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Tributo a Simón Díaz [o ‘No era jueves, sino domingo’]; por Willy McKey  #CaracasEnContratiempo

Por Willy McKey | 28 de julio, 2014
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©2014 Fotografía de Juan Víctor Fajardo

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Esta vez será difícil hacerle caso al tiempo. Quizás este concierto sea el primer chance que tenemos para darnos cuenta de su muerte, de la urgencia de los duelos, de ese silencio que fuimos aquel jueves, de ese ruido que éramos aquellos días cuando la noticia de la partida de Simón Díaz, triste como la tonada de “El bucerrito”, no estaba en la primera plana.

El presente nos tenía demasiado ocupados.

Hoy es domingo. Las familias suelen venir a El Hatillo a pasear y comer, pero hoy hay concierto. En la tarima está un quinteto con una jerarquía como pocas veces puede convocarse. En la guitarra dirige el maestro Gustavo Carucí, el bajo lo toca don Gerardo Chacón, Carlos “Nené” Quintero está en la percusión, Miguel Siso en el cuatro y Eric Chacón con los instrumentos de viento. El telón de entradas y salidas lo componen unas telas negras que esperan que aparezcan las voces.

El auditorio tiene la retadora rudeza de lo público. Los maestros trazan una media luna que intenta hacerle frente al sol de las cuatro de la tarde que empieza a bajar con las tonadas. Detrás de las telas bulle un entusiasmo que habría sido hermoso ver acá adelante, oyéndose a sí mismos. Son los sobrinos de quien les dejó puestas sus canciones en la voz común que seremos en segundos.

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©2014 Fotografía de Juan Víctor Fajardo

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[El día del entierro de Simón Díaz también hubo mucho tráfico en esta dirección. Las razones eran distintas: a mediados de febrero la ciudad estaba llena de un ruido blanco, tan ajeno a las voces y a las autopistas que no dejaba espacio para el duelo: un ruido al que sólo le cabía más ruido adentro. El entierro fue un jueves. Ese jueves y este domingo se cruzan y la música acontece afuera y sostenida, pero también adentro y bemol.

No son las que faltaron hace cinco meses. Es apenas un gesto accidental que sólo quien busque demasiado puede ver como un luto retrasado por las coyunturas. Pero parece inevitable bambolearse entre aquel jueves y este domingo como un ejercicio para explicarse la dimensión de la música de Simón.

La congregación suele ser más visible en la alegría. Al entrar en la capilla ardiente de febrero, en horas de la mañana, lo primero que se veía era la tristeza de un hombre solitario que se agarraba de un disco de acetato  y estaba recostado de un vitral, como si su duelo no cupiera en otro sitio. No se quedó hasta la inhumación. Se fue justo al mediodía, en un taxi que sumaba tantos años como el disco, cuya portada había convertido en un estandarte de partida, asomándolo por la ventana del carro como si alguien pudiera verlo desde lejos]

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Hoy los colores están puestos en otra parte. Si nos ponemos en el universo de Simón. se mudaron de paisaje. Consiguieron residencia en la fuerza en el pecho de Enza Rigano, la gracia hipnótica de Laura Guevara, el ritmo caribe de Alfred Gómez Jr., la versatilidad de Hana Kobayashi, la voz redonda de Sela Lovera, el brillo de Mariaca Semprún,y la indebatible energía que Horacio Blanco contagia apenas toca un escenario y el hilarante talento de Los Hermanos Naturales.

El repertorio de Simón Díaz es difícil por muchas razones. Pero las complejidades vocales, por ejemplo, de su particular manera de hacer uso de falsetes y glissandos es poca cosa comparada con su valor como capital simbólico compartido. Estas canciones están puestas en cada uno de nosotros, ahí, habitándonos e incluso sorprendiéndonos cuando la voz propia se nos revela (y se nos rebela) cantando versos que no sabíamos nuestros hasta oírlos en la comunión que significa acompañarse con la voz.

Es difícil cantar a Simón sin cantar como recordamos a Simón, porque es alma común, es una memoria sonando. Estos quince músicos que hoy en El Hatillo versionan a Simón, con la complicidad de un enorme coro en el cual convirtieron al público, no sólo testimonian a un maestro: el valor de cada vocalista y cada músico que emprende una versión de temas como “Caballo viejo” o “El becerrito” se suma al apetito que despiertan estas canciones en talentos tan disímiles como Caetano Veloso o Plácido Domingo, Papo Lucca o Ry Cooder, Julio Iglesias y Ray Conniff, Gipsy Kings o Kumbia Queers. Cada versión, nos guste o no,  son una medida del alcance que posee una obra referencial que, incluso así, todavía consigue obstáculos en su camino.

