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[3/3] La poesía y el militarismo en Venezuela; por Arturo Gutiérrez Plaza // #DíaMundialDeLaPoesía

Por Arturo Gutiérrez Plaza | 22 de marzo, 2015

Ésta es la tercera parte de la conferencia Civilidad y poesía en Venezuela o la larga espera por los funerales del culto militar, a propósito de que el 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía. Por esta razón, en Prodavinci hemos compartido este texto (dividido en tres partes) del poeta, investigador y profesor Arturo Gutiérrez Plaza. No se trata de cualquier texto: es la conferencia titulada Civilidad y poesía en Venezuela o la larga espera por los funerales del culto militar, que fue leída por el poeta en la pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, el 30 de noviembre de 2014, como parte de un panel organizado por la propia FIL y la Editorial Lugar Común, bajo el título “El decir y el poder: la poesía venezolana contemporánea”. Si desea leer la primera entrega, haga click acá, también puede leer la segunda haciendo click acá.

A continuación, entonces, la tercera parte de Civilidad y poesía en Venezuela o la larga espera por los funerales del culto militar, de Arturo Gutiérrez Plaza, en exclusiva para los lectores de Prodavinci.

CIVILIDAD Y POESÍA EN VENEZUELA PARTE 3 de 3

III

Como hemos comentado ya, a Rafael Cadenas le tocó vivir prisión y exilio, a causa de su militancia comunista, durante la dictadura perezjimenista. Hoy en día, su diagnóstico sobre la situación venezolana, lo ha llevado a afirmar lo siguiente: “Vivo en un segundo exilio dentro de mi país, junto con otros siete millones de venezolanos. Para el régimen, no existimos”[1]. Esta aseveración da cuenta de una realidad inobjetable en la Venezuela de hoy, particularmente, en lo que toca al propósito de estas notas, en el campo de la creación artística; me refiero a la práctica sistemática del sectarismo político y la exclusión en el campo cultural, en contradicción con la propaganda de un régimen que se dice inclusivo y que en la contratapa de los libros de una de las más importantes editoriales del estado, Monte Ávila Editores Latinoamericana, se jacta del lema: “Ahora Venezuela es de todos”. Basta con revisar, durante los últimos 15 años, la lista de premios nacionales de literatura o de periodismo; de los poetas venezolanos que asisten a los festivales Internacionales, financiados y promovidos por el régimen; los catálogos de las editoriales del estado venezolano; la programación de los espacios culturales de los muchos canales de televisión oficiales, y un largo etcétera que se haría harto tedioso considerar en estas líneas. En el caso de la poesía, la división del país ha afectado, hasta el extremo, la mínima posibilidad de diálogo o convivencia. Pareciera que de modo infranqueable, tras una perniciosa dinámica que se impuso hace ya varios años y que ha terminado instaurándose hasta con cierta naturalidad, todos los espacios culturales han sido arrebatados por la exclusión, la mutua exclusión y la autoexclusión; en definitiva por la mutua invisibilidad. Si bien, como dijimos, a partir de los años 60 el estado venezolano tomó la decisión de otorgarle a la cultura un papel importante como área de atención dentro las políticas públicas, lo cual posibilitó la participación de actores de dicho sector en diversas instituciones del ámbito cultural, sin cuestionamiento de sus posiciones ideológicas, a partir del ascenso de Chávez al poder, y en forma progresiva, los programas fomentados por el gobierno han excluido, específicamente –entre otros- en el campo literario, a los escritores y poetas no afines con el régimen. De hecho hoy en día podemos hablar de dos países literarios, como una de las varias versiones de esa trágica dualidad. Ello ha traído también como consecuencia la conformación de espacios culturales, artísticos o editoriales, por mencionar algunos, que ya no voltean hacia las instancias gubernamentales para procurarse recursos económicos que les permitan existir. Eso ha obligado, como efecto saludable de una causa perniciosa, a explorar alternativas que desde la irrupción de la Venezuela de la democracia petrolera habían quedado relegadas, dada la presencia del estado proveedor que terminó también cobijando y monopolizando todas las expresiones e iniciativas culturales del país. Eso hizo que lo que está sucediendo ahora, que tres poetas venezolanos[2] puedan asistir a la Feria de Guadalajara apoyados por una editorial independiente, como lo es Lugar Común, con ausencia de cualquier financiamiento del gobierno, sea posible. Para bien o para mal, digamos que la realidad presente ha obligado a buscar formas alternas de sobrevivencia, a la par que en el otro país, casi en exclusiva, los acólitos confesos y leales son los únicos beneficiarios del apoyo económico brindado por el régimen. Son ellos los que le concedieron, postmortem, en el año 2013, el Premio Nacional de Periodismo a Hugo Chávez; son ellos (con frecuencia también, consentidos aduladores de primer orden de regímenes anteriores) los que en los festivales internacionales de poesía afirman sin titubeos que Hugo Chávez es “el gran poeta de Venezuela”; son ellos los que no pierden ocasión de escribirle versos al Comandante Supremo y Eterno; son ellos, los que acuden a su tumba a recitárselos; son ellos los que afirman, al inaugurar un festival internacional de lectura, que en Venezuela “si todos somos Chávez, todos tenemos que ser lectores”, de modo que al tradicional lema del encuentro, “¡Viva la lectura!”, se le suma de ahora en adelante: “¡Viva Chávez!”

