Artes

Una reunión de Juanas; por Edmundo Paz Soldán

Por Prodavinci | 18 de diciembre, 2014

Una reunión de Juanas; por Edmundo Paz Soldán 640

La semana pasada, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, tuve la oportunidad de “moderar” una mesa de ganadoras del premio de novela Sor Juana. Estaban ocho reconocidas escritoras, entre ellas Tununa Mercado, Claudia Piñeiro y Cristina Rivera Garza. Hubiera preferido ser invisible, desaparecer de ese panel y, simplemente, escucharlas, pero Margo Glantz, sentada a mi derecha, no me dejó. Margo, que es muy rápida y sabe salir por la tangente sin por ello escaparse nunca del tema, se convirtió en el eje de la mesa en base a comentarios chispeantes y lucidez; así, se pudo hablar del estado actual de la literatura de mujeres en el continente –“no me interesa ese tema”, puntualizó Margo- e incluso se tocó un tema espinoso: ¿debe existir un premio de novela solo para mujeres, como el Sor Juana?

 Las escritoras, que hablaban ante un público entregado (una pena: prácticamente solo mujeres), mencionaron el antes y después que significó en su carrera el Sor Juana; la revelación más conmovedora vino de parte de Tununa Mercado, quien dijo que el premio le había creado tanta responsabilidad, porque había que estar a su altura, que ya no había podido escribir más (“apenas pavaditas”). Todas mencionaron el peso y, a la vez, la luminosidad que provenía de estar conectadas simbólicamente a Sor Juana. Margo Glantz, una autoridad en la obra de la monja, dijo que no había que idealizarla, que entre santa y sabia ella había preferido ser sabia, y que ese debía ser el ejemplo a seguir.

La argentina Inés Fernández Moreno, ganadora del último premio con El cielo no existe (Alfaguara), recordó la “Carta a Sor Filotea”, el hecho de que las mujeres artistas aún tengan que lidiar con prejuicios que relegan a las mujeres al espacio doméstico, y contó la historia de una abuela que pudo ser poeta pero debió reprimirse ante la presencia de su esposo escritor (a la muerte del esposo, la mujer, ya anciana, volvió a la poesía). Cambian las cosas y las escritoras de las nuevas generaciones son mucho más libres, señaló Claudia Piñeiro; incluso cambian los hombres, dijo ella, y leen a sus compañeras de oficio como nunca antes, pero el relato de Fernández Moreno mostró que hay ciertas batallas que todavía continúan.

Y si las cosas cambian, ¿no sería mejor abolir el premio Sor Juana, una suerte de “acción afirmativa” para las escritoras mujeres? Cristina Rivera Garza recordó el discurso de aceptación del premio de Lina Meruane, que un par de años atrás había sugerido algo similar, y dijo que coincidía con Lina, pero, a la vez, estaba consciente de el mundo no era ideal, y que mientras no se superaran ciertas taras (el machismo del canon latinoamericano, la tendencia de los críticos a privilegiar en sus lecturas a los escritores hombres), el Sor Juana debía existir. En eso coincidieron todas: en la ambivalencia ante un premio solo para mujeres, y en la necesidad de defenderlo. Ojalá que esa ambivalencia cambie con las nuevas generaciones y algún día deje de defendérselo: significará que este premio que ha sido tan importante al visibilizar la escritura de las mujeres, ha cumplido su ciclo y no es tan urgente como alguna vez lo fue.

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Este texto fue publicado en La Tercera, 14 de diciembre 2014).

Prodavinci 

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