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©2014 Fotografía de Juan Víctor Fajardo

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[Una postal de ese jueves: Florentino Primera, de la mano de su mamá Sol Muset, y Beto Montenegro, la voz de Rawayana, caminaban despacito hacia la parcela destinada a los restos del maestro. Sol se separa de ellos y los jóvenes se quedan juntos. Con los años que separan sus primeros sonidos, la complicidad de la conversación hizo a Beto percutar con sus palmas algún ritmo en los costados del cuerpo, como si no hubiese otra manera de seguir adelante sino sonando. Al rato todos pasábamos por una grama reciente con el apellido “Redman” escrito en una tipografía negra sobre un blanco anónimo. Éramos un resumen demasiado eficaz como para no dolerse en medio de tanto. Éramos un duelo sin forma]

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Es posible que este concierto haya tenido un capítulo más hermoso detrás de la tarima, en ese reducido pasillo donde cada uno esperaba su turno para cantar e intentaba escuchar a sus primos sonando. Habría sido lindo verlos acá adelante, cantando bajito cada pedacito conocido y aplaudiendo a quien le prestara nuestra atención después de usarla. Pero esa vista hoy está reservada para el Tío.

Con el sol puesto encima, Enza Rigano abre con “Tonada de Luna Llena”. Por la luz, no levanta la mirada pero sí el entusiasmo del auditorio con una de ésas que todos-se-saben. Nené Quintero empieza una conjura y trae a Laura Guevara en una versión de “El Alcaraván” con la sonrisa en el cuerpo. Tanto que le basta un gesto para decirle al auditorio que es lícito alegrarse. La movida tropical inmediata es una versión salseada que Alfred Gómez Jr. hace de la pícaresca de “Mercedes”. Hana Kobayashi, colorida e inspirada, inaugura una luz más bonita con “Garcita”, logrando resolver el enigma de cómo mover a Simón hasta la voz propia, si es la voz propia. Sela Lovera consigue una versión de “Despedida” que suena tanto a origen y encuentro que termina de redondear el vuelo del tributo. Ahí Mariaca Semprún rescata la bella historia que hay detrás de “Como pequeña gota rocío”, una canción escrita a la hija de María Teresa Chacín cuando la cantante le dejó saber a su compadre que estaba embarazada.

Le corresponde a Horacio Blanco, el vocalista y cantautor de esa tropa del ska que es Desorden Público. Y aquí se resignifican todos los homenajes a Simón Díaz: Horacio rescata una de sus facetas de ese presente continuo que es la construcción de la carrera de todo maestro: “Después de estas canciones del Tío que son más bucólicas, si se quiere… bueno, yo me voy por un lado más, bueno… ¡más chaborro!” El humor de Simón Díaz finalmente aparece en lo que, vista la reacción del público, se convierte en una sorpresa grata: “El cable”, pieza que tiene como coautor a Hugo Blanco. Para más, Horacio Blanco se sirve del verso sencillo, contribuyendo con un nuevo díptico a la pieza de Simón: “Me dicen que hay un traficante que hace tiempo que no sale… “. Una canción, una visión y una pasión de Simón Díaz es revivida delante de todos nosotros.

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IMG-20140222-WA007[Tras la oración y las palabras finales en el Cementerio del Este, tres conjuntos distintos se peleaban por tocar la canción que resultaba urgente en ese silencio roto que es toda elegía. Como si se tratara de una travesura de Simón, alguna fuerza tomó la dirección del asunto: se rompíó la prima de la guitarra de uno de los conjuntos y la mano de una muchachita curiosa desafinó el  arpa de otro.

No se trataba de algún tipo de favoritismo místico, porque apenas terminó la canción el conjunto que había quedado intacto al cantante lo atacó una tosecita breve pero oportuna. Eso bastó para establecer algo de orden en la tristeza. “Buen orden y disposición de las cosas”. Es inevitable volver cada cierto tiempo a esta definición de la palabra concierto]

 

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La segunda vuelta del tributo se sirvió de las luces artificiales. Enza Rigano nos devueve al paisaje con “Tonada de las espigas”. Laura Guevara tiene el tino de seguir con una letra de Aquiles Nazoa: “El loco Juan Carabina”, esos versos sin paisaje del poeta de la ciudad que mira al hombre y que Simón Díaz armonizó de una manera tan sensible y, al mismo tiempo, contenida. “Nené” Quintero, otra vez cómplice de Laura, la convierte en madera viva. “Romance en la lejanía”, la segunda versión de Alfred Gómez Jr., es quizás uno de los pasajes cuyos versos estén mejor encabalgados en la obra de Simón Díaz, pero curiosamente no suele estar en estos tributos: hoy aparece. Pasa lo contrario con la “Tonada del Cabestrero”, pero Hana Kobayashi puede convertir su voz en algo que sólo consigo traducir con la imagen de un juguete emocionado, convertido en reto y gozo a la vez. La conexión alcanzada por el maestro Carucí y Eric Chacón se suman a Sela Lovera en “Qué vale más”, una de las piezas de Simón más contemporáneas en cuanto a la evolución de la canción como género. Y acá quizás resulte conveniente hacer un alto.