Seguramente, todo esto tenga que ver con ese exilio interno al que Rafael Cadenas se ha referido recientemente. Exilio distinto al que le tocó imaginarse, más que vivir, a Leoncio Martínez, desde la oscuridad su calabozo y también del que en efecto vivió Andrés Eloy Blanco, quien no sólo padeció las atrocidades penitenciarias del régimen gomecista, sino que después le tocó exilarse en México a la caída del gobierno Gallegos, en 1947. Como poeta, Andrés Eloy Blanco fue, sin duda, el más popular de la Venezuela del siglo XX y tal vez también del presente. Todavía sus poemas, de corte sencillo y popular, se memorizan y recitan en reuniones familiares en cualquier rincón del país. A él se debe la creación de un personaje llamado “Juan Bimba” con el que el poeta quiso caracterizar a ese venezolano del pueblo humilde, pobre y siempre excluido. En un poema titulado, precisamente, “Juan Bimba”, escrito como él mismo lo señalara: “en las bóvedas del presidio de Puerto Cabello”, lo describe de este modo:

1930: Juan Bimba
es el hombre del pueblo de Venezuela.
Se llama Pedro Ruiz,
Juan Álvarez,
Natividad Rojas,
pero se llama Juan Bimba.

Es buena persona;
puede matar pero no roba nunca.
Su malicia no es mala,
nace del mal que le han hecho
y por eso Juan Bimba lo dice todo a medias,
le echa media mirada a las cosas,
se masca su tabaco, su verdad y traga.

Su alegría está reglamentada
como el tráfico
y cuando se ríe de un todo
es con permiso del gobierno.

Tenía veinte caballos;
la revolución le llevó diez;
para perseguirla,
el Gobierno se llevó los otros diez;
y cuando no tuvo nada
se lo llevaron a él.

Cuando llega a Comisario
se quita el nombre de Juan Bimba
y va tomando grados
hasta la honradez de General.

Va por la calle y los campos
en una tierra enferma de heroísmo,
viendo estatuas,
saludando con su media sonrisa
a los generales de bronce
a los coroneles de mármol.

Hacia el final de la primera parte del poema, en la que se describen los hábitos y la personalidad de este “Juan Bimba”, se advierte una esperanza de cambios que deje atrás el culto a los héroes militares y le dé cauce a las aspiraciones de una verdadera república civil mediante el acceso a la educación y la lectura. Así lo dice:

Le hemos dicho que él es el dueño de esta tierra
y dice que no le hablen de política.
Se va acercando al libro y le acaricia el lomo,
como si temiera espantar un caballo.
Un día lo embridará; ese día
lo saludarán las estatuas.

Este deseo de transformación del país, se ratifica en la conclusión del poema, en la que se imagina a un “Juan Bimba”, hijo de una patria mestiza y abierta a la inmigración, que se ha liberado del culto a los héroes, perpetrado desde las estatuas ecuestres. Por eso termina diciendo:

2000: Juan Bimba y su primo Juan Shonfeld
van al campo.
Ríen alto; en el fondo de su risa
van a buscar los hombres las llaves de las tierras.
Vienen del gran rodeo; bajo sus largas sogas
ha caído el rebaño de caballos de bronce.

