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¿Qué pasaba en Venezuela antes del estallido social del #27F?; por César Batiz

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Era el 4 de febrero de 1989 y el entonces vespertino diario El Mundo publicó la reseña de la primera rueda de prensa con periodistas nacionales e internacionales del nuevo Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez (CAP), quien dos días antes recibió el mando en un acto realizado en la Salas Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, en un evento que pasó a la historia con el nombre de “La Coronación”.

La primera pregunta del encuentro con los periodistas correspondió a un invitado especial, una interrogante que salió de un juego macondiano de futurología. Fue Gabriel García Márquez, quien interrogó al mandatario: “¿Cómo espera entregar el país a su sucesor? ¿Qué diferencia hay entre la Venezuela de 1994 y la de cinco años atrás?”

CAP agradeció la pregunta del Premio Nobel de Literatura y, con la firmeza y la gestualidad del invicto, respondió: “Lo único malo es que me ha querido meter por los vericuetos de su imaginación. Y debo decir que hoy en 1994 no me siento que haya atravesado por 100 años de soledad”.

Sonaron los aplausos para celebrar la genialidad del presidente, sin saber que ya estaba en curso la construcción de una historia de realismo mágico que entintaría kilómetros de páginas de papel periódico y llevaría al entonces victorioso Pérez al paso desolador de abandonar el poder en mayo de 1993, un año antes de ese imaginario 1994 que planteó García Márquez, porque los sucesos que catalizarían su salida estaban a brazadas de ese momento de gloria.

23 días después de esa rueda de prensa ocurriría el estallido social conocido como El Caracazo y justo tres años más tarde el intento de golpe de Estado, encabezado por el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías. Así mordía el destino que comenzaba a engullir a una de las figuras de la historia contemporánea de Venezuela.

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La popularidad desvanecida. El 2 de febrero, en el acto de La Coronación al cual asistieron veinte mandatarios internacionales, y otras figuras de la política del mundo y del arte como Gabriel García Márquez, coincidieron un presidente saliente con alta popularidad,  Jaime Lusinchi, y el ganador de las elecciones del 2 de diciembre de 1988, CAP, quien logró la más amplia ventaja en unas presidenciales hasta entonces: 12% más que el candidato socialcristiano Eduardo Fernández.

Pero la procesión de los indicadores macroeconómicos adversos se fraguaba en la trastienda del poder y los escritorios de los entendidos. Las reservas internacionales en un nivel mínimo de 300 millones de dólares, una deuda externa que obligaba al país a pagar cerca de 50% de sus ingresos a los acreedores internacionales y la escasez de alimentos que alteraban la tranquilidad de los ciudadanos desde noviembre de 1988 eran las informaciones que se colaban y presagiaban la llegada de ajustes económicos, con la necesidad de que la banca internacional trajera dinero fresco.

Por eso, incluso antes de que Pérez asumiera el poder, las primeras páginas de los diarios anunciaban las medidas económicas preparadas por el gabinete sectorial de CAP, compuesto por profesionales de la economía formados en instituciones educativas internacionales, quienes no tenían militancia adeca, como el súperministro Miguel Rodríguez.

Convencer al CEN. El mismo día que CAP se juramentó, El Mundo titulaba “Cambio único y liberación de la economía. Prometió final del Estado intervencionista y proteccionista”. Lo dijo el Presidente en su primer discurso, dando una primera muestra oficial de que no se repetirían las circunstancias de su primera gestión: la de la Venezuela saudita.

Los diarios de la época cuentan de la búsqueda de apoyo hecha por el perecismo antes de aplicar el paquete económico. El Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de AD fue la primera puerta que tocó CAP, organización directiva del partido blanco dominada por el lusinchismo que fue invitada a La Casona el 6 de febrero.

Dos días más tarde, en una nueva reunión de emergencia con la cúpula accióndemocratista que  duró cinco horas y tuvo como expositores a los ministros Eglee de Iturbe, de Hacienda; Miguel Rodríguez, de Cordiplan;  y, Moisés Naim, de Fomento, surgieron preocupaciones muy claras alrededor de temas como el tipo de cambio, las tasas de interés, salario mínimo, acuerdos con el Fondo Monetario Internacional y aumento en servicios públicos y subsidios.

De aquel encuentro salió el Secretario Ejecutivo de AD, Humberto Celli, convencido de que el paquete se podría aplicar si había concertación de la oposición, los gremios empresariales y los sindicalistas. Precisamente, los representantes de la Confederación Venezolana de los Trabajadores (CTV) fueron los primeros en lanzar la alerta de que el peso del paquete no podía caer sobre ellos, los empleados y obreros.

En AD calcularon también el costo político de las medidas, con mira a las elecciones de gobernadores que se efectuarían ese año, según reflejó la edición de Últimas Noticias del 11 de febrero.

Ese mismo día, El Mundo reportaba que el apoyo de su partido al paquete se quebraba sin haber cuajado y que incluso Lusinchi regresaba de sus vacaciones para defender su gestión. Y Pérez advirtió que las medidas irían sin importar que no tuvieran el visto bueno de AD, decisión que pesaría en eventos futuros.

El buró sindical adeco, en una cena con CAP, condicionó el apoyo a un aumento general de salarios, tema que en días siguientes provocaría enfrentamientos públicos entre la CTV y Fedecámaras.

En esos días, el ministro Rodríguez se reunió con la dirigencia copeyana para explicarle las medidas, pero hasta el 12 de febrero, como lo reseña Últimas Noticias, sólo se recibió el visto bueno a regañadientes de AD y de Nueva Generación Democrática.

La concertación no se logró.

El paquete. La tarde-noche del 16 de febrero, CAP soltó la espoleta, como escribió El Mundo. Presentó un bosquejo del paquete aunque no lo destapó completo, pues existía angustia con respecto a cómo soltar esa bomba de forma dosificada.

La prensa recogió el desconcierto de empresarios, trabajadores, ciudadanos y políticos. Un joven Andrés Velásquez lanzó una apuesta: “Si el paquete tiene éxito me meto a adeco”.

En ese momento la agitación diaria de estudiantes en los alrededores de la plaza Las Tres Gracias era la pauta. Pronto se extenderían a otras ciudades.

El Presidente anunció el aumento de la gasolina esa misma semana de conflictos estudiantiles y, paralelamente, se normó el incremento del precio del pasaje en el transporte público. La dirigencia estudiantil de la UCV vio  en peligro el pasaje preferencial y las protestas en las universidades arreciaron. Se unieron estudiantes y gremio de transporte como nunca y prometieron grandes manifestaciones para el lunes 27.

La situación se tornaba más difícil para el Gobierno cada día. El paquete económico tenía el rechazo de la opinión pública y de los diputados.  El 21 de febrero, en el Congreso, AD fue derrotado por los demás partidos quienes rechazaron la firma de una carta de intención con el Fondo Monetario Internacional. CAP desoyó la decisión del Poder Legislativo. Los congresistas exigieron conocer el contenido del acuerdo, pero los adecos dijeron que ellos desconocían los términos.

“CAP mantiene decisión de firmar con el FMI” fue el titular principal de El Mundo el 27 de febrero acompañado con una foto del Presidente y el dirigente adeco Gonzalo Barrios conversando en La Casona. Pero en el encabezado de la página se leyó: “Estalló la violencia por el alza del pasaje”, la primera noticia del sacudón social que comenzó espontáneamente en Guarenas, sin que tuviera relación con lo planificado por los estudiantes en la UCV.

El impacto corrió por el país. Una explosión que con su fuego dejó desnudo el poder de CAP y lo llevó a la soledad macondiana.