sistema Alternativo de Administración de Divisas (SICAD II), que funcionó entre marzo de 2014 y febrero de este año. Aunque se mantuvo en la palestra más tiempo que su creador (puesto que el exministro Ramírez a duras penas duró un semestre en el despacho de Finanzas), no cumplió con el objetivo de “pulverizar” el tipo de cambio paralelo que en el mismo periodo se devaluó 69,1%.

Simadi: ¿una joven promesa o una nueva decepción? A principios de febrero de este año, se anunció la puesta en marcha de un nuevo esquema cambiario, que complementa las asignaciones a VEB 6,3/US$ con un nuevo Sicad (producto de la unificación de Sicad y Sicad II) y la creación de un nuevo sistema cambiario denominado Sistema Marginal de Divisas (Simadi).

A diferencia de Sicad II, que también fue lanzado como un sistema donde iban a confluir “libremente” la oferta y la demanda, el Simadi comenzó a operar a una tasa muy cercana a la del mercado paralelo, lo que lo convertía en un candidato ideal —de contar con una oferta constante y considerable— para controlar e incluso reducir la cotización en dicho mercado. Sin embargo, dos aspectos en particular han afectado su pobre desempeño en sus primeras tres semanas de funcionamiento:

– Las trabas operativas: Simadi resultó ser un mecanismo, operativamente hablando, más engorroso que Sicad II. Las confusiones acerca de los montos que se aprobarán y qué tan efectivas han sido las liquidaciones han trabado el uso de este mecanismo.

– La falta de oferta: hasta los momentos el Ejecutivo no ha colocado montos importantes de divisas a través de Simadi. De hecho, de acuerdo con los datos del Banco Central de Venezuela (BCV), desde el 12 de febrero solo el 1,7% de las asignaciones de divisas se han hecho a través del nuevo mercado y la oferta del sector privado no permite sostener el sistema; y no parece que ello vaya a cambiar dado el ensanchamiento de la brecha con el paralelo, que reduce los incentivos para ofrecer dólares a través de Simadi.

Un sistema en “libertad condicional”. Otro aspecto a resaltar es que hasta el día de hoy pareciera que Simadi no es realmente un mecanismo de libre oferta y demanda. La percepción de los operadores cambiarios es que los precios están manipulados, sin embargo, el BVC está permitiendo deslizamientos en el tipo de cambio. En fin, las subastas de Simadi han resultado ser ficticias, al igual que lo habían sido las de Sicad II, sólo que a un precio considerablemente más alto.

Nosotros pudimos percatarnos que las preocupaciones sobre las trabas en la operatividad del Simadi y las dificultades para que el sistema funcione sin oferta privada ya han sido expuestas por los distintos operadores a los hacedores de política. Ello y el repunte del mercado paralelo han hecho que el BCV acordara la flexibilización de los rangos de las cotizaciones (validándose ofertas con un rango de más o menos 3,0% respecto a la última cotización). Sin embargo, el elemento clave que es la oferta del sector público sigue sin aparecer.

En una reunión reciente, el presidente del BCV, Nelson Merentes, señaló que el Simadi es un sistema “entre privados”, por lo que el Ejecutivo no debería ser un oferente permanente sino eventual. En este caso, de mantenerse dicha postura, esperamos que la oferta a través de Simadi no supere los US$2.000 millones que estimábamos en semanas previas.

Simadi no es lo único que tiene que perfeccionarse.  Nosotros creemos que aunque los encargados de la política económica reconozcan que Simadi necesita ajustes, hay otros aspectos del sistema cambiario que también exigen atención. En los últimos meses, Cencoex ha operado en niveles mínimos históricos, ello sumado a la parálisis de Sicad, la extinción de Sicad II y el mal arranque de Simadi han hecho que el tipo de cambio del mercado paralelo se dispare, pasando de VEB 189,9/US$ en la primera semana de enero a VEB 246,5/US$ en la tercera semana de marzo, lo que resulta en un diferencial de 3.812,4% con respecto al tipo de cambio de Cencoex. La política cambiaria debe ser llevada en su conjunto y no debe depender de un único mecanismo.

Desde hace más de 12 años Venezuela ha mantenido un control de cambio, que genera distorsiones, las cuales se vienen amplificando por la poca credibilidad en las medidas que se toman y en las autoridades que las promueven. El país se encuentra hoy día en una de las más grandes recesiones de su historia moderna; la necesidad de ajustes se hace imperante.

Debido a esto consideramos que la apertura gradual del mercado cambiario es uno de los tantos ajustes que son requeridos para que Venezuela pueda retornar a la senda de crecimiento y desarrollo, pero para ello es necesario que las medidas se establezcan de la manera más clara posible y se lleven a cabo según lo planeado. Un cambio en la política económica es imperioso, pero un cambio en la manera de planear, comunicar y ejecutar dicha política también lo es.

[1] Las oportunidades de arbitraje cambiario se dan debido al diferencial que surge entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. Asimismo, al no existir instituciones sólidas, los funcionarios que se encargan de la distribución y asignación de las divisas pueden intentar capturar dicho diferencial por medio de operaciones no legales; dicho de otra forma, la corrupción puede ser una consecuencia negativa inherente al control cambiario.
[2] Todas las cifras que pertenezcan al periodo 1983-2008 se expresan usando la antigua escala monetaria.