Lamentablemente esta Venezuela del siglo XXI, imaginada por Andrés Eloy Blanco, no pareciera corresponderse con las tendencias de la actual, la cual más bien se empeña en fortalecer las taras y prácticas autoritarias del caudillismo militarista y su correspondiente culto nacido en la Venezuela del Siglo XIX. De hecho, aunque sea una figura inexistente en la vigente constitución del país, el actual presidente de la república se refiere constantemente a la unión cívico- militar como la instancia superior para la formulación de políticas y toma de decisiones en el gobierno nacional. En términos discursivos, por una parte prolifera un lenguaje cargado de términos bélicos como: batalla, guerra, ofensiva, enemigo o combate; todos ellos para referirse: a unas elecciones, a la situación económica, a una opinión contraria a las ideas del régimen, a la existencia de un adversario político o a la libertad de expresión; por la otra, el país se ha habituado a una retórica performativa en la que se han instaurado como inobjetables términos que en muchos sentidos parecerían discrepar de algunas realidades observables. El régimen se atribuye la cualidad de socialista y le endilga a todo el que difiera de sus prácticas el calificativo de escuálido, derechista, apátrida, lacayo del imperio y fascista. Resulta curioso, por decir lo menos, pensar que un socialista en campaña electoral (aunque para el momento Hugo Chávez Frías nunca había usado ese término –el de socialista- ni tampoco el de la pretendida revolución) no sólo le haya dispensado a Marcos Pérez Jiménez una cordial y amistosa visita sino que luego, ya instalado en el poder, se haya referido a ese monstruoso dictador como: “el mejor presidente que tuvo Venezuela en mucho tiempo”[3], tal como lo afirmó en su programa semanal Aló Presidente, número 356, realizado en el Mantecal, estado Apure, el 25 de abril de 2010. A lo cual añadió frases como la siguiente: “fue mejor que Rómulo Betancourt, mejor que toditos ellos. ¡Ah lo odiaban porque era militar! Yo fui a visitarlo allá en Madrid…a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César!” No deja de resultar curioso que Chávez no nos recordara que fue el imperialismo yanqui el mayor aliado de Pérez Jiménez durante su mandato, pero sí le reclamara a los Estados Unidos que hubiera extraditado a Pérez Jiménez a Venezuela, luego de que éste se refugiara en ese país tras ser depuesto en el suyo, lamentando además que haya estado en la cárcel acusado de corrupción. Así lo dijo: “Pérez Jiménez se fue para los Estados Unidos, los yanquis lo extraditaron porque ya tenían un acuerdo con los adecos. Lo acusaron de corrupción, lo metieron preso, estuvo varios años, como cinco años se caló Pérez Jiménez allí en la penitenciaría de los llanos, San Juan de los Morros. Después lo echaron del país y además hicieron una enmienda constitucional para impedirle que se lanzara de candidato a nada, les hubiera ganado una elección, ¡uh!”. Y ante afirmaciones como éstas uno se preguntaría ¿y es que acaso el líder del socialismo del siglo XXI no hubiera votado en esas hipotéticas elecciones por su admirado Pérez Jiménez? “Cosas veredes, amigo Sancho, que farán hablar las piedras”, como diría un personaje novelesco, a quien Bolívar comparó con Jesucristo y consigo mismo y a ahora los acólitos de Chávez hacen lo propio con respecto a éste, para completar el cuarteto. De bulto pareciera que en casos así, más que responder a principios ideológicos, el Comandante Supremo y Eterno validaba y admiraba, sobretodo, la estirpe caudillesca y militar de este dictador, del que se podrá decir todo menos que no fuera un criminal, que no fuera un corrupto o que simpatizara con alguna modalidad del pensamiento de izquierda. Según testimonios, no fue fácil que renunciara a invitarlo a su toma de posesión en 1999. Fue la insistencia de sus aliados civiles (entre ellos Luis Miquelena, quien precisamente publicara en 1963 el poema “Derrota” de Cadenas) que habían padecido las torturas del régimen perezjimenista, así como todo tipo de prácticas de intolerancia y represión, lo que lo llevó a desistir de sus deseos de compartir nuevamente con Pérez Jiménez. No hace falta enumerar aquí las ocasiones en que reconoció su admiración por dictadores de toda estirpe, siempre hombres fuertes, cuya mayor virtud fue lograr perpetuarse en el poder, sin importar demasiado los modos de hacerlo.

