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Centenarios; por Antonio Ortuño

El escritor José Revueltas

Tengo la impresión de que las efemérides ofrecen una oportunidad peligrosa para la literatura y que, si bien pueden contribuir a su mejor difusión, también pueden estorbarla. Tenemos un buen ejemplo para el análisis. Los centenarios confluyentes de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas, sin ir más lejos, que han abundado más en banquetes, foros, convites, mesas y “actos” que en reediciones sensatas (y sobre todo, económicas) de algunas obras principales de los involucrados o en acciones concretas para que los lectores jóvenes de este país (que dan vueltas en torno a Crepúsculo y sus adláteres ante el arrobamiento general “porque al menos leen”) los conozcan.

Claro: Revueltas está todo (o casi) en ERA y a buen precio, pero que levante la mano el que encuentre físicamente en librerías algún título suyo: salvo un golpe de suerte (alguna tímida mesita en ciertos establecimientos), hay que esperar a las ferias de libro para acceder a ellos. No puede establecerse si eso es culpa del estigma de su militancia política de izquierda (un rector en Irapuato, la semana pasada, canceló una lectura de sus obras ante estudiantes, hemos de suponer que por miedo a que le tomaran el Palacio de Invierno) o sólo por las dificultades que un sello egregio pero independiente como ERA enfrenta. El caso es que no es tan sencillo hacerse de un Revueltas hoy día.

Por su lado, Paz está editado, y muy bien, por el FCE, tanto en esos féretros lujosos que son sus Obras Completas como en ciertos accesibles volúmenes de varios de sus trabajos. Pero en torno suyo hay aún tal humareda, por el incienso de unos y los cocteles Molotov de otros, que resulta complicado verlo con claridad. No se ha dejado de hablar de Paz en este país desde, más o menos, 1950 y no queda claro que volver al atorón conceptual en el que está metida la discusión sobre su obra y persona desde esa fecha sea de ayuda. Si hay alguien leído y citado en los círculos intelectuales de este país es Octavio Paz pero en torno a su nombre y figura hay tantos intereses enfrentados que a veces parecería mejor dejarlo reposar unos buenos años antes de retomarlo.

De Huerta proliferan ediciones costosas, tanto con textos como con iconografía espléndida, pero tampoco es que ande en la boca de las mayorías. Curioso que un autor de lenguaje directo y lúdico, ideal para los jóvenes, parezca a veces un juguete de estudiosos. El estatus “de culto” casi siempre es dañino para un autor, porque lo condena a los círculos de iniciados y una obra generosa y divertida como la de Huerta merece otra fortuna.

Alguien dirá que es ganancia que se hable de ellos dado que, al menos Revueltas y Huerta, parecieran salir, apenas, de años de relativa oscuridad. Yo, por el contrario, pienso que ciertas oportunidades deberían ser mejor aprovechadas. ¿No ameritaba la ocasión un libro que llevara textos de ambos a las escuelas públicas, como parte del programa de textos gratuitos? Me temo que no quiero oír la respuesta.