Artes

Dogma, por Antonio Ortuño

Por Antonio Ortuño | 27 de mayo, 2014

Dogma, por Antonio Ortuño Jorge Luis Borges 640

Al referirse al valor de su propia obra, Borges solía  mostrarse esquivo, cuando no decididamente púdico. Por coquetería, disimulo o cualquier otra clase de escrúpulo real a dejarse ver como un vanidoso, se restaba méritos.

Frases como “esbozos desanimados” o “sin importancia”, dedicadas a sus propios textos, salpimientan los numerosos volúmenes que compilan sus charlas y entrevistas (y que son una lectura, por cierto, más que recomendable).

A veces, eso sí, vindica alguna línea, algún poema, cierta idea suya reflejada en un ensayo o relato. Aprovechándose de esa modestia, Raúl Zurita, espléndido poeta chileno que no alberga ninguna simpatía por el argentino, declaró en alguna ocasión: “Se quitaba todo valor y estoy de acuerdo con él”.

Claro: nada de esto, que es en el fondo un asunto de temperamentos, opaca la importancia de Borges, a quien muchos leemos aún con fervor y a quien es muy posible postular como el prosista más trascendente del castellano desde Cervantes.

Menos dubitativa es su viuda, María Kodama. Raro es el mes en que la presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que administra su herencia y los derechos de reproducción de su obra, no se mete en un pleito judicial destinado a salvaguardar la más pura ortodoxia del borgesianismo (o, según los malpensados, a impedir que se pierda un peso de royalties): primero, procedió contra el periodista Osvaldo Ferrari, quien publicó tres libros de entrevistas con el escritor, que le había cedido los derechos sobre el material; Kodama exigió regalías pero fue derrotada (en cambio, el editor del sello La Pléiade, Jean Pierre Bèrnes, debió darle copia de las entrevistas que realizó con el autor de Ficciones, como narra Ana Prieto en un excelente reportaje en la revista Orsai); más tarde, la viuda demandó al crítico Pierre Assoulin, de Le Noveul Observateur, por “calumnias”, es decir, por poner en letra de molde objeciones a sus modos; en años recientes, la emprendió contra Agustín Fernández Mallo y Pablo Katchadjian (español y argentino, respectivamente), por aventurarse a escribir un par de homenajes-parodias: El hacedor (de Borges) Remake y El Aleph engordado.

El libro de Mallo debió salir de circulación por mandato judicial; a Katchadjian lo acusaron de violación a la propiedad intelectual (su texto, autopublicado, no contaba más que con 200 ejemplares) y pidieron para él la prisión; el fallo final aún no es pronunciado.

Hace algunas semanas, Kodama denunció a diferentes portales de internet que difunden gratuitamente las obras de Borges. Esto, en la era de las redes sociales, es sacarle la lengua a un león.

Miles de tuiteros se han lanzado a tundirla puesto que, muerto Borges hace la friolera de 28 años, es complicado mantener la idea de que esta difusión masiva (así sea brincándose las leyes del copyright) lo perjudica. Kodama, por su lado, asume el papel de Maléfica: “Pienso vivir doscientos años”, le dijo a Ana Prieto.

La siguiente parodia, parece, será un cuento de horror.

Antonio Ortuño Narrador y periodista mexicano. Entre sus obras más resaltantes están "El buscador de cabezas (2006) y "Recursos Humanos" (finalista Premio Herralde de Novela, 2007). Es colaborador frecuente de la publicación Letras Libres y del diario El Informador. Puedes seguirlo en Twitter en @AntonioOrtugno

Comentarios (1)

alfredo bozo
29 de mayo, 2014

Qué se puede decir de Borges que no se haya dicho ya?.Devoto del latrocinio por antonomasia -quizá- pero artífice de cientos de miles de sus nostálgicos,y no dubitativos seguidores que, escuchando la labor de la metáfora eficazmente universal, resolvían por profesar la solución de la misma, fruto de tantas de sus rebuscadas praderas mentales que por la motivación generada chillaban por reconciliación intelectual, Borges excelso náufrago en las marianas de recónditos soñares intelectuales, que desde Ontologías llevadas fantásticamente fascinaba y a través de genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, lo suficientemente positivistas para alentar sin empalagar pero enriqueciendo aún , divertía eso sin contar sus geografías novelescas, múltiples historias universales que concebían el arduo instinto de supervivencia meramente literario por parte de tantos,sus bestiarios lógicos, sus éticas narrativas, sus matemáticas imaginarias, y por qué no? sus dramas teológicos,invenciones geométricas y recuerdos inventados así como nostalgias hipotéticamente infinitas son parte del inmenso paisaje de su obra la que describiría como una cueva oscura cuya verdad intrínseca no es la ausencia sino presencia de luz. Para María Kodama, de hecho, sobran las palabras no de igual modo pues la misma es devota de aquel aliado déspota que se arroja como resultado de la avaricia como verdad intrínseca del sistema, sistema al que si bien apoyo a medias , Maria hace más que ejemplo de el degradar del mismo , de la evolución de anomalías ideológicas, corruptas del saber, en sus más variopintas facetas que contribuyen a la satanización injusta por error.

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.