En todo caso, para constatar la tendencia militarista de la Venezuela actual basta observar que, de acuerdo a estudios en especializados en esta materia, en los últimos 15 años más de 1600 militares de distintos rangos, entre activos y retirados han desempeñado y ejercen cargos de administración pública. Hoy en día en Venezuela cerca del 50% de los gobernadores y alrededor de 25% de los ministros son militares[4].

Ante tal escenario podría colegirse que lamentablemente no se han cumplido los deseos de Leoncio Martínez y Andrés Eloy Blanco, cuando imaginaron, desde las mazmorras gomecistas, que al llegar el año 2000 se haría posible un país donde el ejercicio militar estuviese siempre sujeto a la institucionalidad republicana, regida por un orden civil, donde imperara la plena independencia de los poderes públicos y en lugar del culto al caudillo de turno se propiciara el pleno respeto a las instituciones democráticas, garantes de la justicia y contrarias a todas las formas de corrupción y abusos de poder. Lamentablemente, adentrados ya tres lustros en el siglo XXI, podríamos sospechar la vigencia del poema de Montejo, pareciera que aún y con pena, seguimos siendo habitantes de un país con mucho sol y “que no termina de enterrar a Gómez”.

*

[1] http://www.eluniversal.com/arte-y-entretenimiento/130617/rafael-cadenas-dara-recital-en-barcelona
[2] Los otros dos fueron: Igor Barreto y Alejandro Castro
[3] http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/130123/segun-chavez-perez-jimenez-fue-el-mejor-presidente-de-venezuela
https://www.youtube.com/watch?v=AakRGbodUmk [1:52:48 min. -1:57-45 min.]
[4] Ver artículo de Oswaldo Barreto. “Civiles y militares”. Tal cual (20 de mayo de 2014). http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=103067&tpCont=1

***

BIBLIOGRAFÍA CITADA, REFERIDA Y UTILIZADA POR AGP
Blanco, Andrés Eloy. Baedeker 2000. Caracas: Ed. Cordillera, 1960.
Cadenas, Rafael. Obra Entera. Prosa y poesía (1958-1995). México: Fondo de Cultura Económica, 2000.
Carrillo Batalla, Tomás E. El pensamiento económico de Ricardo Becerra. Tomo I. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2006.
Gallegos, Rómulo. Una posición en la vida. México: Ed. Humanismo, 1954.
Martínez, Leoncio. Poesías. Caracas: Editorial Impresos Unidos, 1944.
Montejo, Eugenio. Partitura de la cigarra. Madrid: Pre-textos, 1999.
Pérez Bonalde, Juan Antonio. Poesías y traducciones (recopilación). Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación Nacional: 1947.
Picón Salas, Mariano. Suma de Venezuela. Caracas: Editorial Doña Bárbara, 1966.
Perea, Alberto Enríquez. “José Vasconcelos y Carlos Pellicer, en las jornadas educativas y políticas (1920-1924).” Tiempo Laberinto: 23-28.
Silva Bauregard, Paulette. Una vasta morada de enmascarados. Caracas: Casa de Bello, 1993.
Sanoja Hernández. Jesús. Prólogo. Memorias de un venezolano de la decadencia. Tomo I. Caracas: Biblioteca Ayacucho: VII-XX.
Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1991.

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LEA TAMBIÉN:

[1/3] La poesía y el militarismo en Venezuela; por Arturo Gutiérrez Plaza // #DíaMundialDeLaPoesía
496 CIVILIDAD Y POESÍA EN VENEZUELA PARTE 1 de 3

*

[2/3] La poesía y el militarismo en Venezuela; por Arturo Gutiérrez Plaza // #DíaMundialDeLaPoesía
496 CIVILIDAD Y POESÍA EN VENEZUELA PARTE 2 de 3

