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El año de la pérdida, por Ana Teresa Torres

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Escribo con la mirada puesta en el próximo domingo. Ese día puede ser el colofón de las pérdidas si no tomamos la precaución de ejercer el voto. Probablemente muchos se sentirán tentados a la abstención por la inutilidad del acto, la incredulidad en el CNE, o el desacuerdo con algunas de las políticas de la MUD, pero es necesario vencer esa tentación. Visto lo visto lo único que podemos hacer en este momento es intentar perder lo menos posible, es decir, resistir, y votar para que las alcaldías democráticas lo sigan siendo. No me importa ser acusada de conformismo porque estoy convencida de que nuestra fuerza se ha sostenido en la resistencia, y las elecciones, aun cuando seamos víctimas de fraudes repetidos, muestran que existimos, que el país no se ha entregado. Esas cifras que arrojen nuestros votos son la única prueba de esa existencia. De resto somos invisibles.

Hemos desaparecido de los medios de comunicación al perder el canal Globovisión, único en el cual teníamos presencia; no solamente de los políticos que representan a la oposición democrática sino de los especialistas (historiadores, economistas, abogados, ingenieros, sociólogos, periodistas, etc.) que podían explicar y analizar las circunstancias para el gran público. Y perdimos también (transitoria o definitivamente) a la Emisora Cultural de Caracas, que era un descanso y un estímulo en medio de las radios libertarias y comunales que nos asaltan a toda hora en el dial. Ahora quedan solamente algunos medios de prensa, que como bien sabemos, son de corto alcance. Y dentro de ellos seguimos perdiendo porque la crisis de papel se llevó al Papel Literario de El Nacional, fundado por Miguel Otero Silva, que ha sido el reflejo de la cultura venezolana por más de sesenta años. Perdimos también con la Ley de Cultura, aprobada en segunda discusión en la Asamblea Nacional. Aun cuando no ha sido puesta en vigor ya sus efectos están vigentes porque la ley, al obligar a las personas jurídicas a cotizar en un fondo nacional, desincentiva el aporte que la empresa privada viene haciendo desde hace décadas a los actores culturales.

Todas estas pérdidas algunos incautos pensarán que solamente afectan a los que nos movemos en estas aguas. Nada más equivocado. El libre ejercicio de las ideas navega en ellas, y en la medida en que perdemos los soportes para traficarlas, la sociedad entera se va desecando y abriendo el inmenso océano de la ideología única. Y aquí viene otra pérdida en camino: la aprobación del curriculum educativo bolivariano. Cultura y educación. Así se sostuvieron ideológicamente la Unión Soviética y sus aliados.

Coronamos el 2013 con la pérdida del sector comercial, que sigue a la destrucción del sector financiero e industrial. Estos dos últimos son menos visibles para el ciudadano común. No percibimos directamente que la Bolsa de Caracas y otras instituciones financieras han prácticamente desaparecido, y con ellas los instrumentos de ahorro y enriquecimiento que permiten democratizar la riqueza, sin ser “enchufados”. Aunque enfrentamos diariamente la escasez de algunos productos no vemos directamente la pérdida del sector productivo porque no todos somos vecinos de una fábrica o una hacienda, o tenemos un amigo propietario de una empresa industrial. Por supuesto Fedecamaras lo viene denunciando sistemáticamente pero hay que leer la prensa para saberlo. De resto, son pérdidas silenciosas. Ahora por fin enfrentamos una pérdida visible para cualquiera: la destrucción del sector comercial, que se llevará en las patas al sector de servicios. Se cierra el triangulo del sistema capitalista. Algunos –muchos–, muy cortos de luces a pesar de sus títulos universitarios, se unen a la alegría de la piñata. ¡Todo el país en un gran saldo de fin de año, abajo los especuladores!

Si alguna critica tengo con la MUD es precisamente la de no iluminar suficientemente lo que está ocurriendo. Se limitan sus voceros a decir que estas medidas económicas no solucionan la crisis sino que la agravan. Cierto pero no es todo. No lo más importante. Con la destrucción del sistema comercial el chavismo no solamente gana votos –indudable beneficio inmediato– sino que logra su propósito final: cerrar el círculo para ahogar definitivamente nuestro sistema de vida, la democracia, que se asienta, le disguste a quien le disguste, en el sistema capitalista occidental.

No se arrepienta el lunes de perder su alcaldía: vaya y vote.