El Vicepresidente del Área Económica de Venezuela, Rafael Ramírez, ha dicho que “con el precio de la gasolina nos estamos quemando el futuro”, abriendo un debate en la opinión pública sobre un posible aumento de gasolina y sus efectos. Ya en Prodavinci hemos publicado un artículo de la economista Bárbara Lira sobre los costos económicos, que puede leer haciendo click acá, y una comparación interactiva que permite contrastar los precios de la gasolina en el país con los del resto del mundo, que puede consultar acá. Pero en Venezuela el aumento de la gasolina siempre se ha considerado como una decisión de alto costo político. Sobre esa idea, hemos consultado a Colette Capriles.
1. ¿Cree usted que la idea del aumento de la gasolina como una decisión con un alto costo político es un mito o es algo que la historia ha confirmado y podría repetirse?
En efecto, se trata de un componente más de una mitología que es bastante compleja, porque tiene que ver con las relaciones entre el Estado benefactor y “el pueblo”. Y ése es el territorio privilegiado de nuestro malestar societario. La naturaleza mitológica del asunto se pone de manifiesto cuando se repara en que durante la más dura crisis económica que padecimos (antes de ésta), durante el programa de ajuste que puso en práctica el gobierno de Rafael Caldera en los años noventa, el aumento de la gasolina se produjo sin que fuera seguido por el fantasma del estallido social. Un fantasma alimentado por las fuerzas antidemocráticas que operaban entonces y que encuentran en El Caracazo su momento fundacional, a falta de otra épica revolucionaria. Lo que era saqueo en el sentido más hobbesiano (o, si se quiere bovesiano, porque esa fue la marca de Boves) se vuelve mitológicamente “pueblo alzado” y justificación del cesarismo y de lo que ahora padecemos.
No quiere decir que una medida como ésa no tenga un costo político. Lo tiene, como lo tienen otras decisiones ligadas a restablecer algún equilibrio fiscal, en la medida en que se traducen en menor capacidad redistributiva o subsidiadora por parte del Estado. En ese sentido, creo que las políticas económicas del gobierno tendrán, en general, un alto costo político, simplemente porque señalan inequívocamente que los tiempos de Chávez ya son pretérito y que la transición hacia “otra cosa” (hacia una siniestra “otra cosa”) es patente.
2. ¿Debería la oposición apoyar el aumento de la gasolina?
La oposición debe procurar que ese costo político sea atribuido totalmente al gobierno. No tiene por qué apoyar o desaprobar: debe simplemente cumplir su función de oposición, sin compartir nunca el costo y señalando las consecuencias de esa y otras medidas. Es importante hacer ver que se trata de un paquete de ajuste ortodoxo destinado a buscar fuentes de financiamiento para un gasto fiscal inmanejable, irresponsable y corrupto.
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