- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

El consumismo y la guerra económica; por Ángel Alayón

ARTICULO_El_consumismo_la_guerra_economica_y_sus_consecuencias_por_Angel_Alayon_640

El Presidente Nicolás Maduro, junto a otros voceros, ha hecho un llamado al país a “bajarle dos al consumismo”. Estas declaraciones se ofrecen luego de que el gobierno ha encabezado la mayor operación de marketing en la historia reciente de la humanidad. En cadena nacional se anuncian en cuáles tiendas los precios de los productos bajarán. En un país donde los precios han crecido más de 1.400 por ciento en catorce años, una promoción como ésta parece demasiado buena para ser verdad, aunque con mayor exactitud deberíamos decir, demasiado buena para durar. Y los consumidores han salido de sus casas a aprovechar los “precios justos”, cumpliendo con el mandato de dejar los anaqueles vacíos. Ahora le toca al Gobierno enfrentar las consecuencias negativas de su propio éxito.

***

Colin Campbell hablaba de la “revolución consumista”, como nos recuerda Zygmunt Bauman en Vida de Consumo (2007), como una revolución que ocurre “con el paso del consumo al ‘consumismo’, cuando el consumo se torna particularmente importante por no decir central en la vida de la mayoría de las personas, el propósito mismo de su existencia, un momento en que nuestra capacidad de querer, de desear, y de anhelar, y en especial nuestra capacidad de experimentar esas emociones repetidamente, es el fundamento de toda la economía de las relaciones humanas”. Y ante una definición como ésta, es inevitable pensar que una de las consecuencias de la “guerra económica” ha sido convertir el consumo en la motivación primordial de una buena parte de los venezolanos. En las últimas semanas, los venezolanos se definen a sí mismos en el acto de consumir, de hacer colas, de esperar con optimismo confiados en la promesa del gobierno, de desesperarse en nombre del futuro, de preguntar qué hay, qué no hay o si habrá.

La noción de consumismo, una noción sociológica, también se asocia con el consumo de bienes no-esenciales. Difícil argumentar que un televisor de 50 pulgadas de alta definición sea un bien básico. Pero con estos bienes comenzó esta batalla que ha continuado con los automóviles, motos y repuestos, productos emblemáticos de las llamadas sociedades capitalistas, individualistas y propensas al gasto superfluo, según algunos. Digo esto para contrastar con la situación de los sectores de alimentos y medicinas en Venezuela, ambos agobiados por controles de precios que sólo han servido para desestimular la producción e incrementar la escasez relativa de bienes realmente necesarios.

Los sectores más pobres del país le dedican a alimentos y medicinas más del 70% de sus ingresos. El éxito de la política económica no puede medirse por el número de venezolanos que han obtenido un televisor más barato, mientras el Banco Central de Venezuela reporta un nivel de escasez en productos básicos de más de 20%, cuatro veces por encima del nivel que se considera normal. No conozco a nadie que haya sido acusado de ser consumista cuando  se trata de la canasta alimentaria.

Las condiciones económicas y la “ofensiva contra la guerra económica” nos han acercado a lo que Bauman llama el “ahorismo”, un elemento consustancial al consumismo. Los venezolanos tenemos el presente sobrerrepresentado. La incertidumbre nos motiva a desenfundar la cartera en defensa propia. Hay una expectativa de finitud que ahoga y nos apresura. En el ya mencionado libro Vida de Consumo, Bauman dice que:

“es precisamente por eso que la vida del ‘ahorista’ tiende a ser una vida ‘acelerada’. La oportunidad que pueda entrañar cada punto se irá junto con él a la tumba: para cada oportunidad en particular no existe “una segunda vez” (…). La procrastinación es la asesina serial de las oportunidades. Para quien espera atrapar una oportunidad al vuelo, toda velocidad es poca. Cualquier duda está desaconsejada ya que el castigo es duro. Como la ignorancia de qué es qué seguramente persistirá hasta que el momento ya haya agotado toda su potencia, sólo una velocidad sin frenos podría —sólo podría— equilibrar un poco de esa profusión de falsos amaneceres y falsos comienzos”

En el “ahorismo” no puede haber ahorro y menos aún cuando las tasas de interés que ofrecen los bancos para remunerar el ahorro son negativas en términos reales. Es decir, ni siquiera compensan el crecimiento de la inflación. Ahorrar es sacrificar consumo presente por un mayor consumo futuro. En Venezuela ahorrar significa que en el futuro podrás consumir menos en lugar de más.

Hay algo de trágico cuando un economista tiene que recomendarle a la gente que para proteger su dinero debe comprar algo, debe consumir ya, debe ser “ahorista” en lugar de “ahorrista”, debe correr hacia una tienda en lugar de convertirse en inversionista. Pero ésas son las condiciones económicas de Venezuela, consecuencia de políticas económicas bajo la dirección del Gobierno Nacional.

El hombre nuevo responde a los incentivos tanto como el viejo. Quizás no se trate de bajarle dos al consumismo, sino de bajarle todo al populismo-electoral.

***

La utilización del consumismo como concepto desde el poder encierra peligros que deben advertirse. Alguien puede estar tentado a definir lo que debe consumirse. Alguien puede verse tentado a decidir por los ciudadanos en nombre de su propio bien. Alguien puede pensar que el problema está en la gente y no en el sistema.

El consumismo como concepto puede ser utilizado como una herramienta para coartar las libertades ciudadanas, si el poder considera que el consumidor está tomando decisiones incorrectas que atentan contra su propio bienestar. Será más conveniente para nuestro país que cambien las políticas económicas y se creen las condiciones adecuadas para el ahorro y la inversión, antes que el Estado pretenda imponer qué debemos comprar, bajo cuáles circunstancias y en cuántas cantidades.

Lo paradójico es que la preocupación en torno al consumismo de autores como Zygmunt Bauman y Gilles Lipovetsky tiene su origen, justamente, en la sociedad de abundancia y no en una sociedad de escasez.