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[Entre los muchos cuentos de Simón Díaz, está el de su padre como único músico del pueblo donde vivían. Es difícil recordarlo ahora con precisión: si no está mal guardado el recuerdo, tocaba la trompeta y, decía Simón, se sabía una sola canción. En la muerte de una persona importante del pueblo le pidieron al único músico que tocara algo. Y entonces la única canción que se sabía ese hombre se convirtió en una versión de sí misma. Una más honda. Más lenta. Como si la muerte, como si lo fúnebre, fuera precisamente eso: una versión más honda y más lenta de lo que ha sido la vida]

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©2014 Fotografía de Juan Víctor Fajardo

El trío de Los Hermanos Naturales sólo tuvo una aparición y no dos, como el resto de los involucrados. La versión de “El Superbloque” conseguida por esta agrupación que ha logrado devolver el humor a los terrenos del virtuosismo musical evidente fue, además de memorable, agitadora de los registros de la música de Simón Díaz. Es curioso cómo, a medida que Simón Díaz se convirtió en el Tío y luego en el maestro incuestionable de la música venezolana, se fue dejando atrás esta vertiente de su obra que ya a estas alturas del tributo Horacio Blanco había asomado muy claramente y que logró darle la popularidad necesaria para convertirse en el gran difusor de nuestras tradiciones que fue mediática y culturalmente. Luego hicieron una versión de “El Cantante”, una versión que posiblemente tuvo este domingo en el talento y humor de Andrés Barrios a su mejor ejecutante.

Le toca continuar a Mariaca Semprún y el reto es enorme, tras la manera en la cual Los Hermanos Naturales se adueñaron de la atención y el afecto de todo el público. Y entonces hace lo que tiene que hacerse: ya la música de Simón estaba en la gente, así que era hora de sacarla. Con “Mi querencia” y el público convertido en cómplice y auxilio, empieza la fase final del concierto con todos cantando al sol de los venados.

Horacio Blanco se había dejado a sí mismo la vara bastante alta. Juega detrás del telón. Se tarda. Marea. También ha preparado una versión de “El Cantante” y le pregunta al público si no les molesta escucharla. El entusiasmo de los presentes pone al Simón Díaz más joven a triunfar. Empieza la versión y, como una pandilla herida y al mismo tiempo plena de camaradería, Los Hermanos Naturales salen como caimanes a ver cómo repiten su número, al mismo tiempo que el hombre de Desorden toca un solo de “peine con papelito”.

La complicidad llega al clímax del tributo. Si existe un lugar desde donde los músicos que se han ido ven estos conciertos, justo ahora todos celebran el humor de Simón Díaz. No hay luto: es música, es vida.

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[Las coronas de flores de aquel jueves fueron protagonistas hasta que alguien empezó a cantar. Cuando aparece la música, la Muerte se espanta. Aquello de cantar para olvidar el dolor es más que un estribillo: es humanidad, es vida, es una de las pocas maneras de salvarse. Detrás quedan los arreglos florales de crisantemos cuando aparecen los clavelitos y las mariposas]

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No hay una pieza de cierre preparada. En concierto las voces piden una canción más y es obligado el encore. Pasa, entonces, lo que nos pasa a todos cuando estamos a solas con esta canción del final: se nos olvida que se llama “El becerrito” y no “La vaca Mariposa”.

Pero en la música del Tío todos nos entendemos. Y es así como este tributo se termina contando en una fábula llanera la eterna historia de un Mesías recién nacido que se esconde en los mogotes.

La vida. Eso que celebramos aquí, ahora, a cinco meses del dolor: toda la alegría del mundo cantada como si fuera nuestra.

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©2014 Fotografía de Juan Víctor Fajardo

Willy McKey  Parte del equipo editorial de Prodavinci. Poeta, escritor, docente y editor de no-ficción y nuevo periodismo. Especialista en semiología política y conceptualización creativa. Puedes leer más textos de Willy McKey en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @willymckey Haga click acá para visitar su web personal.

Comentarios (5)

Jose Daniel
29 de julio, 2014

Gracias Willy por el articulo, soy un llanero, que ahora vive en el pueblo y el tio Simón al ser del llano se parecia mucho a mi padre, y mucho en lo fisico, eso siempre me lo recordaba mi esposa. hoy leyendo tu articulo se me salieron las lagrimas al recordarlo, me vuelvo a pasear por esos montes de donde El saco sus canciones, donde cabalgamos juntos en caballos saboreando la sabana, arreando las vacas mariposas, cruzando rios crecidos, espantando aguaitacaminos, recogiendo palmas y jobos para llevarle a la novia y muchas cosas a las cuales NUESTRO SIMON DIAZ le canto y nos dejo en sus tonadas para recordar

Clara Kizer
29 de julio, 2014

Con los ojos y la mirada llena de gotas de lluvia y de emoción, lo felicito por ese extraordiario recuerdo ? o recuerdo vivo, que me ha hecho sentir. No se puede imaginar cuanta emoción logró despertar en mi, admiradora siempre del Tio Simon y ahora de Ud. y su recorrido.

Mil gracias

MaGa Paolini
1 de agosto, 2014

Hermoso guapo! Gracias!

Gustavo Carucí
3 de agosto, 2014

Mil gracias Willy por tan bello escrito. Hoy vamos, en efecto, con la segunda ronda, felices y contentos de ejercer lo que una vez hace ya tanto tiempo decidimos hacer en la vida. Que viva la obra de Don Simón Díaz!

Elba
11 de agosto, 2014

Excelente articulo Willy, sentido y muy bien articulado,.

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