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BIBLIOGRAFÍA CITADA, REFERIDA Y UTILIZADA POR AGP
Blanco, Andrés Eloy. Baedeker 2000. Caracas: Ed. Cordillera, 1960.
Cadenas, Rafael. Obra Entera. Prosa y poesía (1958-1995). México: Fondo de Cultura Económica, 2000.
Carrillo Batalla, Tomás E. El pensamiento económico de Ricardo Becerra. Tomo I. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2006.
Gallegos, Rómulo. Una posición en la vida. México: Ed. Humanismo, 1954.
Martínez, Leoncio. Poesías. Caracas: Editorial Impresos Unidos, 1944.
Montejo, Eugenio. Partitura de la cigarra. Madrid: Pre-textos, 1999.
Pérez Bonalde, Juan Antonio. Poesías y traducciones (recopilación). Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación Nacional: 1947.
Picón Salas, Mariano. Suma de Venezuela. Caracas: Editorial Doña Bárbara, 1966.
Perea, Alberto Enríquez. “José Vasconcelos y Carlos Pellicer, en las jornadas educativas y políticas (1920-1924).” Tiempo Laberinto: 23-28.
Silva Bauregard, Paulette. Una vasta morada de enmascarados. Caracas: Casa de Bello, 1993.
Sanoja Hernández. Jesús. Prólogo. Memorias de un venezolano de la decadencia. Tomo I. Caracas: Biblioteca Ayacucho: VII-XX.
Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo democrático y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1991.

 

Arturo Gutiérrez Plaza Es poeta, ensayista y profesor universitario. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Al margen de las hojas (Caracas: Monte Ávila, 1991), De espaldas al río (Caracas: El pez soluble, 1999), Principios de Contabilidad (México: Conaculta, 2000), Pasado en Limpio (Caracas: Equinoccio, bid&co, 2006) y Cuidados intensivos (Caracas: Lugar Común, 2014). Entre sus libros de ensayos, investigación literaria y antologías, se cuentan: Lecturas desplazadas: Encuentros hispanoamericanos con Cervantes y Góngora (Caracas: Equinoccio, 2009), Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana: una metáfora del cambio (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2010), Las palabras necesarias. Muestra antológica de poesía venezolana del siglo XX (Santiago de Chile: LOM, 2010) y Formas en fuga. Antología poética de Juan Calzadilla (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2011). Ha obtenido, entre otros: el premio de poesía de la III Bienal Mariano Picón Salas, en 1995; el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, en 1999 y el IX Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana, en 2009. Ha colaborado en diversas revistas nacionales e internacionales. Poemas suyos se han incluido en varias antologías venezolanas e hispanoamericanas y han sido traducidos a diversos idiomas. Fue becario del Programa Internacional de Escritores de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, en 1997 y del Programa de Residencias Artísticas para Creadores de Iberoamérica y de Haití en México, patrocinado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (México) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (España), en agosto-noviembre de 2012. Entre 1995 y 2000 se desempeñó como director general del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Es profesor titular jubilado del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar, donde fue director de Extensión Universitaria (2002-2004), decano de Extensión (2004) y coordinador del Postgrado en Literatura (2010-2013). Es Magíster en Literatura Latinoamericana Contemporánea (USB, 1991) y PhD en Lenguas Romances y Literaturas (Universidad de Cincinnati, 2009). Actualmente se desempeña como profesor visitante distinguido en la Universidad de Oklahoma.

Comentarios (1)

Libia Kancev
22 de marzo, 2015

Apreciado Prof. Arturo:

Mientras leía las tres partes de su conferencia, no podía evitar imaginar estar escuchándolo directamente, con su voz clara y dotada de la justa pausa que permite al oyente seguirlo sin mayores inconvenientes. No por nada es profesor universitario. Tampoco podía evitar sentir que tuviera que haberse ido a enseñar a otra parte impulsado por la situación de nuestro país. Su conferencia exhibe una pedagogía excelente.

Resalta usted: 1.- la patología caudillesca que, como patología, implica una enfermedad que podemos definir como crónica y que lamentablemente es un grave lastre para Venezuela. 2.- Lo vital de la vida civil. 3.- Las posibilidades de lo cultural, sin exclusiones de ninguna naturaleza, como impulso para un país. 4.- Las posiciones de los intelectuales para avalar o rechazar esa patología caudillesca. 5.- La labor de la poesía para definir realidades y aspiraciones. Una tarea que, en algunos de los casos que menciona, fue más allá de la pluma del poeta, expuestos en su totalidad, por exilios y/o cárceles.

Me pregunto: ante la inevitable historia, ¿qué futuro nos espera? ( un futuro que es ya). ¿Cómo enderezar el rumbo de lo maltrecho?.

Un saludo, Libia.

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